Para mi un novio debe ser un amigo, qué digo un amigo, el mejor amigo. La diferencia con el resto de amigos es que con un novio además debería compartir una complicidad especial, atracción, momentos de pasión que se prolonguen más allá de la piel, desear cuidarle y que me cuide con el cariño con el que cuido a mi familia y ellos me cuidan a mi. Un novio, para mi, es ese ser que sin saber por qué se convierte en especial y pasa a ser una pieza clave en mi vida. Alguien con el que me sienta mejor persona, que me haga descubrir y al que le haga descubrir millones de sentimientos jamás experimentados... ese todo que llene de luz incluso los días más oscuros, que me convierta en su número uno en la lista de prioridades, que sea feliz sólo con verme sonreír, que quiera ser la cura para quitar las espinitas que se me clavan algunos días y que nunca, nunca, nunca, nunca... se plantee alejarse de mi.
Porque sí, quizá yo sea una idiota, una estúpida que nunca deja de soñar, que vive la mayor parte del día en las nubes: cobarde, ajena, ingenua, inconsciente, ciega, sorda... pero no muda, no muerta, no vencida, no infeliz, no amargada, no envenenada, no egoísta... Y porque sí, vivo en las nubes, sí... ¿y qué? ¿qué pasa? ¿qué hay de malo en buscar un refugio propio donde disipar las tempestades? Soy feliz, así soy feliz: con mis días alegres y con mis días tristes, yo soy así y no quiero cambiarme ni me cambiaría por nadie. Tal vez sea rara, una tía extraña, alguien a quien ni novecientas veintitrés bofetadas bastan para hacer que pierda las fuerzas... pero lo suficientemente pequeña como para sentir el escozor en el corazón y el calor que desprenden los ojos cuando están alerta ante las lágrimas que tratan de asaltarles.
Quizá tenga demasiado idealizado el amor, quizá te idealicé en exceso... quizá, no lo niego... quizá amar de verdad sea eso... quizá soy demasiado corriente, quizá tú no seas lo suficientemente raro para mi pero, siendo sincera, creo que ya no quiero encontrar respuestas, ya no me importa no hallarlas, ya no espero que regrese aquel tiempo y, eso, por primera vez pienso que es buena señal. Avanzo, avanzo, avanzo sintiendo cómo se ha aligerado aquel peso, y guardo, guardo, guardo aquel tú, que me insufló todo el oxígeno que había perdido, en un cofre de roble que descansa entre algodones con olor a verano...
Y ahora sólo quiero ser yo, una loca empedernida que le da mil vueltas a todo, independiente de por vida, dependiente únicamente de sueños y de tiempos pasados que voy coleccionando y que decoran con colores este sitio en las nubes, donde siento que pertenezco y de donde no me iré nunca.
Cuando enfrentarse a la verdad sirve para regresar, una vez más, a nuestra nube: nube dulce nube...
Mostrando entradas con la etiqueta corazón. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta corazón. Mostrar todas las entradas
viernes, 24 de septiembre de 2010
lunes, 13 de septiembre de 2010
STOP
Y aún hoy los recuerdos consiguen sacarme las sonrisas que creía perdidas. Sigo con mi propia partida: la mía contra mí. No sé si algún día podré darla por vencida. Es enriquecedor, duro y adictivo, el modo que tengo de avanzar con el pasado de la mano. Imagino que no moriré a causa de ello pero, si así fuera, te juro que me iría con la cabeza bien alta y el corazón bien lleno...
lunes, 21 de junio de 2010
Flash
Recuerdos que corren por mi mente, pasan rápidamente, a la velocidad de la luz. Como el flash de una cámara de fotos, iluminan por un instante, de nuevo, mi corazón: ya casi no siento - susurra distante. Leo su pensamiento a escondidas, sin hacer ruido tras el muro en que se encierra. Algo en él se oscureció, perdió la ilusión y las esperanzas, que alimentaban su ansia de luchar cada día, por un futuro mejor.
Le tiran piedras con mensajes que consiguen atravesar, rompiendo, las ventanas de doble cristal. Los lee cuando vuelve en sí de las ensoñaciones en que está inmerso. En algunos le tachan de orgulloso y de ingenuo, en otros le compadecen y le ofrecen su propio calor. Contesta únicamente a estos últimos, les dice que no se merece tanta atención y que no quiere ser descortés pero que no puede aceptar tal tesoro, y que lo guarden con sumo cuidado y envuelto en terciopelo para cuando llegue el corazón que les anhela a ellos. Se despide firmando con una lágrima con olor a coco, enrolla los mensajes de respuesta en las piedras, dispersas por su habitación, y las impulsa, con la poca fuerza que le queda, de vuelta hacia el exterior.
Ojalá no se preocupasen - piensa mientras se sienta lentamente en un rincón y mira el cielo, limpio de nubes, sobre él - me creen desdichado por estar aquí solo pero, en realidad, hay corazones más desdichados: aquellos que orgullosos o ingenuos se dejan amar o pretenden amar, sin sentirlo, condenando egoístamente su felicidad y la del otro.
domingo, 13 de junio de 2010
Café con palmeritas
- Uuhh, ha refrescado mucho desde ayer, ¿tú no tienes frío, nena?
- Un poco sí, la verdad - dijo ella sonriendo ampliamente
- Así me gusta, ya sabes que me encanta ver cómo te ríes
Entonces la "nena" se acercó, le dio un beso enorme en la mejilla y fijó sus ojos en los de ella.
- ¿Cómo lo consigues?
- ¿El qué, nena? - preguntó divertida
- Que tus ojos siempre brillen de esa manera.
Rio mientras le cogía de las manos. Sus manos también estaban frías, sin duda eso lo había heredado de ella, al igual que su corazón, que latía con tanta fuerza que muy pocos oídos eran capaces de soportarlo.
- ¿Merendamos un café bien calentito? - apretó sus manos entre las de ella
- Vale... - dijo rindiéndose a obtener respuestas - ¿has traído"palmeritas"?
- Claro, nena, ya sabes que en tardes como ésta siempre las compro.
- Un poco sí, la verdad - dijo ella sonriendo ampliamente
- Así me gusta, ya sabes que me encanta ver cómo te ríes
Entonces la "nena" se acercó, le dio un beso enorme en la mejilla y fijó sus ojos en los de ella.
- ¿Cómo lo consigues?
- ¿El qué, nena? - preguntó divertida
- Que tus ojos siempre brillen de esa manera.
Rio mientras le cogía de las manos. Sus manos también estaban frías, sin duda eso lo había heredado de ella, al igual que su corazón, que latía con tanta fuerza que muy pocos oídos eran capaces de soportarlo.
- ¿Merendamos un café bien calentito? - apretó sus manos entre las de ella
- Vale... - dijo rindiéndose a obtener respuestas - ¿has traído"palmeritas"?
- Claro, nena, ya sabes que en tardes como ésta siempre las compro.
sábado, 29 de mayo de 2010
Quiero...
Coger el estrés y el agobio a las 8:30 y dejarlo discutiendo solo a las 11:00. Tomar un café y un pincho en el bar de enfrente, reír y sentir cómo se alejan los problemas resbalando, por el taburete que me mantiene, para morir en las baldosas grises del suelo. Regresar a las 11:25 a esa mesa donde me espera mi portátil, sentarme en esa silla azul sin aquellos problemas que olvidé y descubrí que no son tan importantes como pretendían ser. Escribir con calma, olvidar dónde estoy y concentrarme en mi propio esfuerzo: es tan reconfortante sentir que nada puede contigo y que siempre encuentras alguna solución que ni por asomo pensabas que llegaría...
