viernes, 31 de diciembre de 2010

31 de Diciembre de 2010

El año llega a su fin. Nunca he hecho balance de lo bueno y de lo malo. Alguna vez lo pensé, lo reconozco, pero nunca lo llevé a cabo, ¿para qué?. Lo pasado, pasado queda y no tiene sentido sopesar si fue bueno o malo, o qué hubiera pasado si... No, no me gusta perderme en los supuestos: lo que fue, fue y lo que no fue, no fue... ni podrá ser. No hay más, ni menos.

Nunca me hice tampoco propósitos de año nuevo. Esa es otra cosa a la que no le encuentro el sentido. Imponerse obligaciones a uno mismo (o al resto) rara vez funciona y, por tanto, no me parece buena idea. Yo lo único que quiero siempre, año tras año, es ser yo misma. Actuar en consecuencia siempre. Razonar cuando haya que hacerlo y ser responsable, y también disfrutar de las pequeñas cosas de cada día. Un abrazo, una tarde de diversión con los amigos, la sensación de meter las manos en un montón de harina, tomar un café para quitar el frío o agua fresca para apaciguar el calor, sacar una foto al horizonte de un lugar desconocido o al paraíso que tan bien conozco... y sonreír, sonreír por sentirme bien conmigo misma.

Así que el año llega de nuevo a su fin y no tengo ningún balance en mente. Estoy bien, en mi fuero interno el ambiente está despejado: hay muchas cosas, a algunas no les presto mucha atención y a otras trato de darles cada día calor. Y está bien, así todo sigue su curso y yo no tengo más que ir trazando con cada día mi vida.

Una vez oí o leí, ya no lo recuerdo, algo así como que los sueños siguen siendo sueños mientras no hagamos nada por realizarlos. Por eso siempre he luchado, y seguiré luchando, por mis sueños. Algunos mueren a pesar de todos los intentos, de todas las ganas, de todo el empeño... pero otros, otros consiguen tomar vida y es esta vida la que cambia la nuestra. Este sitio, este mundo en las nubes, es uno de ellos.



Gracias, gracias de corazón.
Feliz y próspero año nuevo a todos.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

¡Date cuenta!

- ¿Quieres hacer el favor de quitar ya esa cara de enfado crónico que tienes?

- No. No me da la gana. Déjame en paz, anda... - escupió mientras seguía con la mirada fija en la televisión

- ¿Pero a ti qué te pasa?, ¿no te das cuenta de que pierdes el tiempo cabreándote con el mundo en vez de hacer con él lo mejor que puedas?

- Cada uno decide como vivir su vida, ¿no?. Pues igual a mi me da la real gana de enfadarme, ¿lo pillas?. No necesito que vengas a decirme qué debo o no debo hacer - dijo irónicamente a la par que comenzaba a hacer leves movimientos  con la cabeza - o cómo debo o no debo tomarme mi maldita vida...

- ¿Sabes qué es lo más importante para salir cada día a luchar ahí fuera?. - dijo cortante -  Dí, ¿lo sabes?. - preguntó sin obtener respuesta - Pues bien, yo te lo diré: lo más importante para vivir en paz y en armonía es no dejar que el miedo, la inseguridad, la envidia y la autocompasión penetren en nuestro interior. Eso es lo más importante. No dejes que estos sentimientos aniden en tu corazón, no permitas que hagan de ti su hogar. Cuanto antes lo entiendas, antes empezarás a disfrutar de la vida...

martes, 21 de diciembre de 2010

Mundos de fantasía

A veces me invento para mí historias fantásticas. Puedo imaginar el mundo como un cuento de princesas en el que hay dragones y ciudades en ruinas, gente escondida, temerosa, esperando al príncipe que retire las nubes negras del cielo y el sol haga crecer de nuevo las flores. Los niños juegan a reír entre el barro de las penas, los corazones relucientes descansan entre pulmones sucios, de respirar tanta miseria. Pero sobretodo, y a pesar de tanto frío y tanta niebla enferma, la luz de los ojos no se apaga nunca, nunca, nunca...

martes, 14 de diciembre de 2010

Espera

Me siento sola, pero no sé cómo explicarlo. Me veo a mi misma, a cierta distancia, sentada en un rincón cualquiera. Sola. Mirando a la nada. Esperando con esa expresión en el rostro: la de una niña a la salida del colegio, mirando aquí y allá con la mochila puesta y balanceando las piernas hacia adelante y hacia atrás. Hace sol pero la temperatura es fría y me asusta que la noche me encuentre esperando ahí, sola, olvidada.

Y ante la escena me da lástima esa niña. Yo misma iría corriendo a buscarla para llevarla a mi casa y cuidarla. Pero luego me veo moviendo mis piernas juntas en un balanceo eterno y no me importa esperar hasta que llegue sólo esa persona. Sólo una. No quiero irme a casa con un desconocido: lloraría pensando que cuando acudas en mi busca no me encontrarás. Así que no me muevo. No me muevo, porque una fuerza mayor me lo impide. Y si al final del día no has aparecido, me tumbo abrazada a mis piernas y duermo hasta el día siguiente. Por la mañana, con las gotas de rocío me despierto, me siento de nuevo y comienzan mis piernas a distraerme.

¿Y si al final no llegas?,
¿y si al final te olvidas de mi?


No importa
por lo menos sabré 
que no me cansé de esperar
 y que no me fui con la persona equivocada.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Piano, piano...

Sé tocar el piano. Bueno, mejor dicho, creo que todavía sería capaz de hacerlo. Hace ya años que no lo hago. Mi piano es negro, es un piano corriente pero suena (o sonaba) bien. Me gusta mi piano. Algunas tardes me acerco al comedor, donde sigue esperándome, y me quedo mirándole. Ni siquiera he sido capaz de levantar la tapa de nuevo. La última canción que toqué en él fue un villancico: Noche de paz. Después estuve de exámenes y no tenía tiempo para dedicarle, como me hubiera gustado, y más tarde, cuando pude hacerlo, lo que me faltaron fueron las ganas.

Nunca fui una gran pianista. Siempre creí que era bastante torpe, a alguien normal aprenderse una partitura podría llevarle un par de días o quizá tres, pero a mi me llevaba cuatro o quizá cinco. Aún así, me gustaba (me gusta). Siempre me gustó escuchar las melodías que salían de él. Me asombraba, me parecía increíble que yo pudiera hacer que sonaran cosas tan bonitas, con todos sus agudos y con los graves más graves. En cierto modo tocar el piano me hacía sentir, aún con millones de fallos, única. Como si durante aquellas horas fuera la única protagonista sobre el escenario, como si el mundo entero guardase silencio para escuchar lo que yo decía.

La vida tenía otro color durante aquellos minutos y, hoy en día, cuando veo tocar a otra gente a mi alrededor o cuando busco algún audio para recordar por completo cómo sonaban aquellas viejas partituras, todavía siento cómo la vida se puede transformar y tengo celos porque recuerdo mis manos desplazándose por las teclas blancas y negras, creando acordes, prestando atención a los piano y a los allegro... y me dan ganas de ir corriendo a mi piano.

Pero ahora creo que tengo miedo, cuando me acerco a mi piano y me quedo en pie, contemplándole en silencio, me pregunto si en vez de las ganas lo que me falta es el valor de levantar de nuevo la tapa, acariciar el perfecto y frío teclado, y no sentir vergüenza por los millones de fallos que cometeré.

martes, 7 de diciembre de 2010

A veces son pequeños detalles...

A veces son pequeños detalles los que más felicidad nos traen. A mi siempre me alegra el silbido del viento sur contra los cristales. Entonces, como ahora, me acerco hasta la ventana y la abro. Me asomo e inspiro todo el aire que pueden guardar mis pulmones. Y sonrío, me gusta sentir cómo esa brisa roza mi rostro. Me templa, aunque sean casi las doce de la noche, me calienta el alma y me hace ver, durante esos minutos que sigue cogiendo y perdiendo fuerza en un sigiloso vaivén,  la vida de otra manera. Más sencilla, más completa... y  me lleno de tranquilidad y sosiego. No tengo miedo. Si sigo oyéndolo, no tengo miedo...


Sólo con pequeños detalles una noche que parecía insípida cobra el mejor sabor: el sabor de una noche perfecta. Y ahora mismo, en este preciso momento, esta noche me parece perfecta.

viernes, 3 de diciembre de 2010

El universo

- Oye...
- ¿Sí...?
- Cuéntame otra vez la historia de cómo empezó el universo - sonríe
- Pues verás... - comienza diciendo, pero hace una pausa. Durante un par de segundos por su mente pasan  un millón de imágenes que hacen templar todo su cuerpo - hubo una época, en la que el universo no existía aunque no lo puedas creer - sonríe - en el espacio vacío sólo había oscuridad. No se veía nada. No se respiraba nada. No había temperatura alguna. Pero un día hubo un estallido, que hizo vibrar aquel enorme vacío, seguido de una inmensa luz blanca. Entonces, como cuando sales a la luz de la calle en verano después de pasar varias horas encerrado en un cuarto a oscuras, comenzaron a verse cosas, y a olerse, y a sentir calor y tiritar de frío. El universo comenzó y con él otra época que pasó a llamarse vida.
- Ojalá yo también pueda contar la historia del universo como lo haces tú - mira al suelo con tristeza
- Claro... - levanta su cabeza sujetando su barbilla, mira sus ojos: su universo - sólo debes esperar porque al final el estallido llegará.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Invierno

Ya está aquí. Ayer lo supe con certeza. Esa sensación. Frío helado. Frescor seco. Otro invierno adelantado y la cuenta atrás para reuniones y celebraciones ya ha empezado. Yo lo que querría es poder meterme en la cama todo ese tiempo, dormir y no despertarme hasta el 7 de enero. Pero no puedo hacerlo. Sería egoísta y, aunque desde hace ya unos años no me gustan estas fechas, también me perdería algunos momentos que guardar junto al resto de recuerdos.

No es que me siga aferrando al pasado. No, eso ya lo superé. Lo superé. Y recuerdo en especial estas fechas en aquellos otros años que compartí... me duele la nostalgia y no poder girar las manecillas del reloj en sentido contrario, me apena sí, eso no lo no voy a negar, pero seguí caminando.

Cuando comencé de nuevo a sonreír, después de varios inviernos, la vida, creo yo, quiso recompensarme y me hizo un regalo. El mejor de todos lo que tuve nunca. Me sentí completa y feliz a más no poder. Creí y sentí que, aunque continuaran llegando los problemas inevitables, todo sería distinto. Que siempre contaría con un sentimiento especial e incondicional y una mirada capaz de quitarme el frío aunque me encontrase en la misma Siberia. Pero nada de lo esperado sucedió. Aprendí que la vida no siempre hace regalos, que a veces sólo te presta un tesoro para que te sientas tú uno y después, cuando lo descubres, te pide que se lo devuelvas porque ya cumplió su misión. Y así, el invierno que pensé distinto se convirtió en otro invierno igual. Fue duro, claro, ninguna palabra es capaz de recoger la miseria que sentí, pero luché por sobrevivir. Lo sigo haciendo y puedo decir que, una vez más, lo conseguí. Salí. Me vencí a mi misma...

