martes, 30 de marzo de 2010

Sólo me hace falta...

... una esperanza para poder seguir.
... una buena noticia para continuar sonriendo.
... un milagro del cielo, que se cumpla ese único deseo que ahora cuido con afán y empeño.

No pienses, Amor Soñado, que hablo de ti.
No, no pienses que sigues siendo mi única esperanza, mi razón para sonreír, mi deseo cumplido...
Que aunque sí es cierto que antaño fuiste todo eso, hoy siento de nuevo esa alegría por las pequeñas cosas que a veces trae la vida.
Puedo (sobre)vivir por este mundo en el que duermo con tan sólo ver la alegría en cada esquina, asaltándome divertida de repente en la cocina, regalándome abrazos con café para merendar por la tarde, besos que madrugan con olor a nivea y bromas que nacen cada noche en la nevera.


Sólo me hace falta... una esperanza para poder seguir, una buena noticia para continuar sonriendo, un milagro del cielo, que se cumpla ese único deseo que ahora cuido con afán y empeño.

domingo, 28 de marzo de 2010

Volver la vista

¿Dónde estás? - silencio- ¿Dónde estás?...Sé que existes, aunque todavía no te conozca, sé que me esperas igual que yo te espero a ti. ¿Por qué no dejamos de perder el tiempo y comenzamos nuestra historia? Quiero que entres en mi vida, que ilumines de nuevo mi cielo y que el invierno desaparezca de mi recuerdo. No sé dónde estás, pero hoy me gustaría abrazarte y decirte que yo también te quiero... - silencio- Sólo dime, por favor, cuándo vas a venir a rescatarme...quizá cuando olvide el amor que todavía duele, quizá no consiga olvidarle nunca y entonces... yo me pierda para siempre entre lo que no me correspondía y lo que dejé escapar por no saber mirar. No quiero que me pase eso, no quiero quedarme vagando en el vacío, no quiero condenarme a una vida sin ti, no quiero condenarte a una vida sin mi... por favor, si tú me ves antes que yo a ti, acércate, coge mi mano y no la sueltes nunca porque quizá así, con tu calor, vuelva la vista a ti y sepa que por fin llegué a casa: ese amor que dejará de ser desconocido.

jueves, 25 de marzo de 2010

Sueños e Infiernos (III)

Pensando en otro mundo, en una realidad soñada, en un futuro mejor. Así pasaba el tiempo. Pero no era tan fácil, nunca dejaba de sentir el fuego, a lo más que llegaba era a sentir un cálido abrazo de las llamas a su alrededor y el sudor de su corazón. En los momentos en que ardía no era nada y lo era todo, era ella y no lo era, podía verse a sí misma a un par de metros y de repente sólo veía el fondo negro empañado por lágrimas.

Se estaba convirtiendo poco a poco en una víctima anónima en aquel lugar, nadie la encontraría nunca, pero eso, tampoco le importaba. A esas alturas se conformaba con conseguir salir de allí, se conformaba con alejarse del infierno, no deseaba más que eso. Adquiría con cada pensamiento una nueva piedra para ese camino que quería dibujar mientras soñaba, para un día poder salir del infierno a través del sueño hacia otro lugar: esa era la salida que estaba fabricando. Despierta, su corazón seguía calcinándose e, incansable, resistía el fuego arrojando a su interior miles de recuerdos que soñó una vez, cuando confundió el cielo con la tierra. Lo soñé todo - pensó a la vez que sus palabras se convertían en otro recuerdo que quemar. Había pasado demasiado tiempo dormida en una felicidad inventada, y, ahora no podía volver atrás. Ojalá... - pensó mientras asomaban las lágrimas a sus ojos - Ojalá no hubiera despertado nunca.

El fondo del infierno no había cambiado de aspecto ni de color: seguía siendo áspero, frío y negro. Los días y las noches se sucedían repetitivamente, una y otra vez. Del mismo modo, el sufrimiento despertaba con ella cada mañana y se convertía en calor soportable antes de dormirse, cada noche, entre lágrimas.

Una tarde oyó algo, era el sonido de unos pasos: lentos, sordos.... Empezó a dar vueltas sobre sí misma, abriendo bien los ojos para conseguir distinguir alguna forma a su alrededor, y entonces, le vio. Era un niño de rostro dulce con ojos de adulto. Le conocía, se quedó paralizada al darse cuenta de quién era. Él, ese niño  que tanto le hizo sentir en aquel sueño, cuando era feliz, cuando la palabra infierno no significaba nada en su vocabulario. Tú... - logró decir con voz áspera mientras un torrente de sentimientos le ahogaba la garganta. El niño dio un paso al frente - Sólo venía a despedirme... - miró a su alrededor y sintió lástima por aquella chica que no conocía pero cuya cara le resultaba familiar - ¿sabes?, lejos de estas paredes el cielo es azul. Bueno... adiós. 

