- Te acuerdas... - dice sonriendo y sus ojos brillan entonces rebosantes de alegría. Sonríe ella también.
- Sí... - cierra los ojos antes de seguir hablando - recuerdo la pequeña lámpara del pasillo encendida, la puerta de casa, tu casa, abierta y la oscuridad y el frescor de la noche fuera de ella. La mesa de comedor rectangular, tirando a estrecha, puesta, ocupando casi todo el espacio del pequeño salón. El asiento de las sillas tapizado con terciopelo rojo apagado. El juego de café que ahora está guardado tras una puerta de cristal traslúcido, lucía entonces en aquel salón. No les recuerdo a ellos allí - comienzan las lágrimas a brotar de sus ojos - sólo te recuerdo a ti, en aquella inmensa cocina, de pie junto al hornillo de carbón removiendo la sopa de gallina en una cazuela de color granate. Esa costumbre no la hemos perdido, ¿sabes?, y todos los años cuando la veo en el plato pienso en tí, en lo mucho que te gustaba la sopa de gallina - sonríe y se seca las lágrimas con la mano.
- Es la mejor sopa, nena, la más rica.
- Podrías quedarte un poco más... - suplica de nuevo al ver que se aleja.
- No dejes que se pierdan esos momentos, nena...
pero se fue? .... ¬¬
ResponderEliminarOww!! Nube, cautivador el relato... Me encantan tus cuadros. El tuyo es de los pocos Blogs en el que encuentro "Literatura", y eso me hace felíz.
ResponderEliminarCuidate. Besos! :)
aw!! me encanta me encanta me encanta!
ResponderEliminarMe llama la atencion como puedes describir algo tan emotivo con tan pocas palabras ^^
Un beso! =)
Es un texto lleno de sentimiento, incluso se añora un buen caldo calientito además de la buena compañia.
ResponderEliminarSaludos!
Un relato emotivo y encantador
ResponderEliminarUn abrazo