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miércoles, 5 de enero de 2011

Decidir

Hay cosas que nunca cambian. El viento golpea de nuevo en mi ventana y me recuerda que él siempre ha venido, que siempre vendrá, para llevarse mis miedos y quitarle el color oscuro a los días pasados. Será por eso que cada vez tengo miedo a menos cosas. Como el viento, cada día llegan cosas a nuestra vida y cada día se van. Todo tiene su forma de vida y todo es necesario en el momento que deciden aparecer... o desaparecer. Hay muchas cosas de la vida que no entiendo, no puedo evitar preguntarme por qué mueren niños o por qué hay gente que parece disfrutar haciendo daño a los demás. Pero sé que ese tipo de preguntas no tienen respuesta, no la hay, es tan difícil y simple como eso.

Hay cosas que nunca cambian, cosas que no está en nuestra mano (ni en la de nadie) poder cambiar. Sin embargo sí podemos decidir qué hacer, cómo reaccionar... para conducir nuestra propia vida, la de cada uno, por donde creemos que debemos ir. Al menos, ni recuerdo cuándo ya, yo decidí vivir siempre así.

martes, 7 de diciembre de 2010

A veces son pequeños detalles...

A veces son pequeños detalles los que más felicidad nos traen. A mi siempre me alegra el silbido del viento sur contra los cristales. Entonces, como ahora, me acerco hasta la ventana y la abro. Me asomo e inspiro todo el aire que pueden guardar mis pulmones. Y sonrío, me gusta sentir cómo esa brisa roza mi rostro. Me templa, aunque sean casi las doce de la noche, me calienta el alma y me hace ver, durante esos minutos que sigue cogiendo y perdiendo fuerza en un sigiloso vaivén,  la vida de otra manera. Más sencilla, más completa... y  me lleno de tranquilidad y sosiego. No tengo miedo. Si sigo oyéndolo, no tengo miedo...


Sólo con pequeños detalles una noche que parecía insípida cobra el mejor sabor: el sabor de una noche perfecta. Y ahora mismo, en este preciso momento, esta noche me parece perfecta.

sábado, 14 de agosto de 2010

Cosas que construyen una vida

Una canción de los 80, el olor de un regaliz rojo, una enciclopedia desfasada, diez mil pares de playeras, cerrar los ojos ante el sol cegador de mediodía, soñar con los caminos que se pierden al decidirnos por otra opción y vivir siempre pensando que mañana nos esperará, seguro, algo mejor.

Cantar "Sweet Home Alabama" junto al viento sur que sopla más allá de las ventanas, recuperar esa camiseta desteñida que participó en doscientas cuarenta y ocho tardes de verano, resbalar cuesta abajo en la hierba húmeda por el rocío y volver a levantarse para ascender de nuevo sin parar de reír y recordar que son momentos así los que hacen que la vida merezca la pena.

Subir y bajar cincuenta y siete veces al día de las nubes, gritar hasta quedarse sin oxígeno cuando el malestar indescriptible te come por dentro, reventar los límites de la felicidad cuando recibimos un gesto de cariño inesperado, no dejar de admirar que, aunque pensemos que hemos cambiado, siempre queda esa esencia en nuestro interior... y valorar, nuestro propio proceso de construcción...

jueves, 10 de junio de 2010

41 de Mayo

Son las 11: 45. Llueve, llueve mucho. En la calle sopla con fuerza el viento sur, mojando con incontables y diminutas gotas los cristales de la gran ventana. Un capa de niebla se ha tragado la cima de las montañas, a varios kilómetros de aquí, haciendo que no recuerde exactamente cuáles son sus dimensiones.

Estoy destemplada, no sé si es porque la temperatura ambiente ha disminuido o sólo es cosa de mi cuerpo así que abro la ventana y me asomo poco a poco, dejando que las gotas se vayan posando sobre mi rostro, como pequeñas chispas, para ser absorbidas por mi piel. Respiro, y mis pulmones se llenan de ese aliento cálido tan propio de este tipo de viento: me gusta, no, miento, me encanta, sí... me encanta. 

Cierro la ventana. Ya no siento frío, noto la sensación de hambre. Hace ya mucho que desayuné, así que decido regalarme una naranja y un café en una de mis tazas favoritas: una de esas con historia feliz y que siempre consiguen animarme. Sirvo en ella la leche fría y la meto al microondas durante un minuto, en el que cojo una cucharilla, el café, el azúcar y vuelvo ante el microondas, donde la taza amarilla sigue girando al ritmo de un chotis, y me como la naranja. "Tiiiiiiiin", canta el viejo microondas pero no le hago caso. Espera a que me termine la naranja, hombre..., otras veces no terminas tan rápido... - pienso para mi misma. Saco la taza, echo una cucharadita de café, dos y media de azúcar, y, removiendo, me vuelvo a mirar el cielo a través de la ventana, que continúa llorando.

