viernes, 31 de diciembre de 2010

31 de Diciembre de 2010

El año llega a su fin. Nunca he hecho balance de lo bueno y de lo malo. Alguna vez lo pensé, lo reconozco, pero nunca lo llevé a cabo, ¿para qué?. Lo pasado, pasado queda y no tiene sentido sopesar si fue bueno o malo, o qué hubiera pasado si... No, no me gusta perderme en los supuestos: lo que fue, fue y lo que no fue, no fue... ni podrá ser. No hay más, ni menos.

Nunca me hice tampoco propósitos de año nuevo. Esa es otra cosa a la que no le encuentro el sentido. Imponerse obligaciones a uno mismo (o al resto) rara vez funciona y, por tanto, no me parece buena idea. Yo lo único que quiero siempre, año tras año, es ser yo misma. Actuar en consecuencia siempre. Razonar cuando haya que hacerlo y ser responsable, y también disfrutar de las pequeñas cosas de cada día. Un abrazo, una tarde de diversión con los amigos, la sensación de meter las manos en un montón de harina, tomar un café para quitar el frío o agua fresca para apaciguar el calor, sacar una foto al horizonte de un lugar desconocido o al paraíso que tan bien conozco... y sonreír, sonreír por sentirme bien conmigo misma.

Así que el año llega de nuevo a su fin y no tengo ningún balance en mente. Estoy bien, en mi fuero interno el ambiente está despejado: hay muchas cosas, a algunas no les presto mucha atención y a otras trato de darles cada día calor. Y está bien, así todo sigue su curso y yo no tengo más que ir trazando con cada día mi vida.

Una vez oí o leí, ya no lo recuerdo, algo así como que los sueños siguen siendo sueños mientras no hagamos nada por realizarlos. Por eso siempre he luchado, y seguiré luchando, por mis sueños. Algunos mueren a pesar de todos los intentos, de todas las ganas, de todo el empeño... pero otros, otros consiguen tomar vida y es esta vida la que cambia la nuestra. Este sitio, este mundo en las nubes, es uno de ellos.



Gracias, gracias de corazón.
Feliz y próspero año nuevo a todos.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

¡Date cuenta!

- ¿Quieres hacer el favor de quitar ya esa cara de enfado crónico que tienes?

- No. No me da la gana. Déjame en paz, anda... - escupió mientras seguía con la mirada fija en la televisión

- ¿Pero a ti qué te pasa?, ¿no te das cuenta de que pierdes el tiempo cabreándote con el mundo en vez de hacer con él lo mejor que puedas?

- Cada uno decide como vivir su vida, ¿no?. Pues igual a mi me da la real gana de enfadarme, ¿lo pillas?. No necesito que vengas a decirme qué debo o no debo hacer - dijo irónicamente a la par que comenzaba a hacer leves movimientos  con la cabeza - o cómo debo o no debo tomarme mi maldita vida...

- ¿Sabes qué es lo más importante para salir cada día a luchar ahí fuera?. - dijo cortante -  Dí, ¿lo sabes?. - preguntó sin obtener respuesta - Pues bien, yo te lo diré: lo más importante para vivir en paz y en armonía es no dejar que el miedo, la inseguridad, la envidia y la autocompasión penetren en nuestro interior. Eso es lo más importante. No dejes que estos sentimientos aniden en tu corazón, no permitas que hagan de ti su hogar. Cuanto antes lo entiendas, antes empezarás a disfrutar de la vida...

martes, 21 de diciembre de 2010

Mundos de fantasía

A veces me invento para mí historias fantásticas. Puedo imaginar el mundo como un cuento de princesas en el que hay dragones y ciudades en ruinas, gente escondida, temerosa, esperando al príncipe que retire las nubes negras del cielo y el sol haga crecer de nuevo las flores. Los niños juegan a reír entre el barro de las penas, los corazones relucientes descansan entre pulmones sucios, de respirar tanta miseria. Pero sobretodo, y a pesar de tanto frío y tanta niebla enferma, la luz de los ojos no se apaga nunca, nunca, nunca...

martes, 14 de diciembre de 2010

Espera

Me siento sola, pero no sé cómo explicarlo. Me veo a mi misma, a cierta distancia, sentada en un rincón cualquiera. Sola. Mirando a la nada. Esperando con esa expresión en el rostro: la de una niña a la salida del colegio, mirando aquí y allá con la mochila puesta y balanceando las piernas hacia adelante y hacia atrás. Hace sol pero la temperatura es fría y me asusta que la noche me encuentre esperando ahí, sola, olvidada.