Todavía quieta, cerró los ojos, no quería ver cómo se alejaba otra vez ese chico. Las lágrimas comenzaron a resbalar por su rostro al recordarlo todo... Ahora sabía que, al menos, una parte de su cielo fue real, que existía. Le encontró por casualidad, ella mantenía aquel día una conversación y al girarse le vio. No se perdió en sus ojos en aquel instante pero durante sucesivos días sus caminos se tropezaban sin esperarlo. Ella se sentía feliz en aquellos tiempos, antes de que él apareciera en su sueño: era feliz. Con su llegada el sueño cambió, comprendió que siempre le había faltado algo... los colores llenaron las mañanas, por las noches las esperanzas y las ilusiones crecían solas, hasta que un día, de sol y burbujas en el aire, decidió acercarse: para ella, era el regalo más hermoso que le ofrecía la vida.

Se sentó a su lado, con miedo, con alegría... sentía que le conocía desde siempre, estaba cómoda allí, en ese sillón de algodón. Cuando se levantó, apenas recordaba qué se habían contado, sin darse cuenta estaba flotando entre nubes blancas de luz, estaba en el mismo paraíso, en el cielo... el auténtico cielo. Le enamoró el contraste de su rostro y sus ojos... y después cuando le fue conociendo, día tras día, comprendió que el amor sólo podía llevar su nombre. En su interior, halló al niño. Le descubrió sin que él lo supiera, sin que ella pudiera evitarlo. Su corazón estaba marcado por un millón de cicatrices y la dureza de sus ojos era resultado de un infierno como el que ella estaba pasando. Sintió la necesidad de abrazarle, de cantarle al oído mil canciones de cuna, de llorar sus cicatrices como si le pertenecieran a ella. Se enamoró, sin darse cuenta y sin poder remediarlo.

Él empezó muy pronto a jugar con el corazón, nunca había sufrido más que algún rasguño, nada que le impidiera borrar la ilusión de un nuevo amor. Pero entonces llegó su infierno, se quedó helado al comprender que su corazón había amado de verdad y que de verdad, aquella vez, estaba destrozado. Miró sus manos y no encontró el corazón que siempre había estado allí, jugando. Miró al suelo y en millones de millones de pedazos se le encontró sangrando. Comenzó su infierno...

Ahora ella sentía las llamas ardiendo más que nunca, al recordar el dolor y las heridas de ese niño que ella seguía sintiendo tan indefenso y falto de amor. Deseaba que ese niño nunca hubiera sufrido lo que sufrió, en aquel sueño y en el infierno que ahora vivía siempre se preguntó, una y mil veces, por qué la vida había tratado tan mal a esos ojos tan tristes y a la vez tan dulces. Pensaba que, si tuviera el poder de curar las heridas, lo primero que ella haría sería volver a aquel día en que el chico perdió su amor y le borraría, borraría ese maldito día de la historia del mundo de los sueños y todo lo haría por conseguirle un final mejor.

Había venido a despedirse, no le notó apenado. Eso le tranquilizó, le alegró que por fin pareciera que había salido de su infierno y ya no sufriera más, se merecía ser feliz y algo en su interior le decía que había encontrado un amor. Deseó que fuera un amor que no le partiera otra vez el corazón, que le devolviera el brillo a sus ojos y le diera color a su vida...le deseó lo mejor desde el corazón, que ardía en su interior. Un escalofrío recorrió su cuerpo, todavía permanecía con los ojos cerrados y las lágrimas cruzaban sus mejillas sin cesar. Hacía rato que él se había ido, esta vez, de verdad. Separó un instante los labios apretados y agarró con fuerza los barrotes de su condena. Adiós, amor... - consiguió pronunciar. Rasgándose la piel de sus manos se dejó llevar, una vez más, hacia el suelo y el infierno empezó de nuevo.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Caminando

No ha sido un mal día: ha sido un día como esos que ahora me parecen lejanos y sin embargo no son de hace tanto. Hace un año un día como el de hoy me hubiera parecido un buen día, un día de provecho, pero hoy sólo me parece que no ha estado mal: ahora sólo veo este tipo de días como incompletos. Me falta algo, me faltas tú.

Camino por las horas sin reparar en ellas. Cuando paro de pensar en el trabajo que estoy haciendo pienso en tí, en si te irá bien, si andarás muy agobiado con el millón de prácticas y trabajos que mandan los profesores creyendo que su asignatura es la única. Me gustaría en esos momentos charlar un rato contigo, perderme en tus ojos, tomar un café y comentar todas esas anécdotas divertidas que surgen cada día y que consiguen sacarte una sonrisa (y entonces tú consigues sacarme otra).