Son las 12:04. Los niños del colegio de enfrente entran de nuevo a clase tras su recreo y con ellos los gritos de la calle se van apagando. Me pregunto si habrá algún niño que no sea feliz, me parece una idea descabellada, y sólo el pensar que pueda ser así me asusta. Deseo estar equivocada, ojalá disfruten y nunca olviden esos recreos, espero que no tengan que conocer grandes sufrimientos en sus vidas y, si alguna vez les llegan a conocer, que sea lo más tarde posible: para que les de tiempo a que la alegría que guardan dentro crezca y puedan adquirir así la fuerza necesaria para superar cualquier cosa, por muy mala que sea.

Termino el café y la taza sigue templando mis manos. Veo los apuntes encima de la mesa del comedor. Debería de seguir estudiando, pero las energías con las que empecé ya no están: prefiero escribir. Miro la página en blanco desde la pantalla de mi portátil pero no sé qué decir, la niebla ha liberado de su prisión a las montañas y se ha alojado en mi cabeza. Quiero hablar pero no sé dónde fueron a parar las palabras que acostumbran a acompañarme cada instante. Empezaré por algo sencillo - me digo- describiré qué tiempo hace...

jueves, 27 de mayo de 2010

En el fondo

La luz de la luna llena se colaba entre las ramas de los árboles del parque. En un banco, con el único sonido de los grillos y el murmullo del viento entre las hojas, estaban sentados: ella enfrente de él, él enfrente de ella.


- ¿Por qué estamos aquí?- dijo él
- Quise reunirme esta noche contigo
- ¿Y bien?
- ¿Cómo estás?, ¿eres feliz?
- Sí
- ¿Por qué mientes? - le preguntó ella triste
- No lo hago
- Sí lo haces: tus palabras dicen lo contrario que tus ojos
- ¿Y qué dicen exactamente mis ojos, si se puede saber?
- Que se sienten culpables por haber mentido a tu corazón


Entonces ella se acercó un poco más a esos ojos que la perdieron desde el primer instante, le dio un suave y breve beso, le acarició las mejillas, sujetando su rostro, y manteniendo sus ojos unidos, le acercó a su regazo. Le abrazó con la misma ligereza con la que el viento, a su alrededor, les abrazaba a ellos. Él, a mil latidos por segundo, se aferró a la cintura de ella mientras sus manos temblaban: su mente estaba saturada, cerró los ojos y poco a poco recuperó la calma, era fácil cuando se encontraba así con ella... Dejó su mente en blanco y buscó en su interior. No pudo determinar cuanto tiempo permanecieron así. De repente oyó la brisa que les envolvía y sintió el dulce movimiento de los dedos de ella entre su pelo, desplazándose hacia su cuello y pasando después a la parte de su rostro que no permanecía recostado en su pecho. Sintió salir las lágrimas de sus ojos y sintió que desaparecían con el contacto de su mejilla contra la de ella.


- Sshh..., no pasa nada, no llores por favor - susurró ella queriendo transmitir la misma paz del viento-  Estoy aquí, no estás solo: no tengas miedo. 

domingo, 16 de mayo de 2010

Mariposa

Silencio. Cierra los ojos y respira la brisa que empuja el viento a su alrededor... respira, nota llenarse sus pulmones de aire limpio, respira... Imagina que no pisa el suelo, siente la ligereza de su cuerpo, escucha el latido de su corazón. Una mariposa roja se acerca y la mira mientras sus alas no dejan de batir, generando una canción de cuna que la mece hacia el sueño... Sonríe, adivina que lo que no entiende la mariposa es qué hace ahí, flotando como ella a pesar de carecer de alas que la sostengan.

Se acerca el sueño, sabe que en cualquier momento dejará de ser consciente de estar ahí, en mitad del cielo, acompañada de una mariposa roja como el fuego y piensa, antes de dejar de oír esa canción de cuna, que le gustaría poder comunicarse con la pequeña mariposa para contarle que puede flotar en ese cielo, su cielo, porque es la felicidad la que la sostiene con sus alas invisibles de paz.

lunes, 10 de mayo de 2010

Él y Ella

Habían quedado a las cinco de la tarde en la plaza donde se habían encontrado por primera vez. Faltaban cinco minutos para la hora concertada pero él ya estaba allí, sentado en un banco de madera, esperando. Sabía que ella llegaría tarde, como siempre, pero eso no le molestaba porque le gustaba ver cómo aparecía acelerada ante sus ojos, y se preguntaba a sí mismo, mientras sus labios dibujaban una sonrisa, cuál sería la excusa para hoy.

