Hay cosas que nunca cambian. El viento golpea de nuevo en mi ventana y me recuerda que él siempre ha venido, que siempre vendrá, para llevarse mis miedos y quitarle el color oscuro a los días pasados. Será por eso que cada vez tengo miedo a menos cosas. Como el viento, cada día llegan cosas a nuestra vida y cada día se van. Todo tiene su forma de vida y todo es necesario en el momento que deciden aparecer... o desaparecer. Hay muchas cosas de la vida que no entiendo, no puedo evitar preguntarme por qué mueren niños o por qué hay gente que parece disfrutar haciendo daño a los demás. Pero sé que ese tipo de preguntas no tienen respuesta, no la hay, es tan difícil y simple como eso.
Hay cosas que nunca cambian, cosas que no está en nuestra mano (ni en la de nadie) poder cambiar. Sin embargo sí podemos decidir qué hacer, cómo reaccionar... para conducir nuestra propia vida, la de cada uno, por donde creemos que debemos ir. Al menos, ni recuerdo cuándo ya, yo decidí vivir siempre así.
Cuando enfrentarse a la verdad sirve para regresar, una vez más, a nuestra nube: nube dulce nube...
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miércoles, 5 de enero de 2011
martes, 7 de diciembre de 2010
A veces son pequeños detalles...
A veces son pequeños detalles los que más felicidad nos traen. A mi siempre me alegra el silbido del viento sur contra los cristales. Entonces, como ahora, me acerco hasta la ventana y la abro. Me asomo e inspiro todo el aire que pueden guardar mis pulmones. Y sonrío, me gusta sentir cómo esa brisa roza mi rostro. Me templa, aunque sean casi las doce de la noche, me calienta el alma y me hace ver, durante esos minutos que sigue cogiendo y perdiendo fuerza en un sigiloso vaivén, la vida de otra manera. Más sencilla, más completa... y me lleno de tranquilidad y sosiego. No tengo miedo. Si sigo oyéndolo, no tengo miedo...
Sólo con pequeños detalles una noche que parecía insípida cobra el mejor sabor: el sabor de una noche perfecta. Y ahora mismo, en este preciso momento, esta noche me parece perfecta.
Sólo con pequeños detalles una noche que parecía insípida cobra el mejor sabor: el sabor de una noche perfecta. Y ahora mismo, en este preciso momento, esta noche me parece perfecta.
viernes, 29 de octubre de 2010
En esta vida...
Hoy es uno de esos días de viento sur. "Plaf, plaf...", las gotas de lluvia comienzan a posarse en los cristales y se convierten en lágrimas derramadas por las nubes. Estamos casi en Noviembre así que la temperatura no es muy calurosa, a pesar de la leve brisa con acento acojedor.
En la calle la gente camina a paso ligero, arrimándose a las cornisas de los edificios, para llegar cuanto antes a su destino. Es raro este día o quizá la rara sea yo en este día. No he dormido muy bien, y supongo que el madrugón de ayer tampoco me ha ayudado a descansar del todo... me trastoca, me pasa factura el sueño, no lo puedo evitar y las ojeras me delatan.
Últimamente he pensado mucho en el final, el verdadero final en el que todos vamos a acabar. Hace unas semanas hablé sobre unos amigos cuyo hijo había fallecido en un accidente, pues bien, uno de ellos no está bien. Siempre ha padecido del corazón y su mujer siempre ha ido detrás suyo pidiéndole que cuidara más por su salud, pero nada. Él siempre ha dicho que prefiere vivir feliz hasta el último día que no amargado como un vegetal. En eso tiene razón pero también es una idea egoísta si nos paramos a pensar en el resto de personas que nos necesitan. Ha tenido varios infartos en los últimos años pero ahora está peor que nunca, los médicos no le dan esperanzas y se niegan a realizarle una operación a corazón abierto porque no creen que salga de ella. Él está triste, se nota el llanto ahogado en su voz en cada palabra que pronuncia, el amor hacia su familia y su preocupación por ella, la impotencia de saber que puede que esa hora del reloj sea la última en tu calendario. Su mujer está desecha: desearía meterse en la cama y no levantarse nunca más, cada día que pasa lo lleva peor que el día anterior, la está matando también a ella saber que el amor de su vida se acerca al final.
