A veces me invento para mí historias fantásticas. Puedo imaginar el mundo como un cuento de princesas en el que hay dragones y ciudades en ruinas, gente escondida, temerosa, esperando al príncipe que retire las nubes negras del cielo y el sol haga crecer de nuevo las flores. Los niños juegan a reír entre el barro de las penas, los corazones relucientes descansan entre pulmones sucios, de respirar tanta miseria. Pero sobretodo, y a pesar de tanto frío y tanta niebla enferma, la luz de los ojos no se apaga nunca, nunca, nunca...
Cuando enfrentarse a la verdad sirve para regresar, una vez más, a nuestra nube: nube dulce nube...
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martes, 21 de diciembre de 2010
sábado, 13 de noviembre de 2010
Castillos de arena
¿Quieres que te cuente un secreto? - no dice nada, sólo sigue mirándome fijamente- Cuando tú sonríes el mundo entero late a diez mil millones de pulsaciones por minuto - no aparta sus ojos de los míos hasta que transcurren unos veinte segundos, después baja la mirada y una lágrima resbala por su mejilla, brillando al trasluz del sol con su rostro. Intento coger la lágrima que su piel quiere quitarme pero no lo consigo y lo único con lo que me quedo es con su humedad en mis finos y helados dedos. Sonrío. - Vamos, deja la tristeza aquí y sal fuera a jugar con el sol. Te lo mereces porque no encuentro motivos que griten lo contrario. Sal cielo, sal... y sueña con todos los castillos de arena que puedas.
lunes, 8 de noviembre de 2010
La hora del recreo
Eran las once de la mañana. Fuera el cielo estaba cubierto por la oscura niebla, que le acercaba a un cegador blanco. Lily lo contemplaba maravillada a través de las ventanas del aula.
- Se te va a meter una mosca en la boca como no la cierres - la dijo Max mientras se reía para sus adentros
Lily miró al chico y sonrió.
- Bueno niños, es la hora del recreo así que vamos a bajar un rato al patio, a ver si tenemos suerte y no llueve.
Los niños se levantaron ruidosamente de sus sillas, mientras la profesora hacía muecas de irritación por el estrépito y siseaba pidiendo a los niños más cuidado. Lily cogió su parka verde, se la puso, subió la cremallera hasta arriba y abrochó los tres botones amarillos.
Era una clase de niños atípica porque eran pocas las veces en que se veía jugar por separado a niños y niñas. Normalmente acostumbraban a jugar al escondite o a llevarla pero algunos días los niños preferían jugar un rato al fútbol y las niñas, que no les gustaba mucho la idea de ese deporte, optaban por jugar a la comba o se intercambiaban conjuntos.
-¡La llevas! - gritó Hugh al tiempo que golpeó ligeramente el brazo de Max
Hugh salió corriendo en dirección contraria a su compañero mientras este se dispuso a correr hacia Katie, que formaba parte de su cuadrado en clase, ya que le quedaba a escasos metros. La niña comenzó a correr huyendo de Max. El sonido de las risas en el patio hacía que las profesoras que vigilaban el patio se contagiaran de la alegría y comenzaron a reír ellas también.
A las once y veinte una aguda sirena empezó a sonar, tapando la mezcla de voces y risas. Los niños se colocaron en fila, como les habían indicado el primer día del curso, y comenzaron a entrar de uno en uno bajo la mirada de su profesora. Max se había quedado rezagado e iba el último. Subía los peldaños de las escaleras a la primera planta distraído, de repente pisó uno de los cordones que se le habían desatado y, tropezando así, fue a parar al suelo. Lily que iba a un par de pasos de él se giró al oír el golpe y vio a Max en el suelo: rojo como un tomate y quieto mirando el suelo. Descendió corriendo los peldaños que ya había subido hasta llegar donde estaba el niño.
- ¡Max!, ¿te has hecho mucho daño?... - pero Max no respondía- ¿estás bien?,¿te duele? - preguntó Lily al observar que el niño se agarraba el tobillo derecho
- Sí... - balbuceó el pequeño - ...me duele mucho - y entonces rompió a llorar
- Cógete a mi, vamos, te ayudaré a levantarte
Max fue parando las lágrimas al tiempo que caminaba lentamente y con cuidado, con el apoyo de Lily.
- Lily... - susurró el niño antes de entrar en el aula
- ¿Sí? - preguntó ella susurrando también a la vez que sonreía
- Gracias
- Se te va a meter una mosca en la boca como no la cierres - la dijo Max mientras se reía para sus adentros
Lily miró al chico y sonrió.
- Bueno niños, es la hora del recreo así que vamos a bajar un rato al patio, a ver si tenemos suerte y no llueve.
Los niños se levantaron ruidosamente de sus sillas, mientras la profesora hacía muecas de irritación por el estrépito y siseaba pidiendo a los niños más cuidado. Lily cogió su parka verde, se la puso, subió la cremallera hasta arriba y abrochó los tres botones amarillos.
Era una clase de niños atípica porque eran pocas las veces en que se veía jugar por separado a niños y niñas. Normalmente acostumbraban a jugar al escondite o a llevarla pero algunos días los niños preferían jugar un rato al fútbol y las niñas, que no les gustaba mucho la idea de ese deporte, optaban por jugar a la comba o se intercambiaban conjuntos.
-¡La llevas! - gritó Hugh al tiempo que golpeó ligeramente el brazo de Max
Hugh salió corriendo en dirección contraria a su compañero mientras este se dispuso a correr hacia Katie, que formaba parte de su cuadrado en clase, ya que le quedaba a escasos metros. La niña comenzó a correr huyendo de Max. El sonido de las risas en el patio hacía que las profesoras que vigilaban el patio se contagiaran de la alegría y comenzaron a reír ellas también.
A las once y veinte una aguda sirena empezó a sonar, tapando la mezcla de voces y risas. Los niños se colocaron en fila, como les habían indicado el primer día del curso, y comenzaron a entrar de uno en uno bajo la mirada de su profesora. Max se había quedado rezagado e iba el último. Subía los peldaños de las escaleras a la primera planta distraído, de repente pisó uno de los cordones que se le habían desatado y, tropezando así, fue a parar al suelo. Lily que iba a un par de pasos de él se giró al oír el golpe y vio a Max en el suelo: rojo como un tomate y quieto mirando el suelo. Descendió corriendo los peldaños que ya había subido hasta llegar donde estaba el niño.
- ¡Max!, ¿te has hecho mucho daño?... - pero Max no respondía- ¿estás bien?,¿te duele? - preguntó Lily al observar que el niño se agarraba el tobillo derecho
- Sí... - balbuceó el pequeño - ...me duele mucho - y entonces rompió a llorar
- Cógete a mi, vamos, te ayudaré a levantarte
Max fue parando las lágrimas al tiempo que caminaba lentamente y con cuidado, con el apoyo de Lily.