Salir a las 14:40 cansada, con las tareas ya planeadas para el día siguiente, pero satisfecha. Mirar al cielo azul de verano, limpio de nubes, al abrir esa pesada puerta que no volveré a tocar ese día más, subirme a mi coche, ponerme las gafas de sol marrones, bajar las ventanillas para que la brisa cálida alivie el fuego que hay dentro, alejarme sonriendo, sintiéndome la accionista mayoritaria de la felicidad del mundo entero. Llegar al aparcamiento de la playa a las 15:06, bajar las escaleras de piedra y descalzarme antes de tocar la arena, ponerme el bikini, recogerme el pelo, acercarme al agua con la sensación de hambre. Sumergirme en el mar rápida y suavemente, y bucear, bucear hasta sentir que mi corazón se refresca al ritmo de mi piel. Flotar con el agua debajo de mi cuerpo, cerrar los ojos, no oír a los niños que ríen mientras juegan en la arena, escuchar solamente la respiración de la profundidad del mar y dejarme acunar por esa melodía.
Y sentir de nuevo esa sensación que tanto me llena: que la vida me parezca buena.
Salir a las 14:40 cansada, con las tareas ya planeadas para el día siguiente, pero satisfecha. Mirar al cielo azul de verano, limpio de nubes, al abrir esa pesada puerta que no volveré a tocar ese día más, subirme a mi coche, ponerme las gafas de sol marrones, bajar las ventanillas para que la brisa cálida alivie el fuego que hay dentro, alejarme sonriendo, sintiéndome la accionista mayoritaria de la felicidad del mundo entero. Llegar al aparcamiento de la playa a las 15:06, bajar las escaleras de piedra y descalzarme antes de tocar la arena, ponerme el bikini, recogerme el pelo, acercarme al agua con la sensación de hambre. Sumergirme en el mar rápida y suavemente, y bucear, bucear hasta sentir que mi corazón se refresca al ritmo de mi piel. Flotar con el agua debajo de mi cuerpo, cerrar los ojos, no oír a los niños que ríen mientras juegan en la arena, escuchar solamente la respiración de la profundidad del mar y dejarme acunar por esa melodía.
Y sentir de nuevo esa sensación que tanto me llena: que la vida me parezca buena.
viernes, 21 de mayo de 2010
Manos vacías. Corazón lleno.
La infancia se quedó en un sueño inalcanzable. No pudo decidir, no pudo escoger, no pudo patalear ante las injusticias de la vida: no había tiempo para eso. Las horas le hicieron madurar entre temperaturas bajo cero y tormentas de nieve que cubrían con un velo traslúcido las siluetas que dibujaban el terreno. Frío, tenía frío pero carecía de abrigo. Medio descalzo, desaliñado, caminaba con ligereza y esfuerzo al mismo tiempo: no le pesaba el trabajo infinito, le pesaba la desolación que llenaba su vida.
Habían pasado catorce días desde que salió de la pequeña cabaña para atender las tareas diarias, pero la ventisca de hielo le atrapó antes de que se diera cuenta y, a pesar de conocerse aquel lugar como la palma de su mano, se perdió en medio de ella. Catorce días sin cruzar palabras con nadie, excepto las que compartía consigo mismo interiormente. En mitad de la nada pudo pararse a pensar en todos aquellos años de atrás y sólo encontró muerte y destrucción: sintió que le faltaba el oxígeno, no podía respirar con normalidad... era el dolor, que empujaba por salir después de tantos años de sufrimiento encerrado.
Lloró, como el niño que nunca pudo ser. Lloró, sin encontrar el calor que un día le arrebataron. Lloró... y no encontró motivos por los que mereciera la pena seguir: estaba allí, perdido en su propia tierra, la misma que le había dado la vida entera para soñar, la misma que le arrebató los sueños de uno en uno, sin compasión... Lloró, lloró... y llorando se durmió.
Cuando volvió a la consciencia, la claridad del sol le cegaba: ahora lo veía todo. No sabía por qué, pero seguía vivo, sonrió e inmediatamente comenzó a caminar con paso ágil. Olvidó sus obligaciones, quería llegar cuanto antes a casa, encontrarse con los dos pilares que mantenían su vida y por los que debía seguir allí, manteniendo sus vidas. Empezó a correr al pensar en ellos, habían pasado quince días en total desde la última vez que les vio, necesitaba saber que seguían vivos, necesitaba ver sus ojos y decirles: Hermanos...
Habían pasado catorce días desde que salió de la pequeña cabaña para atender las tareas diarias, pero la ventisca de hielo le atrapó antes de que se diera cuenta y, a pesar de conocerse aquel lugar como la palma de su mano, se perdió en medio de ella. Catorce días sin cruzar palabras con nadie, excepto las que compartía consigo mismo interiormente. En mitad de la nada pudo pararse a pensar en todos aquellos años de atrás y sólo encontró muerte y destrucción: sintió que le faltaba el oxígeno, no podía respirar con normalidad... era el dolor, que empujaba por salir después de tantos años de sufrimiento encerrado.
Lloró, como el niño que nunca pudo ser. Lloró, sin encontrar el calor que un día le arrebataron. Lloró... y no encontró motivos por los que mereciera la pena seguir: estaba allí, perdido en su propia tierra, la misma que le había dado la vida entera para soñar, la misma que le arrebató los sueños de uno en uno, sin compasión... Lloró, lloró... y llorando se durmió.
Cuando volvió a la consciencia, la claridad del sol le cegaba: ahora lo veía todo. No sabía por qué, pero seguía vivo, sonrió e inmediatamente comenzó a caminar con paso ágil. Olvidó sus obligaciones, quería llegar cuanto antes a casa, encontrarse con los dos pilares que mantenían su vida y por los que debía seguir allí, manteniendo sus vidas. Empezó a correr al pensar en ellos, habían pasado quince días en total desde la última vez que les vio, necesitaba saber que seguían vivos, necesitaba ver sus ojos y decirles: Hermanos...
domingo, 16 de mayo de 2010
Mariposa
Silencio. Cierra los ojos y respira la brisa que empuja el viento a su alrededor... respira, nota llenarse sus pulmones de aire limpio, respira... Imagina que no pisa el suelo, siente la ligereza de su cuerpo, escucha el latido de su corazón. Una mariposa roja se acerca y la mira mientras sus alas no dejan de batir, generando una canción de cuna que la mece hacia el sueño... Sonríe, adivina que lo que no entiende la mariposa es qué hace ahí, flotando como ella a pesar de carecer de alas que la sostengan.
Se acerca el sueño, sabe que en cualquier momento dejará de ser consciente de estar ahí, en mitad del cielo, acompañada de una mariposa roja como el fuego y piensa, antes de dejar de oír esa canción de cuna, que le gustaría poder comunicarse con la pequeña mariposa para contarle que puede flotar en ese cielo, su cielo, porque es la felicidad la que la sostiene con sus alas invisibles de paz.
Se acerca el sueño, sabe que en cualquier momento dejará de ser consciente de estar ahí, en mitad del cielo, acompañada de una mariposa roja como el fuego y piensa, antes de dejar de oír esa canción de cuna, que le gustaría poder comunicarse con la pequeña mariposa para contarle que puede flotar en ese cielo, su cielo, porque es la felicidad la que la sostiene con sus alas invisibles de paz.
jueves, 6 de mayo de 2010
Deprisa
- ¡Eh! !espera, espera!.. ¿por qué corres?
Me hubiera gustado decirte que yo no corro, que mi paso es así, que si piensas que salgo deprisa para tropezarte lo menos posible no tienes razón. En realidad, me gustaría quedarme contigo a solas en esa clase y susurrarte, mientras me pierdo en tus ojos, que no te podré olvidar nunca y que es muy duro disfrazarme cada mañana el corazón para que no vea que el sol del cielo es en realidad una bombilla desgastada que encontré en un cajón de mi habitación. Pero eso es sólo otro de mis sueños, cómo no. La realidad es que salgo a mi ritmo (de verdad, que no, que no corro para huir) y trato de pensar lo menos posible en que con cada paso me alejo otra vez de ti.
