lunes, 31 de mayo de 2010

Un deseo

- Pide un deseo
- ¿Para qué?, eso no vale para nada
- Tú hazme caso y pide un deseo
- No pienso pedir ningún deseo
- Pero, ¿por qué?
- Porque lo único que quiero es lo único que no puede hacerse realidad
- ¿Y cómo lo sabes?
- Porque pedí mi deseo una vez... y sólo se quedó en eso: un deseo, una ilusión, un sueño...

sábado, 29 de mayo de 2010

Quiero...

Coger el estrés y el agobio a las 8:30 y dejarlo discutiendo solo a las 11:00. Tomar un café y un pincho en el bar de enfrente, reír y sentir cómo se alejan los problemas resbalando, por el taburete que me mantiene, para morir en las baldosas grises del suelo. Regresar a las 11:25 a esa mesa donde me espera mi portátil, sentarme en esa silla azul sin aquellos problemas que olvidé y descubrí que no son tan importantes como pretendían ser. Escribir con calma, olvidar dónde estoy y concentrarme en mi propio esfuerzo: es tan reconfortante sentir que nada puede contigo y que siempre encuentras alguna solución que ni por asomo pensabas que llegaría...

Salir a las 14:40 cansada, con las tareas ya planeadas para el día siguiente, pero satisfecha. Mirar al cielo azul de verano, limpio de nubes, al abrir esa pesada puerta que no volveré a tocar ese día más, subirme a mi coche, ponerme las gafas de sol marrones, bajar las ventanillas para que la brisa cálida alivie el fuego que hay dentro, alejarme sonriendo, sintiéndome la accionista mayoritaria de la felicidad del mundo entero. Llegar al aparcamiento de la playa a las 15:06, bajar las escaleras de piedra y descalzarme antes de tocar la arena, ponerme el bikini, recogerme el pelo, acercarme al agua con la sensación de hambre. Sumergirme en el mar rápida y suavemente, y bucear, bucear hasta sentir que mi corazón se refresca al ritmo de mi piel. Flotar con el agua debajo de mi cuerpo, cerrar los ojos, no oír a los niños que ríen mientras juegan en la arena, escuchar solamente la respiración de la profundidad del mar y dejarme acunar por esa melodía.

Y sentir de nuevo esa sensación que tanto me llena: que la vida me parezca buena.

viernes, 28 de mayo de 2010

En un rincón

Felicidades. Enhorabuena por cada logro que consigues, por pequeño que te parezca no lo subestimes, no te subestimes... Desde este rincón, a millones de kilómetros de distancia de ti, sólo quería decirte que me alegro de un modo que no creía que pudiera alegrarme ya. Luego, al experimentar esa felicidad y darme cuenta, una vez más, de que tú eres el verdadero motivo de alegría, entristezco... No me odio, pero tampoco me aplaudo: sé que no está bien que me sienta como si estuviera de nuevo en el infierno... que no puedo quedarme ahí eternamente.


Me tranquilizo a mi misma, reflexiono, me convenzo de que es algo pasajero y que ese tiempo que tantas veces me han dicho que cura todo, acabará difuminando los recuerdos para poder seguir mi camino, apartando así este peso, apartando así los sentimientos. Tengo miedo, es ridículo, lo sé, pero tengo miedo. Tengo miedo de quedarme para siempre en medio de la nada, de no conseguir ver la luz al final del túnel. Tengo miedo y siento que cada vez este miedo es más fuerte porque se hace más profundo, se cuela en mi interior y no sé si me ganará la batalla. Sé que no puedo consentir que pase eso, me perdería a mi misma y  no me quedaría nada pero cuando las fuerzas me fallan el miedo avanza con pasos de gigante, me quita terreno, me aísla en un rincón durante días: y yo me siento en el suelo, me encojo, escondo la cabeza entre las piernas y lloro...


Pero sé (quiero creer) que, como otras veces, una mañana me despertaré y habré recuperado las energías que ahora me faltan. Y no tendré miedo al miedo porque me sentiré protegida por mi misma y, aunque yo avance a pasos pequeños, caminaré con la convicción de que existe un horizonte.