Y ya está aquí. Otro invierno triste. Sonrisas forzadas y la maldita certeza de saber que año tras año, pase lo que pase, será así.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Cosas de una nube

Me gusta que imiten mis muletillas, oír "¿abrazo?" mientras veo un cuerpo reflejando el mio. Sonreír ante la escena y responder como siempre quiero que me respondan. Me gusta la sensación que me queda después de hacer ejercicio y la sensación de tranquilidad que se acomoda junto a mi cuando sé que en cuestión de minutos estaré entrando por la puerta de mi casa. Es mi gran debilidad, adoro mi casa porque adoro las vidas que guarda, incluso cuando está vacía.

Dependiendo del día, me inspira el silencio o una pausada canción. No puedo escribir siempre de una única manera. Necesito todas, todas la maneras habidas y por haber las quiero para mi: feliz, triste, animada, cansada, con frases que me desbordan y con las peores sequías.

No puedo dejar de contarme cosas a mi misma, no puedo, y eso también me gusta. Pero a veces, cuando la nostalgia se hace con la primera posición en la lista de temas del día, se enmudece mi voz y las palabras salen por goteo: lentamente y resonando con un suave eco en mi mente que va subiendo de volumen y cogiendo fuerza hasta que me es imposible pensar en nada más si no lo escribo. Me gustaría tener más tiempo para sumergirme totalmente en la nostalgia pero, al final, siempre termino escuchando esa voz que me dice que no puedo hacerlo, que no, que no hay tiempo ni presente para revivir el pasado. Esos son los días que peor llevo.

Cuando conduzco y voy sola, o con alguien de mucha confianza, me gusta cantar las canciones que suenan por la radio o, cuando alguna no me agrada mucho, las que reproduce el compact disc que tenga en ese momento puesto. Y subir el volumen, eso también me gusta.

Me encanta que me pregunten "¿qué tal?" cuando estoy alegre porque así siempre puedo responder sonriendo con un "¡bien! ¿y tú?". Sin embargo odio que me lo pregunten cuando no me siento muy bien, porque no se me da bien mentir y como no se me da bien, no me gusta tener que decir "bueno...", así que trato de adelantarme siempre y preguntar yo primero "¿qué tal?" para olvidarme un poco de mi.

Me gusta tener siempre unos minutos para mi misma, para escribir cualquier cosa que mis dedos estén dispuestos a escribir a golpe de teclado, sí, eso sí que me gusta, me encanta, me chifla, me pirra... y me hace sentir ligera y especial en mi propia nube de ilusión.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Recuerdos de una noche

- Te acuerdas... - dice sonriendo y sus ojos brillan entonces rebosantes de alegría. Sonríe ella también.

- Sí... - cierra los ojos antes de seguir hablando - recuerdo la pequeña lámpara del pasillo encendida, la puerta de casa, tu casa, abierta y la oscuridad y el frescor de la noche fuera de ella. La mesa de comedor rectangular, tirando a estrecha, puesta, ocupando casi todo el espacio del pequeño salón. El asiento de las sillas tapizado con terciopelo rojo apagado. El juego de café que ahora está guardado tras una puerta de cristal traslúcido, lucía entonces en aquel salón. No les recuerdo a ellos allí - comienzan las lágrimas a brotar de sus ojos - sólo te recuerdo a ti, en aquella inmensa cocina, de pie junto al hornillo de carbón removiendo la sopa de gallina en una cazuela de color granate. Esa costumbre no la hemos perdido, ¿sabes?, y todos los años cuando la veo en el plato pienso en tí, en lo mucho que te gustaba la sopa de gallina - sonríe y se seca las lágrimas con la mano.

- Es la mejor sopa, nena, la más rica.

- Podrías quedarte un poco más... - suplica de nuevo al ver que se aleja.

- No dejes que se pierdan esos momentos, nena...

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Mañanas como aquella

Al despertarse vio que el viejo reloj blanco de hojalata marcaba las diez de la mañana. El segundero seguía avanzando mientras Berta mantenía su mirada fija en él y se abstraía con el hipnótico sonido. La persiana estaba subida, ya no le gustaba bajarla por la noche: ahora prefería dormirse mirando las estrellas desde la cama.

Se incorporó, sintiendo la suavidad del suelo de madera a través de sus calcetines grises, y se acercó a la ventana. Llovía. Las gotas de lluvia repiqueteaban en la parte inferior de los cristales y fuera las hojas de los árboles se agitaban, como si la saludaran alegremente. Sonrió.

Caminó hasta la cocina. En la fregadera estaban un cazo, y el plato de postre y la taza en los que la noche anterior había cenado un café con un trozo de tarta de manzana. Abrió la nevera, sacó la caja de leche y la posó sobre la encimera mientras fregaba rápidamente el cazo, la taza y el pequeño plato del fregadero. Echó un poco de leche en el cazo y lo puso al fuego.

Ya habían pasado un par de meses desde que consiguió un trabajo nuevo y salió de casa de sus amigos, aunque les seguía viendo muy a menudo ya que su nueva casa estaba en la misma ciudad a la que llegó en busca de oxígeno.

Berta adoraba los sábados, como aquél, y odiaba los domingos. Los sábados se levantaba a deshora, cuando su mente quisiera volver a la realidad, y pasaba la mañana caminando por los parques. Un día encontró un puesto de castañas y, con una arrebatadora energía que no supo de donde salió, se acercó al anciano que regentaba el puesto y le compró un cucurucho de castañas. En verdad no le gustaban las castañas, pero adoraba el calor que transmiten a través del cono de papel de periódico y esa sensación la hacía sentirse siempre más cerca de casa.

Cuando el cazo comenzaba a humear lo retiró del fuego y vertió la leche en la taza. Le echó un poco de miel y, soplando la taza que sujetaba con ambas manos, se sentó en una de las dos sillas que tenía en la cocina. Se bebió la mezcla dulce con aroma a invierno a pequeños sorbos, despacio, saboreándolo en su paladar y sintiendo el calor que iba acariciando su cuerpo. Al terminar dejó de nuevo la taza, caliente y  vacía, en la fregadera, fue hacia su habitación, se recogió el pelo en un improvisado moño, se puso las botas de plástico moradas, la parka blanca y se marchó a disfrutar de su mañana.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Castillos de arena

¿Quieres que te cuente un secreto? - no dice nada, sólo sigue mirándome fijamente- Cuando tú sonríes el mundo entero late a diez mil millones de pulsaciones por minuto - no aparta sus ojos de los míos hasta que transcurren unos veinte segundos, después baja la mirada y una lágrima resbala por su mejilla, brillando al trasluz del sol con su rostro. Intento coger la lágrima que su piel quiere quitarme pero no lo consigo y lo único con lo que me quedo es con su humedad en mis finos y helados dedos. Sonrío. - Vamos, deja la tristeza aquí y sal fuera a jugar con el sol. Te lo mereces porque no encuentro motivos que griten lo contrario. Sal cielo, sal... y sueña con todos los castillos de arena que puedas.

lunes, 8 de noviembre de 2010

La hora del recreo

Eran las once de la mañana. Fuera el cielo estaba cubierto por la oscura niebla, que le acercaba a un cegador blanco. Lily lo contemplaba maravillada a través de las ventanas del aula.

- Se te va a meter una mosca en la boca como no la cierres - la dijo Max mientras se reía para sus adentros

Lily miró al chico y sonrió.

- Bueno niños, es la hora del recreo así que vamos a bajar un rato al patio, a ver si tenemos suerte y no llueve.

Los niños se levantaron ruidosamente de sus sillas, mientras la profesora hacía muecas de irritación por el estrépito y siseaba pidiendo a los niños más cuidado. Lily cogió su parka verde, se la puso, subió la cremallera hasta arriba y abrochó los tres botones amarillos.

Era una clase de niños atípica porque eran pocas las veces en que se veía jugar por separado a niños y niñas. Normalmente acostumbraban a jugar al escondite o a llevarla pero algunos días los niños preferían jugar un rato al fútbol y las niñas, que no les gustaba mucho la idea de ese deporte, optaban por jugar a la comba o se intercambiaban conjuntos.

-¡La llevas! - gritó Hugh al tiempo que golpeó ligeramente el brazo de Max

Hugh salió corriendo en dirección contraria a su compañero mientras este se dispuso a correr hacia Katie, que formaba parte de su cuadrado en clase, ya que le quedaba a escasos metros. La niña comenzó a correr huyendo de Max. El sonido de las risas en el patio hacía que las profesoras que vigilaban el patio se contagiaran de la alegría y comenzaron a reír ellas también. 

A las once y veinte una aguda sirena empezó a sonar, tapando la mezcla de voces y risas. Los niños se colocaron en fila, como les habían indicado el primer día del curso, y comenzaron a entrar de uno en uno bajo la mirada de su profesora. Max se había quedado rezagado e iba el último. Subía los peldaños de las escaleras a la primera planta distraído, de repente pisó uno de los cordones que se le habían desatado y, tropezando así, fue a parar al suelo. Lily que iba a un par de pasos de él se giró al oír el golpe y vio a Max en el suelo: rojo como un tomate y quieto mirando el suelo. Descendió corriendo los peldaños que ya había subido hasta llegar donde estaba el niño.

- ¡Max!, ¿te has hecho mucho daño?... - pero Max no respondía- ¿estás bien?,¿te duele? - preguntó Lily al observar que el niño se agarraba el tobillo derecho
- Sí... - balbuceó el pequeño - ...me duele mucho - y entonces rompió a llorar
- Cógete a mi, vamos, te ayudaré a levantarte

Max fue parando las lágrimas al tiempo que caminaba lentamente y con cuidado, con el apoyo de Lily. 

- Lily... - susurró el niño antes de entrar en el aula
- ¿Sí? - preguntó ella susurrando también a la vez que sonreía
- Gracias

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Volver a vivir

¿Tú crees en otras vidas?, ¿en la reencarnación y cosas así?. Yo no sé qué pensar, a veces me digo que es imposible que seamos un ser vivo más en la Tierra y que tiene que existir algo más allá de la piel: otra oportunidad tal vez.

Sin embargo en otras ocasiones creo tener la certeza de que no hay nada más, que sólo tenemos esta vida y que, pensándolo bien, es muy corta. ¿Y si lo estoy haciendo mal?, quizá estoy perdiendo el tiempo en cosas que carecen de esencia, quizá esté conduciendo mi vida por una carretera llena de curvas sumergida en la niebla del otoño.

Yo lo que quiero es volver a sentir la sensación de paz que viví en aquellas tardes de verano de mi niñez. ¿Dónde se quedaron?Cuando no necesitaba más que el calor de julio, un chapuzón refrescante antes de comer y dejarme mecer por la leve brisa que corría allí... en el Cotero. ¿Por qué no pueden volver?, ¿por qué?, ¿por qué...?