Nos preocupamos por buscar un trabajo porque nos hace falta dinero para pagar comida y facturas. Nos interesamos por viajar a lugares asombrosos, con playas preciosas y monumentos increíbles, porque así alimentamos nuestro ansia de volar... Pero me paro a pensar. ¿para qué queremos el dinero o viajar si realmente eso no nos llena de felicidad?. Todavía no tengo claro, en esta vida, ¿qué es lo más importante?. ¿Por qué hay que preocuparse de tantas tonterías?, ¿por qué si al final lo que más nos importa son un puñadito de personas?, ¿para qué luchar tanto si al final no podemos disfrutar de lo más preciado?
En la calle la gente camina a paso ligero, arrimándose a las cornisas de los edificios, para llegar cuanto antes a su destino. Es raro este día o quizá la rara sea yo en este día. No he dormido muy bien, y supongo que el madrugón de ayer tampoco me ha ayudado a descansar del todo... me trastoca, me pasa factura el sueño, no lo puedo evitar y las ojeras me delatan.
Últimamente he pensado mucho en el final, el verdadero final en el que todos vamos a acabar. Hace unas semanas hablé sobre unos amigos cuyo hijo había fallecido en un accidente, pues bien, uno de ellos no está bien. Siempre ha padecido del corazón y su mujer siempre ha ido detrás suyo pidiéndole que cuidara más por su salud, pero nada. Él siempre ha dicho que prefiere vivir feliz hasta el último día que no amargado como un vegetal. En eso tiene razón pero también es una idea egoísta si nos paramos a pensar en el resto de personas que nos necesitan. Ha tenido varios infartos en los últimos años pero ahora está peor que nunca, los médicos no le dan esperanzas y se niegan a realizarle una operación a corazón abierto porque no creen que salga de ella. Él está triste, se nota el llanto ahogado en su voz en cada palabra que pronuncia, el amor hacia su familia y su preocupación por ella, la impotencia de saber que puede que esa hora del reloj sea la última en tu calendario. Su mujer está desecha: desearía meterse en la cama y no levantarse nunca más, cada día que pasa lo lleva peor que el día anterior, la está matando también a ella saber que el amor de su vida se acerca al final.
Nos preocupamos por buscar un trabajo porque nos hace falta dinero para pagar comida y facturas. Nos interesamos por viajar a lugares asombrosos, con playas preciosas y monumentos increíbles, porque así alimentamos nuestro ansia de volar... Pero me paro a pensar. ¿para qué queremos el dinero o viajar si realmente eso no nos llena de felicidad?. Todavía no tengo claro, en esta vida, ¿qué es lo más importante?. ¿Por qué hay que preocuparse de tantas tonterías?, ¿por qué si al final lo que más nos importa son un puñadito de personas?, ¿para qué luchar tanto si al final no podemos disfrutar de lo más preciado?
sábado, 14 de agosto de 2010
Cosas que construyen una vida
Una canción de los 80, el olor de un regaliz rojo, una enciclopedia desfasada, diez mil pares de playeras, cerrar los ojos ante el sol cegador de mediodía, soñar con los caminos que se pierden al decidirnos por otra opción y vivir siempre pensando que mañana nos esperará, seguro, algo mejor.
Cantar "Sweet Home Alabama" junto al viento sur que sopla más allá de las ventanas, recuperar esa camiseta desteñida que participó en doscientas cuarenta y ocho tardes de verano, resbalar cuesta abajo en la hierba húmeda por el rocío y volver a levantarse para ascender de nuevo sin parar de reír y recordar que son momentos así los que hacen que la vida merezca la pena.
