sábado, 25 de septiembre de 2010

Y cuando menos me lo espero...

...va la vida y me sorprende. ¿Por qué?, no lo sé pero no deja de asombrarme cómo cuando pienso que ya está, que no hay más, voy y, mirando al espejo igual que hacía diez minutos antes, me veo diferente. Sí, diferente, mejor, más guapa, con la mirada más limpia... hasta diría que brillante y me gusta. Es entonces, en esa precisa milésima de segundo cuando algo en mi hace ese "clic" que necesitaba y me saludo, como si me echara de menos y me digo:
"Heeeey, qué alegría verte otra vez por aquí. ¿Sabes?, ahora sí, este es tu momento así que sal ahí y aprovecha las oportunidades que te regala la vida: demuéstrate de nuevo todo lo que vales."
Y aquí estoy, experimentando el tan anhelado cambio, la ventana que yo misma me abro en este momento. Cojo los nuevos sueños y las ganas renovadas de comerme el mundo y de ver ese optimismo que tanto me ayudó en un pasado en realidad no tan lejano...

viernes, 24 de septiembre de 2010

¿Qué es para mi un novio?

Para mi un novio debe ser un amigo, qué digo un amigo, el mejor amigo. La diferencia con el resto de amigos es que con un novio además debería compartir una complicidad especial, atracción, momentos de pasión que se prolonguen más allá de la piel, desear cuidarle y que me cuide con el cariño con el que cuido a mi familia y ellos me cuidan a mi. Un novio, para mi, es ese ser que sin saber por qué se convierte en especial y pasa a ser una pieza clave en mi vida. Alguien con el que me sienta mejor persona, que me haga descubrir y al que le haga descubrir millones de sentimientos jamás experimentados... ese todo que llene de luz incluso los días más oscuros, que me convierta en su número uno en la lista de prioridades, que sea feliz sólo con verme sonreír, que quiera ser la cura para quitar las espinitas que se me clavan algunos días y que nunca, nunca, nunca, nunca... se plantee alejarse de mi.

Porque sí, quizá yo sea una idiota, una estúpida que nunca deja de soñar, que vive la mayor parte del día en las nubes: cobarde, ajena, ingenua, inconsciente, ciega, sorda... pero no muda, no muerta, no vencida, no infeliz, no amargada, no envenenada, no egoísta... Y porque sí, vivo en las nubes, sí... ¿y qué? ¿qué pasa? ¿qué hay de malo en buscar un refugio propio donde disipar las tempestades? Soy feliz, así soy feliz: con mis días alegres y con mis días tristes, yo soy así y no quiero cambiarme ni me cambiaría por nadie. Tal vez sea rara, una tía extraña, alguien a quien ni novecientas veintitrés bofetadas bastan para hacer que pierda las fuerzas... pero lo suficientemente pequeña como para sentir el escozor en el corazón y el calor que desprenden los ojos cuando están alerta ante las lágrimas que tratan de asaltarles.

Quizá tenga demasiado idealizado el amor, quizá te idealicé en exceso... quizá, no lo niego... quizá amar de verdad sea eso... quizá soy demasiado corriente, quizá tú no seas lo suficientemente raro para mi pero, siendo sincera, creo que ya no quiero encontrar respuestas, ya no me importa no hallarlas, ya no espero que regrese aquel tiempo y, eso, por primera vez pienso que es buena señal. Avanzo, avanzo, avanzo sintiendo cómo se ha aligerado aquel peso, y guardo, guardo, guardo aquel tú, que me insufló todo el oxígeno que había perdido, en un cofre de roble que descansa entre algodones con olor a verano...

Y ahora sólo quiero ser yo, una loca empedernida que le da mil vueltas a todo, independiente de por vida, dependiente únicamente de sueños y de tiempos pasados que voy coleccionando y que decoran con colores este sitio en las nubes, donde siento que pertenezco y de donde no me iré nunca.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Síndrome de abstinencia

Estoy en una de esas épocas que desde hace tiempo tengo. Te echo especialmente de menos. Maldita sea, yo que sé por qué, es inútil que trates de obtener respuesta porque ni siquiera la tengo para mi. No lo puedo evitar, te pienso, te vuelvo a pensar... y se me encienden las ganas.

Mal. Esto no puede seguir sucediéndome. Me vuelvo a prometer que dejaré de pensar en ti. Me pregunto por qué diablos lo tienes todo. Eres mi puñetera droga, cuando recaigo quiero más y sé que si no lo paro pronto el síndrome de abstinencia será más largo y más duro: pero  me llenan tanto tus recuerdos que me da igual y me juro que sólo será una vez más. La clave está en acariciar los recuerdos sólo de cuando en cuando: qué difícil es cuando en realidad deseo hacerlo a cada momento. 