Nunca sabrás el alcance de todos los sentimientos que laten aquí por ti, que salen en forma de palabras, que respiran aliviados cuando se escriben. Nunca sabrás, realmente nunca sabrás que tus ojos son los únicos que consiguen desestabilizar, para bien y para mal, mi mundo entero. ¿Acaso no es motivo suficiente para tener miedo?.

jueves, 27 de mayo de 2010

En el fondo

La luz de la luna llena se colaba entre las ramas de los árboles del parque. En un banco, con el único sonido de los grillos y el murmullo del viento entre las hojas, estaban sentados: ella enfrente de él, él enfrente de ella.


- ¿Por qué estamos aquí?- dijo él
- Quise reunirme esta noche contigo
- ¿Y bien?
- ¿Cómo estás?, ¿eres feliz?
- Sí
- ¿Por qué mientes? - le preguntó ella triste
- No lo hago
- Sí lo haces: tus palabras dicen lo contrario que tus ojos
- ¿Y qué dicen exactamente mis ojos, si se puede saber?
- Que se sienten culpables por haber mentido a tu corazón


Entonces ella se acercó un poco más a esos ojos que la perdieron desde el primer instante, le dio un suave y breve beso, le acarició las mejillas, sujetando su rostro, y manteniendo sus ojos unidos, le acercó a su regazo. Le abrazó con la misma ligereza con la que el viento, a su alrededor, les abrazaba a ellos. Él, a mil latidos por segundo, se aferró a la cintura de ella mientras sus manos temblaban: su mente estaba saturada, cerró los ojos y poco a poco recuperó la calma, era fácil cuando se encontraba así con ella... Dejó su mente en blanco y buscó en su interior. No pudo determinar cuanto tiempo permanecieron así. De repente oyó la brisa que les envolvía y sintió el dulce movimiento de los dedos de ella entre su pelo, desplazándose hacia su cuello y pasando después a la parte de su rostro que no permanecía recostado en su pecho. Sintió salir las lágrimas de sus ojos y sintió que desaparecían con el contacto de su mejilla contra la de ella.


- Sshh..., no pasa nada, no llores por favor - susurró ella queriendo transmitir la misma paz del viento-  Estoy aquí, no estás solo: no tengas miedo. 

miércoles, 26 de mayo de 2010

Beautiful Blogger Award

Nunca me habían dado ningún premio, exceptuando uno de pintura en el colegio, así que quiero dar las gracias por él a Una Tarde Bajo el Mar que ha sido la encargada de otorgármele, ¡y me ha hecho mucha ilusión ver mi nombre en la lista!. Gracias, de corazón.


Yo quiero también ofrecerle este premio a mi primera seguidora: Claudia Hale. A ella debo agradecerle más de lo que se puede pensar porque fue con sus palabras en Frenesí de Sentimientos cuando decidí mostrar las mías propias. A ti desde aquí también te doy las gracias, Claudia.

lunes, 24 de mayo de 2010

Huellas que vienen y van

Camino por la orilla de la playa. Llego a unas rocas, me paro y decido sentarme un rato sobre una que me invita a ello. Miro el cielo, es azul de verano: me encanta, sonrío agradecida por poder verle después de tanto tiempo. No hay nubes flotando, ninguna, pocas veces se ve algo así en esta tierra... es, sin duda, una imagen que merece la pena contemplar y no olvidar. La brisa es fresca, mis brazos dicen que tienen frío pero yo no reparo en ello, estoy a gusto mirando el cielo, sin pensar en nada más que ese azul inmenso.

Pasan los minutos, siento la ligereza de mi alma, dice que está tranquila y que, incluso con todos los dolores que combate cada día, es feliz: siempre ha sido libre de actuar como sentía y es de ese modo, con esa libertad de vivir y cometer errores, como se queda tranquila cada noche y decide comenzar un nuevo día cada mañana. Brotan algunas lágrimas que veloces tratan de alcanzar el suelo, pero consigo frenarlas con mis dedos y ninguna pasa de las mejillas. Me siento perdida. Me siento impotente.

Suspiro, no entiendo cómo funciona la vida, por qué no coinciden lo que se supone que debo hacer y lo que en realidad deseo hacer, por qué no puedo limitarme a caminar sin ser consciente del camino que toman mis pasos, por qué y cómo puede haber conseguido alguien (sin pretenderlo) cambiar mi vida despertándome suavemente de la nada en que flotaba para, una vez despejada, marcharse.