Subir y bajar cincuenta y siete veces al día de las nubes, gritar hasta quedarse sin oxígeno cuando el malestar indescriptible te come por dentro, reventar los límites de la felicidad cuando recibimos un gesto de cariño inesperado, no dejar de admirar que, aunque pensemos que hemos cambiado, siempre queda esa esencia en nuestro interior... y valorar, nuestro propio proceso de construcción...
Cantar "Sweet Home Alabama" junto al viento sur que sopla más allá de las ventanas, recuperar esa camiseta desteñida que participó en doscientas cuarenta y ocho tardes de verano, resbalar cuesta abajo en la hierba húmeda por el rocío y volver a levantarse para ascender de nuevo sin parar de reír y recordar que son momentos así los que hacen que la vida merezca la pena.
Subir y bajar cincuenta y siete veces al día de las nubes, gritar hasta quedarse sin oxígeno cuando el malestar indescriptible te come por dentro, reventar los límites de la felicidad cuando recibimos un gesto de cariño inesperado, no dejar de admirar que, aunque pensemos que hemos cambiado, siempre queda esa esencia en nuestro interior... y valorar, nuestro propio proceso de construcción...
jueves, 10 de junio de 2010
41 de Mayo
Son las 11: 45. Llueve, llueve mucho. En la calle sopla con fuerza el viento sur, mojando con incontables y diminutas gotas los cristales de la gran ventana. Un capa de niebla se ha tragado la cima de las montañas, a varios kilómetros de aquí, haciendo que no recuerde exactamente cuáles son sus dimensiones.
Estoy destemplada, no sé si es porque la temperatura ambiente ha disminuido o sólo es cosa de mi cuerpo así que abro la ventana y me asomo poco a poco, dejando que las gotas se vayan posando sobre mi rostro, como pequeñas chispas, para ser absorbidas por mi piel. Respiro, y mis pulmones se llenan de ese aliento cálido tan propio de este tipo de viento: me gusta, no, miento, me encanta, sí... me encanta.
Cierro la ventana. Ya no siento frío, noto la sensación de hambre. Hace ya mucho que desayuné, así que decido regalarme una naranja y un café en una de mis tazas favoritas: una de esas con historia feliz y que siempre consiguen animarme. Sirvo en ella la leche fría y la meto al microondas durante un minuto, en el que cojo una cucharilla, el café, el azúcar y vuelvo ante el microondas, donde la taza amarilla sigue girando al ritmo de un chotis, y me como la naranja. "Tiiiiiiiin", canta el viejo microondas pero no le hago caso. Espera a que me termine la naranja, hombre..., otras veces no terminas tan rápido... - pienso para mi misma. Saco la taza, echo una cucharadita de café, dos y media de azúcar, y, removiendo, me vuelvo a mirar el cielo a través de la ventana, que continúa llorando.
Son las 12:04. Los niños del colegio de enfrente entran de nuevo a clase tras su recreo y con ellos los gritos de la calle se van apagando. Me pregunto si habrá algún niño que no sea feliz, me parece una idea descabellada, y sólo el pensar que pueda ser así me asusta. Deseo estar equivocada, ojalá disfruten y nunca olviden esos recreos, espero que no tengan que conocer grandes sufrimientos en sus vidas y, si alguna vez les llegan a conocer, que sea lo más tarde posible: para que les de tiempo a que la alegría que guardan dentro crezca y puedan adquirir así la fuerza necesaria para superar cualquier cosa, por muy mala que sea.
