martes, 17 de noviembre de 2009

Reinventarse

¡Vaya! Ha pasado ya una semana desde mi última entrada. No sé, no tener la necesidad de acudir aquí a escribir tan frecuentemente como antes quizá sea una buena señal: voy mejorando. Y realmente creo que es así, desde la fiesta de pijamas algo ha cambiado en mi, sin saber cómo, de la nada, me reinvento de nuevo. Estoy bien, y por primera vez sé que no me miento: estoy bien.

El Viernes fui con una amiga a cenar donde otras amigas suyas con las que coincidimos en el concierto de Fito&Fitipaldis. Esta amiga me está ayudando mucho, no hace falta que le cuente nada pero está ahí porque sabe que la necesito más que nunca, necesito que me espabilen y ella está haciendo ese papel y le estaré eternamente agradecida por ello. Me lo pasé genial en la cena, conocí una chica que está pasando por algo similar a mi situación pero con una diferencia bastante grande: ella tuvo una relación de 6 años, tenían planes de boda y todo, y decidió dejarle porque ya no le quería. Lo está pasando fatal, por lo visto lleva así ya 7 meses, y no hizo falta que contara mucho para ver cuánto le está afectando el perder el apoyo que tenía en su novio y en avanzar por su vida sola. Hubo cosas que dijo que me recordaron a mi: se siente egoísta, no está bien consigo misma, no se encuentra cualidades, todo son defectos, pensó que un cambio de look quizá sirviera pero no... Evidentemente esta chica quiso a su novio y sentir que ya no había amor y que no podía seguir así fue y es algo muy difícil de asumir; esto me hizo ver que realmente he sufrido de verdad por alguien, que he sufrido por amor, que por primera vez en mi vida y sin buscarlo me enamoré con todas las letras... y con todas sus consecuencias.

Ver que el dolor puede ser siempre más grande y más fuerte incluso cuando ya no lo creamos me hizo darme cuenta de mi propio problema y de que debía seguir adelante. Y así estoy: siguiendo con mi vida, rescatando esa parte de mi que cogía las cosas que le daba la vida, fueran mejores o peores, y las transformaba siempre en algo bueno, algo que se pudiera aprovechar y transmitir alrededor. Decidí rescatarme a mí misma, sacar lo bueno de esto, transformarlo en una lección y aprender con una sonrisa y con la ilusión de un nuevo día.

martes, 10 de noviembre de 2009

Un fin de semana especial

Estoy cansada, y no porque haya hecho mucho últimamente, al contrario. Haciendo balance del fin de semana, no puedo quejarme: el viernes fui al concierto de Fito&Fitipaldis con dos amigas. Fue genial, Fito me enamoró hace tiempo con sus letras y sus melodías, en las que siempre puedo encontrar un reflejo de mí y donde muchas veces encuentro el consuelo; pero escucharle en concierto, ver la emoción y los sentimientos que ofrece a su público, fue especial... sencillamente, no tengo palabras suficientes para expresar lo increíble y lo genial que fue. Él estaba también allí y por mensaje quedamos en vernos un rato a la salida, fue algo breve: saludo, presentaciones a mis amigas, un qué tal y para casa.

El sábado tuve fiesta de pijamas con las amigas que fui al concierto y con otros más de siempre. Tuve algún momento de empanada mental después de cenar, fue algo general, la gente se amodorró un poco en el sofá y viendo la tele, pero después sacamos algo para "entrar en calor" y la fiesta se animó. Muchas risas y anécdotas divertidas que recordare siempre y que sé que comentaré con ellos muchas veces, como ya hemos estado haciendo hasta ahora.

El domingo tocaba la vuelta a casa, por la mañana ya me desperté pensando en él. La lluvia, el frío, la oscuridad del cielo tormentoso... me recordaron que dos días de diversión no son suficientes para callar esto que siento. Le echo de menos, y al llegar a mi casa no aguanté más y se lo dije por mensaje privado. ¿Por qué lo hice? porque necesito darle estos sentimientos que llevan su nombre, que les conozca porque le conciernen, porque no sería justo arrinconarlos sin que lo sepa, que le echo de menos.... y que ahora que ya lo sabe ya no es tan difícil apartar estos recuerdos, su olvido ya no depende en exclusiva de mi porque ahora él también les conoce y puede guardarlos a su manera.

Ayer: un día más. Hoy: un día más, a excepción de que hoy soy más consciente de que no termino de centrarme en mis quehaceres académicos. Siento miedo por tener que tomar responsabilidades, ahora que estoy en el último año de carrera y el Proyecto Fin de Carrera ya se está cociendo... miedo porque tengo la sensación de no saber nada y de no poder enfrentarme a ello, miedo porque no tengo ganas de hacer nada y eso no es bueno, miedo porque, en cierto modo, es poco el tiempo que me queda para anhelar cada mañana la idea de verle a lo largo del día por la facultad... miedo, porque eso significa alejarme de él... y no hay vuelta atrás.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Recordando recuerdos y viviendo con ellos

Estoy de pie, con todos mis recuerdos entre mis brazos y me pregunto todo el rato qué puedo hacer con ellos. Lo medito un rato y me viene a la mente que quizá deba tirarlos a la basura pero el simple hecho de pensar en deshacerme de ellos, de que acaben en el olvido y de no volver a verlos nunca más, me quita la idea de la cabeza: son demasiados y demasiado bonitos como para que desaparezcan, se pierdan en la nada y no encuentren el aprecio que merecen. Sigo con ellos en mis brazos, les aprieto un poco más fuerte hacia mi, me abrazo con ellos y les prometo entre susurros que no morirán.