Ya sé que es imposible que el pasado regrese pero quiero que el futuro me regale unos pocos días más como aquellos, ¿a quién debo pedírselo?, dime, si te enteras de quién tiene el poder de conceder ese tipo de deseos me lo dirás, ¿verdad?, ¿verdad?, ¿verdad...? Lo único que deseo es ver de nuevo ese cielo azul, mi azul de verano.

martes, 2 de noviembre de 2010

Vete

Creo que tengo hambre, hambre de ti, Amor Desconocido. Y digo creo porque no estoy segura al cien por cien. Quizá no sea un buen momento, ¿sabes?, ando desencantada de la vida y estoy cansada, muy cansada. Así que supongo que es mejor que no aparezcas, lo único que haría sería espantarte y no volverías más. No vengas, mejor no, porque sólo sufrirías innecesariamente y cuando vuelva a salir un rayo de sol en el cielo no me lo perdonaría y lloraría el peor de mis errores.

Supongo que no estoy preparada para dar abrazos y sé que sin ser capaz de dar es imposible recibir. Lo siento, lo siento mucho amor... perdóname por ser tan egoísta de desear que aparezcas y me quieras y yo no poder quererte. No vengas, hazme caso y vete, vete lejos que yo no te merezco.

viernes, 29 de octubre de 2010

En esta vida...

Hoy es uno de esos días de viento sur. "Plaf, plaf...", las gotas de lluvia comienzan a posarse en los cristales y se convierten en lágrimas derramadas por las nubes. Estamos casi en Noviembre así que la temperatura no es muy calurosa, a pesar de la leve brisa con acento acojedor.

En la calle la gente camina a paso ligero, arrimándose a las cornisas de los edificios, para llegar cuanto antes a su destino. Es raro este día o quizá la rara sea yo en este día. No he dormido muy bien, y supongo que el madrugón de ayer tampoco me ha ayudado a descansar del todo... me trastoca, me pasa factura el sueño, no lo puedo evitar y las ojeras me delatan.

Últimamente he pensado mucho en el final, el verdadero final en el que todos vamos a acabar. Hace unas semanas hablé sobre unos amigos cuyo hijo había fallecido en un accidente, pues bien, uno de ellos no está bien. Siempre ha padecido del corazón y su mujer siempre ha ido detrás suyo pidiéndole que cuidara más por su salud, pero nada. Él siempre ha dicho que prefiere vivir feliz hasta el último día que no amargado como un vegetal. En eso tiene razón pero también es una idea egoísta si nos paramos a pensar en el resto de personas que nos necesitan. Ha tenido varios infartos en los últimos años pero ahora está peor que nunca, los médicos no le dan esperanzas y se niegan a realizarle una operación a corazón abierto porque no creen que salga de ella. Él está triste, se nota el llanto ahogado en su voz en cada palabra que pronuncia, el amor hacia su familia y su preocupación por ella, la impotencia de saber que puede que esa hora del reloj sea la última en tu calendario. Su mujer está desecha: desearía meterse en la cama y no levantarse nunca más, cada día que pasa lo lleva peor que el día anterior, la está matando también a ella saber que el amor de su vida se acerca al final.

Nos preocupamos por buscar un trabajo porque nos hace falta dinero para pagar comida y facturas. Nos interesamos por viajar a lugares asombrosos, con playas preciosas y monumentos increíbles, porque así alimentamos nuestro ansia de volar... Pero me paro a pensar. ¿para qué queremos el dinero o viajar si realmente eso no nos llena de felicidad?. Todavía no tengo claro, en esta vida, ¿qué es lo más importante?. ¿Por qué hay que preocuparse de tantas tonterías?, ¿por qué si al final lo que más nos importa son un puñadito de personas?, ¿para qué luchar tanto si al final no podemos disfrutar de lo más preciado?

domingo, 24 de octubre de 2010

Sin vuelta atrás

Suena el teléfono, avisando a Berta de que tras la melodía de guitarras y voces rotas alguien la llama.

- ¿Sí?.. Mamá... oye, ya te dije que no te preocuparas, que iba a estar bien y lo estoy, de verdad.... Vale pero no te preocupes más por favor, llamaré pronto prometido... que sí... yo también os quiero... Un beso.

Aleja el teléfono móvil de su oreja y, suspirando, le apaga. Sabe que es lo mejor para todos y se dice a sí misma que cuando tenga algún momento de debilidad y no aguante más el frío de la soledad, le encenderá de nuevo y llamará a casa para sentirse de nuevo arropada. Pero ahora es mejor desconectarle por una temporada.

Hace unos días que salió de casa en busca de tiempo para sí misma. Se sentía asfixiada en la rutina: trabajo, casa, reuniones con los amigos, trabajo... Hasta que se levantó una mañana y con el tiempo tan radiante que hacía se dijo que había llegado el momento, el momento de hacer su propio camino y no el que le decía el resto. Y ahora estaba allí, a más de mil kilómetros de su casa. Había viajado con desconocidos piadosos que sentían lástima de la joven y se prestaban a acercarla un poco más a su destino, la casa de unos amigos. Había conocido a Mario y Silvia  hacía un par de años atrás, en uno de los festivales de música a los que solía acudir con Carlos. Carlos. Hacía más de un año que habían roto pero tan sólo pensar en su nombre hacía que algo dentro le resquemara. Carlos formaba parte del pasado que quería dejar precisamente en eso, pasado, porque la vida la había enseñado que lo pasado no tiene retorno y liberarse, que no olvidarse, de él es el único medio de continuar y poder ser feliz. Y eso es lo que pensaba hacer.

- ¿Se puede? - preguntó Mario al tiempo que llamaba a la puerta del cuarto de invitados donde se quedaba Berta
- Sí, claro, pasa... mi madre - dijo señalando el móvil que sujetaba todavía en la mano
- Ya... bueno, tú tómate el tiempo que necesites, sabes que nos encanta tenerte aquí, ¿verdad?
- Sí, sí. Os estaré eternamente agradecida... es solo que no quiero estar aquí de ocupa eternamente así que si me mandáis a la mierda, lo entenderé.
- ¡Anda ya! - dijo Mario al tiempo que se sentaba en la cama al lado de ella - estás de broma, ¿no? - pero Berta le miraba tímida, preguntándole con la mirada si de verdad no les molestaba o la cobijaban sólo por compasión - ... mira Berta, eres nuestra amiga y en estos dos años de amistad lo has demostrado con creces así que no me hagas recordarte quién está en deuda con quién, ¿vale?, tú te quedarás aquí el tiempo que sea necesario y no se hable más
- Gracias Mario - y, por segunda vez en su vida, lloró delante de alguien sin poder remediarlo. Mario la abrazó y dejó que su amiga sacara todas las lágrimas que calaban su interior.
- Vamos Ber, ha llegado el momento de sacar la basura fuera - y el llanto en la habitación se hizo más intenso.

viernes, 22 de octubre de 2010

Reflexiones sobre la vida

Me pasa a veces, sale un tema de conversación que en principio no presenta gran importancia pero que al final deriva en aspectos más profundos y entonces me "despierto". Y expongo mis ideas a mis amigos y ellos exponen las suyas, algunos se acaban cansando de tanto "razonamiento", pero por suerte no soy la única que adora esas charlas así que solemos dejar en pausa la conversación para otro momento y pasamos a hablar de los próximos planes o de alguna otra noticia de última hora.

A veces soy yo y otras veces no, volvemos a sacar el tema que dejamos en pausa y no llegamos a ninguna conclusión definitiva: definitivamente existen infinitos puntos de vista y todos válidos. Eso me gusta y además me acerca más al resto de esas personas con las que trato estas conversaciones, y valoro en especial sus opiniones ante cualquier problema planteado y trato de reflexionar con especial atención cuando son ellos los que exponen un problema. No sé, es algo que se crea poco a poco, que genera confianza y pienso de verdad que por eso a ellos les llamo amigos en el significado más amplio de la palabra. Amigos, amigos de verdad, amigos que te aprecian, amigos que se alegran con tus alegrías y que se conmueven con tus tristezas, amigos que siempre son claros y sinceros: amigos porque no te dicen cosas por agradar sino para ayudarte a que seas tú mismo el que busque su propia solución. Lo valoro y por esas cosas me sentiré siempre en deuda con ellos.

La mayor parte de mi vida la he pasado sin conocer la verdadera amistad pero afortunadamente puedo decir que hace unos años di con personas que desde el primer momento estuvieron dispuestos a escuchar, a hablar y a querer permanecer ahí. Esas personas siguen siendo hoy en día mis amigos. Con ellos he compartido viajes, situaciones de estrés, alegrías, tristezas... y con el tiempo me han demostrado que siguen siendo los mismos y, lo más importante, que seguirán siéndolo.

domingo, 17 de octubre de 2010

Decisiones

Hay que elegir. A lo largo de nuestra vida son muchas las decisiones que debemos tomar. A diario son pequeñas cosas como decidir levantarte a una hora determinada o, por el contrario, apagar el despertador y volvernos a tapar con el calor del sueño. Pero, otras veces, las decisiones tienen otro carácter más importante para cada uno de nosotros. 




Tomar una decisión casi siempre es complicado y más complicado es todavía actuar en consecuencia cada día: irse de casa, no volver a coger ninguna llamada más de la persona que amas, abandonar el sueño del trabajo ideal... resignarse a ser uno más, callar los gritos del corazón y aguantar de pie el dolor... Y, a pesar de todo, decidir seguir por el único camino que te ofrece el mundo.

viernes, 15 de octubre de 2010

Premio Flor Naranja



Gracias a ***VANESSA*** por este premio. No hace mucho que encontré su blog pero cuando lo hice no dudé en seguirla, supongo que vi en sus palabras mucha sintonía con las mías... así que, como no, os recomiendo que la visitéis.

Por mi parte ofrezco también este premio a Call me Juliet, Gabby y Amorphis, por compartir con el mundo, cada uno a su estilo y forma, sentimientos e historias escritos con magia. Desde aquí quiero darles mi más sincera enhorabuena, felicitarles por sus excelentes textos y animarles a que sigan deleitándonos por mucho tiempo.

lunes, 11 de octubre de 2010

Vuelta al cole

- Lily, Lily... vamos cariño, es hora de levantarse

Su madre seguía zarandeándola con dulzura para despertarla. La pequeña Lily sabía que era el primer día del curso, la vuelta al cole había llegado irremediablemente y le daba pereza abandonar su pequeña cama, con sábanas de margaritas y edredón de innumerables estrellitas, que la velaba con el calor tan especial que sólo se aprecia cuando la rutina obliga a alejarse de ella.