Me hubiera gustado preguntarte por qué sigues acercándote de cuando en cuando a preguntarme qué tal me va, como si te importase de verdad. Seguramente me dirías que sí te importo, claro, eres mi amigo, ¿no?.... No, por la sencilla razón de que yo no te veo como tal, yo te veo como mucho más, ¿entiendes?. Y yo tampoco soy tu amiga, ¿cómo puedo serlo si cruzamos ya sólo palabras de cortesía una vez cada mil días?, eso no es de amigos, lo siento, será que tenemos conceptos diferentes de la amistad. Espero que por lo menos cada vez que te acerques a mi te sirva para ir comprendiéndolo por ti mismo. Que no, que no tiene sentido que intentes recuperar una mera amistad que no habrá nunca. Lo siento, lo siento... ya sé que te he perdido perdón desde aquí muchas veces, no sé las que me quedarán por hacerlo, pero es así y tienes que comprenderlo. Sé que lo harás, con cada despedida en ese maldito pasillo lo vas aprendiendo, ¿a que sí?.
Ya verás como vas dejando de sentir lástima por mi... ya verás como ni siquiera volverás a plantearte venir a preguntarme para que yo piense que no te has olvidado de mi... ya verás... pronto todo será mejor para los dos: tú no tendrás que molestarte más y yo seguiré con mi rutina de disfraz.
martes, 4 de mayo de 2010
Frío
Hace frío. Las botas de cuero no bastan para dar calor a mis pies congelados. Siento más frío, en las manos, mientras limpio con ellas las lágrimas que caen por mis mejillas. Escalofríos recorren por mi espalda y mi corazón...
Tiritan mis labios, que se acercan hoy a un tono malva, en un leve tintineo de llanto ahogado. No, no le dejo salir. Le callo, le ato, y al tiempo noto un dolor en la garganta. Que se fastidie, a ver si va aprendiendo que no puede hacer esto todos los días, que no, que no estoy dispuesta a dejarle fluir con su desgarrador sonido por el aire: que no, que no quiero verme otra vez en esa escena...
Pienso, con la mirada perdida en el infinito, pienso... ¿por qué no me libero ya de este peso?. Pienso en los posibles motivos: quizá sea un castigo, quizá sea porque es la única forma que me queda de sentir algo, quizá sea porque todavía quedan esperanzas escondidas en rincones ocultos que desconozco...
Respiro hondo. Otra vez ese olor. Me asalta de repente, sin esperarlo, cuando creo que por fin ha llegado el día en que ya no le recuerde, aparece. Me encanta, me quema, me duele, me pierde, me transporta a esos recuerdos que permanecen prisioneros aquí dentro. Y vuelve, así, el frío a recorrer todo mi cuerpo...
Tiritan mis labios, que se acercan hoy a un tono malva, en un leve tintineo de llanto ahogado. No, no le dejo salir. Le callo, le ato, y al tiempo noto un dolor en la garganta. Que se fastidie, a ver si va aprendiendo que no puede hacer esto todos los días, que no, que no estoy dispuesta a dejarle fluir con su desgarrador sonido por el aire: que no, que no quiero verme otra vez en esa escena...
Pienso, con la mirada perdida en el infinito, pienso... ¿por qué no me libero ya de este peso?. Pienso en los posibles motivos: quizá sea un castigo, quizá sea porque es la única forma que me queda de sentir algo, quizá sea porque todavía quedan esperanzas escondidas en rincones ocultos que desconozco...
Respiro hondo. Otra vez ese olor. Me asalta de repente, sin esperarlo, cuando creo que por fin ha llegado el día en que ya no le recuerde, aparece. Me encanta, me quema, me duele, me pierde, me transporta a esos recuerdos que permanecen prisioneros aquí dentro. Y vuelve, así, el frío a recorrer todo mi cuerpo...
miércoles, 14 de abril de 2010
Tiembla el corazón
Hoy he vuelto a morir al ver esos ojos clavados en mi, ¿por qué me lo pones tan difícil?. Sabe bien el cielo que no deseo otra cosa en el mundo que volver a sentir latir mi corazón, tanto lo deseo: tu olor, tu piel, tus lunares, esos ojos... Maldita sea, pero ¿no lo ves?, ¿no ves que si tú me miras yo me pierdo y te necesito de nuevo?. No, no vuelvas a hacerme eso por favor... Es preferible que este corazón siga muerto a que vuelva al infierno.
Hoy he vuelto a sentir un fuego arrasando en mi interior cuando has hecho que me parase para hablar contigo, ¿por qué? ¿por qué me haces esto?. Maldita sea... ¿no ves que ahora tengo que volver a empezar? Otra vez de nuevo: olvidar tus ojos y tu voz, olvidar que en realidad te necesito como el agua para que no se deshidraten mi corazón y mi alma...
Hoy me maldigo a mi misma a cada instante, porque no he superado esa prueba de fuego. Estúpida, estúpida, ¡estúpida nube!, ¿qué estás haciendo?, ¿por qué no te logras controlar?. Otra vez las palabras temblaban al salir entre mis labios, como aquella primera vez que me acerqué a ti. Mil insultos que me dedico en silencio. ¿Por qué?, ¿por qué no podías respetar ese pacto silencioso de no dedicarnos palabras en el aire?. Maldita sea, maldita sea... ahora tengo que empezar otra vez de cero y desear que la suerte no me abandone y no te vuelvas a acercar a mi. Con ese nudo de nuevo en la garganta y las lágrimas luchando por salir, cierro los ojos y con todas mis fuerzas pido mi deseo:
Hoy he vuelto a sentir un fuego arrasando en mi interior cuando has hecho que me parase para hablar contigo, ¿por qué? ¿por qué me haces esto?. Maldita sea... ¿no ves que ahora tengo que volver a empezar? Otra vez de nuevo: olvidar tus ojos y tu voz, olvidar que en realidad te necesito como el agua para que no se deshidraten mi corazón y mi alma...
Hoy me maldigo a mi misma a cada instante, porque no he superado esa prueba de fuego. Estúpida, estúpida, ¡estúpida nube!, ¿qué estás haciendo?, ¿por qué no te logras controlar?. Otra vez las palabras temblaban al salir entre mis labios, como aquella primera vez que me acerqué a ti. Mil insultos que me dedico en silencio. ¿Por qué?, ¿por qué no podías respetar ese pacto silencioso de no dedicarnos palabras en el aire?. Maldita sea, maldita sea... ahora tengo que empezar otra vez de cero y desear que la suerte no me abandone y no te vuelvas a acercar a mi. Con ese nudo de nuevo en la garganta y las lágrimas luchando por salir, cierro los ojos y con todas mis fuerzas pido mi deseo:
- Que no me vuelva a hablar, que no me vuelva a hablar, que no me vuelva a hablar, que no me vuelva a hablar... (que vuelva, que vuelva, que vuelva, que vuelva...)
lunes, 5 de abril de 2010
Preguntas abiertas
Me siento extraña. Cuando me paro a pensar siempre llego a la misma conclusión: vacía, triste pero cierto. ¿Por qué no puedo sentirme de otra manera?. A veces creo que en realidad siempre me sentí así hasta que llegaste tú y lo llenaste todo de luz. Desde que comprendí que mi vida debe seguir sin ti y que no puedo aferrarme a un imposible todo volvió a parecerme vacío y me sentí extraña sintiéndolo de nuevo: nos acostumbramos tan rápido a lo bueno... cuesta tanto enfrentarse a la realidad...
¿Estoy mal? Me lo pregunto cada día y nunca encuentro una respuesta que me satisfaga. Si me digo que no, sé que miento descaradamente. Si me digo que sí, sé que en otros momentos estuve peor y no me parece justo intentar comparar estos días con aquellos en que me parecía que el infierno de verdad vivía en mi. Así que nunca me respondo, en su lugar miro durante unos minutos un punto fijo de la habitación sin querer pensar en nada y a la vez sintiendo lástima por mi misma. En esos momentos siempre recuerdo una melodía triste tocada al piano o cantada con una voz rota y las lágrimas asoman a mis ojos.
Pienso en si sigo añorando ese amor que no fue y no encuentro respuesta. Si me digo que no, sé que miento descaradamente. Si me digo que sí, sé que tampoco es cierto porque el peso del dolor aplastó mi corazón y este se llevó las ilusiones y esperanzas muy lejos de aquí, a las nubes.
