jueves, 10 de junio de 2010

41 de Mayo

Son las 11: 45. Llueve, llueve mucho. En la calle sopla con fuerza el viento sur, mojando con incontables y diminutas gotas los cristales de la gran ventana. Un capa de niebla se ha tragado la cima de las montañas, a varios kilómetros de aquí, haciendo que no recuerde exactamente cuáles son sus dimensiones.

Estoy destemplada, no sé si es porque la temperatura ambiente ha disminuido o sólo es cosa de mi cuerpo así que abro la ventana y me asomo poco a poco, dejando que las gotas se vayan posando sobre mi rostro, como pequeñas chispas, para ser absorbidas por mi piel. Respiro, y mis pulmones se llenan de ese aliento cálido tan propio de este tipo de viento: me gusta, no, miento, me encanta, sí... me encanta. 

Cierro la ventana. Ya no siento frío, noto la sensación de hambre. Hace ya mucho que desayuné, así que decido regalarme una naranja y un café en una de mis tazas favoritas: una de esas con historia feliz y que siempre consiguen animarme. Sirvo en ella la leche fría y la meto al microondas durante un minuto, en el que cojo una cucharilla, el café, el azúcar y vuelvo ante el microondas, donde la taza amarilla sigue girando al ritmo de un chotis, y me como la naranja. "Tiiiiiiiin", canta el viejo microondas pero no le hago caso. Espera a que me termine la naranja, hombre..., otras veces no terminas tan rápido... - pienso para mi misma. Saco la taza, echo una cucharadita de café, dos y media de azúcar, y, removiendo, me vuelvo a mirar el cielo a través de la ventana, que continúa llorando.

Son las 12:04. Los niños del colegio de enfrente entran de nuevo a clase tras su recreo y con ellos los gritos de la calle se van apagando. Me pregunto si habrá algún niño que no sea feliz, me parece una idea descabellada, y sólo el pensar que pueda ser así me asusta. Deseo estar equivocada, ojalá disfruten y nunca olviden esos recreos, espero que no tengan que conocer grandes sufrimientos en sus vidas y, si alguna vez les llegan a conocer, que sea lo más tarde posible: para que les de tiempo a que la alegría que guardan dentro crezca y puedan adquirir así la fuerza necesaria para superar cualquier cosa, por muy mala que sea.

Termino el café y la taza sigue templando mis manos. Veo los apuntes encima de la mesa del comedor. Debería de seguir estudiando, pero las energías con las que empecé ya no están: prefiero escribir. Miro la página en blanco desde la pantalla de mi portátil pero no sé qué decir, la niebla ha liberado de su prisión a las montañas y se ha alojado en mi cabeza. Quiero hablar pero no sé dónde fueron a parar las palabras que acostumbran a acompañarme cada instante. Empezaré por algo sencillo - me digo- describiré qué tiempo hace...

4 comentarios:

  1. Y que bien lo lograstes!!!
    Supongo que ahoran serán las 11:50...

    Solo no trates de alargar el tiempo de las cosas...
    Puedes arrepentirte después; y, es eso exactamente lo que me digo a mí mismo...
    Estoy en 102 de Febrero :(

    Un beso para tí, y deja de llorar (eso se entendió a la perfección) porque esos niños tendran el futuro que necesiten, y tu estarás siempre bien Ok...
    Deja de llorar, que la lluvia lo hace por tí...

    Abrazos!!!

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  2. Los recreos no se olvidan, los sufrimientos llegan cuando menos te lo esperas y en realidad nunca es muy pronto o muy tarde para eso, por lo mismo hay que tratar de conservar la felicidad, aunque esta se haga un tanto inconsistente.

    Describes a la perfección cada parte de tu relato.

    Saludos!

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  3. (L) Genial como siempre!!
    Un beso! =)

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  4. Y casi senti que miraba lo mismo que vos (:
    Un beso grande
    Suerte! (:

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