Me levanto, el agua está fría y la arena debajo de mis pies me acaricia. Suspiro, camino al lado de las huellas que me llevaron hasta las rocas pero esta vez los pasos son de regreso. Miro al cielo y comprendo que lo único que debo hacer es pensar en ese azul de verano infinito y dejar que mis pies sigan marcando el ritmo por sí solos: a veces rápido, otras lento, pisando fuerte o flotando a escasos centímetros del suelo... Pienso en la nada en que me hallaba antes: dormida y ajena a todo, la vida pasaba de largo y yo pensaba que no podía haber más felicidad que esa tranquilidad pero, al despertar, me di cuenta de que en realidad me perdía un millón de sensaciones distintas cada día, me perdía vivir.

Mirando al cielo, azul de verano inmenso, sigo caminando por la orilla, acompañada del sonido de las olas que vienen y van con un dulce movimiento. Aunque a veces duela, vivir es lo único que quiero.

viernes, 21 de mayo de 2010

Manos vacías. Corazón lleno.

La infancia se quedó en un sueño inalcanzable. No pudo decidir, no pudo escoger, no pudo patalear ante las injusticias de la vida: no había tiempo para eso. Las horas le hicieron madurar entre temperaturas bajo cero y tormentas de nieve que cubrían con un velo traslúcido las siluetas que dibujaban el terreno. Frío, tenía frío pero carecía de abrigo. Medio descalzo, desaliñado, caminaba con ligereza y esfuerzo al mismo tiempo: no le pesaba el trabajo infinito, le pesaba la desolación que llenaba su vida.

Habían pasado catorce días desde que salió de la pequeña cabaña para atender las tareas diarias, pero la ventisca de hielo le atrapó antes de que se diera cuenta y, a pesar de conocerse aquel lugar como la palma de su mano, se perdió en medio de ella. Catorce días sin cruzar palabras con nadie, excepto las que compartía consigo mismo interiormente. En mitad de la nada pudo pararse a pensar en todos aquellos años de atrás y sólo encontró muerte y destrucción: sintió que le faltaba el oxígeno, no podía respirar con normalidad... era el dolor, que empujaba por salir después de tantos años de sufrimiento encerrado.

Lloró, como el niño que nunca pudo ser. Lloró, sin encontrar el calor que un día le arrebataron. Lloró... y no encontró motivos por los que mereciera la pena seguir: estaba allí, perdido en su propia tierra, la misma que le había dado la vida entera para soñar, la misma que le arrebató los sueños de uno en uno, sin compasión... Lloró, lloró... y llorando se durmió.

Cuando volvió a la consciencia, la claridad del sol le cegaba: ahora lo veía todo. No sabía por qué, pero seguía vivo, sonrió e inmediatamente comenzó a caminar con paso ágil. Olvidó sus obligaciones, quería llegar cuanto antes a casa, encontrarse con los dos pilares que mantenían su vida y por los que debía seguir allí, manteniendo sus vidas. Empezó a correr al pensar en ellos, habían pasado quince días en total desde la última vez que les vio, necesitaba saber que seguían vivos, necesitaba ver sus ojos y decirles: Hermanos...

martes, 18 de mayo de 2010

Distancias relativas

- ¿Qué haces aquí?

- Vine a cuidarte.

- ¿A cuidarme? No necesito que me cuides...

- Sí, puede ser.... Bueno, ahora te dejo a solas para que pienses en ti y adelantes todas esas cosas que llenan tu tiempo. Cuando quieras algo grita mi nombre, que estaré por aquí cerca preparándote una tarta de galletas y chocolate, ¿vale?. - le dio un beso fugaz, le regaló una sonrisa y, con un guiño de ojo, salió de la habitación dejando tras de sí la puerta abierta.



A 3 metros de allí, escuchaba los débiles latidos de su corazón.
Suspiró y acto seguido comenzó a fundir al baño maría el chocolate negro...

lunes, 17 de mayo de 2010

(Tiempo muerto)

Cuando se despertó, no vio a su alrededor más que oscuridad. En un segundo se dio cuenta de que no sabía dónde estaba, ni qué hora era, ni qué día... Se  giró sobre sí misma encima del colchón, rígido como las piedras. ¿Dónde estoy?, ¿qué hora es?, ¿es Viernes? - se preguntó.