- Lily... - susurró el niño antes de entrar en el aula
- ¿Sí? - preguntó ella susurrando también a la vez que sonreía
- Gracias
miércoles, 3 de noviembre de 2010
Volver a vivir
¿Tú crees en otras vidas?, ¿en la reencarnación y cosas así?. Yo no sé qué pensar, a veces me digo que es imposible que seamos un ser vivo más en la Tierra y que tiene que existir algo más allá de la piel: otra oportunidad tal vez.
Sin embargo en otras ocasiones creo tener la certeza de que no hay nada más, que sólo tenemos esta vida y que, pensándolo bien, es muy corta. ¿Y si lo estoy haciendo mal?, quizá estoy perdiendo el tiempo en cosas que carecen de esencia, quizá esté conduciendo mi vida por una carretera llena de curvas sumergida en la niebla del otoño.
Yo lo que quiero es volver a sentir la sensación de paz que viví en aquellas tardes de verano de mi niñez. ¿Dónde se quedaron?. Cuando no necesitaba más que el calor de julio, un chapuzón refrescante antes de comer y dejarme mecer por la leve brisa que corría allí... en el Cotero. ¿Por qué no pueden volver?, ¿por qué?, ¿por qué...?
Ya sé que es imposible que el pasado regrese pero quiero que el futuro me regale unos pocos días más como aquellos, ¿a quién debo pedírselo?, dime, si te enteras de quién tiene el poder de conceder ese tipo de deseos me lo dirás, ¿verdad?, ¿verdad?, ¿verdad...? Lo único que deseo es ver de nuevo ese cielo azul, mi azul de verano.
Sin embargo en otras ocasiones creo tener la certeza de que no hay nada más, que sólo tenemos esta vida y que, pensándolo bien, es muy corta. ¿Y si lo estoy haciendo mal?, quizá estoy perdiendo el tiempo en cosas que carecen de esencia, quizá esté conduciendo mi vida por una carretera llena de curvas sumergida en la niebla del otoño.
Yo lo que quiero es volver a sentir la sensación de paz que viví en aquellas tardes de verano de mi niñez. ¿Dónde se quedaron?. Cuando no necesitaba más que el calor de julio, un chapuzón refrescante antes de comer y dejarme mecer por la leve brisa que corría allí... en el Cotero. ¿Por qué no pueden volver?, ¿por qué?, ¿por qué...?
Ya sé que es imposible que el pasado regrese pero quiero que el futuro me regale unos pocos días más como aquellos, ¿a quién debo pedírselo?, dime, si te enteras de quién tiene el poder de conceder ese tipo de deseos me lo dirás, ¿verdad?, ¿verdad?, ¿verdad...? Lo único que deseo es ver de nuevo ese cielo azul, mi azul de verano.
martes, 5 de octubre de 2010
Tan sólo cinco minutos
El día que me muera espero tener al menos cinco minutos, antes de cerrar los ojos para siempre, en los que pensar en el balance final de mi vida.
Ojalá siga viendo la vida así, sabiendo que, a pesar del infinito dolor, es hermosa. Recordar cada cielo que he visto: el de una tarde de invierno lluviosa y fría, mientras me resguarda el calor de mi casa; el del azul de verano, que tantas tardes me sumió en los mejores sueños y tanta paz me regaló; el de las nubes rápidas surcando el cielo, empujadas por el viento sur que con su calor me canta notas de lluvia mezcladas con sonrisas; el de una tormenta de primavera, con ese azul tan oscuro que envidia al negro y decorado con relámpagos que preceden a los truenos; el de una noche limpia cubierta sólo por estrellas... y verme de nuevo perdida entre ellas...
Trataré de mantener la mente despejada, repasaré hasta entonces todas las cosas buenas que me han pasado en la vida: horas infinitas de risas, consejos meditados, abrazos, dejarme cuidar los días de fiebre, los besos de buenas noches, el olor de la ropa recién lavada, los colores vivos, canciones en directo, el poder de los sentimientos, el valor de las personas que me han demostrado serlo, mi propia mirada preguntándome en el espejo, los silencios que adueño y las frases pronunciadas que me sentencian.
Y así, después de recordar todo una última vez antes de irme, dejaré que mi vista pierda el enfoque de la vida. Ojalá tenga la misma suerte que tú y pueda volar definitivamente a las nubes con una sonrisa...
Ojalá siga viendo la vida así, sabiendo que, a pesar del infinito dolor, es hermosa. Recordar cada cielo que he visto: el de una tarde de invierno lluviosa y fría, mientras me resguarda el calor de mi casa; el del azul de verano, que tantas tardes me sumió en los mejores sueños y tanta paz me regaló; el de las nubes rápidas surcando el cielo, empujadas por el viento sur que con su calor me canta notas de lluvia mezcladas con sonrisas; el de una tormenta de primavera, con ese azul tan oscuro que envidia al negro y decorado con relámpagos que preceden a los truenos; el de una noche limpia cubierta sólo por estrellas... y verme de nuevo perdida entre ellas...
Trataré de mantener la mente despejada, repasaré hasta entonces todas las cosas buenas que me han pasado en la vida: horas infinitas de risas, consejos meditados, abrazos, dejarme cuidar los días de fiebre, los besos de buenas noches, el olor de la ropa recién lavada, los colores vivos, canciones en directo, el poder de los sentimientos, el valor de las personas que me han demostrado serlo, mi propia mirada preguntándome en el espejo, los silencios que adueño y las frases pronunciadas que me sentencian.
Y así, después de recordar todo una última vez antes de irme, dejaré que mi vista pierda el enfoque de la vida. Ojalá tenga la misma suerte que tú y pueda volar definitivamente a las nubes con una sonrisa...
domingo, 3 de octubre de 2010
Carta para ti
Querido Amor Desconocido:
Sueño. Sueño con una vida paralela en la que en un futuro no muy lejano te encuentre: un futuro en que por fin vengas a mi, Amor Desconocido. Me gustaría que me escucharas durante toda la noche, mientras me abrazas, y hablarte sobre todas las gotas de lluvia que vi resbalar por la ventana de mi habitación, con la mirada perdida en ellas y el cielo de fondo oscureciéndose a cada minuto hasta tornarse completamente negro, inmóvil y sentada sobre mi cama.
Después me besarías con ternura y, sin mencionar palabra, me confesarías que tú también me esperaste tantas noches, anhelando el tacto de mi piel bajo tus manos, suspirando por unos ojos que no llegaban... pero que por fin llegaron.