- Jo... mami, ¿no puedo quedarme durmiendo un poco más? - preguntó mañosa y con los ojos todavía cerrados
- No cielo - rió su madre - ya lo siento pero tienes que levantarte ya. ¿No tienes ganas de ver a tus amigos? - la preguntó haciéndola cosquillas bajo la barbilla.
- Sí - exclamó riendo a carcajadas y con los ojos totalmente abiertos - Ya me levanto...

Su madre la dio un achuchón, sacándola al tiempo de la cama en volandas y vistiendola con innumerables besos. Durante el desayuno Lily vio los dibujos animados, acompañada de sus galletas preferidas y un chocolate caliente: ese era el momento del día que más disfrutaba la pequeña.

Cuando llegó a clase, algunos de sus compañeros del año pasado jugaban en el suelo con una colección nueva de cromos, las niñas jugaban a las palmitas y sólo un niño permanecía sentado en su pupitre, mirando al suelo.

- ¡Hola Max! - dijo derrochando alegría Lily al mismo tiempo que se sentaba al lado del niño - ¿Qué tal las vacaciones?
- Bien - contestó frío él
- ¿Has ido mucho a la playa?
- Sí, con mi abuelita... y me he comido un helado de chocolate todos los días antes de volver a casa - sonrió Max, volviendo el rostro hacia Lily, al recordar el sabor frío y dulce en su pequeño paladar
- ¡Mmm... chocolate.., a mi también me gustan mucho los helados de chocolate!
- ¿Verdad que son los mejores?
- ¡Verdad!

En ese momento entró en la clase la profesora, trayendo consigo un montón de cuadernos azules y una caja de pegatinas de diversas formas y colores.

- Bueno niños, ¡bienvenidos otra vez! - comenzó diciendo a medida que fue repartiendo los cuadernos y las pegatinas por los grupos de mesas - Para empezar el curso he comprado estas libretas en blanco y estas pegatinas tan bonitas para que cada uno haga con ellas un collage con todas las cosas que le han gustado y que ha hecho este verano. Después hablaremos de ello todos juntos y entre todos elegiremos el cuaderno más bonito, ¿qué os parece?
- ¡Bieeeeeen! - chillaron todos

Pero a Max no le entusiasmaba la idea como a sus compañeros y, volviendo de nuevo la vista al suelo, susurró - Mal...

domingo, 10 de octubre de 2010

Reflexiones sobre la vida

He llegado a la conclusión, en uno de esos momentos en los que me escapo a las nubes para hablar conmigo misma, de que el peor adiós, la despedida más dolorosa, no es cuando lloramos abrazados a esa persona que no volveremos a ver, o cuando escribimos una carta por miedo a afrontar la situación final cara a cara... no. El peor adiós, lo realmente duro de llevar, es desaparecer sin mediar palabra: sin un último estrechón de manos, sin una última mirada de cariño, sin pronunciar la frase que nunca tuvimos el valor de dejar salir... Y es así, sencillamente es así: lo más difícil es continuar escribiendo nuestra vida aún sabiendo que hay capítulos para los que no fuimos capaces de encontrar un final que nos pareciera adecuado.

martes, 5 de octubre de 2010

Tan sólo cinco minutos

El día que me muera espero tener al menos cinco minutos, antes de cerrar los ojos para siempre, en los que pensar en el balance final de mi vida.

Ojalá siga viendo la vida así, sabiendo que, a pesar del infinito dolor, es hermosa. Recordar cada cielo que he visto: el de una tarde de invierno lluviosa y fría, mientras me resguarda el calor de mi casa; el del azul de verano, que tantas tardes me sumió en los mejores sueños y tanta paz me regaló; el de las nubes rápidas surcando el cielo, empujadas por el viento sur que con su calor me canta  notas de lluvia mezcladas con sonrisas; el de una tormenta de primavera, con ese azul tan oscuro que envidia al negro y decorado con relámpagos que preceden a los truenos; el de una noche limpia cubierta sólo por estrellas... y verme de nuevo perdida entre ellas...

Trataré de mantener la mente despejada, repasaré hasta entonces todas las cosas buenas que me han pasado en la vida: horas infinitas de risas, consejos meditados, abrazos, dejarme cuidar los días de fiebre, los besos de buenas noches, el olor de la ropa recién lavada, los colores vivos, canciones en directo, el poder de los sentimientos, el valor de las personas que me han demostrado serlo, mi propia mirada preguntándome en el espejo, los silencios que adueño y las frases pronunciadas que me sentencian.

Y así, después de recordar todo una última vez antes de irme, dejaré que mi vista pierda el enfoque de la vida. Ojalá tenga la misma suerte que tú y pueda volar definitivamente a las nubes con una sonrisa...

domingo, 3 de octubre de 2010

Carta para ti

Querido Amor Desconocido:

Sueño. Sueño con una vida paralela en la que en un futuro no muy lejano te encuentre: un futuro en que por fin vengas a mi, Amor Desconocido. Me gustaría que me escucharas durante toda la noche, mientras me abrazas, y hablarte sobre todas las gotas de lluvia que vi resbalar por la ventana de mi habitación, con la mirada perdida en ellas y el cielo de fondo oscureciéndose a cada minuto hasta tornarse completamente negro, inmóvil y sentada sobre mi cama.

Después me besarías con ternura y, sin mencionar palabra, me confesarías que tú también me esperaste tantas noches, anhelando el tacto de mi piel bajo tus manos, suspirando por unos ojos que no llegaban... pero que por fin llegaron.

La vida sería menos difícil contigo a mi lado porque, aún en la distancia de la rutina, nos tendríamos presentes cada rato. Verte sería mi recompensa al llegar a casa y por las mañanas nos despertaríamos entre cosquillas. Y perdernos un fin de semana cualquiera en un lugar remoto y desconocido sería visitar el cielo cogida de tu mano, como en un verdadero sueño hecho realidad... no creo que haya algo más maravilloso que eso: cumplir los sueños.

No sé tan siquiera si existes, Amor Desconocido, quizá sólo puedas vivir en mi imaginación... en ese caso no tendré más remedio que seguir viviendo de sueños... y te aseguro que, al menos así, ambos tendremos el final que nos merecemos.

Con amor,
una nube en sueños.

viernes, 1 de octubre de 2010

365 días

La soledad y la nostalgia presentes cuando bajas la guardia. Heridas que queman si posas tus dedos sobre ellas. Una lágrima que se pierde en el mismo silencio con el que vino... Secretos. Silencio. Palabras. Silencio. Silencio. Silencio...No saber dónde y cómo te encontrarás dentro de trescientos sesenta y cinco días, preguntarte una vez más si permanecerás donde te hayas hoy, o quizá, tal vez... saltes por una ventana hacia tiempos nuevos, más allá incluso de lo que te puedas imaginar. Soñar con un futuro de cuento. Y no creértelo, dejar de creer en todo lo que creías: en promesas, en miradas, en gestos, en personas, en ti... Desconfiar del tiempo, verle como el peor enemigo. Cruel, imparable, sin compasión, incansable, agotador... y dejarte vencer un día. Levantarte al otro. Dar un paso y medio. Caer de morros. Quedarte en el suelo. Levantarte de nuevo y volver a caer con otro empujón. Rendirte, no querer ni siquiera intentar levantarte y acurrucarte en un rincón, abrazándote a ti misma, con la cabeza entre las piernas, y llorar procurando no hacer mucho ruido...(sssshhh, calla, no vaya a ser que te oiga de nuevo el tiempo y vuelva para asustarte, ssshhh, más bajo... sshh, calla...). Levantarte un día y sentirte fuerte, decidir intentarlo una vez más: levantarse. Caminar muy despacio, con los brazos ya extendidos (por si acaso) y seguir caminando: no pasa nada, nadie te oye y tú sigues caminando. Vuelves los brazos a su estado normal, la tranquilidad te invade y te atreves a dar pasos más grandes. Oyes su eco, el de tus pies contra el asfalto, pero no caes al suelo. Sigues caminando. Sonríes. Ríes. Satisfacción. Te sientas un rato, de caminar también hay que descansar, y piensas en el antes, el después y el ahora. Escuecen aquellas heridas pero observas que ya no se abren, sientes todavía la sed en la garganta, ese resquemor que siempre terminaba en lágrimas. Y entonces te vuelves a levantar, ya descansaste bastante. Descubres la parte amable del tiempo: no era tan malo, lo que hizo fue empujarte hacia tí misma, ayudarte a conocerte y a sufrir tu propia desdicha para conseguir sobreponerte a ella... Y ahora sigue, sigue caminando, ya nadie te empujará porque el tiempo nunca fue tu contrario... 

Hoy hace un año que comencé a compartir mi mundo en las nubes. Hoy hace un año... Y nunca pensé que pudiera salir de nuevo a luchar al mundo... y lo curioso es que aún hoy, que aunque no sea mucho he avanzado, no sé qué me pasará de aquí a un año. No sé, si en los momentos bajos, flaquearé sumiéndome de nuevo en el pasado y en recuerdos que ya no duelen... pero que siguen conservando su cara más noble.

¿Conoces esa sensación?. Di, ¿sabes de lo que te hablo?

sábado, 25 de septiembre de 2010

Y cuando menos me lo espero...

...va la vida y me sorprende. ¿Por qué?, no lo sé pero no deja de asombrarme cómo cuando pienso que ya está, que no hay más, voy y, mirando al espejo igual que hacía diez minutos antes, me veo diferente. Sí, diferente, mejor, más guapa, con la mirada más limpia... hasta diría que brillante y me gusta. Es entonces, en esa precisa milésima de segundo cuando algo en mi hace ese "clic" que necesitaba y me saludo, como si me echara de menos y me digo:
"Heeeey, qué alegría verte otra vez por aquí. ¿Sabes?, ahora sí, este es tu momento así que sal ahí y aprovecha las oportunidades que te regala la vida: demuéstrate de nuevo todo lo que vales."
Y aquí estoy, experimentando el tan anhelado cambio, la ventana que yo misma me abro en este momento. Cojo los nuevos sueños y las ganas renovadas de comerme el mundo y de ver ese optimismo que tanto me ayudó en un pasado en realidad no tan lejano...

viernes, 24 de septiembre de 2010

¿Qué es para mi un novio?

Para mi un novio debe ser un amigo, qué digo un amigo, el mejor amigo. La diferencia con el resto de amigos es que con un novio además debería compartir una complicidad especial, atracción, momentos de pasión que se prolonguen más allá de la piel, desear cuidarle y que me cuide con el cariño con el que cuido a mi familia y ellos me cuidan a mi. Un novio, para mi, es ese ser que sin saber por qué se convierte en especial y pasa a ser una pieza clave en mi vida. Alguien con el que me sienta mejor persona, que me haga descubrir y al que le haga descubrir millones de sentimientos jamás experimentados... ese todo que llene de luz incluso los días más oscuros, que me convierta en su número uno en la lista de prioridades, que sea feliz sólo con verme sonreír, que quiera ser la cura para quitar las espinitas que se me clavan algunos días y que nunca, nunca, nunca, nunca... se plantee alejarse de mi.