Leo de nuevo esa carta que escribí con mis manos y dictó con voz clara algo aquí dentro y lloro al darme cuenta de que aunque pasen las semanas sigo sintiendo cada una de esas líneas como recién escritas, tan sentidas como el primer día. Voy pasando por los párrafos que dejan ver pequeñas cosas de mi y siempre me pregunto si cuando tus ojos tristes los lean conseguirán sentir por un momento esos sentimientos que reflejé al escribir. Quizá por un instante, al leer esas palabras, me quieras.
Si me pregunto si eso me importaría o no tampoco consigo dar con una respuesta. Si me digo que no, sé que miento descaradamente. Si me digo que sí...sé que ya no es lo mismo porque inevitablemente todo ha cambiado (yo he cambiado) y va cambiando cada día más. Si me planteo en poder tener una amistad contigo sí encuentro respuesta (y además rápidamente): no, nunca tendré una amistad contigo. Ya lo he dicho muchas veces y es que sigo pensando lo mismo que entonces. No podría ser sólo tu amiga porque hay algo aquí dentro, algo que se va un poco más al fondo cada día, que dice que volvería a encantarse con tu magia y que yo volvería a despertar todas esas ilusiones dormidas y me tragaría de nuevo mis propias mentiras: no, no quiero volver a dañarme a mi misma.
De todos modos todas estas preguntas que me asaltan cada día son estúpidas porque no me ayudan ni me llevan a ningún sitio. Ninguna se fundamenta en nada más que en mis propias fantasías, como siempre. Siempre soñando, siempre viviendo en un mundo paralelo mientras, sin darme cuenta, la realidad sigue y yo no reparo en ello. Y vuelvo a cuestionarme: ¿qué más me da?. Qué más me da si sé que nuestras vidas siempre irán por caminos distintos, si sé que yo para ti nunca fui lo que tú fuiste para mi... si sé, que en realidad, esto es lo mejor para los dos y que yo también merezco que me aprecien de ese modo que sólo puede llamarse amor, de ese único modo que engloba todo y que sólo yo pude ( y puedo) llamarte...
¿Estoy mal? Me lo pregunto cada día y nunca encuentro una respuesta que me satisfaga. Si me digo que no, sé que miento descaradamente. Si me digo que sí, sé que en otros momentos estuve peor y no me parece justo intentar comparar estos días con aquellos en que me parecía que el infierno de verdad vivía en mi. Así que nunca me respondo, en su lugar miro durante unos minutos un punto fijo de la habitación sin querer pensar en nada y a la vez sintiendo lástima por mi misma. En esos momentos siempre recuerdo una melodía triste tocada al piano o cantada con una voz rota y las lágrimas asoman a mis ojos.
Pienso en si sigo añorando ese amor que no fue y no encuentro respuesta. Si me digo que no, sé que miento descaradamente. Si me digo que sí, sé que tampoco es cierto porque el peso del dolor aplastó mi corazón y este se llevó las ilusiones y esperanzas muy lejos de aquí, a las nubes.
Leo de nuevo esa carta que escribí con mis manos y dictó con voz clara algo aquí dentro y lloro al darme cuenta de que aunque pasen las semanas sigo sintiendo cada una de esas líneas como recién escritas, tan sentidas como el primer día. Voy pasando por los párrafos que dejan ver pequeñas cosas de mi y siempre me pregunto si cuando tus ojos tristes los lean conseguirán sentir por un momento esos sentimientos que reflejé al escribir. Quizá por un instante, al leer esas palabras, me quieras.
Si me pregunto si eso me importaría o no tampoco consigo dar con una respuesta. Si me digo que no, sé que miento descaradamente. Si me digo que sí...sé que ya no es lo mismo porque inevitablemente todo ha cambiado (yo he cambiado) y va cambiando cada día más. Si me planteo en poder tener una amistad contigo sí encuentro respuesta (y además rápidamente): no, nunca tendré una amistad contigo. Ya lo he dicho muchas veces y es que sigo pensando lo mismo que entonces. No podría ser sólo tu amiga porque hay algo aquí dentro, algo que se va un poco más al fondo cada día, que dice que volvería a encantarse con tu magia y que yo volvería a despertar todas esas ilusiones dormidas y me tragaría de nuevo mis propias mentiras: no, no quiero volver a dañarme a mi misma.
De todos modos todas estas preguntas que me asaltan cada día son estúpidas porque no me ayudan ni me llevan a ningún sitio. Ninguna se fundamenta en nada más que en mis propias fantasías, como siempre. Siempre soñando, siempre viviendo en un mundo paralelo mientras, sin darme cuenta, la realidad sigue y yo no reparo en ello. Y vuelvo a cuestionarme: ¿qué más me da?. Qué más me da si sé que nuestras vidas siempre irán por caminos distintos, si sé que yo para ti nunca fui lo que tú fuiste para mi... si sé, que en realidad, esto es lo mejor para los dos y que yo también merezco que me aprecien de ese modo que sólo puede llamarse amor, de ese único modo que engloba todo y que sólo yo pude ( y puedo) llamarte...
martes, 23 de marzo de 2010
A lo lejos
A lo lejos te he visto. Hablabas por teléfono, bajo los rayos de sol... imagino que quizá hablabas con ella, te habrá dicho lo mucho que te echa de menos y que a ver si podíais quedar aunque fuera para tomar un café antes de volver a clase por la tarde. Tú estabas nervioso: una mano se inquietaba escondida en el bolsillo de tu pantalón vaquero, los pies te llevaban de aquí hacia allá sin reparar en ello. Eres feliz y yo, a pesar del dolor, me alegro.
Ahora viene lo peor, las consecuencias de haberte visto, a lo lejos. No estoy mejor aunque haya pasado algo de tiempo, es sólo el no verte lo que hace que pueda engañarme a mi misma hasta tal punto de pensar que rápidamente me recupero, pero no. Hoy te he visto, a lo lejos, y al hacerlo he comprendido que coserle las heridas a este corazón es algo que todavía llevará su tiempo.
No puedo volver a verte más, esa es la conclusión que he sacado de este día que para mi acaba de terminar: no puedo verte más porque entonces todo el dolor que hay aquí dentro vuelve a empezar. No puedo verte más, y mientras me grito estas palabras en silencio, lloro y mi corazón siente que se muere un poco más.
Ahora viene lo peor, las consecuencias de haberte visto, a lo lejos. No estoy mejor aunque haya pasado algo de tiempo, es sólo el no verte lo que hace que pueda engañarme a mi misma hasta tal punto de pensar que rápidamente me recupero, pero no. Hoy te he visto, a lo lejos, y al hacerlo he comprendido que coserle las heridas a este corazón es algo que todavía llevará su tiempo.
No puedo volver a verte más, esa es la conclusión que he sacado de este día que para mi acaba de terminar: no puedo verte más porque entonces todo el dolor que hay aquí dentro vuelve a empezar. No puedo verte más, y mientras me grito estas palabras en silencio, lloro y mi corazón siente que se muere un poco más.
miércoles, 17 de marzo de 2010
El sol asoma en el horizonte
Ahora por fin lo veo, el sol asoma en mi horizonte. Todavía hace frío, la sombra me cobija aquí dentro pero no por mucho tiempo. El sol se irá levantando, cada día, un poco más en el cielo y el frío irá desapareciendo. Las decisiones más pequeñas muchas veces son las más dolorosas, las que producen mayores consecuencias: buenas o malas, eso no importa, lo importante es que la vida nos siga arrastrando hacia adelante.
Unas palabras que producen dolor en silencio, una carta escrita a manos de un corazón desnudo: una despedida, yo. Unos ojos ocultos tras cristales de espejo, una frase formada por palabras no acertadas en ese momento: una despedida, tú.