Nada. No recordaba nada: no tenía respuestas. Se incorporó rápidamente ante la angustia que crecía con fuerza en su interior. ¿Dónde estoy?, ¿dónde estoy?... ¿quién soy...? - y se quedó muda de pensamiento ante esa pregunta. Temerosa y con las manos de cristal temblando, se levantó como pudo, intentando no tropezar con sus propios pies. Caminó a ciegas, siguiendo con las manos la pared que tenía al lado y encontró la puerta. !Una puerta! - pensó con alegría y cierto pánico.

Al otro lado de esa puerta se habría un inmenso recibidor de forma irregular. Dio un paso al frente, en el lateral derecho había otra puerta cerrada, pero esta era de cristal y se veía luz en el interior de la habitación. Sigilosamente caminó hacia ella. Se detuvo a un lado antes de decidirse a abrirla, quería escuchar qué pasaba dentro... Nada. No oía nada, salvo el pulso frenético en su garganta. Ahora o nunca, venga, si estás aquí es por algo, ¡vamos! - y con la cabeza a punto de estallar en su cuerpo por la presión, agarró con firmeza el pomo de la puerta y le giró mientras le empujaba con decisión.

Se quedó quieta y estupefacta al ver que ante ella se extendía una gran pradera tan verde como la esperanza, decenas de árboles frutales se dispersaban por el terreno y se perdían en el horizonte junto al cielo azul de verano y las nubes blancas como la nieve. Avanzó un par de metros, sintió la hierba mullida y fresca en sus pies: iba descalza y con un vestido, menos verde que la esperanza, de algodón. Se sentó allí mismo, con mil preguntas en la mente y sin respuestas que la devolvieran a su ser. Pero... - susurró para sí misma mientras empezó a contemplar el horizonte...

domingo, 16 de mayo de 2010

Mariposa

Silencio. Cierra los ojos y respira la brisa que empuja el viento a su alrededor... respira, nota llenarse sus pulmones de aire limpio, respira... Imagina que no pisa el suelo, siente la ligereza de su cuerpo, escucha el latido de su corazón. Una mariposa roja se acerca y la mira mientras sus alas no dejan de batir, generando una canción de cuna que la mece hacia el sueño... Sonríe, adivina que lo que no entiende la mariposa es qué hace ahí, flotando como ella a pesar de carecer de alas que la sostengan.

Se acerca el sueño, sabe que en cualquier momento dejará de ser consciente de estar ahí, en mitad del cielo, acompañada de una mariposa roja como el fuego y piensa, antes de dejar de oír esa canción de cuna, que le gustaría poder comunicarse con la pequeña mariposa para contarle que puede flotar en ese cielo, su cielo, porque es la felicidad la que la sostiene con sus alas invisibles de paz.

viernes, 14 de mayo de 2010

Lily

Érase una vez que se era, una niña risueña, llamada Lily, que jugaba a ser mayor cuando apenas superaba el metro de estatura. Siempre llevaba puesto un vestido amarillo, con flores bordadas en el mismo tono, y unas sandalias blancas. Una larga melena ondulada acariciaba su espalda y en las tardes de sol su madre le hacía un moño para que soportara mejor el calor.

Cuando salía del colegio, por las tardes, le gustaba caminar por el parque y coger las margaritas que consideraba más bonitas: las más perfectas, las más grandes. Después, al llegar a su casa, se acercaba a sus padres y hermanos y les regalaba una a cada uno; a cambio, ella conseguía un beso, un abrazo y felicidad para darle de cenar a su corazón. 

En las tardes de frío, merendaba un chocolate caliente que acompañaba con nubes de naranja dulce que compraba siempre su padre y, si notaba a alguien en aquella mesa triste, se levantaba, le acariciaba el rostro con su suave mano y  le daba un beso en la nariz: así siempre conseguía sacarle una sonrisa y, antes de volverse a su silla, le daba una de sus nubes.

Así, Lily iba creciendo y su corazón se hacía cada vez más grande, grandegrande, de tan lleno que se encontraba siempre. 

miércoles, 12 de mayo de 2010

Deseos

Hoy al llegar a clase me ha parecido que estabas triste o tal vez demasiado cansado. Te he saludado, de pasada hacia mi sitio, como cada mañana y has tardado en responder. Me hubiera gustado regresar hacia ti y decirte que debes procurar dormir un poco más y con una sonrisa te hubiera acariciado en la mejilla.