Termino el café y la taza sigue templando mis manos. Veo los apuntes encima de la mesa del comedor. Debería de seguir estudiando, pero las energías con las que empecé ya no están: prefiero escribir. Miro la página en blanco desde la pantalla de mi portátil pero no sé qué decir, la niebla ha liberado de su prisión a las montañas y se ha alojado en mi cabeza. Quiero hablar pero no sé dónde fueron a parar las palabras que acostumbran a acompañarme cada instante. Empezaré por algo sencillo - me digo- describiré qué tiempo hace...
martes, 23 de febrero de 2010
Carta para un Amor Soñado
Querido Amor Soñado:
Hoy el cielo está cubierto de nubes grises, aunque los rayos de sol consiguen atravesarlas a ratos. El viento sopla fuerte en la calle, su sonido me llega traducido en un leve tintineo de la persiana de mi cuarto. Esta carta no la escribe un corazón, como cabría de esperar y como quizá tú pudieras imaginar (si conocieras de la existencia de esta carta). Hoy, escribo yo: la razón. Quiero que sepas, Amor Soñado, que actualmente estoy al mando de esta nube, mi compañera (mi corazón) no puede hablar y me ha dejado ser portavoz de lo que me transmite.
Puedo notar cómo sufre, aunque estoy asombrada de lo fuerte que está demostrando ser: durante la mayor parte del día apenas puedo percibirla, salvo en momentos puntuales en los que nos quedamos solas. En esos momentos puedo sentir el mayor dolor del mundo, el de un corazón que tirita lágrimas congeladas que al caer al suelo se rompen en un millón de cristales. Cada uno de estos cristales brillan con el reflejo de recuerdos amargos que un día fueron horas dulces. Llora. -Le susurro suavemente. No. - Contesta temblando. No llores. - Le suplico cuando los espasmos aumentan el ritmo señalando una nueva tormenta de lágrimas de hielo. Lo necesito. - Dice apenas sin voz... y entonces, comienza la desolación.
De momento estoy controlando bien (creo) ciertas situaciones, como compartir el mismo aire durante una hora interminable de clase o saludarte mostrando normalidad, como si el sol acompañara a cada segundo este cuerpo. Lo estoy haciendo así porque como razón que soy, no puedo permitirme (ni quiero) caminar por mi vida como alma en pena que no ve salida ni solución a una condena que no sabe si merece o no, aunque en realidad sea así: que el corazón con el que convivo se sienta así....
Amor Soñado, no puedo compartir tu opinión de que haya ganado algo pero sí puedo decir que he aprendido cosas y todo gracias a ti... No llores, no llores... - De nuevo se deja sentir el dolor. Amar puede convertirse en una necesidad vital, como respirar, si consigues sentirlo; pero, a la vez, amar duele y es ese mismo dolor el que te ata más fuerte a ese amor... porque, como bien dice una gran canción "si no puede hacerte daño, no te hará feliz". Precisamente lo que nos hace feliz es lo que más nos duele, porque cuando sentimos que lo podemos perder o que se nos escapa de las manos sin poder retenerlo somos infelices: en ese punto se hace patente la necesidad por el otro, por ese amor... por ti, mi Amor Soñado.
Hay tantas cosas que quiere dejar aquí escritas este corazón que me acompaña y al que acompaño... tantas... pero tengo que establecer límites y repartir sus recuerdos para que vayan cicatrizando bien, despacio, para que después no se abran las heridas. Otro día, escribiré otra carta para ti, Amor Soñado. Otra carta escrita por mi, otra carta con recuerdos entre líneas, otra carta... para ir curando heridas.
Con nostalgia,
Hoy el cielo está cubierto de nubes grises, aunque los rayos de sol consiguen atravesarlas a ratos. El viento sopla fuerte en la calle, su sonido me llega traducido en un leve tintineo de la persiana de mi cuarto. Esta carta no la escribe un corazón, como cabría de esperar y como quizá tú pudieras imaginar (si conocieras de la existencia de esta carta). Hoy, escribo yo: la razón. Quiero que sepas, Amor Soñado, que actualmente estoy al mando de esta nube, mi compañera (mi corazón) no puede hablar y me ha dejado ser portavoz de lo que me transmite.