Es extraño, siento lástima por el adversario. En este juego él siempre tuvo un pensamiento que intentó que yo también hiciera mío: yo sería la que perdería. Y quizá, fue eso lo que siempre me agrietaba por dentro, y quizá él se obligó a pensar aquello para no volver a sufrir en su vida. No le culpo por ello, puedo llegar a entenderlo, en realidad, es tan sensible... tiene miedo a sufrir y después de conocer de su propio infierno, tiene motivos para ello. Al final, siento lástima, impotencia y rabia (dolor, todavía me duele tanto...) por no haber conseguido mostrarle que, en la vida, los sufrimientos duran lo que queramos nosotros. No hay que tener miedo a sufrir, así nunca podremos ser felices.
Yo no perdí (al menos, no como él se piensa), ha sido él el perdedor esta vez: el miedo nunca le dejó ver que yo vislumbré todo su interior, todas esas cicatrices que le convierten paradójicamente en algo tan adorable, tan admirable... Y es que realmente lo es, por eso me duele tanto tener que dejarle ir, soltarle y no volver a saber de él nunca, nunca más... Duele, duele, duele... Siempre le querré, siempre admiraré ese interior que poco a poco iré perdiendo de vista. Es tan difícil decir adiós cuando has encontrado la razón de sentir como sientes... Cuesta desprenderse porque temes que esa parte de ti que te ha enamorado tanto muera con los recuerdos. Le pierdes a él, te pierdes a ti... y a la vez, sientes que él está perdido: te ha perdido y todavía no sabe cuánto lo lamentará. Lo sé, algo me lo dice, un día se dará cuenta, quizá cuando lea esa carta, que se hizo tarde. Que por mucho que un corazón muera por otro, hay cosas que impiden que puedan caminar juntos de nuevo.
Hoy el sol sigue aquí, el cielo no es azul de verano, es blanquecino pero siento que me pide tiempo porque está creando ese color azul que se le ha acabado. Sonrío y le digo que esté tranquilo, que de aquí no me moveré hasta verle aparecer otra vez. Y es que, ahora por fin lo veo, el sol sigue asomando en mi horizonte. Todavía hace frío, la sombra me cobija aquí dentro pero no por mucho tiempo. El sol se está levantando, cada día, un poco más en el cielo y el frío comienza a desaparecer.
Unas palabras que producen dolor en silencio, una carta escrita a manos de un corazón desnudo: una despedida, yo. Unos ojos ocultos tras cristales de espejo, una frase formada por palabras no acertadas en ese momento: una despedida, tú.
- No sé qué decir, bueno.. ¿nos veremos por aquí no?
- Claro... (que no)Pasos que se alejan en direcciones contrarias, y, por primera vez en mucho tiempo el sol ayer me regaló su calor. Armonía, descanso, alivio... en paz: cuando sientes la alegría de haber terminado bien lo que empezaste, de haber luchado tu batalla hasta el final, de sentir que nunca te rendiste y que, al final, tú no perdiste. Y es así, me siento de verdad así. Aprecio el valor de mi propio gesto, de mis propias palabras. Admiro mi constancia, de pelear con empeño por aquello que me daba la vida (y de verdad, me la daba...). Lo reconozco, aquí todavía hay lágrimas pero cada vez son menos las dedicadas a ese regalo que iluminó tardes de calor y noches de frío, y cada vez son más las dedicadas a mi: quererse y admirarse, son sentimientos que no debemos apartar nunca de nosotros mismos.
Es extraño, siento lástima por el adversario. En este juego él siempre tuvo un pensamiento que intentó que yo también hiciera mío: yo sería la que perdería. Y quizá, fue eso lo que siempre me agrietaba por dentro, y quizá él se obligó a pensar aquello para no volver a sufrir en su vida. No le culpo por ello, puedo llegar a entenderlo, en realidad, es tan sensible... tiene miedo a sufrir y después de conocer de su propio infierno, tiene motivos para ello. Al final, siento lástima, impotencia y rabia (dolor, todavía me duele tanto...) por no haber conseguido mostrarle que, en la vida, los sufrimientos duran lo que queramos nosotros. No hay que tener miedo a sufrir, así nunca podremos ser felices.
Yo no perdí (al menos, no como él se piensa), ha sido él el perdedor esta vez: el miedo nunca le dejó ver que yo vislumbré todo su interior, todas esas cicatrices que le convierten paradójicamente en algo tan adorable, tan admirable... Y es que realmente lo es, por eso me duele tanto tener que dejarle ir, soltarle y no volver a saber de él nunca, nunca más... Duele, duele, duele... Siempre le querré, siempre admiraré ese interior que poco a poco iré perdiendo de vista. Es tan difícil decir adiós cuando has encontrado la razón de sentir como sientes... Cuesta desprenderse porque temes que esa parte de ti que te ha enamorado tanto muera con los recuerdos. Le pierdes a él, te pierdes a ti... y a la vez, sientes que él está perdido: te ha perdido y todavía no sabe cuánto lo lamentará. Lo sé, algo me lo dice, un día se dará cuenta, quizá cuando lea esa carta, que se hizo tarde. Que por mucho que un corazón muera por otro, hay cosas que impiden que puedan caminar juntos de nuevo.
Hoy el sol sigue aquí, el cielo no es azul de verano, es blanquecino pero siento que me pide tiempo porque está creando ese color azul que se le ha acabado. Sonrío y le digo que esté tranquilo, que de aquí no me moveré hasta verle aparecer otra vez. Y es que, ahora por fin lo veo, el sol sigue asomando en mi horizonte. Todavía hace frío, la sombra me cobija aquí dentro pero no por mucho tiempo. El sol se está levantando, cada día, un poco más en el cielo y el frío comienza a desaparecer.
lunes, 8 de marzo de 2010
Corazón cojo
Día intenso: después de un fin de semana dedicado a adelantar trabajo para el PFC, esta mañana estuve dando los últimos retoques para preparar la cita que tenía al mediodía con la profesora que me dirige y comentarla algunas ideas. Llegar a casa después de casi media hora de trayecto desde la facultad, comer y salir de nuevo en apenas 45 minutos para llegar puntual a la empresa con la que hago el proyecto ya que había quedado con el director del mismo para tratar el avance que vamos siguiendo.
Me siento realiza en este aspecto hoy. He sabido y me he obligado a centrarme durante toda la mañana en cosas importantes, cosas para mi futuro "profesional", es lo único que ahora mismo siento que tengo en mi mano, lo único que puedo controlar y que depende solamente de mi. La parte sentimental de mi vida se me escapa de las manos, no puedo hacer nada con ella, salvo esperar que ocurra lo que tenga que ocurrir o que no ocurra nada... ahora mismo soy más partidaria de la opción de esperar a que no ocurra nada, porque no va a ocurrir nada; al menos, no hasta que no recupere de algún modo ese pedazo de corazón que he perdido. Se podría decir que mi corazón cojea, sí... y de qué manera.
Ayer no me miré al espejo como siempre, ayer me observé de verdad, bajé de mi nube un instante... me fijé en mi y no me gustó verme como me vi: ojos apagados llegando a parecerme casi negros en vez del tono marrón que tienen por naturaleza; mirada sin vida que no ve nada de lo que hay a su alrededor, que sólo puede mirar hacia el interior y no sabe cómo desviarse hacia el mundo; vi, que mis ojeras se aprecian marcadas de manera distinta a la habitual, ya no son fruto de la falta de sueño, son resultado del dolor que convive conmigo durante todo el día y las lágrimas producen bajo mis pestañas inferiores una ligera hinchazón, casi imperceptible pero que no pasa desapercibida para mi. Me horroricé y silencié con mi mano un grito mudo de espanto, de pánico, de miedo... ¿Qué te estás haciendo?, preguntó alguien en mi interior y entonces llegaron otra vez las lágrimas, pero éstas eran por mi.
A los ojos de la gente engaño a duras penas, me preguntan que por qué estoy tan decaída, pongo excusas creíbles para todos menos para mi: "me acosté tarde", "estuve todo el día fuera y estoy cansada", "esta asignatura me agota"... Qué triste es pensar que ojalá esos motivos fueran ciertos, qué triste es confesarme cada día que estoy así porque una parte de mi se debate cada mañana si ese día va a seguir en pie, qué triste ser tan egoísta y reconocer que lo eres, qué triste aparentar normalidad y guardar dentro un mundo en ruinas, qué triste me siento.