Pero me he limitado a mirarte de reojo, de vez en cuando, y a morirme abrasada por dentro deseando revolverte el pelo...  Sentí de nuevo ese olor, el tuyo, sobre mi pecho: es con lo que sueño, no tengo remedio... Después cuando salía hemos cruzado cuatro comentarios acerca del ejercicio que habían resuelto hacía escasos segundos, y te he notado animado. Al verte así me he alegrado, por dentro un suspiro de alivio nació y murió en mi corazón: doy gracias al cielo hoy por haberme dejado verte sonreír. Y ya no quería irme, después, ya no quería irme.

Quiero hundirme otra vez en tu abrazo, quiero tocar de nuevo tus lunares, rozar tu piel, perderme en tus ojos... es tan grande todavía este deseo... me sigue llamando a gritos a pesar de que sabe que no es posible. Un "porque no" no me vale, pero sé que esa es la única respuesta que hay. Se acerca mi cumpleaños y no puedo evitar pensar en ti como mi único regalo... si tuviera el valor de pedirte algo... si en algún momento lo encuentro, perdóname por favor, porque volveré a decirte que aquí dentro sigue todo igual y que si tú me dejas, aunque sea por un segundo, voy a comerte poquito a poco hasta que no consiga frenar más el ansia y te devore por completo.

lunes, 10 de mayo de 2010

Él y Ella

Habían quedado a las cinco de la tarde en la plaza donde se habían encontrado por primera vez. Faltaban cinco minutos para la hora concertada pero él ya estaba allí, sentado en un banco de madera, esperando. Sabía que ella llegaría tarde, como siempre, pero eso no le molestaba porque le gustaba ver cómo aparecía acelerada ante sus ojos, y se preguntaba a sí mismo, mientras sus labios dibujaban una sonrisa, cuál sería la excusa para hoy.

Miró la hora en su móvil: las cinco en punto. El día era soleado pero no caluroso, corría una leve brisa del norte y las gaviotas cruzaban el cielo hacia la costa que estaba a escasos kilómetros de allí. Hoy pensaba llevarla a uno de sus sitios favoritos, donde iba cuando quería disfrutar de las vistas de la ciudad. Era un sitio tranquilo, estaba cerca de los acantilados y desde allí se podía saborear el agua marina en el aire. Miró a su derecha: ahí llegaba ella.
- Lo siento, lo siento, es que justo cuando ya salía por el portal me acordé de que se me había olvidado coger kleenex.
- ¿Por qué siempre tienes que volver a por algo? - rió
- Ya sabes como soy, además sólo me he retrasado cinco minutos, ¿eh? - dijo ella, divertida.
Caminaron conversando animadamente sobre cómo les había ido respectivamente la mañana en el trabajo. Por el camino encontraron a un anciano que llamaba a su perro, que se había escapado. Él cogió al perro, pequeño y negro, se lo entregó a su amo con delicadeza y éste siguió andando sin darle las gracias. Juntos, comentaron la poca educación del señor y ella, en silencio, apreció el valor del gesto de él y sintió que le quería, entonces, un poco más todavía.


Siguieron por un sendero de tierra y hierba rodeando los acantilados hasta el sitio que él había indicado. Se sentaron juntos, él se descalzó y le pidió a ella que le acercara sus pequeños pies para descalzarla. Retiró la hebilla de la pulsera de sus zapatos y dejó el calzado al lado del suyo.
- Gracias.
- Así disfrutarás más del paisaje.
Allí, en medio de la nada, vieron atardecer acompañados por el cielo libre de nubes y arropados por el viento. Ella se sintió libre por tenerle a su lado compartiendo aquel momento y él se sintió libre por compartir ese lugar mágico con esa chica que le transmitía tanta paz cuando estaba a su lado.

sábado, 8 de mayo de 2010

Flor en el campo

¡Eh!, hola. Hoy me apetecería hablar contigo durante un tiempo infinito y contarte que acabo de terminar de leer otro libro más. Se trata de Brida, de Paulo Coelho, uno de mis escritores favoritos. Como otros, ha sido uno de esos libros que siempre me hacen pensar, releo párrafos con una carga profunda de sabiduría, de reflexiones que calman a la vez que atormentan el alma. Yo vi el brillo en tus ojos, vi la luz que desprendía la vida de tu interior y fui la mujer más feliz del universo con eso. Pero hay algo que no sucedió como yo tanto anhelaba, como tanto entendía que así debía ser...