La vida sería menos difícil contigo a mi lado porque, aún en la distancia de la rutina, nos tendríamos presentes cada rato. Verte sería mi recompensa al llegar a casa y por las mañanas nos despertaríamos entre cosquillas. Y perdernos un fin de semana cualquiera en un lugar remoto y desconocido sería visitar el cielo cogida de tu mano, como en un verdadero sueño hecho realidad... no creo que haya algo más maravilloso que eso: cumplir los sueños.
No sé tan siquiera si existes, Amor Desconocido, quizá sólo puedas vivir en mi imaginación... en ese caso no tendré más remedio que seguir viviendo de sueños... y te aseguro que, al menos así, ambos tendremos el final que nos merecemos.
Con amor,
una nube en sueños.
Sueño. Sueño con una vida paralela en la que en un futuro no muy lejano te encuentre: un futuro en que por fin vengas a mi, Amor Desconocido. Me gustaría que me escucharas durante toda la noche, mientras me abrazas, y hablarte sobre todas las gotas de lluvia que vi resbalar por la ventana de mi habitación, con la mirada perdida en ellas y el cielo de fondo oscureciéndose a cada minuto hasta tornarse completamente negro, inmóvil y sentada sobre mi cama.
Después me besarías con ternura y, sin mencionar palabra, me confesarías que tú también me esperaste tantas noches, anhelando el tacto de mi piel bajo tus manos, suspirando por unos ojos que no llegaban... pero que por fin llegaron.
La vida sería menos difícil contigo a mi lado porque, aún en la distancia de la rutina, nos tendríamos presentes cada rato. Verte sería mi recompensa al llegar a casa y por las mañanas nos despertaríamos entre cosquillas. Y perdernos un fin de semana cualquiera en un lugar remoto y desconocido sería visitar el cielo cogida de tu mano, como en un verdadero sueño hecho realidad... no creo que haya algo más maravilloso que eso: cumplir los sueños.
No sé tan siquiera si existes, Amor Desconocido, quizá sólo puedas vivir en mi imaginación... en ese caso no tendré más remedio que seguir viviendo de sueños... y te aseguro que, al menos así, ambos tendremos el final que nos merecemos.
Con amor,
una nube en sueños.
jueves, 16 de septiembre de 2010
Verano y no verano
Los años y las experiencias vividas me han enseñado que el verano se termina cuando uno quiere y, del mismo modo, empieza. Hoy sin saber por qué me he dado cuenta de que para mi no existen cuatro estaciones sino dos: verano y no verano. Dentro de mi cajita de recuerdos no recuerdo los nombres de los meses, sólo tengo en mente viejas sensaciones, alegrías, tristezas y sentimientos... y si pienso en ellos les siento aquí pegados a mi piel como en aquel ayer.
En verano se encuentran los días y momentos más felices de mi vida. En él vi el tono de azul más bonito que jamás pintó el cielo, el tacto más suave que tocaron mis manos y el perfume que lleva puesto el paraíso, las anécdotas más tristes y más vivas que me regalaron y que desgraciadamente no volveré a escuchar en esta vida, tres lunares, unas pocas caricias y un millón de gestos cargados de sinceridad y afecto.
En el no verano la lista de momentos amargos no es muy grande, al menos eso creo, y además no soy capaz de recordarla entera. A la cabeza se encuentran el miedo y la soledad... y lo que ello conlleva. Pero no siento sus puñales al pensar en ellos, sólo veo minutos sueltos que, a modo de flash, me enseñan lágrimas que derramé y algún que otro pedazo de corazón arrancado por ventiscas de hielo. Y en la distancia me siguen entristeciendo y vuelvo a pensar en que realmente fueron sufridos desde el fondo de mi... pero no queman igual.
Nadie desea sufrir pero los veranos no son interminables, como tampoco lo son los no veranos. No diré que me encantan los no veranos porque evidentemente no es así, pero tampoco diré que desearía borrarlos para siempre de mi porque tampoco es así: a veces, cuando el mundo se derrumba, aparece un cachito de ese azul tan bonito y por unos segundos es de nuevo verano...
En verano se encuentran los días y momentos más felices de mi vida. En él vi el tono de azul más bonito que jamás pintó el cielo, el tacto más suave que tocaron mis manos y el perfume que lleva puesto el paraíso, las anécdotas más tristes y más vivas que me regalaron y que desgraciadamente no volveré a escuchar en esta vida, tres lunares, unas pocas caricias y un millón de gestos cargados de sinceridad y afecto.
En el no verano la lista de momentos amargos no es muy grande, al menos eso creo, y además no soy capaz de recordarla entera. A la cabeza se encuentran el miedo y la soledad... y lo que ello conlleva. Pero no siento sus puñales al pensar en ellos, sólo veo minutos sueltos que, a modo de flash, me enseñan lágrimas que derramé y algún que otro pedazo de corazón arrancado por ventiscas de hielo. Y en la distancia me siguen entristeciendo y vuelvo a pensar en que realmente fueron sufridos desde el fondo de mi... pero no queman igual.
Nadie desea sufrir pero los veranos no son interminables, como tampoco lo son los no veranos. No diré que me encantan los no veranos porque evidentemente no es así, pero tampoco diré que desearía borrarlos para siempre de mi porque tampoco es así: a veces, cuando el mundo se derrumba, aparece un cachito de ese azul tan bonito y por unos segundos es de nuevo verano...
martes, 3 de agosto de 2010
Brindemos
Déjame que te diga que mi vida sigue, que sí, que sigue... pero no como me gustaría. Déjame que te confiese que no consigo librarme de esa sensación de cercanía a ti... Siento que no es malo... siento que es una condena y que no consigo sacarte de aquí.
Hace ya tiempo que, a solas, hablo con el silencio. Y en ese silencio a veces imagino que tú me escuchas y entonces te enseño los secretos de mi mundo; otras veces imagino que no escuchas, porque duermes plácidamente arropado por el aroma de mis sábanas, y le cuento en susurros, a los ángeles del cielo, lo maravilloso que eres: del tesoro que guardas en ti, de la suerte que tuve de reconocerte... Bendita suerte... y siempre me recuerdo que, cuando tenga la ocasión, no se me debe olvidar agracederle a quien corresponda que me brindara esta suerte: no se me va a olvidar, lo prometo, cuando llegue el momento no me olvidaré de agradecérselo a las estrellas del firmamento.