Pero no puedo limitarme sólo a eso, sé que no puedo. Me gustaría pero a mi no me puedo engañar y sé que yo siempre querría más, y más, y más.... y volvería a convertirme en el problema: yo soy el problema. Nunca podremos ser amigos, nunca, nunca... y nunca sabrás lo mucho que lo lamento.

Entonces es cuando vuelvo a doblegarme ante mi misma y me obligo a apartarte de mi mente, borrar esa escena que creé con una mesa y dos sillas enfrente, borrar la sonrisa que ya tenía otra vez dibujada y en su lugar pintarme otra vez la tristeza en la mirada y el brillo de las lágrimas que quieren salir pero que impido que lo hagan.

Es mejor así, es mejor que me limite a pensar que eres feliz y que ya no te acuerdas de mi. Es mejor así, dejar que el tiempo difumine tu rostro, tapar tu olor de almendras dulces, guardar en el fondo de los recuerdos tus lunares y pensar que cada día que pasa nos acercamos más a ser unos extraños, hasta que una mañana apenas recuerde que, tú para mi, una vez te llamaste amor.

martes, 23 de marzo de 2010

A lo lejos

A lo lejos te he visto. Hablabas por teléfono, bajo los rayos de sol... imagino que quizá hablabas con ella, te habrá dicho lo mucho que te echa de menos y que a ver si podíais quedar aunque fuera para tomar un café antes de volver a clase por la tarde. Tú estabas nervioso: una mano se inquietaba escondida en el bolsillo de tu pantalón vaquero, los pies te llevaban de aquí hacia allá sin reparar en ello. Eres feliz y yo, a pesar del dolor, me alegro.

Ahora viene lo peor, las consecuencias de haberte visto, a lo lejos. No estoy mejor aunque haya pasado algo de tiempo, es sólo el no verte lo que hace que pueda engañarme a mi misma hasta tal punto de pensar que rápidamente me recupero, pero no. Hoy te he visto, a lo lejos, y al hacerlo he comprendido que coserle las heridas a este corazón es algo que todavía llevará su tiempo.

No puedo volver a verte más, esa es la conclusión que he sacado de este día que para mi acaba de terminar: no puedo verte más porque entonces todo el dolor que hay aquí dentro vuelve a empezar. No puedo verte más, y mientras me grito estas palabras en silencio, lloro y mi corazón siente que se muere un poco más.

lunes, 22 de marzo de 2010

Al final del día

Al final del día, es cuando me siento viva
Al final del día, es cuando me permito mirar los recuerdos
Al final del día, es cuando me sincero conmigo misma y me digo que todavía, al final del día, te sigo queriendo.

sábado, 20 de marzo de 2010

Otro día más

Cuando vemos sufrir a un amigo, cuando le vemos llorar apenado, para mostrarle nuestro apoyo y nuestro afecto siempre decimos que le entendemos. Mentimos, mentimos sin saberlo. No se puede entender el dolor ajeno, por mucho que queramos ponernos en el lugar del otro no podemos porque, simplemente, cada persona es un mundo y los sentimientos se sufren de maneras distintas. Una vez, ya no recuerdo con qué amiga, yo dije "Te entiendo" y ella me dijo que no, que eso era imposible.

Aunque en principio parezca una tontería, no lo es. Mi amiga estaba en lo cierto y su frase me hizo reflexionar en su momento sobre la gravedad de esas palabras, sobre el atrevimiento y la ofensa que suponen en la persona que se somete a su duelo. Nunca más volví a decir aquellas palabras, por respeto.

Y ahora estoy aquí, atravesando un mal momento personal y todavía nadie me ha dicho "Te entiendo" y yo, lo agradezco. Me basta con tener ahí a mis amigos, quedar con ellos todas las semanas para charlar y reír. Soy consciente de que si no fuera por ellos esto no sería lo mismo, sin duda me hundiría sin opciones de salir a flote. Pero, afortunadamente, no estoy sola: cuento con ellos y ellos cuentan conmigo.

Ya han pasado varios días desde el adiós definitivo, pero a mi se me ha hecho como si hubieran pasado varios años. Me gustaría tanto poder dejar de sentir todo una y otra vez... me da rabia no conseguir desprenderme ya mismo de todos los sentimientos y de todos los recuerdos. Ahora sólo quiero eso, sólo necesito eso: pasar página, no pensar, no recordar, no sentir, abandonar esa parte de mi que descubrí y que lamentablemente no puede seguir aquí, no sin hacerme daño constantemente.