Siempre pensé, desde el principio, que la incertidumbre sería cómo se desarrollaría el camino entre los dos, pero no el destino. Di por hecho, y todavía no encuentro explicación al por qué no fue así, que estaba salvada al encontrarte por fin y por tanto tú también lo estabas al encontrarme a mi: los dos estábamos a salvo desde entonces. 

El tiempo pasa y cada día aprendo a controlar mejor el grito de los sentimientos que siguen aquí dentro. Cada vez soy menos consciente de cuándo pienso en ti, no es que no piense en ti, no, porque lo sigo haciendo, es sólo que consigo abstraerme de mi misma de modo que pienso en ti sin saber que lo hago. El engaño en una artimaña que todos podemos aprender a manejar ante ciertas situaciones...


Pero he terminado de leer Brida y no puedo evitar pasar unos días liberándome de mis propias mentiras para descubrirme una vez más ante mi misma. Hoy me he mostrado de nuevo ese poder que tienes sobre mi, esa fascinación que despertaste con la forma en que miras la vida, esa admiración que sólo pueden comprender los amantes del arte ante una obra inigualable y exclusiva en el mundo, y el valor que tiene y que va más allá de todo el oro habido y por haber sobre la tierra... no podré desprenderme nunca de un tesoro así, no podré desprenderme nunca de ti. 

Hay muchas citas que merecerían ser citadas, pero entre todas destaco una de las últimas y, para mi, concluyentes del libro:
- Las personas dan flores de regalo porque en las flores está el verdadero sentido del Amor. Quien intente poseer una flor, verá marchitarse su belleza. Pero quien se limite a mirar a una flor en un campo, permanecerá para siempre con ella. Porque ella combina con la tarde, con la puesta de sol, con el olor de la tierra mojada y con las nubes en el horizonte.
 Quedo en paz y agradecida con la vida por haber podido encontrarte, igual que el Mago aprendí que tú nunca serás mio y por eso te tendré para siempre; y que el amor es la libertad: esa es la lección.

viernes, 7 de mayo de 2010

Sirena

Entonces, oye el ruido de fondo. Suelta la puerta a su espalda, es pesada y se cierra en un sonido seco. Mientras sube las escaleras siente frío: es el efecto del agua, que cubre su piel, con el aire que la rodea. Camina, recorriendo el lateral de la gran piscina, a la vez que mira las calles. Se alegra, hay un par de ellas en las que sólo hay una persona. Se descalza al llegar al trampolín de la calle número cuatro, se agacha y deja metida en las chanclas la llave amarilla de la taquilla del vestuario.

Se sienta en el borde de la piscina y se impulsa al interior. El frío se deja sentir en su expresión, rápidamente se pone las gafas negras sobre los ojos, coge aire y bucea durante diez segundos después de los cuales comienza a nadar: saca la cabeza a la vez que levanta el brazo derecho, la sumerge soltando poco a poco el aire que acaban de coger sus pulmones y le acompaña en este movimiento el brazo izquierdo que sale (al tiempo que entra el derecho) y entra en el agua. Respira y se sumerge de nuevo mil veces más repitiendo el mismo proceso.

Sirena nada, y cuando nada no piensa en más que en números: la cuenta de los largos que lleva. Uno, uno, uno,..., doce, doce, doce,..., veintitrés, veintitrés, veintitrés,..., cuarenta, cuarenta, cuarenta,... Y se siente bien, allí metida, el agua ya no se le antoja fría, siente su cuerpo ligero y admira el trabajo de contracción y relajación que hacen sus músculos con cada brazada y cada pataleo.

Cuando mira el reloj piensa que es hora de irse, se acerca la hora de comer y no quiere llegar tarde, no quiere llegar cuando todos estén ya comiendo y perderse esos preciados minutos compartidos con ellos. Hace unos  estiramientos sencillos dentro del agua, le tiran las piernas pero se obliga a estirar bien, nada dos largos más y se vuelve a estirar: ya no le duele. Sale del agua (impulsándose esta vez hacia arriba), coge la llave, se calza las chanclas azul marino y emprende el camino de nuevo a los vestuarios.