Porque sí, quizá yo sea una idiota, una estúpida que nunca deja de soñar, que vive la mayor parte del día en las nubes: cobarde, ajena, ingenua, inconsciente, ciega, sorda... pero no muda, no muerta, no vencida, no infeliz, no amargada, no envenenada, no egoísta... Y porque sí, vivo en las nubes, sí... ¿y qué? ¿qué pasa? ¿qué hay de malo en buscar un refugio propio donde disipar las tempestades? Soy feliz, así soy feliz: con mis días alegres y con mis días tristes, yo soy así y no quiero cambiarme ni me cambiaría por nadie. Tal vez sea rara, una tía extraña, alguien a quien ni novecientas veintitrés bofetadas bastan para hacer que pierda las fuerzas... pero lo suficientemente pequeña como para sentir el escozor en el corazón y el calor que desprenden los ojos cuando están alerta ante las lágrimas que tratan de asaltarles.

Quizá tenga demasiado idealizado el amor, quizá te idealicé en exceso... quizá, no lo niego... quizá amar de verdad sea eso... quizá soy demasiado corriente, quizá tú no seas lo suficientemente raro para mi pero, siendo sincera, creo que ya no quiero encontrar respuestas, ya no me importa no hallarlas, ya no espero que regrese aquel tiempo y, eso, por primera vez pienso que es buena señal. Avanzo, avanzo, avanzo sintiendo cómo se ha aligerado aquel peso, y guardo, guardo, guardo aquel tú, que me insufló todo el oxígeno que había perdido, en un cofre de roble que descansa entre algodones con olor a verano...

Y ahora sólo quiero ser yo, una loca empedernida que le da mil vueltas a todo, independiente de por vida, dependiente únicamente de sueños y de tiempos pasados que voy coleccionando y que decoran con colores este sitio en las nubes, donde siento que pertenezco y de donde no me iré nunca.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Síndrome de abstinencia

Estoy en una de esas épocas que desde hace tiempo tengo. Te echo especialmente de menos. Maldita sea, yo que sé por qué, es inútil que trates de obtener respuesta porque ni siquiera la tengo para mi. No lo puedo evitar, te pienso, te vuelvo a pensar... y se me encienden las ganas.

Mal. Esto no puede seguir sucediéndome. Me vuelvo a prometer que dejaré de pensar en ti. Me pregunto por qué diablos lo tienes todo. Eres mi puñetera droga, cuando recaigo quiero más y sé que si no lo paro pronto el síndrome de abstinencia será más largo y más duro: pero  me llenan tanto tus recuerdos que me da igual y me juro que sólo será una vez más. La clave está en acariciar los recuerdos sólo de cuando en cuando: qué difícil es cuando en realidad deseo hacerlo a cada momento. 

Ahora me pondré de nuevo a ello, a desintoxicarme de mis propios recuerdos, a callarles hasta la próxima vez y pedirles que no me quemen con su fuego. Lo peor comienza una vez más: frenarme cuando sin darme cuenta me pierdo de nuevo.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Verano y no verano

Los años y las experiencias vividas me han enseñado que el verano se termina cuando uno quiere y, del mismo modo, empieza. Hoy sin saber por qué me he dado cuenta de que para mi no existen cuatro estaciones sino dos: verano y no verano. Dentro de mi cajita de recuerdos no recuerdo los nombres de los meses, sólo tengo en mente viejas sensaciones, alegrías, tristezas y sentimientos... y si pienso en ellos les siento aquí pegados a mi piel como en aquel ayer.

En verano se encuentran los días y momentos más felices de mi vida. En él vi el tono de azul más bonito que jamás pintó el cielo, el tacto más suave que tocaron mis manos y el perfume que lleva puesto el paraíso, las anécdotas más tristes y más vivas que me regalaron y que desgraciadamente no volveré a escuchar en esta vida, tres lunares, unas pocas caricias y un millón de gestos cargados de sinceridad y afecto.

En el no verano la lista de momentos amargos no es muy grande, al menos eso creo, y además no soy capaz de recordarla entera. A la cabeza se encuentran el miedo y la soledad... y lo que ello conlleva. Pero no siento sus puñales al pensar en ellos, sólo veo minutos sueltos que, a modo de flash, me enseñan lágrimas que derramé y algún que otro pedazo de corazón arrancado por ventiscas de hielo. Y en la distancia me siguen entristeciendo y vuelvo a pensar en que realmente fueron sufridos desde el fondo de mi... pero no queman igual.

Nadie desea sufrir pero los veranos no son interminables, como tampoco lo son los no veranos. No diré que me encantan los no veranos porque evidentemente no es así, pero tampoco diré que desearía borrarlos para siempre de mi porque tampoco es así: a veces, cuando el mundo se derrumba, aparece un cachito de ese azul tan bonito y por unos segundos es de nuevo verano...

lunes, 13 de septiembre de 2010

STOP

Y aún hoy los recuerdos consiguen sacarme las sonrisas que creía perdidas. Sigo con mi propia partida: la mía contra mí. No sé si algún día podré darla por vencida. Es enriquecedor, duro y adictivo, el modo que tengo de avanzar con el pasado de la mano. Imagino que no moriré a causa de ello pero, si así fuera, te juro que me iría con la cabeza bien alta y el corazón bien lleno...

jueves, 9 de septiembre de 2010

Penas que vienen y van

Estoy enfadada... o triste... o quizá sean las dos cosas a la vez, no lo sé. La cuestión es que no me siento muy a gusto hoy y no me gusta ver que no soy capaz de liberarme rápidamente de esta sensación. Me da rabia verme como una cría chica que patalea, se cruza de brazos y frunce todo el rostro en señal de inconformismo, me da rabia... y me da más rabia todavía cuando pienso que no lo puedo evitar.

Cuando estoy así siempre termino llorando. Otra vez siento la impotencia de no poder evitarlo mientras las lágrimas calientes me resbalan por el rostro, maldita sea, me pregunto cuándo tendré la madurez suficiente para no derrumbarme a la primera de cambio...

Aparece el cariño, los besos y los ánimos. Vuelvo a llorar, pero ahora porque por mi debilidad sufren conmigo. Eso es algo que me cuesta mucho perdonarme, soy egoísta y parece que sólo me doy cuenta de ello cuando contagio mis pesares al resto. Soy afortunada, la más afortunada del mundo entero por tenerles a ellos, y no hago más que agobiarles con estupideces que al fin y al cabo no tienen tanta importancia...

Pasan los minutos, transcurren las horas, y los problemas que se me antojaban aplastantes se pierden como el humo de un cigarro en el aire, pero permanece el malestar. Dejo que se quede, aunque a los treinta minutos llegan una magdalenas de chocolate, unas palabras más dulces que el azúcar y un corazón que sonríe agradecido de nuevo. Y ya se van las penas... ya se van y ocupando su lugar ahora queda una bolsa de magdalenas.

Y aunque lo escriba aquí y lo repita cada día, nunca me cansaré de dar las gracias a la vida por brindarme vuestro afecto y compañía. 

martes, 31 de agosto de 2010

Carta al viento para un amigo

Querido amigo,

hace ya tiempo que no sé de ti. Es normal que ya no tengamos contacto, nuestras vidas siguen caminos distintos, llegamos, nos vamos, andamos de aquí para allá... son las cosas de la vida que no se pueden cambiar. Siento mucho no haberme decidido a escribirte antes y reconozco que lo hago ahora por un motivo concreto.

Unos amigos muy cercanos han perdido a uno de sus hijos este fin de semana. Tras su muerte queda una familia y amigos destrozados: sus padres, su esposa, sus hijos... Ayer me acerqué hasta la casa de estos amigos para darles mi más sincero pésame. No tengo palabras suficientes para describir a la perfección la escena y la mezcla de sentimientos vividos. Lágrimas, palabras de auténtico agradecimiento por unos minutos de compañía, afecto, dolor, humanidad...

Llevo un par de días pensando en el modo que nos puede cambiar la vida en apenas unos segundos sin esperarlo, por inverosímil que nos parezca... Me ha dado por pensar en ti porque siempre fuiste un gran amigo, uno de verdad y no uno de esos disfrazados que de cuando en cuando encontramos por el camino y con el tiempo descubrimos que en realidad nunca nos brindó una verdadera amistad. Por eso, a pesar del tiempo pasado y de los recuerdos enterrados, sigo preguntándome cómo te irá, si estarás bien y deseando que disfrutes en cada momento de tu recorrido.

Un día moriré, como todos, y no sé si tras de mí quedará gente que me recuerde, haciendo así que, de algún modo, siga con ellos. No lo sé. Lo que sí sé es que algún día perderé a algún ser querido, como ya los perdí antes, y volveré a llorar sin cesar, a recordarles constantemente, a preguntarme porqués que no obtendrán respuesta y a sentirme sola aún estando rodeada de gente. Desgraciadamente algún día a ti te pasará lo mismo, como a todos, y en esos momentos el único consuelo serán tu familia y amigos... y me gustaría poder consolarte o símplemente abrazarte mientras llorases y arroparte en tu duelo personal, porque me demostraste tu amistad y aunque ahora la distancia entre nosotros sea grande, cuando te recuerdo, la palabra amigo aparece representada en mayúsculas en mi mente .

Supongo que muchas veces la vida es así, nos acerca y nos aleja, y me ha enseñado que no hablar con alguien no significa que ese alguien nos haya olvidado o que esté enfadado, es sólo que la vida nos lleva por caminos distintos y lo realmente importante es mantener cercanos otros tiempos vividos y no dudar de que, a pesar de los días y los años, podemos volver a llamar a aquel viejo amigo y decirle entusiasmados "hey, yo no te olvidé, te sigo considerando mi amigo y me encantaría verte, ¿te hace un café?".


Una nube amiga.

martes, 24 de agosto de 2010

Sigue, sigue, sigue y no dejes de seguir

- ¿No te cansas?
- ¿De qué?
- De seguir pensando lo mismo
- No. No me canso porque no hago el esfuerzo de pensarlo, símplemente viene a mi mente y lo pienso... "le" pienso.
- ¿Y no te duele?
- Cada vez menos porque le estoy convirtiendo en uno de mis mejores recuerdos: y los buenos recuerdos no duelen porque son la cura para las heridas nuevas.
- No te entiendo.
- No hace falta que lo hagas. Y ahora, venga, vamos a seguir comiéndonos el mundo que nos quedan muchas cosas por vivir.

sábado, 14 de agosto de 2010

Cosas que construyen una vida

Una canción de los 80, el olor de un regaliz rojo, una enciclopedia desfasada, diez mil pares de playeras, cerrar los ojos ante el sol cegador de mediodía, soñar con los caminos que se pierden al decidirnos por otra opción y vivir siempre pensando que mañana nos esperará, seguro, algo mejor.