Hace ya tiempo que, a solas, hablo con el silencio. Y en ese silencio a veces imagino que tú me escuchas y entonces te enseño los secretos de mi mundo; otras veces imagino que no escuchas, porque duermes plácidamente arropado por el aroma de mis sábanas, y le cuento en susurros, a los ángeles del cielo, lo maravilloso que eres: del tesoro que guardas en ti, de la suerte que tuve de reconocerte... Bendita suerte... y siempre me recuerdo que, cuando tenga la ocasión, no se me debe olvidar agracederle a quien corresponda que me brindara esta suerte: no se me va a olvidar, lo prometo, cuando llegue el momento no me olvidaré de agradecérselo a las estrellas del firmamento.
Hoy escribo esto, como podría haberlo escrito ayer, o como sé que podría escribirlo mañana: y siempre podría escribirlo, con distintas palabras pero la misma sensación.
En los últimos tiempos he descubierto algo que una parte de mi odia saber y la otra, que siempre lo supo, negocia con ella una convivencia pacífica. He descubierto que, en el fondo, por mucho que piense que desapareciste de mi mente, no es así. Me he dado cuenta de que, cuando el estrés disminuye y me deja levantar un poco la cabeza, tú sigues ahí. Detrás de miles de horas de mente ocupada, después de fines de semana en los que la familia y los amigos llenan cada segundo, después de todo, después... como una pequeña vela encendida al final de un túnel infinito, estás tú.
Y, ¿sabes qué más descubrí?, que es en esos momentos en los que llego hasta esa vela, pequeñita y que permanece en el fondo, cuando hablo conscientemente con el silencio: e imagino que tú también estás allí y, con tu mirada más sincera, me escuchas... y yo, con mi silencio más sincero, te lo cuento todo de nuevo.
Mi vida sigue, no como me gustaría... pero sigue. Así que hoy decido seguir, con la cabeza alta y el alma tranquila, levanto una copa cargada de buenos momentos y brindo por ellos: chin-chin.
sábado, 31 de julio de 2010
Sonidos del mundo
Lo primero que hizo nada más llegar a la playa fue extender la toalla sobre la arena seca y cálida, acto seguido se quitó la ropa que cubría su cuerpo enfundado en el bañador estampado, que se había comprado el año anterior en rebajas, y fue hacia el agua a bañarse. El agua no esta muy fría, de hecho, al zambullirse se le antojó cálida como un abrazo en una noche de invierno a la intemperie.
Después de varios minutos decidió salir para dar un paseo por la orilla y secar así sobre su piel el agua salada, dejando que los pequeños granos de sal se acomodaran en ella a su antojo. Cuando regresó a su toalla y se tumbó, boca abajo, sobre ella sintió una extraña sensación de paz. No era uno de aquellos días soleados de los que había podido disfrutar el resto de la semana, más bien era un día nublado, como los que anteceden al otoño: nubes cubriendo el cielo, en calma, alejando con su llegada el sonido de las aves que emprenden un nuevo destino hacia tierras más cálidas.
Con el silencio del cielo y el susurro de las olas muriendo en la orilla, se durmió. Al cabo de una hora, cuando despertó, tuvo la sensación de no saber dónde se encontraba, hasta que de nuevo percibió el sonido del mar. Entonces levantó ligeramente la cabeza y comprobó que estaba totalmente sola en la playa. Se dejó caer de nuevo sobre el suelo, respirando profundamente, y se quedó mirando al infinito, que se perdía en la arena que podía ver, sin pensar en nada.
Un chico se tumbó a su lado, también boca abajo, y la miró sonriendo:
- ¿Qué haces? - le preguntó en un tono apenas audible
Ella no se asustó, no tenía miedo ante la repentina presencia de ese ser humano de ojos dulces, así que cerró los ojos y le contestó en un susurro:
- Escuchar el sonido del mundo - sonrió- ¿lo oyes?...
Pero a los escasos segundos, cuando abrió de nuevo los ojos, no encontró a nadie a su lado...
Después de varios minutos decidió salir para dar un paseo por la orilla y secar así sobre su piel el agua salada, dejando que los pequeños granos de sal se acomodaran en ella a su antojo. Cuando regresó a su toalla y se tumbó, boca abajo, sobre ella sintió una extraña sensación de paz. No era uno de aquellos días soleados de los que había podido disfrutar el resto de la semana, más bien era un día nublado, como los que anteceden al otoño: nubes cubriendo el cielo, en calma, alejando con su llegada el sonido de las aves que emprenden un nuevo destino hacia tierras más cálidas.
Con el silencio del cielo y el susurro de las olas muriendo en la orilla, se durmió. Al cabo de una hora, cuando despertó, tuvo la sensación de no saber dónde se encontraba, hasta que de nuevo percibió el sonido del mar. Entonces levantó ligeramente la cabeza y comprobó que estaba totalmente sola en la playa. Se dejó caer de nuevo sobre el suelo, respirando profundamente, y se quedó mirando al infinito, que se perdía en la arena que podía ver, sin pensar en nada.
Un chico se tumbó a su lado, también boca abajo, y la miró sonriendo:
- ¿Qué haces? - le preguntó en un tono apenas audible
Ella no se asustó, no tenía miedo ante la repentina presencia de ese ser humano de ojos dulces, así que cerró los ojos y le contestó en un susurro:
- Escuchar el sonido del mundo - sonrió- ¿lo oyes?...
Pero a los escasos segundos, cuando abrió de nuevo los ojos, no encontró a nadie a su lado...
sábado, 17 de julio de 2010
Un antes y un ahora
El sol, el cielo azul de verano, la arena mojada, las olas que morían en la orilla acariciando mis pies: las uñas pintadas de amarillo y comentar entre risas lo bien que quedan con la piel ya morena.
La libertad, la mente despejada, el buen humor llenando cada rincón de mi cuerpo, la felicidad brillando en cada gesto: no es que fueran tiempos mejores, es que fueron momentos inolvidables.
Las nubes grises, temperatura a veces otoñal, la lluvia humedeciendo el asfalto: las uñas de las manos pintadas de morado y comentar con asombro la extraña apariencia que dan.
La falta de libertad, la mente saturada, la seriedad dominando la mayor parte del tiempo: no es que sean tiempos peores, es que son momentos que deseo que pasen lo más rápido posible.
La libertad, la mente despejada, el buen humor llenando cada rincón de mi cuerpo, la felicidad brillando en cada gesto: no es que fueran tiempos mejores, es que fueron momentos inolvidables.
Las nubes grises, temperatura a veces otoñal, la lluvia humedeciendo el asfalto: las uñas de las manos pintadas de morado y comentar con asombro la extraña apariencia que dan.