Al dejar atrás el edificio, Sirena se siente libre de todo: la vida parece más fácil cuando se limita sólo a ella y piensa que ojalá esa sensación no desapareciese tan rápido, pero eso es imposible, sabe que para eso debería ser alguien que no es.

jueves, 6 de mayo de 2010

Deprisa

- ¡Eh! !espera, espera!.. ¿por qué corres?

Me hubiera gustado decirte que yo no corro, que mi paso es así, que si piensas que salgo deprisa para tropezarte lo menos posible no tienes razón. En realidad, me gustaría quedarme contigo a solas en esa clase y susurrarte, mientras me pierdo en tus ojos, que no te podré olvidar nunca y que es muy duro disfrazarme cada mañana el corazón para que no vea que el sol del cielo es en realidad una bombilla desgastada que encontré en un cajón de mi habitación. Pero eso es sólo otro de mis sueños, cómo no. La realidad es que salgo a mi ritmo (de verdad, que no, que no corro para huir) y trato de pensar lo menos posible en que con cada paso me alejo otra vez de ti.

Me hubiera gustado preguntarte por qué sigues acercándote de cuando en cuando a preguntarme qué tal me va, como si te importase de verdad. Seguramente me dirías que sí te importo, claro, eres mi amigo, ¿no?.... No, por la sencilla razón de que yo no te veo como tal, yo te veo como mucho más, ¿entiendes?. Y yo tampoco soy tu amiga, ¿cómo puedo serlo si cruzamos ya sólo palabras de cortesía una vez cada mil días?, eso no es de amigos, lo siento, será que tenemos conceptos diferentes de la amistad. Espero que por lo menos cada vez que te acerques a mi te sirva para ir comprendiéndolo por ti mismo. Que no, que no tiene sentido que intentes recuperar una mera amistad que no habrá nunca. Lo siento, lo siento... ya sé que te he perdido perdón desde aquí muchas veces, no sé las que me quedarán por hacerlo, pero es así y tienes que comprenderlo. Sé que lo harás, con cada despedida en ese maldito pasillo lo vas aprendiendo, ¿a que sí?.

Ya verás como vas dejando de sentir lástima por mi... ya verás como ni siquiera volverás a plantearte venir a preguntarme para que yo piense que no te has olvidado de mi... ya verás... pronto todo será mejor para los dos: tú no tendrás que molestarte más y yo seguiré con mi rutina de disfraz.

martes, 4 de mayo de 2010

Frío

Hace frío. Las botas de cuero no bastan para dar calor a mis pies congelados. Siento más frío, en las manos, mientras limpio con ellas las lágrimas que caen por mis mejillas. Escalofríos recorren por mi espalda y mi corazón...

Tiritan mis labios, que se acercan hoy a un tono malva, en un leve tintineo de llanto ahogado. No, no le dejo salir. Le callo, le ato, y al tiempo noto un dolor en la garganta. Que se fastidie, a ver si va aprendiendo que no puede hacer esto todos los días, que no, que no estoy dispuesta a dejarle fluir con su desgarrador sonido por el aire: que no, que no quiero verme otra vez en esa escena...

Pienso, con la mirada perdida en el infinito, pienso... ¿por qué no me libero ya de este peso?. Pienso en los posibles motivos: quizá sea un castigo, quizá sea porque es la única forma que me queda de sentir algo, quizá sea porque todavía quedan esperanzas escondidas en rincones ocultos que desconozco...

Respiro hondo. Otra vez ese olor. Me asalta de repente, sin esperarlo, cuando creo que por fin ha llegado el día en que ya no le recuerde, aparece. Me encanta, me quema, me duele, me pierde, me transporta a esos recuerdos que permanecen prisioneros aquí dentro. Y vuelve, así, el frío a recorrer todo mi cuerpo...

lunes, 3 de mayo de 2010

De sueños y locura

Cada vez son más las veces que pienso que nada fue real. Cada vez más, creo que fue una invención sentir todo lo que sentí, que no pudo ser posible sentir tanto. Cada vez son más las veces que no sé si fui protagonista de algo o símplemente una mera espectadora. Cada vez más a menudo consigo ocultarme los recuerdos y por eso cada vez más veces me siento en medio de la nada: parece todo tan distante... no puede ser que me haya pasado a mi nada de todo esto que recuerdo, no puede ser...