Me siento realiza en este aspecto hoy. He sabido y me he obligado a centrarme durante toda la mañana en cosas importantes, cosas para mi futuro "profesional", es lo único que ahora mismo siento que tengo en mi mano, lo único que puedo controlar y que depende solamente de mi. La parte sentimental de mi vida se me escapa de las manos, no puedo hacer nada con ella, salvo esperar que ocurra lo que tenga que ocurrir o que no ocurra nada... ahora mismo soy más partidaria de la opción de esperar a que no ocurra nada, porque no va a ocurrir nada; al menos, no hasta que no recupere de algún modo ese pedazo de corazón que he perdido. Se podría decir que mi corazón cojea, sí... y de qué manera.
Ayer no me miré al espejo como siempre, ayer me observé de verdad, bajé de mi nube un instante... me fijé en mi y no me gustó verme como me vi: ojos apagados llegando a parecerme casi negros en vez del tono marrón que tienen por naturaleza; mirada sin vida que no ve nada de lo que hay a su alrededor, que sólo puede mirar hacia el interior y no sabe cómo desviarse hacia el mundo; vi, que mis ojeras se aprecian marcadas de manera distinta a la habitual, ya no son fruto de la falta de sueño, son resultado del dolor que convive conmigo durante todo el día y las lágrimas producen bajo mis pestañas inferiores una ligera hinchazón, casi imperceptible pero que no pasa desapercibida para mi. Me horroricé y silencié con mi mano un grito mudo de espanto, de pánico, de miedo... ¿Qué te estás haciendo?, preguntó alguien en mi interior y entonces llegaron otra vez las lágrimas, pero éstas eran por mi.
A los ojos de la gente engaño a duras penas, me preguntan que por qué estoy tan decaída, pongo excusas creíbles para todos menos para mi: "me acosté tarde", "estuve todo el día fuera y estoy cansada", "esta asignatura me agota"... Qué triste es pensar que ojalá esos motivos fueran ciertos, qué triste es confesarme cada día que estoy así porque una parte de mi se debate cada mañana si ese día va a seguir en pie, qué triste ser tan egoísta y reconocer que lo eres, qué triste aparentar normalidad y guardar dentro un mundo en ruinas, qué triste me siento.
viernes, 5 de marzo de 2010
Mal día
Hoy no ha sido un buen día. No sé, últimamente me ahogo en un vaso de agua, cualquier cosa por pequeña que sea, si no sale como espero, lo convierto en un drama. Sé que no es un comportamiento muy racional, ni de una persona adulta, pero no lo puedo evitar... Son las consecuencias de no conseguir separar los sentimientos que rondan por aquí del resto de las facetas de mi vida: les dejo que me contaminen, me dejo absorber...
Al llegar a casa sólo he pensado en ti, en hablarte, en preguntarte qué tal te iba... a la espera de tu respuesta, de que me dijeras que te va realmente bien... esperando que al menos tú seas feliz... eso me haría sentir mejor, de verdad. Y me has contestado, y me has mandado palabras de ánimo... a ti tampoco te ha ido del todo bien pero no has dudado en ofrecerme un café para charlar... y yo, lo he aceptado. Ni siquiera sé si mañana lo olvidarás... en ese caso, no te culpo: yo tampoco voy a recordártelo, sólo con habérmelo ofrecido ya me he sentido mejor, así que me quedaré con esa sensación.
No voy a negar, que has conseguido sacarme una sonrisa... entre tanta pena, tú eres el único que consigue dibujar la felicidad en mi rostro, aunque sea efímera. Lo sé, no me voy a equivocar otra vez, eso lo tengo claro. He aceptado ese café sólo porque sé que no tengo fuerzas para tener más esperanzas y lo único que quiero es desahogarme contigo, compartir un rato de complicidad, como hemos hecho otras veces... sentirme en casa una vez más.
Al llegar a casa sólo he pensado en ti, en hablarte, en preguntarte qué tal te iba... a la espera de tu respuesta, de que me dijeras que te va realmente bien... esperando que al menos tú seas feliz... eso me haría sentir mejor, de verdad. Y me has contestado, y me has mandado palabras de ánimo... a ti tampoco te ha ido del todo bien pero no has dudado en ofrecerme un café para charlar... y yo, lo he aceptado. Ni siquiera sé si mañana lo olvidarás... en ese caso, no te culpo: yo tampoco voy a recordártelo, sólo con habérmelo ofrecido ya me he sentido mejor, así que me quedaré con esa sensación.
No voy a negar, que has conseguido sacarme una sonrisa... entre tanta pena, tú eres el único que consigue dibujar la felicidad en mi rostro, aunque sea efímera. Lo sé, no me voy a equivocar otra vez, eso lo tengo claro. He aceptado ese café sólo porque sé que no tengo fuerzas para tener más esperanzas y lo único que quiero es desahogarme contigo, compartir un rato de complicidad, como hemos hecho otras veces... sentirme en casa una vez más.
lunes, 1 de marzo de 2010
Empezar de cero
Me levanto, decidida a regresar a mi puesto y compartir este camino junto a la razón que me acompaña en todo momento. Me levanto, y de nuevo me abrazo a mi misma. Me levanto, y comienzo a caminar: con nuevas energías que no sé de donde salen pero que confío en no perder.
Ahora camino con paso lento pero firme, o por lo menos, todo lo firme que ahora puedo caminar. Tengo claro que todo el mundo se merece que le quieran, no voy a entrar en si deben querernos como queremos o como merecemos porque sinceramente, no sé qué posición tomaría yo en ese punto. Pero yo también quiero que me quieran y que me quieran con el corazón.
Por eso, he decidido volver y canalizar parte de esto que todavía siento en otras cosas que, quizá, ahora sean mi única salvación: curtirme en mi futura vida profesional y dedicar los pocos ratos de ocio que me queden a mi familia y amigos, nada más.
Los pensamientos es algo que todavía no soy capaz de controlar totalmente. Cuando les controlo es gracias a mi parte racional, que les bloquea y me anestesia contra ellos... pero a veces, me sigo empeñando tanto en esos recuerdos tan dulces... en volverles a mi una vez más tan siquiera...lo hago para recordarme que un día fui feliz, aunque fuera una felicidad no correspondida... y es ahí cuando lo vuelvo a pasar mal: duele... dueles y siento que te sigo necesitando tanto, tanto... ¿no se supone que debería de sentir algo menos ya?.
Ahora lo único que siento es que una parte de mi quiere dejarte atrás, que pases a ser un simple conocido más: otro más. La otra parte, está hecha polvo y no tiene fuerzas de seguir hacia adelante... pero se ha dejado sostener por la razón, que no la ha abandonado nunca, y lo está intentado, dice que quiere reconstruirse ella sola, empezar de cero, nada más... sin embargo, veo cómo resbalan por su cálido cuerpo lágrimas silenciosas y la consigo oír susurrar algo para sí misma: Te... quiero.
Ahora camino con paso lento pero firme, o por lo menos, todo lo firme que ahora puedo caminar. Tengo claro que todo el mundo se merece que le quieran, no voy a entrar en si deben querernos como queremos o como merecemos porque sinceramente, no sé qué posición tomaría yo en ese punto. Pero yo también quiero que me quieran y que me quieran con el corazón.
Por eso, he decidido volver y canalizar parte de esto que todavía siento en otras cosas que, quizá, ahora sean mi única salvación: curtirme en mi futura vida profesional y dedicar los pocos ratos de ocio que me queden a mi familia y amigos, nada más.
Los pensamientos es algo que todavía no soy capaz de controlar totalmente. Cuando les controlo es gracias a mi parte racional, que les bloquea y me anestesia contra ellos... pero a veces, me sigo empeñando tanto en esos recuerdos tan dulces... en volverles a mi una vez más tan siquiera...lo hago para recordarme que un día fui feliz, aunque fuera una felicidad no correspondida... y es ahí cuando lo vuelvo a pasar mal: duele... dueles y siento que te sigo necesitando tanto, tanto... ¿no se supone que debería de sentir algo menos ya?.