Cantar "Sweet Home Alabama" junto al viento sur que sopla más allá de las ventanas, recuperar esa camiseta desteñida que participó en doscientas cuarenta y ocho tardes de verano, resbalar cuesta abajo en la hierba húmeda por el rocío y volver a levantarse para ascender de nuevo sin parar de reír y recordar que son momentos así los que hacen que la vida merezca la pena.

Subir y bajar cincuenta y siete veces al día de las nubes, gritar hasta quedarse sin oxígeno cuando el malestar indescriptible te come por dentro, reventar los límites de la felicidad cuando recibimos un gesto de cariño inesperado, no dejar de admirar que, aunque pensemos que hemos cambiado, siempre queda esa esencia en nuestro interior... y valorar, nuestro propio proceso de construcción...

jueves, 5 de agosto de 2010

Promesas

Hace ya tiempo que no me limito a esperar. Hace ya tiempo que decidí caminar mirando al frente. Hace ya tiempo que construyo metas al amanecer, las mismas metas que por la noche se derrumban con el frío. Hace ya tiempo que no lloro un día sí y al siguiente también... hace ya tiempo que dejé de tener ese malestar constante en mis entrañas, el nudo permanente en la garganta, los recuerdos asomando en cada una de mis miradas. Hace ya tiempo que dejé de ser "nadie". Hace ya tiempo que comencé a construir "alguien"... el mismo tiempo que hace que comencé a hacerme promesas que voy a cumplir.

Prometo no destruir lo malo del pasado, lo transformaré y será mi estructura más sólida. Prometo no empañar lo bueno del pasado: cogeré todos mis días de verano, las sonrisas más bonitas que me han regalado, los abrazos de consuelo de los amigos que nunca me dieron de lado, los chistes malos que me hacen revivir durante horas, las llamadas sorpresa de mi familia para preguntarme cómo me va la mañana, los "te echo de menos" que me han arropado... cogeré todo y decoraré con ello cada rincón, incluso aquellos que queden condenados a vivir con temperaturas bajo cero.

Prometo no perderme mi vida, prometo intentarlo con todas mis fuerzas. Prometo no pensar más en un futuro lejano, ni en un futuro incierto. Prometo que me dejaré arrastrar por donde el aire sea limpio y, si veo que el ambiente comienza a ser húmedo y el cielo se vuelve turbio, lucharé incansable hasta alcanzar el horizonte despejado. Prometo que nunca volveré a sentirme derrotada porque, con el paso del tiempo, siempre he podido comprender que de todo gané algo. Prometo cuidar y mantener a mi lado a todas aquellas personas que me demuestran que me cuidan y desean mantenerme a su lado: sin pedir nada a cambio, sin reclamarles atención, cuando menos lo espero... transformando sus días (y mis días) de 24 horas en 25 horas: y es que no sé cómo lo hacen pero siempre me regalan un momento...

Por último, prometo dejar de pensar que las promesas son palabras que se lleva el viento y que se pierden en el tiempo, prometo... prometo que nunca dejaré de creer en las promesas.

martes, 3 de agosto de 2010

Brindemos

Déjame que te diga que mi vida sigue, que sí, que sigue... pero no como me gustaría. Déjame que te confiese que no consigo librarme de esa sensación de cercanía a ti... Siento que no es malo... siento que es una condena y que no consigo sacarte de aquí.

Hace ya tiempo que, a solas, hablo con el silencio. Y en ese silencio a veces imagino que tú me escuchas y entonces te enseño los secretos de mi mundo; otras veces imagino que no escuchas, porque duermes plácidamente arropado por el aroma de mis sábanas, y le cuento en susurros, a los ángeles del cielo, lo maravilloso que eres: del tesoro que guardas en ti, de la suerte que tuve de reconocerte... Bendita suerte... y siempre me recuerdo que, cuando tenga la ocasión, no se me debe olvidar agracederle a quien corresponda que me brindara esta suerte: no se me va a olvidar, lo prometo, cuando llegue el momento no me olvidaré de agradecérselo a las estrellas del firmamento.


Hoy escribo esto, como podría haberlo escrito ayer, o como sé que podría escribirlo mañana: y siempre podría escribirlo, con distintas palabras pero la misma sensación. 

En los últimos tiempos he descubierto algo que una parte de mi odia saber y la otra, que siempre lo supo, negocia con ella una convivencia pacífica. He descubierto que, en el fondo, por mucho que piense que desapareciste de mi mente, no es así. Me he dado cuenta de que, cuando el estrés disminuye y me deja levantar un poco la cabeza, tú sigues ahí. Detrás de miles de horas de mente ocupada, después de fines de semana en los que la familia y los amigos llenan cada segundo, después de todo, después... como una pequeña vela encendida al final de un túnel infinito, estás tú.

Y, ¿sabes qué más descubrí?, que es en esos momentos en los que llego hasta esa vela, pequeñita y que permanece en el fondo, cuando hablo conscientemente con el silencio: e imagino que tú también estás allí y, con tu mirada más sincera, me escuchas... y yo, con mi silencio más sincero, te lo cuento todo de nuevo.

Mi vida sigue, no como me gustaría... pero sigue. Así que hoy decido seguir, con la cabeza alta y el alma tranquila, levanto una copa cargada de buenos momentos y brindo por ellos: chin-chin.

sábado, 31 de julio de 2010

Sonidos del mundo

Lo primero que hizo nada más llegar a la playa fue extender la toalla sobre la arena seca y cálida, acto seguido se quitó la ropa que cubría su cuerpo enfundado en el bañador estampado, que se había comprado el año anterior en rebajas, y fue hacia el agua a bañarse.  El agua no esta muy fría, de hecho, al zambullirse se le antojó cálida como un abrazo en una noche de invierno a la intemperie.

Después de varios minutos decidió salir para dar un paseo por la orilla y secar así sobre su piel el agua salada, dejando que los pequeños granos de sal se acomodaran en ella a su antojo. Cuando regresó a su toalla y se tumbó, boca abajo, sobre ella sintió una extraña sensación de paz. No era uno de aquellos días soleados de los que había podido disfrutar el resto de la semana, más bien era un día nublado, como los que anteceden al otoño: nubes cubriendo el cielo, en calma, alejando con su llegada el sonido de las aves que emprenden un nuevo destino hacia tierras más cálidas.

Con el silencio del cielo y el susurro de las olas muriendo en la orilla, se durmió. Al cabo de una hora, cuando despertó, tuvo la sensación de no saber dónde se encontraba, hasta que de nuevo percibió el sonido del mar. Entonces levantó ligeramente la cabeza y comprobó que estaba totalmente sola en la playa. Se dejó caer de nuevo sobre el suelo, respirando profundamente, y se quedó mirando al infinito, que se perdía en la arena que podía ver, sin pensar en nada.

Un chico se  tumbó a su lado, también boca abajo, y la miró sonriendo:
- ¿Qué haces? - le preguntó en un tono apenas audible

Ella no se asustó, no tenía miedo ante la repentina presencia de ese ser humano de ojos dulces, así que cerró los ojos y le contestó en un susurro:
- Escuchar el sonido del mundo - sonrió- ¿lo oyes?...

Pero a los escasos segundos, cuando abrió de nuevo los ojos, no encontró a nadie a su lado...

lunes, 26 de julio de 2010

La fiesta

Después de despedir a los últimos invitados se da la vuelta lentamente y, cansado, se sienta en una silla situada delante de la foto: la más importante y, a la vez, la más amarga y dolorosa.

Recuerda el momento en que la sacó: en aquel entonces era el hombre más infeliz sobre la faz de la tierra. Nadie estuvo nunca tan vacío como él en aquel tiempo, nadie estuvo nunca tan lleno como logró estar él hasta una hora antes de la tomar la foto, nadie...: un antes y un después que cambió por completo su vida, sin sospechar ni siquiera en aquel entonces hasta qué punto lo haría...

Con tristeza lo recuerda, un pellizco de nostalgia le muerde el corazón mientras permanece allí, sentado, admirando la vieja foto. Con la última copa todavía en la mano, piensa en la fiesta que acaba de finalizar. "Siendo objetivos - se dice para sí - ha sido una gran fiesta."

Y, al decir verdad, razón no le falta. Como otras veces, la prensa hablará de ello durante varios días, sus conocidos y allegados le felicitarán aún después de varias semanas y, por la calle, no faltarán seguidores que, al reconocerle, le pidan un autógrafo: es consciente de que muy poca gente en la ciudad sabe ofrecer el arte en su más espléndida expresión y organizar una fiesta a la altura que se merece.

"Como dice ese viejo refrán - piensa mientras se levanta y sus ojos quedan a la misma altura que la foto- lo que no te mata, te hace más fuerte." Y con esa convicción que da la experiencia y la perspectiva del tiempo, apura el whisky del vaso, lo posa en la mesa y, volviendo su espalda a la pared, se dirige hacia la puerta, la abre, apaga las luces y, acto seguido, el artista cierra tras de sí la puerta, una noche más...

viernes, 23 de julio de 2010

El pasado de Marcela

- 21, 23,...
- ¿ Qué dices Marcela? - pregunta Claudio
- Recordar. 31, 6...
- ¿Recordar? Llevas con nosotros un par de años y nunca nos has contando, tan siquiera, cómo eran tus padres o si tienes hermanos.
- 31,...
- ¿Puedes para ya?
- Lo siento. Nunca he contado esas cosas del pasado porque, al decir verdad, apenas recuerdo ninguna... y para contar un pasado a medias prefiero no contar nada.

Claudio la mira asombrado y un tanto apenado. Aquella tarde de tormenta, dos años atrás, estaba colocando los vasos, casi abrasadores y humeantes que acababan de salir del lavavajillas, en la repisa situada bajo la barra cuando Marcela irrumpió en su local. Él le dijo que todavía estaba cerrado y que podría volver en un par de horas si deseaba tomar algo, pero ella no iba en busca de una copa sino de un trabajo, algo que hacer en su vida. Desde entonces, no le pudo dar la espalda: la chica estaba sola y, según dijo, no tenía parientes ni amigos en la ciudad. Le abrió las puertas de su casa y no le costó convencer a Fabiola, su esposa, de que dejara quedarse a la chica en el cuarto de invitados cuando le contó su historia. Marcela era para ellos la hija que tanto buscaron y la vida no les pudo dar: desde que entró en sus vidas pudieron volcar en ella todo aquel afecto que, entonces, se comenzaba a marchitar.

- Anda, vete a casa y descansa un rato - dice mientras posa su mano sobre su hombro derecho - llevas ensayando esos pasos nuevos durante toda la semana y ya no pueden ser más perfectos.

miércoles, 21 de julio de 2010

Oigo

Oigo una canción y la canto en susurros.
Oigo una canción y bailo al son de su ritmo apasionado.
Oigo una canción y escucho atentamente cómo habla del pasado.
Oigo una canción... la oigo y, al hacerlo, pienso en un sentimiento de rostro difuminado.