Cuatro días desde que vi sus ojos mirándome (antes de esconderse tras unas gafas de sol), cuatro días para olvidar... y los que vendrán. Pienso en ello, en todo lo que me queda por soportar y me gustaría volver de nuevo a mi habitación, bajar la persiana y meterme en la cama hasta que otro día (porque hoy no) salga el sol. Un dolor se afianza en mi garganta, un nudo que se hace de metal. Me calla y me ahoga por dentro. Me permito (como siempre) llorar exclusivamente a escondidas: cuando escucho canciones de despedidas, cuando escribo aquí algunas líneas... y las lágrimas que salen ardiendo de mi interior, a la vez aflojan un poco el nudo que minuto a minuto a lo largo del día se hace más fuerte, más doloroso.

Sé que es feliz, que está bien, que habrá salido ayer (y quizá hoy también) y lo habrá pasado bien. Sé que habrá encontrado otros oídos que le escuchen, otros ojos que brillen por él y seguramente los suyos brillen por ella. Algo en mi me dice que lo único que siente por mi es pena y eso a mi me mata porque yo no quiero su compasión, antes prefiero que me odie; algo me dice que desde el Martes no ha vuelto a pensar en mi (ni volverá a hacerlo), que no le ha dolido mi partida y que se siente liberado y con ganas de sonreír. Algo me dice que está soñando (ojalá no se despierte) y que si no ha pasado ya, pronto compartirá abrazos y besos, y... amor: miradas, roces, olores, latidos acelerados...

No consigo entender por qué la vida nos maneja de esta forma muchas veces, no consigo entender por qué tiene que existir el sufrimiento, ¿por qué existe el amor?. No lo entiendo, y como no lo entiendo, hoy no consigo avanzar. Supongo que hoy es otro día para olvidar, otro más...

viernes, 19 de marzo de 2010

Sueños e Infiernos (II)

Se sentía sola. Estaba en el centro del infierno y lo único que le preocupaba era la soledad. No pensaba en qué estaría pasando mientras en el exterior, lejos de aquella hoguera...Se estaba perdiendo y era lo suficientemente lista para haberse dado cuenta de ello: se estaba perdiendo los mejores momentos de su vida, los más fáciles, pero eso no le importaba. Algo en su interior se removía, un torbellino de algo que no conocía y que nunca llegaba a salir a la superficie, un torbellino que moría en el intento de salvarla de sí misma: su vida, que luchaba por no perder a su protagonista.

Tiempo, tiempo... - Se repetía una y otra vez. Y esto, no la aliviaba, no la convencía, es más, sentía que lo único que hacía era engañarse. Las voces que podía oír en su mente le decían que saldría de allí, algún día se despertaría y el fondo dejaría de ser negro para convertirse en luz, pero ella no se lo creía: estaba bloqueada, no podía moverse, no podía pensar con claridad.

Las lágrimas se habían convertido en el plato del día desde que se despertó en aquella pesadilla y cuando se dejaba arrastrar, vencida, hacia el suelo, lo único que deseaba era dormir para escapar durante unas horas de la realidad: quería evaporarse, desaparecer, no pensar y no sentir. Dormir durante meses o, tal vez, incluso años para no sufrir las llamas de aquel destino que vivía horrorizada y sin esperanzas.

Una salida, tengo que encontrar una... tiene que haber al menos una, ¿no? - Se cuestionaba en silencio. La única salida que veía era la misma puerta de entrada, salir por donde había llegado. Buscó y buscó a su alrededor, pero no pudo ver más que ese pequeño resquicio que la había traído hasta allí. En ese instante comenzó otra vez a llorar y lentamente se dejó sumir en el sueño. Cuando se despertó habían pasado varios días, al volver a la consciencia de lo que vivía se sintió extraña en aquella piel. Un segundo después, sintió las llamas ardiendo en sus venas y en su corazón: el dolor regresó de repente. Otra vez no, por favor... - Susurró moribunda entre lágrimas.

Deseó dormirse de nuevo pero su cuerpo la ignoraba, había perdido el poder sobre él, ya no tenía el derecho de emitir mandatos. Su cuerpo se rebelaba y ahora debería esperar a que el cansancio físico llegara para poder descansar, a pesar de que sentía la cabeza y el corazón a punto de estallar, a punto de saltar en un millón de cristales. Estaba encerrada y además atada. Ya no podía más, así que decidió que tenía que crear un mundo nuevo sobre las cenizas de aquella quema, lo que no sabía todavía era cómo lo conseguiría, pero tomó la decisión de, al menos, intentarlo. Empezó a pensar en qué quería construir exactamente, en qué tipo de lugar podría permanecer sin sentir el fuego quemando cada milímetro de su ser... y así, consiguió evadirse de tanto sufrimiento en aquél momento.

miércoles, 17 de marzo de 2010

El sol asoma en el horizonte

Ahora por fin lo veo, el sol asoma en mi horizonte. Todavía hace frío, la sombra me cobija aquí dentro pero no por mucho tiempo. El sol se irá levantando, cada día, un poco más en el cielo y el frío irá desapareciendo. Las decisiones más pequeñas muchas veces son las más dolorosas, las que  producen mayores consecuencias: buenas o malas, eso no importa, lo importante es que la vida nos siga arrastrando hacia adelante.