Ahora lo único que siento es que una parte de mi quiere dejarte atrás, que pases a ser un simple conocido más: otro más. La otra parte, está hecha polvo y no tiene fuerzas de seguir hacia adelante... pero se ha dejado sostener por la razón, que no la ha abandonado nunca, y lo está intentado, dice que quiere reconstruirse ella sola, empezar de cero, nada más... sin embargo, veo cómo resbalan por su cálido cuerpo lágrimas silenciosas y la consigo oír susurrar algo para sí misma: Te... quiero.
viernes, 26 de febrero de 2010
Helado de limón
Ahora sólo me quedan los sinsabores que da la vida. Hoy, me gustaría llamarte y preguntarte si te apetecería tomar un helado de limón conmigo, dar un paseo y sentarnos en un banco a mirar el mar. Siempre me han dicho que actuase en base a lo que sentía... y siento tanto esta necesidad de hablarte... pero tú no me respondes...
- No llores, por favor.
- ¡Le quiero!
- No... no puedes querer a alguien que no siente lo mismo por ti, no lo pienso permitir otra vez.
- Pero...
- Pero nada, lo siento, pero no habrá ninguna llamada ni ningún helado con él.De todas formas, aunque mi razón no me lo permita, estoy convencida (y me duele) de que tú tampoco querrías quedar conmigo. Supongo, que será mejor que vuelva a ese rincón donde me escondo ahora, total... este corazón ya no puede ser feliz.
- Sí puedes serlo, pero no con él... no te vayas por favor, quédate aquí conmigo, anda...
- No puedo, ¿no ves que si me quedo el sufrimiento va a ser insoportable?. No quiero interferir en tu camino.
- Mi camino es el mismo que el tuyo, tienes que ser fuerte y quedarte aquí conmigo. Que él no te quiera no significa que tú ya no tengas nada que hacer aquí.
- No lo veo así.... tú debes mandar sola ahora, debes centrarte en todas esas cosas aburridas que nos quedan por delante, yo no tengo fuerzas para soportarlas... sólo quiero pensar en él.
- No, no... mira no lo estás entendiendo, te estoy suplicando por favor que te quedes y hagas el esfuerzo de seguir conmigo y sin pensar en él. Hay más gente que te necesita, ¿acaso no se merecen de tu calor?.
- ¡Sí, claro! pero... Lo pensaré, prometido.
- Vuelve pronto, ¿vale?. Aquí te espero, corazón.
jueves, 25 de febrero de 2010
Segunda carta para un Amor Soñado
Querido Amor Soñado:
Todo parece seguir con normalidad por aquí, en esta nube en la que habito. En clase, aún estando dos filas por detrás de ti, puedo percibir tu olor y eso le duele a mi corazón: cierro los ojos por un segundo en el que siento un millón de espinas clavarse a la vez, aquí dentro, y me ordeno abrirlos de nuevo y centrarme en seguir el ritmo de mis apuntes, mirar mis propias palabras una y otra vez con la intención de olvidar que estás a escasos metros de mi... Amor Soñado, no sospechas nada de esto porque como ahora tengo yo el mando sin apenas intenvención de mi compañera, muestro normalidad aparente en mi rostro y en mi comportamiento hacia el resto de la gente,... y hacia a ti.
Hoy, no te he saludado. No porque no quisiera (ojalá dejara de desearlo tanto este corazón) sino porque nuestras miradas no se han cruzado, cosas del destino, ya ves. Pienso que nuestras miradas no deberían cruzarse nunca más porque así no sufriría tanto recordando tiempos mejores, tiempos felices que viví junto a un corazón que me convenció para que le dejara dominar la situación. No... ¿cómo puedes decir eso? - Dice (horrorizada) ella. La pobre todavía te necesita... siento lástima, porque sinceramente creo que no se merece tanto dolor... y yo tampoco merezco ser la única voz cantante de esta nube, yo... la necesito a ella y por ti, Amor Soñado, ahora sólo la siento a medias, no la siento cerca.
Quiero que sepas, Amor Soñado, que el vacío se está haciendo dueño de los sentimientos que te dedicaba cada día, cada hora, cada segundo... en cada sitio. Debes saber también, que no albergo sentimientos "malos" como el odio o el rencor, no: lo único que guardo y que estoy creando son sensaciones. Sensaciones como el haberlo intentado, el haber hecho todo lo que pude y lo mejor que supe hacerlo. Eso me tranquiliza y me llena de paz (y de impotencia). No te odio, ni yo ni este corazón que ahora calla; de hecho, ella siente que siempre te querrá.
Eso a mi no me gusta, pero no puedo hacer nada contra esos sentimientos que le quedan... y a mi, sólo me queda controlarla, y mantenerla alejada de ti; porque sé, que si no lo hago, puede volver a encantarme con su amor.. con su amor hacia ti, Amor Soñado, y ya no lo voy a permitir. No voy a consentir que cometa el mismo error por tercera vez, no... una vez está bien (eso le puede pasar a cualquiera), dos es pasable (¿quién no sueña con una segunda oportunidad?), pero tres... la culpa ya sería totalmente mía y no quiero cargar yo también con ese peso, bastante tengo (tenemos) con lo que sufre ella... Me despido por ahora, Amor Soñado, si me lo permites, con una promesa para mi compañera: Te prometo corazón que yo cuidaré de ti, como tú siempre quisiste cuidar de él.
Con nostalgia,
una Nube.
Todo parece seguir con normalidad por aquí, en esta nube en la que habito. En clase, aún estando dos filas por detrás de ti, puedo percibir tu olor y eso le duele a mi corazón: cierro los ojos por un segundo en el que siento un millón de espinas clavarse a la vez, aquí dentro, y me ordeno abrirlos de nuevo y centrarme en seguir el ritmo de mis apuntes, mirar mis propias palabras una y otra vez con la intención de olvidar que estás a escasos metros de mi... Amor Soñado, no sospechas nada de esto porque como ahora tengo yo el mando sin apenas intenvención de mi compañera, muestro normalidad aparente en mi rostro y en mi comportamiento hacia el resto de la gente,... y hacia a ti.
Hoy, no te he saludado. No porque no quisiera (ojalá dejara de desearlo tanto este corazón) sino porque nuestras miradas no se han cruzado, cosas del destino, ya ves. Pienso que nuestras miradas no deberían cruzarse nunca más porque así no sufriría tanto recordando tiempos mejores, tiempos felices que viví junto a un corazón que me convenció para que le dejara dominar la situación. No... ¿cómo puedes decir eso? - Dice (horrorizada) ella. La pobre todavía te necesita... siento lástima, porque sinceramente creo que no se merece tanto dolor... y yo tampoco merezco ser la única voz cantante de esta nube, yo... la necesito a ella y por ti, Amor Soñado, ahora sólo la siento a medias, no la siento cerca.
Quiero que sepas, Amor Soñado, que el vacío se está haciendo dueño de los sentimientos que te dedicaba cada día, cada hora, cada segundo... en cada sitio. Debes saber también, que no albergo sentimientos "malos" como el odio o el rencor, no: lo único que guardo y que estoy creando son sensaciones. Sensaciones como el haberlo intentado, el haber hecho todo lo que pude y lo mejor que supe hacerlo. Eso me tranquiliza y me llena de paz (y de impotencia). No te odio, ni yo ni este corazón que ahora calla; de hecho, ella siente que siempre te querrá.