Miró la hora en su móvil: las cinco en punto. El día era soleado pero no caluroso, corría una leve brisa del norte y las gaviotas cruzaban el cielo hacia la costa que estaba a escasos kilómetros de allí. Hoy pensaba llevarla a uno de sus sitios favoritos, donde iba cuando quería disfrutar de las vistas de la ciudad. Era un sitio tranquilo, estaba cerca de los acantilados y desde allí se podía saborear el agua marina en el aire. Miró a su derecha: ahí llegaba ella.
- Lo siento, lo siento, es que justo cuando ya salía por el portal me acordé de que se me había olvidado coger kleenex.
- ¿Por qué siempre tienes que volver a por algo? - rió
- Ya sabes como soy, además sólo me he retrasado cinco minutos, ¿eh? - dijo ella, divertida.
Caminaron conversando animadamente sobre cómo les había ido respectivamente la mañana en el trabajo. Por el camino encontraron a un anciano que llamaba a su perro, que se había escapado. Él cogió al perro, pequeño y negro, se lo entregó a su amo con delicadeza y éste siguió andando sin darle las gracias. Juntos, comentaron la poca educación del señor y ella, en silencio, apreció el valor del gesto de él y sintió que le quería, entonces, un poco más todavía.


Siguieron por un sendero de tierra y hierba rodeando los acantilados hasta el sitio que él había indicado. Se sentaron juntos, él se descalzó y le pidió a ella que le acercara sus pequeños pies para descalzarla. Retiró la hebilla de la pulsera de sus zapatos y dejó el calzado al lado del suyo.
- Gracias.
- Así disfrutarás más del paisaje.
Allí, en medio de la nada, vieron atardecer acompañados por el cielo libre de nubes y arropados por el viento. Ella se sintió libre por tenerle a su lado compartiendo aquel momento y él se sintió libre por compartir ese lugar mágico con esa chica que le transmitía tanta paz cuando estaba a su lado.

martes, 23 de febrero de 2010

Carta para un Amor Soñado

Querido Amor Soñado:

Hoy el cielo está cubierto de nubes grises, aunque los rayos de sol consiguen atravesarlas a ratos. El viento sopla fuerte en la calle, su sonido me llega traducido en un leve tintineo de la persiana de mi cuarto. Esta carta no la escribe un corazón, como cabría de esperar y como quizá tú pudieras imaginar (si conocieras de la existencia de esta carta). Hoy, escribo yo: la razón. Quiero que sepas, Amor Soñado, que actualmente estoy al mando de esta nube, mi compañera (mi corazón) no puede hablar y me ha dejado ser portavoz de lo que me transmite.

Puedo notar cómo sufre, aunque estoy asombrada de lo fuerte que está demostrando ser: durante la mayor parte del día apenas puedo percibirla, salvo en momentos puntuales en los que nos quedamos solas. En esos momentos puedo sentir el mayor dolor del mundo, el de un corazón que tirita lágrimas congeladas que al caer al suelo se rompen en un millón de cristales. Cada uno de estos cristales brillan con el reflejo de recuerdos amargos que un día fueron horas dulces. Llora. -Le susurro suavemente.  No. - Contesta temblando.  No llores. - Le suplico cuando los espasmos aumentan el ritmo señalando una nueva tormenta de lágrimas de hielo.  Lo necesito. - Dice apenas sin voz... y entonces, comienza la desolación.

De momento estoy controlando bien (creo) ciertas situaciones, como compartir el mismo aire durante una hora interminable de clase o saludarte mostrando normalidad, como si el sol acompañara a cada segundo este cuerpo. Lo estoy haciendo así porque como razón que soy, no puedo permitirme (ni quiero) caminar por mi vida como alma en pena que no ve salida ni solución a una condena que no sabe si merece o no, aunque en realidad sea así: que el corazón con el que convivo se sienta así....