Oigo el eco de mi voz interior y me pregunto quién ha preguntado.
Oigo el eco de mi voz interior y no sé si me apetece seguir viendo que sigue igual.
Oigo el eco de mi voz interior y el ruido de fondo me impide entender bien qué dice.
Oigo el eco de mi voz interior... lo oigo y, al hacerlo, no consigo imaginar un futuro totalmente lleno.

martes, 20 de julio de 2010

Personas

Personas. Todos somos personas. Me da igual que tengamos edades distintas, ideas distintas o modos diferentes de trabajar: eso me da igual.  Lo que no me da igual es que, por mucho que estemos estresados, nos creamos con derecho a prevalecer sobre el otro. Con esto quiero decir que hoy he tenido que soportar a un jefe altivo, que pretende obtener resultados grandiosos de la nada y que piensa que el único trabajo importante es el que él realiza. Y no, no me parece justo que, después de no haberme prestado atención ni haberse interesado por mi trabajo ni haber "hablado" con el cliente cuando yo le preguntaba, en varios meses en los que he estado buscándome la vida, literalmente, sola, venga ahora diciéndome que "el cliente lo quiere para mañana porque se va" y lo único que haga sea darme gritos.

No soporto a la gente ofuscada que sólo piensa que las cosas deben resultar y hacerse cómo se piensan ellos, sin intentar por un momento interesarse por las novedades, limitando así las oportunidades y ventajas posibles. Me enerva la gente que no escucha cuando tratas de explicar, haciendo un gran esfuerzo para que no se pierdan y te sigan, lo que has hecho y por qué.

No me importa trabajar durante varias horas seguidas, hasta bien entrada ya la tarde, aguantando sólo con un pincho de tortilla a las doce, sin levantarme de la maldita silla en todo el tiempo: eso no me importa, puedo trabajar durante todo el día si realmente hay urgencia y es necesario, que no me importa y lo hago sin pedir después nada a cambio. Lo que sí me importa, lo que de verdad me importa, es el modo que tiene de tratar a la gente ese que se hace pasar por "jefe" o "director": ya sé que la vida es dura, y que las cosas la mayoría de las veces no son fáciles, lo sé y soy capaz de enfrentarme a ello, con calma, poco a poco, para no perder los nervios y pagarlo con los demás.

Hoy, le dedico esta entrada a ese ser humano que me ha mostrado lo ruin que puede llegar a ser una persona. Gracias queridísimo desconocido, gracias, porque así tendré presente, aún más si cabe, lo que no quiero llegar a ser algún día y en lo que no me quiero convertir. El camino es hostil, pero no me dejaré vencer por gente que sí se dio por vencida.

sábado, 17 de julio de 2010

Un antes y un ahora

El sol, el cielo azul de verano, la arena mojada, las olas que morían en la orilla acariciando mis pies: las uñas pintadas de amarillo y comentar entre risas lo bien que quedan con la piel ya morena.

La libertad, la mente despejada, el buen humor llenando cada rincón de mi cuerpo, la felicidad brillando en cada gesto: no es que fueran tiempos mejores, es que fueron momentos inolvidables.

Las nubes grises, temperatura a veces otoñal, la lluvia humedeciendo el asfalto: las uñas de las manos pintadas de morado y comentar con asombro la extraña apariencia que dan.

La falta de libertad, la mente saturada, la seriedad dominando la mayor parte del tiempo: no es que sean tiempos peores, es que son momentos que deseo que pasen lo más rápido posible.

martes, 13 de julio de 2010

Berta

Arranca el viejo jeep de segunda mano, quita la capota de lona gruesa, mete su CD favorito y emprende la marcha. Cuando coge la autopista, dejando tras de sí la pequeña ciudad, siente como un hormigueo que nace de su estómago se propagaba por sus venas hasta llegar a todas las partes de su cuerpo: sus pies, sus manos, su rostro. Sonríe y, luego, al verse a sí misma a través del espejo retrovisor, ríe divertida. No es que se vea radiante, es que lo está. El cielo está totalmente despejado, como su mente, y el sol corona en lo más alto, regalando con sus rayos de luz esperanzas y sueños por doquier, como su alma, que juega divertida a inventar días nuevos.

Sube el volumen cuando, a los cuarenta y cinco minutos de viaje, comienza a sonar su canción favorita: le encanta el ritmo de las guitarras que guiñan alegres, como haciendo un homenaje, al estilo country. No lo puede evitar y mueve su pie izquierdo al compás de los acordes, como si bailara en una de esas pistas de baile locales, rodeada de cientos de personas, al unísono.

Para a repostar al cabo de dos horas, sólo tiene calderilla en el bolsillo así que toma la decisión de llenar el depósito todo lo que le permita el dinero y continuar conduciendo hasta que se acabe el combustible. Arranca de nuevo y continúa por una carretera comarcal. Después de haber rodado setenta y tres kilómetros, el chivato del depósito se ilumina. Berta sabe que eso significaba que el viejo Suzuky ha entrado en reserva y, en pocos kilómetros, ya no quedará gasolina para continuar el trayecto, pero eso no le preocupa.

Cuando el vehículo cesa la marcha le acerca a la cuneta, ayudándose de un leve empujón, mientras mantiene el Suzuky en punto muerto y sin el freno puesto. Berta permanece allí de pie, tranquilamente recostada sobre el lateral izquierdo del viejo jeep, esperando la siguiente señal que la conduzca por su camino.

domingo, 11 de julio de 2010

Lily va a la playa

Era la primera vez que su padre la llevaba a la playa y en el cielo azul de verano reinaba el sol, calentando el ánimo de los bañistas y los más rezagados que se limitaban a tumbarse sobre la arena. Lily llevaba un pequeño bañador rosa con flores, a juego con su cubo y su pala para jugar en la orilla. Bajaba las escaleras de piedra, que llegaban hasta la arena, a hombros de su padre. La pequeña no podía parar de sonreír y de quedarse maravillada con el sonido de las olas y las gaviotas que cruzaban el cielo por encima de ella. 

- ¿Qué dices cariño, te gusta la playa?
- ¡Sí, papi! - respondió ella pellizcando las orejas de su padre.

Ya en la arena seca, Lily sintió su tacto suave y cálido. Sus pies quedaban enterrados a cada paso que daba por la arena mojada y fría, mientras su padre caminaba a su lado cogiéndola de la mano.

- Papi, papi, ¿puedo bañame? - preguntó la pequeña señalando el mar
- Claro, pero nos bañaremos aquí cerca de la orilla, ¿vale? porque más allá cubre mucho y todavía no sabemos nadar.
- ¡Quiero aprender a nadar, papi!
- Vale, vale - dijo su padre riendo - la semana que viene nos apuntaremos a un curso para aprender a nadar.
- ¡Síiiiii! - gritó, emocionada, chapoteando en la orilla 

Después del baño, volvieron a sus toallas para comer el bocadillo de tortilla que habían preparado por la mañana ellos mismos: a Lily le encantaba ayudar en la cocina y, si era su padre el que iba a hacer algo, acudía corriendo a su lado, para poder verle de cerca e intentar adivinar así cuál era el ingrediente secreto que utilizaba para que siempre le quedara todo tan rico... pero nunca conseguía saber cuál era.

El sol seguía calentando con fuerza, así que, el padre de Lily la echó crema solar para que su delicada piel no se quemara mientras jugaban en la arena mojada, con el cubo y la pala que habían traído. La tarde les sorprendió sin avisar, la gente comenzaba a recoger las sombrillas de rayas y se vestían con camisetas de tirantes y pantalones cortos. Se volvieron a bañar cerca de la orilla, para quitarse la arena que tenían por todo el cuerpo después de haberse rebozado durante tanto rato con ella. Después se cambiaron para ponerse un bañador seco y vestirse.

- Mmm qué hambre tengo Lily, ¿nos comemos un helado?
- ¿De chocolate?
- De chocolate o de otro que prefieras
- ¡Chocolate!

Así, sentados en un banco, mirando el mar y la playa vacía en la que habían pasado aquel día, Lily y su padre se comieron un helado de chocolate: tan dulce y tan inolvidable como ese momento.

jueves, 8 de julio de 2010

Desencantos de la vida

Últimamente... no sé, trato de pensar en algo bueno que poder contar y no encuentro nada, por eso hace tanto que no escribo. Diez días en principio pueden no parecen mucho pero para mi, que escribía todos los días y a cada instante sentía esa necesidad de dibujar palabras, se me antoja como una eternidad. Creo que me siento fuera de sitio, no porque no quiera escribir, sino porque es como si esa parte de mi se hubiera cogido vacaciones: y eso me hace sentir tan extraña en mi propia piel... y no me siento a gusto, no me siento completa sin esos pensamientos e ideas que me hacían los días más llenos y llevaderos.

Creo que se debe a que estoy totalmente inmersa en mi PFC. Me paso las mañanas sentada en la silla azul de turno, anotando cada cosa que hago y los resultados más destacados. Algunas tardes voy un rato a la piscina o símplemente leo un libro. Después salgo un rato a caminar y cuando vuelvo ya es la hora de cenar y marcharse a la cama. Me motiva estar más centrada en mi trabajo, no lo niego, porque aunque (casi siempre) resulte estresante es eso precisamente lo que me hace avanzar cada día, por poco que sea y sentir que no lo estoy haciendo mal del todo. Pero luego está esta otra parte... y es que me he dado cuenta de que si dejo de escribir durante tantos días empiezo a desencantarme de la vida y, entonces, incluso eso que tanto me hace creer que "valgo" pierde su sentido y me enfando y si fuera aún pequeña diría "¡pues ya no respiro!"...

Así que intentaré no abandonarme tanto de nuevo, y seguiré compartiendo(me) esos pequeños encantos de vida que, para poder verlos, a veces es necesario sentarse y, simplemente, dejar nuestra mente ir.

lunes, 28 de junio de 2010

Verónica

- ¡Verónica, Verónica! ¿me oyes?
Silencio.
- ¡Vamos, Verónica vuelve! no puedes seguir así, ¿sabes? te estás matando - grita mientras le da unas ligeras palmadas en las mejillas
- ¿Acaso importa? - dice ella con los ojos cerrados, entre sus brazos, y con susurros moribundos - acércame esa botella de whisky, anda...
- Está vacía y era la última
- Vaya... y ahora, ¿qué hago?
- Lo que hacemos todos: luchar por vivir

lunes, 21 de junio de 2010

Flash

Recuerdos que corren por mi mente, pasan rápidamente, a la velocidad de la luz. Como el flash de una cámara de fotos, iluminan por un instante, de nuevo, mi corazón: ya casi no siento - susurra distante. Leo su pensamiento a escondidas, sin hacer ruido tras el muro en que se encierra. Algo en él se oscureció, perdió la ilusión y las esperanzas, que alimentaban su ansia de luchar cada día, por un futuro mejor. 