Unas palabras que producen dolor en silencio, una carta escrita a manos de un corazón desnudo: una despedida, yo. Unos ojos ocultos tras cristales de espejo, una frase formada por palabras no acertadas en ese momento: una despedida, tú.
- No sé qué decir, bueno.. ¿nos veremos por aquí no?
- Claro... (que no)
Pasos que se alejan en direcciones contrarias, y, por primera vez en mucho tiempo el sol ayer me regaló su calor. Armonía, descanso, alivio... en paz: cuando sientes la alegría de haber terminado bien lo que empezaste, de haber luchado tu batalla hasta el final, de sentir que nunca te rendiste y que, al final, tú no perdiste. Y es así, me siento de verdad así. Aprecio el valor de mi propio gesto, de mis propias palabras. Admiro mi constancia, de pelear con empeño por aquello que me daba la vida (y de verdad, me la daba...). Lo reconozco, aquí todavía hay lágrimas pero cada vez son menos las dedicadas a ese regalo que iluminó tardes de calor y noches de frío, y cada vez son más las dedicadas a mi: quererse y admirarse, son sentimientos que no debemos apartar nunca de nosotros mismos.

Es extraño, siento lástima por el adversario. En este juego él siempre tuvo un pensamiento que intentó que yo también hiciera mío: yo sería la que perdería. Y quizá, fue eso lo que siempre me agrietaba por dentro, y quizá él se obligó a pensar aquello para no volver a sufrir en su vida. No le culpo por ello, puedo llegar a entenderlo, en realidad, es tan sensible... tiene miedo a sufrir y después de conocer de su propio infierno, tiene motivos para ello. Al final, siento lástima, impotencia y rabia (dolor, todavía me duele tanto...) por no haber conseguido mostrarle que, en la vida, los sufrimientos duran lo que queramos nosotros. No hay que tener miedo a sufrir, así nunca podremos ser felices.

Yo no perdí (al menos, no como él se piensa), ha sido él el perdedor esta vez: el miedo nunca le dejó ver que yo vislumbré todo su interior, todas esas cicatrices que le convierten paradójicamente en algo tan adorable, tan admirable... Y es que realmente lo es, por eso me duele tanto tener que dejarle ir, soltarle y no volver a saber de él nunca, nunca más... Duele, duele, duele... Siempre le querré, siempre admiraré ese interior que poco a poco iré perdiendo de vista. Es tan difícil decir adiós cuando has encontrado la razón de sentir como sientes... Cuesta desprenderse porque temes que esa parte de ti que te ha enamorado tanto muera con los recuerdos. Le pierdes a él, te pierdes a ti... y a la vez, sientes que él está perdido: te ha perdido y todavía no sabe cuánto lo lamentará. Lo sé, algo me lo dice, un día se dará cuenta, quizá cuando lea esa carta, que se hizo tarde. Que por mucho que un corazón muera por otro, hay cosas que impiden que puedan caminar juntos de nuevo.

Hoy el sol sigue aquí, el cielo no es azul de verano, es blanquecino pero siento que me pide tiempo porque está creando ese color azul que se le ha acabado. Sonrío y le digo que esté tranquilo, que de aquí no me moveré hasta verle aparecer otra vez. Y es que, ahora por fin lo veo, el sol sigue asomando en mi horizonte. Todavía hace frío, la sombra me cobija aquí dentro pero no por mucho tiempo. El sol se está levantando, cada día, un poco más en el cielo y el frío comienza a desaparecer. 

sábado, 13 de marzo de 2010

Sueños e Infiernos

Una vez estuvo en el cielo, rodeada de nubes blancas y cálidas... pero no sabía que sólo era una ilusión, no sabía que en realidad sólo era un sueño... Cuando despertó, se vio encerrada en el infierno, sin escapatoria y sin vuelta hacia el paraíso. Encerrada, enjaulada en su propia celda, quemándose en su propio fuego... ¡Socorro! - gritó con toda su voz. ¡Socorro! - retumbó el eco del aire infinito...Y la hoguera siguió arrasándola por dentro, calcinando cada milímetro de recuerdos y sentimientos... convirtiéndolos en cenizas blancas a su alrededor.