La falta de libertad, la mente saturada, la seriedad dominando la mayor parte del tiempo: no es que sean tiempos peores, es que son momentos que deseo que pasen lo más rápido posible.
martes, 13 de julio de 2010
Berta
Arranca el viejo jeep de segunda mano, quita la capota de lona gruesa, mete su CD favorito y emprende la marcha. Cuando coge la autopista, dejando tras de sí la pequeña ciudad, siente como un hormigueo que nace de su estómago se propagaba por sus venas hasta llegar a todas las partes de su cuerpo: sus pies, sus manos, su rostro. Sonríe y, luego, al verse a sí misma a través del espejo retrovisor, ríe divertida. No es que se vea radiante, es que lo está. El cielo está totalmente despejado, como su mente, y el sol corona en lo más alto, regalando con sus rayos de luz esperanzas y sueños por doquier, como su alma, que juega divertida a inventar días nuevos.
Sube el volumen cuando, a los cuarenta y cinco minutos de viaje, comienza a sonar su canción favorita: le encanta el ritmo de las guitarras que guiñan alegres, como haciendo un homenaje, al estilo country. No lo puede evitar y mueve su pie izquierdo al compás de los acordes, como si bailara en una de esas pistas de baile locales, rodeada de cientos de personas, al unísono.
Para a repostar al cabo de dos horas, sólo tiene calderilla en el bolsillo así que toma la decisión de llenar el depósito todo lo que le permita el dinero y continuar conduciendo hasta que se acabe el combustible. Arranca de nuevo y continúa por una carretera comarcal. Después de haber rodado setenta y tres kilómetros, el chivato del depósito se ilumina. Berta sabe que eso significaba que el viejo Suzuky ha entrado en reserva y, en pocos kilómetros, ya no quedará gasolina para continuar el trayecto, pero eso no le preocupa.
Cuando el vehículo cesa la marcha le acerca a la cuneta, ayudándose de un leve empujón, mientras mantiene el Suzuky en punto muerto y sin el freno puesto. Berta permanece allí de pie, tranquilamente recostada sobre el lateral izquierdo del viejo jeep, esperando la siguiente señal que la conduzca por su camino.
jueves, 10 de junio de 2010
41 de Mayo
Son las 11: 45. Llueve, llueve mucho. En la calle sopla con fuerza el viento sur, mojando con incontables y diminutas gotas los cristales de la gran ventana. Un capa de niebla se ha tragado la cima de las montañas, a varios kilómetros de aquí, haciendo que no recuerde exactamente cuáles son sus dimensiones.
Estoy destemplada, no sé si es porque la temperatura ambiente ha disminuido o sólo es cosa de mi cuerpo así que abro la ventana y me asomo poco a poco, dejando que las gotas se vayan posando sobre mi rostro, como pequeñas chispas, para ser absorbidas por mi piel. Respiro, y mis pulmones se llenan de ese aliento cálido tan propio de este tipo de viento: me gusta, no, miento, me encanta, sí... me encanta.
Cierro la ventana. Ya no siento frío, noto la sensación de hambre. Hace ya mucho que desayuné, así que decido regalarme una naranja y un café en una de mis tazas favoritas: una de esas con historia feliz y que siempre consiguen animarme. Sirvo en ella la leche fría y la meto al microondas durante un minuto, en el que cojo una cucharilla, el café, el azúcar y vuelvo ante el microondas, donde la taza amarilla sigue girando al ritmo de un chotis, y me como la naranja. "Tiiiiiiiin", canta el viejo microondas pero no le hago caso. Espera a que me termine la naranja, hombre..., otras veces no terminas tan rápido... - pienso para mi misma. Saco la taza, echo una cucharadita de café, dos y media de azúcar, y, removiendo, me vuelvo a mirar el cielo a través de la ventana, que continúa llorando.
Son las 12:04. Los niños del colegio de enfrente entran de nuevo a clase tras su recreo y con ellos los gritos de la calle se van apagando. Me pregunto si habrá algún niño que no sea feliz, me parece una idea descabellada, y sólo el pensar que pueda ser así me asusta. Deseo estar equivocada, ojalá disfruten y nunca olviden esos recreos, espero que no tengan que conocer grandes sufrimientos en sus vidas y, si alguna vez les llegan a conocer, que sea lo más tarde posible: para que les de tiempo a que la alegría que guardan dentro crezca y puedan adquirir así la fuerza necesaria para superar cualquier cosa, por muy mala que sea.
Termino el café y la taza sigue templando mis manos. Veo los apuntes encima de la mesa del comedor. Debería de seguir estudiando, pero las energías con las que empecé ya no están: prefiero escribir. Miro la página en blanco desde la pantalla de mi portátil pero no sé qué decir, la niebla ha liberado de su prisión a las montañas y se ha alojado en mi cabeza. Quiero hablar pero no sé dónde fueron a parar las palabras que acostumbran a acompañarme cada instante. Empezaré por algo sencillo - me digo- describiré qué tiempo hace...
martes, 8 de junio de 2010
El mundo
Dicen, sin pronunciar palabra, que es mejor que no hable de ti, que es mejor hacer como que no existes, que te olvide, que ya pasó todo y que tengo que pedir plaza en alguna clínica de desintoxicación.
Les digo, sin pronunciar palabra, que es mejor que no pronuncien esas palabras calladas, que la realidad es todo aquello que no se puede obviar y tú formas parte de mi realidad, que no te voy a olvidar porque, para mi, olvidar significa negar (y yo no estoy dispuesta a negar nada de lo que me haya sucedido en la vida) y que, aunque siga teniendo mono de ti, intento seguir mi día a día de modo que nadie sospeche (ni siquiera yo misma, a veces) la lenta agonía que es, a la vez, alegría.
Me gustaría charlar contigo, contarte que desde que te conocí he mejorado a nivel personal hasta un punto que nunca imaginé: soy un poco más fuerte, más paciente, relativizo más las cosas, aprecio de un modo más profundo a mi familia y amigos, me quiero un millón de veces más, y, aunque sé que esto no es bueno: soy más cobarde y tengo más miedo. Te agradecería de nuevo, infinitas veces, que existas en el mundo y que me hayas brindado la oportunidad de conocerte: gracias, de corazón, gracias porque tú cambiaste la imagen que tenía del mundo. Ahora escribo prácticamente todos los días, lo hago porque me gusta y porque significa un millón de cosas más: es mi terapia, es mi forma de comunicarme conmigo misma, es mi forma de gritar al mundo que yo también estoy en él y es mi forma de regalar sueños al aire, para que quien les necesite pueda coger los que quiera prestados y vivirles y recordar así que soñar es algo que todos podemos conseguir.