Puedo notar cómo sufre, aunque estoy asombrada de lo fuerte que está demostrando ser: durante la mayor parte del día apenas puedo percibirla, salvo en momentos puntuales en los que nos quedamos solas. En esos momentos puedo sentir el mayor dolor del mundo, el de un corazón que tirita lágrimas congeladas que al caer al suelo se rompen en un millón de cristales. Cada uno de estos cristales brillan con el reflejo de recuerdos amargos que un día fueron horas dulces. Llora. -Le susurro suavemente. No. - Contesta temblando. No llores. - Le suplico cuando los espasmos aumentan el ritmo señalando una nueva tormenta de lágrimas de hielo. Lo necesito. - Dice apenas sin voz... y entonces, comienza la desolación.
De momento estoy controlando bien (creo) ciertas situaciones, como compartir el mismo aire durante una hora interminable de clase o saludarte mostrando normalidad, como si el sol acompañara a cada segundo este cuerpo. Lo estoy haciendo así porque como razón que soy, no puedo permitirme (ni quiero) caminar por mi vida como alma en pena que no ve salida ni solución a una condena que no sabe si merece o no, aunque en realidad sea así: que el corazón con el que convivo se sienta así....
Amor Soñado, no puedo compartir tu opinión de que haya ganado algo pero sí puedo decir que he aprendido cosas y todo gracias a ti... No llores, no llores... - De nuevo se deja sentir el dolor. Amar puede convertirse en una necesidad vital, como respirar, si consigues sentirlo; pero, a la vez, amar duele y es ese mismo dolor el que te ata más fuerte a ese amor... porque, como bien dice una gran canción "si no puede hacerte daño, no te hará feliz". Precisamente lo que nos hace feliz es lo que más nos duele, porque cuando sentimos que lo podemos perder o que se nos escapa de las manos sin poder retenerlo somos infelices: en ese punto se hace patente la necesidad por el otro, por ese amor... por ti, mi Amor Soñado.
Hay tantas cosas que quiere dejar aquí escritas este corazón que me acompaña y al que acompaño... tantas... pero tengo que establecer límites y repartir sus recuerdos para que vayan cicatrizando bien, despacio, para que después no se abran las heridas. Otro día, escribiré otra carta para ti, Amor Soñado. Otra carta escrita por mi, otra carta con recuerdos entre líneas, otra carta... para ir curando heridas.
Con nostalgia,
una Nube.
sábado, 6 de febrero de 2010
Viento sur
Una vez te expliqué que la vida es como una canción que cada uno interpreta y crea. Que yo, como cada uno, prefiero la mía y que tú ya tienes un rincón en ella, para cuando quieras venir y cantar un rato conmigo. Me encantaría que compartiéramos melodías, no te estoy pidiendo que dejes de lado tu canción porque yo tampoco quiero dejar la mía, pero te propongo fusionar una parte de ellas en una y hacerla nuestra. Un fragmento idéntico e inédito en ambas canciones, un estribillo pegadizo que nos saque una sonrisa y un suspiro del corazón: tú y yo.
¿Sabes? tú lo tienes todo. Eres motivo de alegría y tristeza, eres un millón de sonrisas y lágrimas, eres como el viento sur: me apasionas y me alteras, me envuelves como el aire cálido y el silbido de tu presencia no hace más que recordarme que tú estás ahí... llamas a mi persiana y yo me muero de ganas de levantarla y abrir la ventana para que entres e inundes mi vida con tu abrazo...pero no puedo abrir la ventana, está atascada...
¿Sabes? tú lo tienes todo. Eres motivo de alegría y tristeza, eres un millón de sonrisas y lágrimas, eres como el viento sur: me apasionas y me alteras, me envuelves como el aire cálido y el silbido de tu presencia no hace más que recordarme que tú estás ahí... llamas a mi persiana y yo me muero de ganas de levantarla y abrir la ventana para que entres e inundes mi vida con tu abrazo...pero no puedo abrir la ventana, está atascada...
- Maldita sea, ¿por qué no se abre?
- Es el viento, él la ha atascado... ¿no lo ves?
- Entonces, ¿qué hacemos?