Se quedó muda cuando, al oír el eco, comprendió que no había salvación posible, que no había nadie alrededor de ese infierno en el que se encontraba inmersa, entonces el llanto se hizo más profundo, más desgarrador. Convirtió sus ojos en un mar de lágrimas dulces y saladas, se sentía invisible incluso para sí misma, no reconocía en ella a esa persona que siempre creyó conocer: esa chica racional y fuerte, esa chica incansable que asimilaba y apartaba de su mente con una habilidad asombrosa todas las lecciones amargas de la vida. Ya no sabía quién era ni qué hacía, era una completa desconocida y no entendía por qué sufría.

Y el fuego se propagó hacia el exterior, las cenizas comenzaron a arder también. Nunca había visto nada parecido, parecía como si la hoguera no tuviera fin, como si todo lo que estaba prendiendo fuera interminable, como si no desapareciese nunca por completo... era una auténtica pesadilla ¿Por qué no me despierto? - le suplicó a sus adentros. No comprendía, todavía, que el sueño había sido el cielo y no el infierno; que el infierno era ahora su hogar y no lo abandonaría tan rápido como ella desearía.

Pasaron los segundos, pasaron los minutos, pasaron las horas, pasaron los días... y toda ella seguía rodeada de llamas: por dentro y por fuera. El tiempo no parecía disminuir la condena pero mientras tanto había conseguido aprender a convivir con ella: había aprendido a llorar en silencio mientras se mantenía en pie, agarrada a los barrotes de la jaula que le encerraba allí, en aquél lugar hostil de fondo negro.A veces, sus piernas le fallaban y entonces luchaba con sus brazos para mantenerse allí, atada a su propia cárcel... hasta que no podía más y las manos resbalaban por los ásperos tubos de metal, y, lenta y dolorosamente se dejaba caer.

Aprendió a levantarse casi sin darse cuenta de ello, del mismo modo que tampoco sabía por qué le fallaban las fuerzas y caía. Había conseguido, sin embargo, aprender a hacerlo y con cada caída sabía que habría un nuevo esfuerzo, un nuevo intento de levantarse del suelo.

Pasó algo de tiempo, no podría decirse cuánto, hasta que comprendió que ese infierno se había convertido en su rutina. Esto le parecía todavía más terrible y en ese momento, el pánico se sumó también a la hoguera. Perfecto, algo más para quemar... - ironizó triste.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Haciendo las maletas

Hago las maletas, una vez más, para regresar hacia las nubes. La visita a la realidad se está terminando de nuevo y no volveré a bajar en un tiempo, otra vez. No tengo mucho que guardar, sólo llevo cosas para mi corazón: un par de alas que fabriqué para que vuele por el cielo azul de verano, una caja de pajitas para que al beber los recuerdos no se ahogue, y algo de hilo para coser las heridas que se abran sin avisar.

Ya está. Me siento a los pies de la cama, con las maletas cerradas a mi lado, y miro hacia mi lugar de destino a través de la ventana abierta de par en par: me invita a irme. Pienso en una última despedida, no es la primera vez que imagino decirte unas últimas palabras, y tampoco será la última,  así que lo hago de nuevo: sin saber cómo apareces en mi habitación, me doy la vuelta y te digo que pases...:

- Pasa, venga, no te quedes en la puerta...Ven, siéntate aquí un poco conmigo... - y te sientas lentamente- ¿estás bien?, te noto triste... si necesitas algo yo... bueno, ya sabes que volveré siempre que me necesites y aunque no lo creas, desde las nubes te observo siempre... yo velo por ti siempre, no quiero que lo olvides nuca, ¿me harás ese único favor? - agachas la mirada, pierdo de vista tus ojos - eh, vamos por favor, sé que no estás bien, lo noto, lo veo, lo puedo sentir y lo puedo tocar... déjame ayudarte por favor, por favor...déjame sacarte del fondo del mar y llevarte a la orilla, vamos, yo no quiero que te ahogues, no puedo permitirlo. Te prometo que cuando toquemos la arena me iré, te prometo no molestarte más si eso es lo que quieres, de verdad, sólo déjame salvarte - acaricio tu mejilla caliente con mi mano fría, pero no te mueves - ¡por favor! ¿no me oyes? . Te prometo que me iré, que seguiré mi camino lejos del tuyo, no me volverás a ver, no preguntaré nunca más por ti, no hablaré nunca más de la luz con la que brillas en mi, ni siquiera pronunciaré tu nombre nunca más...Te prometo que cumpliré todo eso, pero no puedo prometerte que mis ojos nunca más mirarán hacia ti, tampoco puedo prometerte que no pensaré cada día en ti, ni que dejaré de desear que la vida te traiga sólo felicidad, ni que dejaré de recordar y sentir... no voy a prometerte nada de esto, porque no puedo... Vamos, mírame a los ojos una última vez más para decirte con ellos lo que nunca te dije, lo que nunca te diré ya...con palabras - levanto tu barbilla y me pierdo de nuevo en tus ojos - : tú, siempre serás mi más preciado tesoro, mi mayor secreto, mi misterio, mi vida, mi mayor deseo, mi única ilusión, mi aliento y mi sueño, tú lo eres todo, tú...eres mi nube. Por ti, dejaré todo siempre para venir y ayudarte, y llevarte una y mil veces a la orilla... y me iré con una y mil despedidas como ésta. 