Seguro que todo fue un sueño, un bonito sueño, claro... pero un sueño al fin y al cabo, es la única explicación. Sí, a veces con los sueños pasa eso: nos parecen tan reales, tan reales y tanto nos gustaría que lo fueran que durante un tiempo nos aferramos a ellos y les recreamos una y mil veces en nuestra mente hasta conseguir que, aunque sea sólo una parte de ese sueño, sea para nosotros real, algo vivido a pesar de no haber existido.

Pienso en ese sueño y puedo sentir muchas cosas aquí dentro, ¿cómo puede ser? ¿qué extraño poder tiene nuestro cerebro de engañarnos de tal manera que crea sentimientos no certeros? y, ¿por qué lo hace?, ¿por pasatiempo?... ¡¿te aburres, cerebro?!.

Y ya no sé si es que ya perdí por completo el juicio y lo poco de valor que pudiera tener, o tal vez, es que nunca llegué a estar cuerda y no conozco otro modo de vida que la locura. ¿Acaso tiene sentido algo de todo esto que digo?. ¿Cuánto más escribo más alimento mi locura?. Creo que eso no. Si no escribiera me pudriría por dentro. De algún modo necesito plasmar aquí esos sentimientos y pensamientos que me rodean cada día, de darles salida para que no se atasquen y mueran asfixiados por no haber conseguido salir al exterior.

Supongo que, en realidad, siempre estuve loca y siempre lo supe. Quizá por eso, porque nada tiene sentido, decidí compartir mi locura con el mundo y gritarle que me da igual que me tachen de loca, que me da igual todo mientras me tenga a mi misma:... será que mi locura es mi tesoro.

domingo, 2 de mayo de 2010

Tercera carta para un Amor Soñado

Querido Amor Soñado:

Aquí sigo. En todo este tiempo he crecido varios centímetros en paciencia conmigo misma y en curtirme el corazón. Apenas son unos centímetros pero a mi me parecen asombrosos. Hoy es un día especial en varios sentidos: hoy es el día de la madre y además, este año, se suma que es tu cumpleaños.

En el día de la madre, hace ya tiempo, cuando contábamos con el calor extra de mi abuela, mi hermana y yo nos levantábamos temprano y preparábamos el desayuno para ellas: mi madre y mi abuela. Nos gustaba hacer ese tipo de cosas porque además de regalarles un comienzo de día como se merecían nos encantaba crear esa complicidad entre nosotras. Después venían a la cocina las "madres" de la casa y con una sonrisa y un brillo en los ojos que sólo se ve en los niños pequeños el día de reyes, nos daban un beso y un abrazo y aunque fuéramos pequeñas nos sentíamos grandes.

Hoy es tu cumpleaños. ¿Sabes?, me gustaría haber sido capaz de merecerte para poder prepararte esta mañana el desayuno: te prepararía café recién hecho, un zumo de naranja recién exprimido, hubiera preparado un par de tostadas, cuatro galletas y, en vez de poner una rosa al lado de la mesa, te hubiera comprado un par de regalices negros porque sé que te encantan.

Te llevaría hasta esa mesa de mi imaginación con los ojos tapados con mis propias manos y te hubiera pedido que no les abrieras porque sabría de sobra que podrías ver todo entre mis dedos... y al llegar, retiraría mis manos y gritaría "¡Felicidades!" para después pintar con mis labios una sonrisa inconsciente de total felicidad. Te sentarías asombrado y riéndote por el detalle de los regalices, y yo me sentaría a tu lado, te desayunaría con mil besos y te miraría mientras tú desayunaras, después, el resto.

Sé que nunca habrá desayunos de esos, sé que nunca fui merecedora de ello. Pero has de saber, Amor Soñado, que de sueños vive esta nube y que aunque los sueños sólo sean eso, sueños, de verdad aquí dentro siguen esos sentimientos por ti y te puedo asegurar que esos no son sueños, que existen y se dejan ver (cuándo más, cuándo menos) siempre por aquí. Hoy, yo sólo quería decirte: Feliz Cumpleaños, amor.

Con nostalgia,
una Nube.