Eso a mi no me gusta, pero no puedo hacer nada contra esos sentimientos que le quedan... y a mi, sólo me queda controlarla, y mantenerla alejada de ti; porque sé, que si no lo hago, puede volver a encantarme con su amor.. con su amor hacia ti, Amor Soñado, y ya no lo voy a permitir. No voy a consentir que cometa el mismo error por tercera vez, no... una vez está bien (eso le puede pasar a cualquiera), dos es pasable (¿quién no sueña con una segunda oportunidad?), pero tres... la culpa ya sería totalmente mía y no quiero cargar yo también con ese peso, bastante tengo (tenemos) con lo que sufre ella... Me despido por ahora, Amor Soñado, si me lo permites, con una promesa para mi compañera: Te prometo corazón que yo cuidaré de ti, como tú siempre quisiste cuidar de él.
Con nostalgia,
una Nube.
martes, 23 de febrero de 2010
Carta para un Amor Soñado
Querido Amor Soñado:
Hoy el cielo está cubierto de nubes grises, aunque los rayos de sol consiguen atravesarlas a ratos. El viento sopla fuerte en la calle, su sonido me llega traducido en un leve tintineo de la persiana de mi cuarto. Esta carta no la escribe un corazón, como cabría de esperar y como quizá tú pudieras imaginar (si conocieras de la existencia de esta carta). Hoy, escribo yo: la razón. Quiero que sepas, Amor Soñado, que actualmente estoy al mando de esta nube, mi compañera (mi corazón) no puede hablar y me ha dejado ser portavoz de lo que me transmite.
Puedo notar cómo sufre, aunque estoy asombrada de lo fuerte que está demostrando ser: durante la mayor parte del día apenas puedo percibirla, salvo en momentos puntuales en los que nos quedamos solas. En esos momentos puedo sentir el mayor dolor del mundo, el de un corazón que tirita lágrimas congeladas que al caer al suelo se rompen en un millón de cristales. Cada uno de estos cristales brillan con el reflejo de recuerdos amargos que un día fueron horas dulces. Llora. -Le susurro suavemente. No. - Contesta temblando. No llores. - Le suplico cuando los espasmos aumentan el ritmo señalando una nueva tormenta de lágrimas de hielo. Lo necesito. - Dice apenas sin voz... y entonces, comienza la desolación.
De momento estoy controlando bien (creo) ciertas situaciones, como compartir el mismo aire durante una hora interminable de clase o saludarte mostrando normalidad, como si el sol acompañara a cada segundo este cuerpo. Lo estoy haciendo así porque como razón que soy, no puedo permitirme (ni quiero) caminar por mi vida como alma en pena que no ve salida ni solución a una condena que no sabe si merece o no, aunque en realidad sea así: que el corazón con el que convivo se sienta así....
Amor Soñado, no puedo compartir tu opinión de que haya ganado algo pero sí puedo decir que he aprendido cosas y todo gracias a ti... No llores, no llores... - De nuevo se deja sentir el dolor. Amar puede convertirse en una necesidad vital, como respirar, si consigues sentirlo; pero, a la vez, amar duele y es ese mismo dolor el que te ata más fuerte a ese amor... porque, como bien dice una gran canción "si no puede hacerte daño, no te hará feliz". Precisamente lo que nos hace feliz es lo que más nos duele, porque cuando sentimos que lo podemos perder o que se nos escapa de las manos sin poder retenerlo somos infelices: en ese punto se hace patente la necesidad por el otro, por ese amor... por ti, mi Amor Soñado.
Hay tantas cosas que quiere dejar aquí escritas este corazón que me acompaña y al que acompaño... tantas... pero tengo que establecer límites y repartir sus recuerdos para que vayan cicatrizando bien, despacio, para que después no se abran las heridas. Otro día, escribiré otra carta para ti, Amor Soñado. Otra carta escrita por mi, otra carta con recuerdos entre líneas, otra carta... para ir curando heridas.
Con nostalgia,
Hoy el cielo está cubierto de nubes grises, aunque los rayos de sol consiguen atravesarlas a ratos. El viento sopla fuerte en la calle, su sonido me llega traducido en un leve tintineo de la persiana de mi cuarto. Esta carta no la escribe un corazón, como cabría de esperar y como quizá tú pudieras imaginar (si conocieras de la existencia de esta carta). Hoy, escribo yo: la razón. Quiero que sepas, Amor Soñado, que actualmente estoy al mando de esta nube, mi compañera (mi corazón) no puede hablar y me ha dejado ser portavoz de lo que me transmite.
Puedo notar cómo sufre, aunque estoy asombrada de lo fuerte que está demostrando ser: durante la mayor parte del día apenas puedo percibirla, salvo en momentos puntuales en los que nos quedamos solas. En esos momentos puedo sentir el mayor dolor del mundo, el de un corazón que tirita lágrimas congeladas que al caer al suelo se rompen en un millón de cristales. Cada uno de estos cristales brillan con el reflejo de recuerdos amargos que un día fueron horas dulces. Llora. -Le susurro suavemente. No. - Contesta temblando. No llores. - Le suplico cuando los espasmos aumentan el ritmo señalando una nueva tormenta de lágrimas de hielo. Lo necesito. - Dice apenas sin voz... y entonces, comienza la desolación.
De momento estoy controlando bien (creo) ciertas situaciones, como compartir el mismo aire durante una hora interminable de clase o saludarte mostrando normalidad, como si el sol acompañara a cada segundo este cuerpo. Lo estoy haciendo así porque como razón que soy, no puedo permitirme (ni quiero) caminar por mi vida como alma en pena que no ve salida ni solución a una condena que no sabe si merece o no, aunque en realidad sea así: que el corazón con el que convivo se sienta así....
Amor Soñado, no puedo compartir tu opinión de que haya ganado algo pero sí puedo decir que he aprendido cosas y todo gracias a ti... No llores, no llores... - De nuevo se deja sentir el dolor. Amar puede convertirse en una necesidad vital, como respirar, si consigues sentirlo; pero, a la vez, amar duele y es ese mismo dolor el que te ata más fuerte a ese amor... porque, como bien dice una gran canción "si no puede hacerte daño, no te hará feliz". Precisamente lo que nos hace feliz es lo que más nos duele, porque cuando sentimos que lo podemos perder o que se nos escapa de las manos sin poder retenerlo somos infelices: en ese punto se hace patente la necesidad por el otro, por ese amor... por ti, mi Amor Soñado.
Hay tantas cosas que quiere dejar aquí escritas este corazón que me acompaña y al que acompaño... tantas... pero tengo que establecer límites y repartir sus recuerdos para que vayan cicatrizando bien, despacio, para que después no se abran las heridas. Otro día, escribiré otra carta para ti, Amor Soñado. Otra carta escrita por mi, otra carta con recuerdos entre líneas, otra carta... para ir curando heridas.
Con nostalgia,
una Nube.
sábado, 20 de febrero de 2010
Se acabó, todo quedó claro una vez más ayer: tú sólo buscas una amistad y yo busco algo más. Ya no tengo fuerzas de luchar más, ya jugué todas mis cartas...no las jugué bien, evidentemente, pero lo hice lo mejor que pude. No siento odio ni rencor, sólo cansancio y dolor... vacío y desconcierto: siento todo...
Y como bien dijo en una de sus últimas entradas Claudia Hale (http://frenesidesentimientos.blogspot.com/) "Un corazón frío, es un corazón muerto...". Yo, ya no siento el pulso de mi corazón, será... que ha muerto.
- No, mentira...no siento nada
- Lo siento.
- Mentira...
- Sí, aunque ahora no lo creas. No estás sola, yo estoy aquí como siempre, ya lo sabes; pero creo que ahora lo que debes hacer es descansar y reconstruirte, una vez más.
- En eso te doy la razón, me voy. Sé que me notarás y te molestaré pero, por favor, no me llames, ¿vale?. Dame mi tiempo y mientras tú sigue con todo lo que tenemos pendiente, sé sólo razón.
- Tranquila, yo seguiré sola ahora, tú descansa y vuelve cuando quieras mi compañía de nuevo.
- Gracias.
Y como bien dijo en una de sus últimas entradas Claudia Hale (http://frenesidesentimientos.blogspot.com/) "Un corazón frío, es un corazón muerto...". Yo, ya no siento el pulso de mi corazón, será... que ha muerto.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)