- Seguir intentando abrirla y esperar...no podemos hacer otra cosa...Y no me rindo, que lo sepas... aunque a veces me sienta abatida y sin fuerzas, no me rindo porque ninguna lucha es fácil y esta acaba de empezar: sólo estoy yo en el frente y trato de llegar a tu lado, para que me acompañes... para luchar juntos en la gran batalla final... para crear juntos ese fragmento en nuestras canciones, para que se abra la ventana y llenes cada espacio de mi vida. Sólo hazme un favor, ¿vale?, tú no te muevas de ahí, que yo ya estoy yendo hacia ti.
miércoles, 13 de enero de 2010
Silencio
Hoy te he vuelto a buscar con la mirada, he vuelto a preguntarme cómo te irá en clase y he vuelto a pensar en cuánto sueño tendrás acumulado.
En la calle sopla el viento del sur y el cielo gris se mezcla con el azul de verano. Hace frío, pero no tanto como los últimos días. ¿Te estaré aburriendo con mis pensamientos y te estaré abrumando con tantos sentimientos?. Tu ausencia, en especial la de tus palabras, me amordaza. ¿Será que por fin decidiste alejarte de mi y de tanta locura?
Hoy son una desconocida incluso para mi misma y desconozco también quién eres tú. Desconozco cómo llegué aquí y si esta historia es real o sólo un sueño. Hoy soy extranjera en mi propia piel, me miro al espejo y me pregunto quién será esa chica que me mira fijamente... ni siquiera pestañea, no puedo saber si hay algo dentro de ese cuerpo y de esos ojos marrones.. parece como si fuera sólo una cáscara, la carcasa de algo que debería asomar en su expresión, pero no veo nada dentro. ¿Será que su corazón dejó su cuerpo? Quizá esté de vacaciones y se fue a un lugar donde no se acepta lo material y no le quedó más remedio que dejarla ahí, frente al espejo.
Siento algo extraño al no reconocer que soy yo, no puedo saber si realmente te has ido de vacaciones o simplemente hoy prefieres no hablar, para no estallar y no derrumbarte una vez más. ¿Estás sufriendo? El sufrimiento es muy amplio: se sufre por el dolor o por su ausencia, se sufre por las palabras o por el silencio, se sufre por el recuerdo o por su vacío... Pero yo hoy sufro por el silencio: por el tuyo y por el mio.
En la calle sopla el viento del sur y el cielo gris se mezcla con el azul de verano. Hace frío, pero no tanto como los últimos días. ¿Te estaré aburriendo con mis pensamientos y te estaré abrumando con tantos sentimientos?. Tu ausencia, en especial la de tus palabras, me amordaza. ¿Será que por fin decidiste alejarte de mi y de tanta locura?
Hoy son una desconocida incluso para mi misma y desconozco también quién eres tú. Desconozco cómo llegué aquí y si esta historia es real o sólo un sueño. Hoy soy extranjera en mi propia piel, me miro al espejo y me pregunto quién será esa chica que me mira fijamente... ni siquiera pestañea, no puedo saber si hay algo dentro de ese cuerpo y de esos ojos marrones.. parece como si fuera sólo una cáscara, la carcasa de algo que debería asomar en su expresión, pero no veo nada dentro. ¿Será que su corazón dejó su cuerpo? Quizá esté de vacaciones y se fue a un lugar donde no se acepta lo material y no le quedó más remedio que dejarla ahí, frente al espejo.
Siento algo extraño al no reconocer que soy yo, no puedo saber si realmente te has ido de vacaciones o simplemente hoy prefieres no hablar, para no estallar y no derrumbarte una vez más. ¿Estás sufriendo? El sufrimiento es muy amplio: se sufre por el dolor o por su ausencia, se sufre por las palabras o por el silencio, se sufre por el recuerdo o por su vacío... Pero yo hoy sufro por el silencio: por el tuyo y por el mio.
- Y ahora, sshh, silencio...
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