viernes, 21 de mayo de 2010

Manos vacías. Corazón lleno.

La infancia se quedó en un sueño inalcanzable. No pudo decidir, no pudo escoger, no pudo patalear ante las injusticias de la vida: no había tiempo para eso. Las horas le hicieron madurar entre temperaturas bajo cero y tormentas de nieve que cubrían con un velo traslúcido las siluetas que dibujaban el terreno. Frío, tenía frío pero carecía de abrigo. Medio descalzo, desaliñado, caminaba con ligereza y esfuerzo al mismo tiempo: no le pesaba el trabajo infinito, le pesaba la desolación que llenaba su vida.

Habían pasado catorce días desde que salió de la pequeña cabaña para atender las tareas diarias, pero la ventisca de hielo le atrapó antes de que se diera cuenta y, a pesar de conocerse aquel lugar como la palma de su mano, se perdió en medio de ella. Catorce días sin cruzar palabras con nadie, excepto las que compartía consigo mismo interiormente. En mitad de la nada pudo pararse a pensar en todos aquellos años de atrás y sólo encontró muerte y destrucción: sintió que le faltaba el oxígeno, no podía respirar con normalidad... era el dolor, que empujaba por salir después de tantos años de sufrimiento encerrado.

Lloró, como el niño que nunca pudo ser. Lloró, sin encontrar el calor que un día le arrebataron. Lloró... y no encontró motivos por los que mereciera la pena seguir: estaba allí, perdido en su propia tierra, la misma que le había dado la vida entera para soñar, la misma que le arrebató los sueños de uno en uno, sin compasión... Lloró, lloró... y llorando se durmió.

Cuando volvió a la consciencia, la claridad del sol le cegaba: ahora lo veía todo. No sabía por qué, pero seguía vivo, sonrió e inmediatamente comenzó a caminar con paso ágil. Olvidó sus obligaciones, quería llegar cuanto antes a casa, encontrarse con los dos pilares que mantenían su vida y por los que debía seguir allí, manteniendo sus vidas. Empezó a correr al pensar en ellos, habían pasado quince días en total desde la última vez que les vio, necesitaba saber que seguían vivos, necesitaba ver sus ojos y decirles: Hermanos...

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