Gracias por enseñarme a brillar en mi propio cielo, lo único que deseo es que tú sigas brillando en el tuyo cada día más y que, un día, el mundo entero también sepa, al escuchar tu nombre, que tú, símplemente, eres único.
miércoles, 2 de junio de 2010
Utopía
El silencio reina en ese lugar, a millones de años luz del suelo, llamado Utopía. Allí la gente no tiene voz porque no es necesaria y como no existe el sonido de las palabras, generación tras generación, sus habitantes fueron perdiendo el sentido de la audición hasta quedarse completamente sordos. Basta mirar el rostro de las personas que se cruzan, cada una volando sin un rumbo fijo, para saber qué guardan dentro y cómo son sin ningún tipo de velo que oculte la verdad: sin engaños, sólo esencia.
La gente se saluda por medio de sonrisas, llora con el corazón, ama con la mirada y se defiende del mismo modo que ayuda: con su esencia. La esencia de cada persona es compleja a la vez que hermosa y, en cierto modo, peligrosa... Las esencias son todas distintas, no hay dos iguales, y nadie tiene el poder de juzgar a otra persona, pues, no hay esencias mejores ni peores que las demás: todas son únicas y por tanto admirables.
La diferencia radica en cómo las esencias conectan unas con otras en base a la comunicación silenciosa que realizan entre ellas: es así como encuentran su complemento. Los sentimientos que contrastan o reflejan los propios, las vivencias ajenas que , sin haberlas experimentado, dejan huella, el carácter que consigue asombrar una vez y otra vez, sin importar cuántas veces se deje ver... Lo peligroso de las esencias es que, al carecer de palabras en el aire, cuando llueve en abundancia los ojos pierden el enfoque sobre la persona con la que tratan y, creyendo que lo que oyen es la voz de la otra persona, en realidad lo que oyen son frases desordenadas, formadas por pensamientos de otras esencias que comparten el mismo momento y lugar... El peligro es, por tanto, distraerse sin darse cuenta y creer ver en una persona cosas que no tiene, que no piensa, que no siente, que no vive...
Una vez visité Utopía, recorrí sus calles sin pisar ningún suelo: flotando y comunicándome en silencio. Lo que no recuerdo, lo que no sé... es si aquel día hubo, o no, tormenta en el cielo.
La diferencia radica en cómo las esencias conectan unas con otras en base a la comunicación silenciosa que realizan entre ellas: es así como encuentran su complemento. Los sentimientos que contrastan o reflejan los propios, las vivencias ajenas que , sin haberlas experimentado, dejan huella, el carácter que consigue asombrar una vez y otra vez, sin importar cuántas veces se deje ver... Lo peligroso de las esencias es que, al carecer de palabras en el aire, cuando llueve en abundancia los ojos pierden el enfoque sobre la persona con la que tratan y, creyendo que lo que oyen es la voz de la otra persona, en realidad lo que oyen son frases desordenadas, formadas por pensamientos de otras esencias que comparten el mismo momento y lugar... El peligro es, por tanto, distraerse sin darse cuenta y creer ver en una persona cosas que no tiene, que no piensa, que no siente, que no vive...
Una vez visité Utopía, recorrí sus calles sin pisar ningún suelo: flotando y comunicándome en silencio. Lo que no recuerdo, lo que no sé... es si aquel día hubo, o no, tormenta en el cielo.
sábado, 29 de mayo de 2010
Quiero...
Coger el estrés y el agobio a las 8:30 y dejarlo discutiendo solo a las 11:00. Tomar un café y un pincho en el bar de enfrente, reír y sentir cómo se alejan los problemas resbalando, por el taburete que me mantiene, para morir en las baldosas grises del suelo. Regresar a las 11:25 a esa mesa donde me espera mi portátil, sentarme en esa silla azul sin aquellos problemas que olvidé y descubrí que no son tan importantes como pretendían ser. Escribir con calma, olvidar dónde estoy y concentrarme en mi propio esfuerzo: es tan reconfortante sentir que nada puede contigo y que siempre encuentras alguna solución que ni por asomo pensabas que llegaría...
Salir a las 14:40 cansada, con las tareas ya planeadas para el día siguiente, pero satisfecha. Mirar al cielo azul de verano, limpio de nubes, al abrir esa pesada puerta que no volveré a tocar ese día más, subirme a mi coche, ponerme las gafas de sol marrones, bajar las ventanillas para que la brisa cálida alivie el fuego que hay dentro, alejarme sonriendo, sintiéndome la accionista mayoritaria de la felicidad del mundo entero. Llegar al aparcamiento de la playa a las 15:06, bajar las escaleras de piedra y descalzarme antes de tocar la arena, ponerme el bikini, recogerme el pelo, acercarme al agua con la sensación de hambre. Sumergirme en el mar rápida y suavemente, y bucear, bucear hasta sentir que mi corazón se refresca al ritmo de mi piel. Flotar con el agua debajo de mi cuerpo, cerrar los ojos, no oír a los niños que ríen mientras juegan en la arena, escuchar solamente la respiración de la profundidad del mar y dejarme acunar por esa melodía.
Y sentir de nuevo esa sensación que tanto me llena: que la vida me parezca buena.
Salir a las 14:40 cansada, con las tareas ya planeadas para el día siguiente, pero satisfecha. Mirar al cielo azul de verano, limpio de nubes, al abrir esa pesada puerta que no volveré a tocar ese día más, subirme a mi coche, ponerme las gafas de sol marrones, bajar las ventanillas para que la brisa cálida alivie el fuego que hay dentro, alejarme sonriendo, sintiéndome la accionista mayoritaria de la felicidad del mundo entero. Llegar al aparcamiento de la playa a las 15:06, bajar las escaleras de piedra y descalzarme antes de tocar la arena, ponerme el bikini, recogerme el pelo, acercarme al agua con la sensación de hambre. Sumergirme en el mar rápida y suavemente, y bucear, bucear hasta sentir que mi corazón se refresca al ritmo de mi piel. Flotar con el agua debajo de mi cuerpo, cerrar los ojos, no oír a los niños que ríen mientras juegan en la arena, escuchar solamente la respiración de la profundidad del mar y dejarme acunar por esa melodía.
Y sentir de nuevo esa sensación que tanto me llena: que la vida me parezca buena.
lunes, 24 de mayo de 2010
Huellas que vienen y van
Camino por la orilla de la playa. Llego a unas rocas, me paro y decido sentarme un rato sobre una que me invita a ello. Miro el cielo, es azul de verano: me encanta, sonrío agradecida por poder verle después de tanto tiempo. No hay nubes flotando, ninguna, pocas veces se ve algo así en esta tierra... es, sin duda, una imagen que merece la pena contemplar y no olvidar. La brisa es fresca, mis brazos dicen que tienen frío pero yo no reparo en ello, estoy a gusto mirando el cielo, sin pensar en nada más que ese azul inmenso.