Le tiran piedras con mensajes que consiguen atravesar, rompiendo, las ventanas de doble cristal. Los lee cuando vuelve en sí de las ensoñaciones en que está inmerso. En algunos le tachan de orgulloso y de ingenuo, en otros le compadecen y le ofrecen su propio calor. Contesta únicamente a estos últimos, les dice que no se merece tanta atención y que no quiere ser descortés pero que no puede aceptar tal tesoro, y que lo guarden con sumo cuidado y envuelto en terciopelo para cuando llegue el corazón que les anhela a ellos. Se despide firmando con una lágrima con olor a coco, enrolla los mensajes de respuesta en las piedras, dispersas por su habitación, y las impulsa, con la poca fuerza que le queda, de vuelta hacia el exterior.

Ojalá no se preocupasen - piensa mientras se sienta lentamente en un rincón y mira el cielo, limpio de nubes, sobre él - me creen desdichado por estar aquí solo pero, en realidad, hay corazones más desdichados: aquellos que orgullosos o ingenuos se dejan amar o pretenden amar, sin sentirlo, condenando egoístamente su felicidad y la del otro. 

sábado, 19 de junio de 2010

Aquel Jueves de Junio

Lily se despertó como de costumbre, con los leves y suaves meneos que le hacía siempre su madre. Después de recibir mil quinientos setenta y tres besos y abrazos de sus padres y hermanos, Lily fue dando saltos hacia la cocina para desayunar. Se paró de pronto y su pequeña boca se abrió, por la sorpresa, todo lo que le permitían sus rosadas mejillas.

En la mesa todo estaba perfectamente colocado. Una enorme jarra de zumo de piña, otra de leche caliente, mermelada de arándanos, rebanadas de pan recién horneado, macedonia de melocotón, nectarina, uva y guinda. Todo estaba pensado esa mañana para complacerla y no faltaba nada, ni siquiera sus galletas favoritas: esas con forma de nube y sabor a naranja.

- ¡Felicidades! - gritaron al unísono todos detrás de ella

Lily se sentó corriendo en su silla de siempre, y el resto la siguió, comenzando así a degustar aquel festín mañanero. La comida estaba tan rica en su boca como aparentaba estar a la vista y la mezcla de aromas les sumergió en un ambiente de afecto y camaradería que hizo que sus tiempos se parasen para sincronizarse.

Más tarde, cuando Lily entró aquel día en clase, con el sol a su espalda, todos sus compañeros la felicitaron, porque en el calendario que tenían colgado de la pared estaba escrito su nombre con letras amarillas. Ella les dio las gracias regalándoles, con su gran sonrisa, destellos de felicidad. Cuando se sentó en su pupitre, Max, a su lado, le preguntó:

- ¿Y qué te han regalado?
- ¡Mi desayuno favorito! - dijo ella emocionándose al recordar cada imagen de nuevo
- Eso no puede ser un regalo - contestó Max arrugando la nariz - a mi por mi cumpleaños me compraron un scalextric
- ¡Qué chachi!, ¿y juegas mucho con él? - preguntó Lily curiosa
- No... - respondió Max agachando la cabeza- mis papás no tienen tiempo para jugar conmigo

Max pensó en el regalo que le habían hecho a Lily por su cumpleaños y sintió envidia de la niña. Él nunca tuvo el día de su cumpleaños algo tan sencillo y valioso como su desayuno favorito.

- Te cambio mi regalo por el tuyo- dijo el niño
- Yo no quiero cambiar mi regalo - dijo Lily - pero si no te gusta el tuyo y quieres uno nuevo, puedes venir luego a comer a mi casa. Hoy habrá espaguettis, con tomate hecho por mi mami, y de postre tarta y helado de limón.
- Mmm... ¡qué rico! - dijo Max mientras se le hacía la boca agua - ¿de verdad puedo ir?
- ¡Pues claro!, todo el mundo se merece tener un regalo que le guste.

jueves, 17 de junio de 2010

Desconocidos

- Hola
- Hola 
- ¿Cómo estás?
- ¿Eh?

- ¿Cómo estás? -repite en un tono más elevado temiendo que antes no le hubiera escuchado bien

- Perdona, ¿te conozco?

- ¿Qué? - no se puede creer que le haya preguntado eso - ¡Pues claro!, mira que eres tonta, no me gastes esas bromas, ¡niña! - ríe creyendo haber descubierto su juego

- Creo que te has equivocado de persona... pe... perdona, tengo prisa 
- dice mientras se da la vuelta un poco asustada.

- ¡Eh! - grita mientras la observa, quieto, alejarse con paso ligero- ¡eh!...- pero ella continúa su camino, sin volver la vista atrás, mientras él se pregunta por qué...

martes, 15 de junio de 2010

Sabor a tango

Marcela es bailarina. Trabaja en un cabaret clandestino, a las afueras de la ciudad, donde los reyes del tráfico de estupefacientes y asesinos a sueldo más temidos cierran sus tratos con un par de whiskys dobles de por medio. El humo que desprenden los habanos que fuman perfuma el local con una niebla densa, la única iluminación del ambiente es la que ofrecen las lámparas que descansan en el centro de las mesas: está todo pensado para que los chanchullos intimen libres de miradas obscenas.

Sobre el escenario, suena un tango tras otro y Marcela baila todos, sola. Se imagina que la sujeta un príncipe azul, uno con acento argentino (como los tangos) y con olor a canela. En realidad, ella preferiría bailar El Lago de los Cisnes, ponerse un tutú blanco y pintar sus párpardos con purpurina, pero no puede porque está encerrada en ese cabaret, donde un día de tormenta llegó con una mano delante y otra detrás. Marcela no recuerda de dónde vino ni sabe dónde acabará, sólo que adora bailar y cada noche se entrega a los tangos con su príncipe, a la luz de la clandestinidad.

domingo, 13 de junio de 2010

Café con palmeritas

- Uuhh, ha refrescado mucho desde ayer, ¿tú no tienes frío, nena?
- Un poco sí, la verdad - dijo ella sonriendo ampliamente
- Así me gusta, ya sabes que me encanta ver cómo te ríes

Entonces la "nena" se acercó, le dio un beso enorme en la mejilla y fijó sus ojos en los de ella.

- ¿Cómo lo consigues?
- ¿El qué, nena? - preguntó divertida
- Que tus ojos siempre brillen de esa manera.

Rio mientras le cogía de las manos. Sus manos también estaban frías, sin duda eso lo había heredado de ella, al igual que su corazón, que latía con tanta fuerza que muy pocos oídos eran capaces de soportarlo.

- ¿Merendamos un café bien calentito? - apretó sus manos entre las de ella
- Vale... - dijo rindiéndose a obtener respuestas - ¿has traído"palmeritas"?
- Claro, nena, ya sabes que en tardes como ésta siempre las compro.

sábado, 12 de junio de 2010

Sonríe un poco nena...

Subió corriendo las escaleras hasta llegar ante la puerta de su casa, abrió y cerró en un "plis-plas", con un portazo sordo. Dejó las llaves en el viejo cenicero de barro, recuerdo de uno de aquellos viajes que acostumbraban a realizar sus padres. Se quitó las playeras sin desatar los cordones, ayudándose solamente con los dedos de los pies. Se sentó en el sillón de flores pasado de moda y comenzó a llorar.

- Pero..., ¿qué te pasa, nena?, ¿por qué lloras? - le preguntó angustiada mientras se sentaba a su lado y le apartaba el pelo que caía sobre sus ojos.

- Nada... - titubeó entre sollozos ahogados.

- No dejes que nada pueda contigo, ¿me oyes? tú vales oro, nena, que te lo digo yo que te conozco como nadie... ¡hombre si te conoceré yo! - le retiró unas lágrimas con el dorso de su mano cubierta de pecas - anda, nena... sonríe un poco.

- No tengo ganas de sonreír - le contestó mientras levantó el rostro para mirarla - no me encuentro muy bien... - sentenció con voz apagada.

-  Hazlo por mí, di, ¿lo harás?.

Cerró los ojos sintiendo sus dedos fríos a través de los mechones de cabello que caían sobre sus mejillas. Volvió a dejar que las lágrimas salieran a su antojo cuando sintió que su presencia se alejaba, una vez más.

- No te vayas, por favor... - suplicó temblando

- Sonríe un poco nena... que sino luego no encontraré el camino hacia tus sueños... 

jueves, 10 de junio de 2010

41 de Mayo

Son las 11: 45. Llueve, llueve mucho. En la calle sopla con fuerza el viento sur, mojando con incontables y diminutas gotas los cristales de la gran ventana. Un capa de niebla se ha tragado la cima de las montañas, a varios kilómetros de aquí, haciendo que no recuerde exactamente cuáles son sus dimensiones.

Estoy destemplada, no sé si es porque la temperatura ambiente ha disminuido o sólo es cosa de mi cuerpo así que abro la ventana y me asomo poco a poco, dejando que las gotas se vayan posando sobre mi rostro, como pequeñas chispas, para ser absorbidas por mi piel. Respiro, y mis pulmones se llenan de ese aliento cálido tan propio de este tipo de viento: me gusta, no, miento, me encanta, sí... me encanta. 

Cierro la ventana. Ya no siento frío, noto la sensación de hambre. Hace ya mucho que desayuné, así que decido regalarme una naranja y un café en una de mis tazas favoritas: una de esas con historia feliz y que siempre consiguen animarme. Sirvo en ella la leche fría y la meto al microondas durante un minuto, en el que cojo una cucharilla, el café, el azúcar y vuelvo ante el microondas, donde la taza amarilla sigue girando al ritmo de un chotis, y me como la naranja. "Tiiiiiiiin", canta el viejo microondas pero no le hago caso. Espera a que me termine la naranja, hombre..., otras veces no terminas tan rápido... - pienso para mi misma. Saco la taza, echo una cucharadita de café, dos y media de azúcar, y, removiendo, me vuelvo a mirar el cielo a través de la ventana, que continúa llorando.

Son las 12:04. Los niños del colegio de enfrente entran de nuevo a clase tras su recreo y con ellos los gritos de la calle se van apagando. Me pregunto si habrá algún niño que no sea feliz, me parece una idea descabellada, y sólo el pensar que pueda ser así me asusta. Deseo estar equivocada, ojalá disfruten y nunca olviden esos recreos, espero que no tengan que conocer grandes sufrimientos en sus vidas y, si alguna vez les llegan a conocer, que sea lo más tarde posible: para que les de tiempo a que la alegría que guardan dentro crezca y puedan adquirir así la fuerza necesaria para superar cualquier cosa, por muy mala que sea.

Termino el café y la taza sigue templando mis manos. Veo los apuntes encima de la mesa del comedor. Debería de seguir estudiando, pero las energías con las que empecé ya no están: prefiero escribir. Miro la página en blanco desde la pantalla de mi portátil pero no sé qué decir, la niebla ha liberado de su prisión a las montañas y se ha alojado en mi cabeza. Quiero hablar pero no sé dónde fueron a parar las palabras que acostumbran a acompañarme cada instante. Empezaré por algo sencillo - me digo- describiré qué tiempo hace...