Amor Soñado, no puedo compartir tu opinión de que haya ganado algo pero sí puedo decir que he aprendido cosas y todo gracias a ti... No llores, no llores... - De nuevo se deja sentir el dolor. Amar puede convertirse en una necesidad vital, como respirar, si consigues sentirlo; pero, a la vez, amar duele y es ese mismo dolor el que te ata más fuerte a ese amor... porque, como bien dice una gran canción "si no puede hacerte daño, no te hará feliz". Precisamente lo que nos hace feliz es lo que más nos duele, porque cuando sentimos que lo podemos perder o que se nos escapa de las manos sin poder retenerlo somos infelices: en ese punto se hace patente la necesidad por el otro, por ese amor... por ti, mi Amor Soñado.

Hay tantas cosas que quiere dejar aquí escritas este corazón que me acompaña y al que acompaño... tantas... pero tengo que establecer límites y repartir sus recuerdos para que vayan cicatrizando bien, despacio, para que después no se abran las heridas. Otro día, escribiré otra carta para ti, Amor Soñado. Otra carta escrita por mi, otra carta con recuerdos entre líneas, otra carta... para ir curando heridas.

Con nostalgia,
una Nube.

sábado, 6 de febrero de 2010

Viento sur

Una vez  te expliqué que la vida es como una canción que cada uno interpreta y crea. Que yo, como cada uno, prefiero la mía y que tú ya tienes un rincón en ella, para cuando quieras venir y cantar un rato conmigo. Me encantaría que compartiéramos melodías, no te estoy pidiendo que dejes de lado tu canción porque yo tampoco quiero dejar la mía, pero te propongo fusionar una parte de ellas en una y hacerla nuestra. Un fragmento idéntico e inédito en ambas canciones, un estribillo pegadizo que nos saque una sonrisa y un suspiro del corazón: tú y yo.

¿Sabes? tú lo tienes todo. Eres motivo de alegría y tristeza, eres un millón de sonrisas y lágrimas, eres como el viento sur: me apasionas y me alteras, me envuelves como el aire cálido y el silbido de tu presencia no hace más que recordarme que tú estás ahí... llamas a mi persiana y yo me muero de ganas de levantarla y abrir la ventana para que entres e inundes mi vida con tu abrazo...pero no puedo abrir la ventana, está atascada...
- Maldita sea, ¿por qué no se abre?
- Es el viento, él la ha atascado... ¿no lo ves? 
- Entonces, ¿qué hacemos? 
- Seguir intentando abrirla y esperar...no podemos hacer otra cosa... 
Y no me rindo, que lo sepas... aunque a veces me sienta abatida y sin fuerzas, no me rindo porque ninguna lucha es fácil y esta acaba de empezar: sólo estoy yo en el frente y trato de llegar a tu lado, para que me acompañes... para luchar juntos en la gran batalla final... para crear juntos ese fragmento en nuestras canciones, para que se abra la ventana y llenes cada espacio de mi vida. Sólo hazme un favor, ¿vale?, tú no te muevas de ahí, que yo ya estoy yendo hacia ti.

miércoles, 13 de enero de 2010

Silencio

Hoy te he vuelto a buscar con la mirada, he vuelto a preguntarme cómo te irá en clase y he vuelto a pensar en cuánto sueño tendrás acumulado.

En la calle sopla el viento del sur y el cielo gris se mezcla con el azul de verano. Hace frío, pero no tanto como los últimos días. ¿Te estaré aburriendo con mis pensamientos y te estaré abrumando con tantos sentimientos?. Tu ausencia, en especial la de tus palabras, me amordaza. ¿Será que por fin decidiste alejarte de mi y de tanta locura?

Hoy son una desconocida incluso para mi misma y desconozco también quién eres tú. Desconozco cómo llegué aquí y si esta historia es real o sólo un sueño. Hoy soy extranjera en mi propia piel, me miro al espejo y me pregunto quién será esa chica que me mira fijamente... ni siquiera pestañea, no puedo saber si hay algo dentro de ese cuerpo y de esos ojos marrones.. parece como si fuera sólo una cáscara, la carcasa de algo que debería asomar en su expresión, pero no veo nada dentro. ¿Será que su corazón dejó su cuerpo? Quizá esté de vacaciones y se fue a un lugar donde no se acepta lo material y no le quedó más remedio que dejarla ahí, frente al espejo.

Siento algo extraño al no reconocer que soy yo, no puedo saber si realmente te has ido de vacaciones o simplemente hoy prefieres no hablar, para no estallar y no derrumbarte una vez más. ¿Estás sufriendo? El sufrimiento es muy amplio: se sufre por el dolor o por su ausencia, se sufre por las palabras o por el silencio, se sufre por el recuerdo o por su vacío... Pero yo hoy sufro por el silencio: por el tuyo y por el mio.
- Y ahora, sshh, silencio...