viernes, 22 de julio de 2011

Telegrama

Hola. He llegado. No llueve. No hay sol. No hace calor. Tampoco frío. Sólo una leve brisa. No sé qué pensar. Siento miedo. Y nervios. Ganas de llorar. Hacer de nuevo las maletas. Y correr. Huir de aquí. Impotencia. Ya sé que no puedo. No hay más lugares a los que pueda ir. Por qué. Tanto tiempo perdí preguntando. Pero ya no me cuestiono eso. No me importa. Me da igual. Mentira. Sí me importa. Por eso esta angustia. Pero no me queda otra. ¿O sí?. Ya me las arreglaré. No pasa nada. Estoy bien. No te preocupes. Sólo quería decirte que aquí está. El telegrama que te prometí enviar. No llores. Lo prometiste. Ya te lo expliqué. Y sin comprenderlo lo aceptaste. Me dejaste marchar. Te doy las gracias por ello. De verdad. Nadie me quiso nunca así. Incondicional. Siempre. Volveremos a vernos. No es una promesa. Es un hecho. Volveremos a vernos. No sé cuando. Ni dónde. Ni siquiera si podrá ser en esta vida. Aún así lo sé. No llores. Piensa que nos volveremos a ver. Y no creas esa mentira. Que la distancia hace el olvido. Mentira. ¿Verdad?. En eso coincidimos siempre. Cuídate. Y deja que te cuiden. No llores. Un beso. Y un abrazo. Hasta luego. Que nunca me gustó decir adiós. Eso ya lo sabes. Hasta luego.

viernes, 24 de junio de 2011

Quien era

Ya no queda nada, ni siquiera un pequeño rastro. Las sonrisas abrieron la ventana y saltaron al vacío. La ilusión se apeó de mi coche, al parar en un semáforo, la oí gritarme algo mientras se alejaba corriendo pero no entendí lo que dijo. Desde entonces no soporto el ruido del tráfico. Ese mismo día, la esperanza se suicidó en mi cama, dejó una nota antes de terminar con todo:
" Sé que sufrirás sin mi pero te pido que hagas el esfuerzo de entenderme, quizá agoté todos mis pasos demasiado rápido pero sabes bien como soy y que no puedo cambiar, es demasiado tarde. Siento mucho tener que hacer esto pero ya no puedo más. Lo he intentado hasta el último segundo, quédate con eso por favor, y no me guardes rencor por haberme rendido. Siempre hubo vencedores y vencidos, ¿no? 
Cuídate y no pienses más en mi, será más fácil."
Y así, las sonrisas de la gente me empezaron a resultar cada vez más extrañas, comencé a odiar la ilusión en otros y  me volví una envidiosa empedernida de la esperanza que asomaba en todos los ojos entraños.

jueves, 26 de mayo de 2011

La banda sonora de mi vida

Me gustan las canciones a piano, no sé si alguna vez lo dije, ya no recuerdo la mayor parte de las palabras que escribí...  Me gustan las canciones a piano porque, para mí, son las que mejor transmiten las historias que llevan dentro. Ninguna palabra puede hacer honor a una melodía de esas características.  

No suena muy bien decirlo pero la verdad es que suelo llorar con el sonido que emiten las teclas de un piano. Es como si de repente comenzara la película de mi vida y yo le presto toda la atención a cada segundo emitido. En alguna escena se me encoge el corazón de terror, grito y tiemblo acurrucada entre mis propios brazos. Suplico al aire que por favor pasen rápido esa parte, que no puedo soportar tanta angustia, pero no hay nadie controlando la reproducción. En otras escenas veo cielos azules, perlas blancas y almas que brillan. Esas son las mejores partes, las que muestran una vida viva, sonrisas llenas y la ilusión del día siguiente. Procuro quedarme sólo con esas, con las buenas, porque son las únicas que se merecen seguir apareciendo en el próximo estreno. Sin embargo las otras no se borrarán, aunque quedarán reducidas a los créditos, al fin y al cabo, dan valor a las estrellas. Aceptaré, de buena gana, darles las gracias por su participación en el último párrafo, justo cuando finalice la banda sonora de mi vida.