Después de la despedida abro los ojos, las lágrimas empañan la escena y mi corazón dice que se queda contigo, que aunque no le quieras no le importa, que sólo quiere arroparte contra el frío... pero no se lo permito, ya no... le sujeto fuerte con mis propios brazos y le canto al oído una canción para que se duerma mientras sigue tiritando... y cuando por fin se deja ir, me levanto, cojo las maletas y me marcho por la ventana, de vuelta a las nubes.

lunes, 8 de marzo de 2010

Corazón cojo

Día intenso: después de un fin de semana dedicado a adelantar trabajo para el PFC, esta mañana estuve dando los últimos retoques para preparar la cita que tenía al mediodía con la profesora que me dirige y comentarla algunas ideas. Llegar a casa después de casi media hora de trayecto desde la facultad, comer y salir de nuevo en apenas 45 minutos para llegar puntual a la empresa con la que hago el proyecto ya que había quedado con el director del mismo para tratar el avance que vamos siguiendo.

Me siento realiza en este aspecto hoy. He sabido y me he obligado a centrarme durante toda la mañana en cosas importantes, cosas para mi futuro "profesional", es lo único que ahora mismo siento que tengo en mi mano, lo único que puedo controlar y que depende solamente de mi. La parte sentimental de mi vida se me escapa de las manos, no puedo hacer nada con ella, salvo esperar que ocurra lo que tenga que ocurrir o que no ocurra nada... ahora mismo soy más partidaria de la opción de esperar a que no ocurra nada, porque no va a ocurrir nada; al menos, no hasta que no recupere de algún modo ese pedazo de corazón que he perdido. Se podría decir que mi corazón cojea, sí... y de qué manera.

Ayer no me miré al espejo como siempre, ayer me observé de verdad, bajé de mi nube un instante... me fijé en mi y no me gustó verme como me vi: ojos apagados llegando a parecerme casi negros en vez del tono marrón que tienen por naturaleza; mirada sin vida que no ve nada de lo que hay a su alrededor, que sólo puede mirar hacia el interior y no sabe cómo desviarse hacia el mundo; vi, que mis ojeras se aprecian marcadas de manera distinta a la habitual, ya no son fruto de la falta de sueño, son resultado del dolor que convive conmigo durante todo el día y las lágrimas producen bajo mis pestañas inferiores una ligera hinchazón, casi imperceptible pero que no pasa desapercibida para mi. Me horroricé  y silencié con mi mano un grito mudo de espanto, de pánico, de miedo... ¿Qué te estás haciendo?, preguntó alguien en mi interior y entonces llegaron otra vez las lágrimas, pero éstas eran por mi.

A los ojos de la gente engaño a duras penas, me preguntan que por qué estoy tan decaída, pongo excusas creíbles para todos menos para mi: "me acosté tarde", "estuve todo el día fuera y estoy cansada", "esta asignatura me agota"... Qué triste es pensar que ojalá esos motivos fueran ciertos, qué triste es confesarme cada día que estoy así  porque una parte de mi se debate cada mañana si ese día va a seguir en pie, qué triste ser tan egoísta y reconocer que lo eres, qué triste aparentar normalidad y guardar dentro un mundo en ruinas, qué triste me siento.

sábado, 6 de marzo de 2010

Paseando por las nubes

Vivo entre nubes de colores. Normalmente son cálidas y su aroma es dulce, pero lo justo para no convertirse en algo empalagoso. El tacto de las nubes es suave, su relleno parece estar hecho de algodón y las caídas aquí se amortiguan en silencio o con un leve sonido seco: todo depende de la intensidad del tropiezo.

Aquí la vida pasa a mi alrededor sin apenas percibirla, y yo paso por la vida sin apenas darme cuenta. Es algo mutuo: en este lugar, en este momento... la vida pasa por mi y yo paso por ella del mismo modo, sin mirarnos a los ojos. Llego a esta conclusión y no siento frío, ni miedo... sólo el peso de la verdad: está bien, no pasa nada.