Pasan los minutos, siento la ligereza de mi alma, dice que está tranquila y que, incluso con todos los dolores que combate cada día, es feliz: siempre ha sido libre de actuar como sentía y es de ese modo, con esa libertad de vivir y cometer errores, como se queda tranquila cada noche y decide comenzar un nuevo día cada mañana. Brotan algunas lágrimas que veloces tratan de alcanzar el suelo, pero consigo frenarlas con mis dedos y ninguna pasa de las mejillas. Me siento perdida. Me siento impotente.
Suspiro, no entiendo cómo funciona la vida, por qué no coinciden lo que se supone que debo hacer y lo que en realidad deseo hacer, por qué no puedo limitarme a caminar sin ser consciente del camino que toman mis pasos, por qué y cómo puede haber conseguido alguien (sin pretenderlo) cambiar mi vida despertándome suavemente de la nada en que flotaba para, una vez despejada, marcharse.
Me levanto, el agua está fría y la arena debajo de mis pies me acaricia. Suspiro, camino al lado de las huellas que me llevaron hasta las rocas pero esta vez los pasos son de regreso. Miro al cielo y comprendo que lo único que debo hacer es pensar en ese azul de verano infinito y dejar que mis pies sigan marcando el ritmo por sí solos: a veces rápido, otras lento, pisando fuerte o flotando a escasos centímetros del suelo... Pienso en la nada en que me hallaba antes: dormida y ajena a todo, la vida pasaba de largo y yo pensaba que no podía haber más felicidad que esa tranquilidad pero, al despertar, me di cuenta de que en realidad me perdía un millón de sensaciones distintas cada día, me perdía vivir.
Mirando al cielo, azul de verano inmenso, sigo caminando por la orilla, acompañada del sonido de las olas que vienen y van con un dulce movimiento. Aunque a veces duela, vivir es lo único que quiero.
lunes, 17 de mayo de 2010
(Tiempo muerto)
Cuando se despertó, no vio a su alrededor más que oscuridad. En un segundo se dio cuenta de que no sabía dónde estaba, ni qué hora era, ni qué día... Se giró sobre sí misma encima del colchón, rígido como las piedras. ¿Dónde estoy?, ¿qué hora es?, ¿es Viernes? - se preguntó.
Nada. No recordaba nada: no tenía respuestas. Se incorporó rápidamente ante la angustia que crecía con fuerza en su interior. ¿Dónde estoy?, ¿dónde estoy?... ¿quién soy...? - y se quedó muda de pensamiento ante esa pregunta. Temerosa y con las manos de cristal temblando, se levantó como pudo, intentando no tropezar con sus propios pies. Caminó a ciegas, siguiendo con las manos la pared que tenía al lado y encontró la puerta. !Una puerta! - pensó con alegría y cierto pánico.
Al otro lado de esa puerta se habría un inmenso recibidor de forma irregular. Dio un paso al frente, en el lateral derecho había otra puerta cerrada, pero esta era de cristal y se veía luz en el interior de la habitación. Sigilosamente caminó hacia ella. Se detuvo a un lado antes de decidirse a abrirla, quería escuchar qué pasaba dentro... Nada. No oía nada, salvo el pulso frenético en su garganta. Ahora o nunca, venga, si estás aquí es por algo, ¡vamos! - y con la cabeza a punto de estallar en su cuerpo por la presión, agarró con firmeza el pomo de la puerta y le giró mientras le empujaba con decisión.
Se quedó quieta y estupefacta al ver que ante ella se extendía una gran pradera tan verde como la esperanza, decenas de árboles frutales se dispersaban por el terreno y se perdían en el horizonte junto al cielo azul de verano y las nubes blancas como la nieve. Avanzó un par de metros, sintió la hierba mullida y fresca en sus pies: iba descalza y con un vestido, menos verde que la esperanza, de algodón. Se sentó allí mismo, con mil preguntas en la mente y sin respuestas que la devolvieran a su ser. Pero... - susurró para sí misma mientras empezó a contemplar el horizonte...
Nada. No recordaba nada: no tenía respuestas. Se incorporó rápidamente ante la angustia que crecía con fuerza en su interior. ¿Dónde estoy?, ¿dónde estoy?... ¿quién soy...? - y se quedó muda de pensamiento ante esa pregunta. Temerosa y con las manos de cristal temblando, se levantó como pudo, intentando no tropezar con sus propios pies. Caminó a ciegas, siguiendo con las manos la pared que tenía al lado y encontró la puerta. !Una puerta! - pensó con alegría y cierto pánico.
Al otro lado de esa puerta se habría un inmenso recibidor de forma irregular. Dio un paso al frente, en el lateral derecho había otra puerta cerrada, pero esta era de cristal y se veía luz en el interior de la habitación. Sigilosamente caminó hacia ella. Se detuvo a un lado antes de decidirse a abrirla, quería escuchar qué pasaba dentro... Nada. No oía nada, salvo el pulso frenético en su garganta. Ahora o nunca, venga, si estás aquí es por algo, ¡vamos! - y con la cabeza a punto de estallar en su cuerpo por la presión, agarró con firmeza el pomo de la puerta y le giró mientras le empujaba con decisión.
Se quedó quieta y estupefacta al ver que ante ella se extendía una gran pradera tan verde como la esperanza, decenas de árboles frutales se dispersaban por el terreno y se perdían en el horizonte junto al cielo azul de verano y las nubes blancas como la nieve. Avanzó un par de metros, sintió la hierba mullida y fresca en sus pies: iba descalza y con un vestido, menos verde que la esperanza, de algodón. Se sentó allí mismo, con mil preguntas en la mente y sin respuestas que la devolvieran a su ser. Pero... - susurró para sí misma mientras empezó a contemplar el horizonte...
domingo, 16 de mayo de 2010
Mariposa
Silencio. Cierra los ojos y respira la brisa que empuja el viento a su alrededor... respira, nota llenarse sus pulmones de aire limpio, respira... Imagina que no pisa el suelo, siente la ligereza de su cuerpo, escucha el latido de su corazón. Una mariposa roja se acerca y la mira mientras sus alas no dejan de batir, generando una canción de cuna que la mece hacia el sueño... Sonríe, adivina que lo que no entiende la mariposa es qué hace ahí, flotando como ella a pesar de carecer de alas que la sostengan.
Se acerca el sueño, sabe que en cualquier momento dejará de ser consciente de estar ahí, en mitad del cielo, acompañada de una mariposa roja como el fuego y piensa, antes de dejar de oír esa canción de cuna, que le gustaría poder comunicarse con la pequeña mariposa para contarle que puede flotar en ese cielo, su cielo, porque es la felicidad la que la sostiene con sus alas invisibles de paz.