Y ante la escena me da lástima esa niña. Yo misma iría corriendo a buscarla para llevarla a mi casa y cuidarla. Pero luego me veo moviendo mis piernas juntas en un balanceo eterno y no me importa esperar hasta que llegue sólo esa persona. Sólo una. No quiero irme a casa con un desconocido: lloraría pensando que cuando acudas en mi busca no me encontrarás. Así que no me muevo. No me muevo, porque una fuerza mayor me lo impide. Y si al final del día no has aparecido, me tumbo abrazada a mis piernas y duermo hasta el día siguiente. Por la mañana, con las gotas de rocío me despierto, me siento de nuevo y comienzan mis piernas a distraerme.

¿Y si al final no llegas?,
¿y si al final te olvidas de mi?


No importa
por lo menos sabré 
que no me cansé de esperar
 y que no me fui con la persona equivocada.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Piano, piano...

Sé tocar el piano. Bueno, mejor dicho, creo que todavía sería capaz de hacerlo. Hace ya años que no lo hago. Mi piano es negro, es un piano corriente pero suena (o sonaba) bien. Me gusta mi piano. Algunas tardes me acerco al comedor, donde sigue esperándome, y me quedo mirándole. Ni siquiera he sido capaz de levantar la tapa de nuevo. La última canción que toqué en él fue un villancico: Noche de paz. Después estuve de exámenes y no tenía tiempo para dedicarle, como me hubiera gustado, y más tarde, cuando pude hacerlo, lo que me faltaron fueron las ganas.

Nunca fui una gran pianista. Siempre creí que era bastante torpe, a alguien normal aprenderse una partitura podría llevarle un par de días o quizá tres, pero a mi me llevaba cuatro o quizá cinco. Aún así, me gustaba (me gusta). Siempre me gustó escuchar las melodías que salían de él. Me asombraba, me parecía increíble que yo pudiera hacer que sonaran cosas tan bonitas, con todos sus agudos y con los graves más graves. En cierto modo tocar el piano me hacía sentir, aún con millones de fallos, única. Como si durante aquellas horas fuera la única protagonista sobre el escenario, como si el mundo entero guardase silencio para escuchar lo que yo decía.

La vida tenía otro color durante aquellos minutos y, hoy en día, cuando veo tocar a otra gente a mi alrededor o cuando busco algún audio para recordar por completo cómo sonaban aquellas viejas partituras, todavía siento cómo la vida se puede transformar y tengo celos porque recuerdo mis manos desplazándose por las teclas blancas y negras, creando acordes, prestando atención a los piano y a los allegro... y me dan ganas de ir corriendo a mi piano.

Pero ahora creo que tengo miedo, cuando me acerco a mi piano y me quedo en pie, contemplándole en silencio, me pregunto si en vez de las ganas lo que me falta es el valor de levantar de nuevo la tapa, acariciar el perfecto y frío teclado, y no sentir vergüenza por los millones de fallos que cometeré.

martes, 7 de diciembre de 2010

A veces son pequeños detalles...

A veces son pequeños detalles los que más felicidad nos traen. A mi siempre me alegra el silbido del viento sur contra los cristales. Entonces, como ahora, me acerco hasta la ventana y la abro. Me asomo e inspiro todo el aire que pueden guardar mis pulmones. Y sonrío, me gusta sentir cómo esa brisa roza mi rostro. Me templa, aunque sean casi las doce de la noche, me calienta el alma y me hace ver, durante esos minutos que sigue cogiendo y perdiendo fuerza en un sigiloso vaivén,  la vida de otra manera. Más sencilla, más completa... y  me lleno de tranquilidad y sosiego. No tengo miedo. Si sigo oyéndolo, no tengo miedo...


Sólo con pequeños detalles una noche que parecía insípida cobra el mejor sabor: el sabor de una noche perfecta. Y ahora mismo, en este preciso momento, esta noche me parece perfecta.

viernes, 3 de diciembre de 2010

El universo

- Oye...
- ¿Sí...?
- Cuéntame otra vez la historia de cómo empezó el universo - sonríe
- Pues verás... - comienza diciendo, pero hace una pausa. Durante un par de segundos por su mente pasan  un millón de imágenes que hacen templar todo su cuerpo - hubo una época, en la que el universo no existía aunque no lo puedas creer - sonríe - en el espacio vacío sólo había oscuridad. No se veía nada. No se respiraba nada. No había temperatura alguna. Pero un día hubo un estallido, que hizo vibrar aquel enorme vacío, seguido de una inmensa luz blanca. Entonces, como cuando sales a la luz de la calle en verano después de pasar varias horas encerrado en un cuarto a oscuras, comenzaron a verse cosas, y a olerse, y a sentir calor y tiritar de frío. El universo comenzó y con él otra época que pasó a llamarse vida.
- Ojalá yo también pueda contar la historia del universo como lo haces tú - mira al suelo con tristeza
- Claro... - levanta su cabeza sujetando su barbilla, mira sus ojos: su universo - sólo debes esperar porque al final el estallido llegará.