Los sentimientos no tienen ningún efecto sobre mi si me mantengo entre las nubes, caminando por ellas sin rumbo... y los recuerdos no me producen dolor: a veces pienso que no son míos, que pertenecen a alguien que les perdió. Aquí, todo es sencillo: es el olor del aire lo que anestesia el sufrimiento. La vida vuela: puedo sentir la brisa generada por el movimiento de sus alas; me acarician con su corriente, me tumbo y me dejo mecer hasta dormirme. Todo ello hace que sobrevivir no resulte complicado, ni doloroso... pero cuanto más tiempo se pasa en este universo paralelo, corremos el peligro de perder la noción de nosotros mismos, de nuestra vida (la del suelo) al fin y al cabo...

Sí, es un lugar de belleza singular... y peligroso. La clave es no olvidar el camino de vuelta a la realidad. Yo, de momento, camino por este sueño la gran parte del día pero no me olvido de bajar de cuando en cuando para comprobar que las cosas poco a poco van cambiando y se van acomodando donde mejor se sienten o donde no les queda más remedio. Entonces suspiro porque siempre me gustaría que todo avanzase más rápido y doy una vuelta entre el nuevo paisaje que se está fabricando alrededor de mi camino. Lo miro con atención para ir acostumbrándome a lo nuevo y al sitio que dejó aquello perdido, lo memorizo todo y, después, emprendo de nuevo el camino hacia las nubes.

viernes, 5 de marzo de 2010

Mal día

Hoy no ha sido un buen día. No sé, últimamente me ahogo en un vaso de agua, cualquier cosa por pequeña que sea, si no sale como espero, lo convierto en un drama. Sé que no es un comportamiento muy racional, ni de una persona adulta, pero no lo puedo evitar... Son las consecuencias de no conseguir separar los sentimientos que rondan por aquí del resto de las facetas de mi vida: les dejo que me contaminen, me dejo absorber...

Al llegar a casa sólo he pensado en ti, en hablarte, en preguntarte qué tal te iba... a la espera de tu respuesta, de que me dijeras que te va realmente bien... esperando que al menos tú seas feliz... eso me haría sentir mejor, de verdad. Y me has contestado, y me has mandado palabras de ánimo... a ti tampoco te ha ido del todo bien pero no has dudado en ofrecerme un café para charlar... y yo, lo he aceptado. Ni siquiera sé si mañana lo olvidarás... en ese caso, no te culpo: yo tampoco voy a recordártelo, sólo con habérmelo ofrecido ya me he sentido mejor, así que me quedaré con esa sensación.

No voy a negar, que has conseguido sacarme una sonrisa... entre tanta pena, tú eres el único que consigue dibujar la felicidad en mi rostro, aunque sea efímera. Lo sé, no me voy a equivocar otra vez, eso lo tengo claro. He aceptado ese café sólo porque sé que no tengo fuerzas para tener más esperanzas y lo único que quiero es desahogarme contigo, compartir un rato de complicidad, como hemos hecho otras veces... sentirme en casa una vez más.

lunes, 1 de marzo de 2010

Empezar de cero

Me levanto, decidida a regresar a mi puesto y compartir este camino junto a la razón que me acompaña en todo momento. Me levanto, y de nuevo me abrazo a mi misma. Me levanto, y comienzo a caminar: con nuevas energías que no sé de donde salen pero que confío en no perder.

Ahora camino con paso lento pero firme, o por lo menos, todo lo firme que ahora puedo caminar. Tengo claro que todo el mundo se merece que le quieran, no voy a entrar en si deben querernos como queremos o como merecemos porque sinceramente, no sé qué posición tomaría yo en ese punto. Pero yo también quiero que me quieran y que me quieran con el corazón.

Por eso, he decidido volver y canalizar parte de esto que todavía siento en otras cosas que, quizá, ahora sean mi única salvación: curtirme en mi futura vida profesional y dedicar los pocos ratos de ocio que me queden a mi familia y amigos, nada más.

Los pensamientos es algo que todavía no soy capaz de controlar totalmente. Cuando les controlo es gracias a mi parte racional, que les bloquea y me anestesia contra ellos... pero a veces, me sigo empeñando tanto en esos recuerdos tan dulces... en volverles a mi una vez más tan siquiera...lo hago para recordarme que un día fui feliz, aunque fuera una felicidad no correspondida... y es ahí cuando lo vuelvo a pasar mal: duele... dueles  y siento que te sigo necesitando tanto, tanto... ¿no se supone que debería de sentir algo menos ya?.

Ahora lo único que siento es que una parte de mi quiere dejarte atrás, que pases a ser un simple conocido más: otro más. La otra parte, está hecha polvo y no tiene fuerzas de seguir hacia adelante... pero se ha dejado sostener por la razón, que no la ha abandonado nunca, y lo está intentado, dice que quiere reconstruirse ella sola, empezar de cero, nada más... sin embargo, veo cómo resbalan por su cálido cuerpo lágrimas silenciosas y la consigo oír susurrar algo para sí misma: Te... quiero.