Se acerca el sueño, sabe que en cualquier momento dejará de ser consciente de estar ahí, en mitad del cielo, acompañada de una mariposa roja como el fuego y piensa, antes de dejar de oír esa canción de cuna, que le gustaría poder comunicarse con la pequeña mariposa para contarle que puede flotar en ese cielo, su cielo, porque es la felicidad la que la sostiene con sus alas invisibles de paz.
miércoles, 12 de mayo de 2010
Deseos
Hoy al llegar a clase me ha parecido que estabas triste o tal vez demasiado cansado. Te he saludado, de pasada hacia mi sitio, como cada mañana y has tardado en responder. Me hubiera gustado regresar hacia ti y decirte que debes procurar dormir un poco más y con una sonrisa te hubiera acariciado en la mejilla.
Pero me he limitado a mirarte de reojo, de vez en cuando, y a morirme abrasada por dentro deseando revolverte el pelo... Sentí de nuevo ese olor, el tuyo, sobre mi pecho: es con lo que sueño, no tengo remedio... Después cuando salía hemos cruzado cuatro comentarios acerca del ejercicio que habían resuelto hacía escasos segundos, y te he notado animado. Al verte así me he alegrado, por dentro un suspiro de alivio nació y murió en mi corazón: doy gracias al cielo hoy por haberme dejado verte sonreír. Y ya no quería irme, después, ya no quería irme.
Quiero hundirme otra vez en tu abrazo, quiero tocar de nuevo tus lunares, rozar tu piel, perderme en tus ojos... es tan grande todavía este deseo... me sigue llamando a gritos a pesar de que sabe que no es posible. Un "porque no" no me vale, pero sé que esa es la única respuesta que hay. Se acerca mi cumpleaños y no puedo evitar pensar en ti como mi único regalo... si tuviera el valor de pedirte algo... si en algún momento lo encuentro, perdóname por favor, porque volveré a decirte que aquí dentro sigue todo igual y que si tú me dejas, aunque sea por un segundo, voy a comerte poquito a poco hasta que no consiga frenar más el ansia y te devore por completo.
Pero me he limitado a mirarte de reojo, de vez en cuando, y a morirme abrasada por dentro deseando revolverte el pelo... Sentí de nuevo ese olor, el tuyo, sobre mi pecho: es con lo que sueño, no tengo remedio... Después cuando salía hemos cruzado cuatro comentarios acerca del ejercicio que habían resuelto hacía escasos segundos, y te he notado animado. Al verte así me he alegrado, por dentro un suspiro de alivio nació y murió en mi corazón: doy gracias al cielo hoy por haberme dejado verte sonreír. Y ya no quería irme, después, ya no quería irme.
Quiero hundirme otra vez en tu abrazo, quiero tocar de nuevo tus lunares, rozar tu piel, perderme en tus ojos... es tan grande todavía este deseo... me sigue llamando a gritos a pesar de que sabe que no es posible. Un "porque no" no me vale, pero sé que esa es la única respuesta que hay. Se acerca mi cumpleaños y no puedo evitar pensar en ti como mi único regalo... si tuviera el valor de pedirte algo... si en algún momento lo encuentro, perdóname por favor, porque volveré a decirte que aquí dentro sigue todo igual y que si tú me dejas, aunque sea por un segundo, voy a comerte poquito a poco hasta que no consiga frenar más el ansia y te devore por completo.
lunes, 10 de mayo de 2010
Él y Ella
Habían quedado a las cinco de la tarde en la plaza donde se habían encontrado por primera vez. Faltaban cinco minutos para la hora concertada pero él ya estaba allí, sentado en un banco de madera, esperando. Sabía que ella llegaría tarde, como siempre, pero eso no le molestaba porque le gustaba ver cómo aparecía acelerada ante sus ojos, y se preguntaba a sí mismo, mientras sus labios dibujaban una sonrisa, cuál sería la excusa para hoy.
Miró la hora en su móvil: las cinco en punto. El día era soleado pero no caluroso, corría una leve brisa del norte y las gaviotas cruzaban el cielo hacia la costa que estaba a escasos kilómetros de allí. Hoy pensaba llevarla a uno de sus sitios favoritos, donde iba cuando quería disfrutar de las vistas de la ciudad. Era un sitio tranquilo, estaba cerca de los acantilados y desde allí se podía saborear el agua marina en el aire. Miró a su derecha: ahí llegaba ella.
Siguieron por un sendero de tierra y hierba rodeando los acantilados hasta el sitio que él había indicado. Se sentaron juntos, él se descalzó y le pidió a ella que le acercara sus pequeños pies para descalzarla. Retiró la hebilla de la pulsera de sus zapatos y dejó el calzado al lado del suyo.
Miró la hora en su móvil: las cinco en punto. El día era soleado pero no caluroso, corría una leve brisa del norte y las gaviotas cruzaban el cielo hacia la costa que estaba a escasos kilómetros de allí. Hoy pensaba llevarla a uno de sus sitios favoritos, donde iba cuando quería disfrutar de las vistas de la ciudad. Era un sitio tranquilo, estaba cerca de los acantilados y desde allí se podía saborear el agua marina en el aire. Miró a su derecha: ahí llegaba ella.
- Lo siento, lo siento, es que justo cuando ya salía por el portal me acordé de que se me había olvidado coger kleenex.
- ¿Por qué siempre tienes que volver a por algo? - rió
- Ya sabes como soy, además sólo me he retrasado cinco minutos, ¿eh? - dijo ella, divertida.Caminaron conversando animadamente sobre cómo les había ido respectivamente la mañana en el trabajo. Por el camino encontraron a un anciano que llamaba a su perro, que se había escapado. Él cogió al perro, pequeño y negro, se lo entregó a su amo con delicadeza y éste siguió andando sin darle las gracias. Juntos, comentaron la poca educación del señor y ella, en silencio, apreció el valor del gesto de él y sintió que le quería, entonces, un poco más todavía.
Siguieron por un sendero de tierra y hierba rodeando los acantilados hasta el sitio que él había indicado. Se sentaron juntos, él se descalzó y le pidió a ella que le acercara sus pequeños pies para descalzarla. Retiró la hebilla de la pulsera de sus zapatos y dejó el calzado al lado del suyo.
- Gracias.
- Así disfrutarás más del paisaje.Allí, en medio de la nada, vieron atardecer acompañados por el cielo libre de nubes y arropados por el viento. Ella se sintió libre por tenerle a su lado compartiendo aquel momento y él se sintió libre por compartir ese lugar mágico con esa chica que le transmitía tanta paz cuando estaba a su lado.
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