Ahora me pondré de nuevo a ello, a desintoxicarme de mis propios recuerdos, a callarles hasta la próxima vez y pedirles que no me quemen con su fuego. Lo peor comienza una vez más: frenarme cuando sin darme cuenta me pierdo de nuevo.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Verano y no verano

Los años y las experiencias vividas me han enseñado que el verano se termina cuando uno quiere y, del mismo modo, empieza. Hoy sin saber por qué me he dado cuenta de que para mi no existen cuatro estaciones sino dos: verano y no verano. Dentro de mi cajita de recuerdos no recuerdo los nombres de los meses, sólo tengo en mente viejas sensaciones, alegrías, tristezas y sentimientos... y si pienso en ellos les siento aquí pegados a mi piel como en aquel ayer.

En verano se encuentran los días y momentos más felices de mi vida. En él vi el tono de azul más bonito que jamás pintó el cielo, el tacto más suave que tocaron mis manos y el perfume que lleva puesto el paraíso, las anécdotas más tristes y más vivas que me regalaron y que desgraciadamente no volveré a escuchar en esta vida, tres lunares, unas pocas caricias y un millón de gestos cargados de sinceridad y afecto.

En el no verano la lista de momentos amargos no es muy grande, al menos eso creo, y además no soy capaz de recordarla entera. A la cabeza se encuentran el miedo y la soledad... y lo que ello conlleva. Pero no siento sus puñales al pensar en ellos, sólo veo minutos sueltos que, a modo de flash, me enseñan lágrimas que derramé y algún que otro pedazo de corazón arrancado por ventiscas de hielo. Y en la distancia me siguen entristeciendo y vuelvo a pensar en que realmente fueron sufridos desde el fondo de mi... pero no queman igual.

Nadie desea sufrir pero los veranos no son interminables, como tampoco lo son los no veranos. No diré que me encantan los no veranos porque evidentemente no es así, pero tampoco diré que desearía borrarlos para siempre de mi porque tampoco es así: a veces, cuando el mundo se derrumba, aparece un cachito de ese azul tan bonito y por unos segundos es de nuevo verano...

lunes, 13 de septiembre de 2010

STOP

Y aún hoy los recuerdos consiguen sacarme las sonrisas que creía perdidas. Sigo con mi propia partida: la mía contra mí. No sé si algún día podré darla por vencida. Es enriquecedor, duro y adictivo, el modo que tengo de avanzar con el pasado de la mano. Imagino que no moriré a causa de ello pero, si así fuera, te juro que me iría con la cabeza bien alta y el corazón bien lleno...

jueves, 9 de septiembre de 2010

Penas que vienen y van

Estoy enfadada... o triste... o quizá sean las dos cosas a la vez, no lo sé. La cuestión es que no me siento muy a gusto hoy y no me gusta ver que no soy capaz de liberarme rápidamente de esta sensación. Me da rabia verme como una cría chica que patalea, se cruza de brazos y frunce todo el rostro en señal de inconformismo, me da rabia... y me da más rabia todavía cuando pienso que no lo puedo evitar.

Cuando estoy así siempre termino llorando. Otra vez siento la impotencia de no poder evitarlo mientras las lágrimas calientes me resbalan por el rostro, maldita sea, me pregunto cuándo tendré la madurez suficiente para no derrumbarme a la primera de cambio...

Aparece el cariño, los besos y los ánimos. Vuelvo a llorar, pero ahora porque por mi debilidad sufren conmigo. Eso es algo que me cuesta mucho perdonarme, soy egoísta y parece que sólo me doy cuenta de ello cuando contagio mis pesares al resto. Soy afortunada, la más afortunada del mundo entero por tenerles a ellos, y no hago más que agobiarles con estupideces que al fin y al cabo no tienen tanta importancia...

Pasan los minutos, transcurren las horas, y los problemas que se me antojaban aplastantes se pierden como el humo de un cigarro en el aire, pero permanece el malestar. Dejo que se quede, aunque a los treinta minutos llegan una magdalenas de chocolate, unas palabras más dulces que el azúcar y un corazón que sonríe agradecido de nuevo. Y ya se van las penas... ya se van y ocupando su lugar ahora queda una bolsa de magdalenas.

Y aunque lo escriba aquí y lo repita cada día, nunca me cansaré de dar las gracias a la vida por brindarme vuestro afecto y compañía.