Sigo en pie y sigo buscando alguna solución para aliviar un poco el dolor, mientras tanto toco uno de los recuerdos y en un segundo revive en mi, entonces lloro...cierro los ojos y sigo llorando. Son tan bonitos estos recuerdos... tienen vida propia, veo la luz en su interior y cómo me invitan a posar mi mano sobre ellos y dejar que me muestren otra vez momentos felices en los que los días siempre brillaban aunque hubiera nubes en el cielo, días en los que una canción triste no me entristecía...

Aún estoy en pie y mientras me seco las lágrimas comprendo que no puedo tampoco aferrarme a ellos durante todo el día, tengo que encontrar una solución y de repente se me ocurre: los guardaré en una caja, en un rincón de este lugar tan cálido y hogareño, sí eso haré y de ese modo tampoco les perderé, podré visitarles de vez en cuando y podré aliviar la carga de tanto dolor y de este modo lograré seguir adelante. Llego a ese rincón de mi corazón, y encuentro una caja vacía, está abierta y me es inevitable pensar que en realidad esa caja ya me estaba esperando... empiezo a guardar con cuidado los recuerdos en ella pero hay un problema: no entran todos. No, no, no... no puede ser, ¿ por qué son tantos?, maldigo mi suerte y lloro otra vez.... Les miro, claramente hay recuerdos más hermosos, y a la vez más dolorosos, que otros y entonces encuentro la solución: guardaré en la caja estos, los más intensos, los que más duelen, los que más pesan... y así aliviaré mi carga, aliviaré el dolor, y aprenderé a vivir con los otros en mis brazos. Así que eso hago, guardo en la caja esta clase de recuerdos, lo hago con sumo cuidado, no quiero que se rompan y al ir cogiéndoles me acarician... y lloro de nuevo.

Todavía estoy aquí, de pie, miro la caja, ahora cerrada, y a través de sus esquinas se escapa la luz de los recuerdos que alberga en su interior... la veo moverse, son ellos, me llaman. El nudo que tengo en la garganta me ahoga un poco más de lo habitual y con gran esfuerzo les doy la espalda, no me alejo pero así tampoco puedo verlos. Me siento en el suelo, con el resto de recuerdos en mis brazos, pero sigo oyendo cómo se mueven los otros en la caja que está a mi espalda. Cierro los ojos y lloro... lloro porque les estoy recordando y ni siquiera alcanzo a tocarlos, lloro porque son ellos los que me alcanzan a mi aunque les de la espalda, lloro porque son más fuertes que la distancia que nos separa...  lloro porque esta vez soy yo la que revive en ellos.

domingo, 1 de noviembre de 2009

El Blog del Inquisidor

Domingo 1 de Noviembre. Estoy mejor que hace un mes, eso es un hecho que puedo asegurar, pero no puedo decir que esté superado. En este tiempo he podido leer un par de libros y ambos me han ayudado a pasar los días de manera que no pensara que mi vida es un infierno durante las 24 horas, además me han hecho reflexionar sobre todo: él, la vida en general, mi vida personal, en definitiva... yo.

El Blog del Inquisidor, escrito por Lorenzo Silva, lo terminé de leer el Viernes. Los primeros capítulos me parecieron un poco pesados, hubo momentos en que no supe si dejar de leerlo y devolverle a la biblioteca.... trataba al principio básicamente el tema de la Inquisición en España, y con todo mi respeto, la historia nunca ha sido uno de mis fuertes. Pero ahora que le he leído comprendo por qué era necesario someter al lector al tema, de modo que se pueda lograr una cierta ubicación  sobre a qué se refería el personaje que contaba la historia y entender así la suya propia.

No voy a contar aquí de qué iba el libro porque soy bastante mala haciendo resúmenes y porque creo que es mejor descubrir los libros por uno mismo y hacerse su propia visión, así que si a alguien le interesa seguro que le puede encontrar en alguna biblioteca fácilmente.

Lo que me gustaría destacar es una de las cosas que contaba el Inquisidor a Theresa y que me ha hecho pensar mucho, cito aquí el fragmento:
".., sobretodo en mis relaciones con otras personas, parto de esta premisa: tenemos lo que merecemos tener, y perdemos lo que merecemos perder. Porque sólo merecemos tener lo que necesitamos, y cuando necesitamos algo sabemos cuidarlo y no lo perdemos. Y merecemos perder lo que no necesitamos, y cuando no  necesitamos algo no sabemos cuidarlo y dejamos de tenerlo. No sólo resulta lógico, sino que admitirlo así sirve para estar en paz con uno mismo, responsabilizarse de la propia vida y no convertirse en uno de esos pelmas que van por ahí cargando en la cuenta de los demás sus propios fracasos. "
Encuentro mucha verdad y mucha lógica, como el propio personaje dice, en eso de que tenemos lo que merecemos tener, y perdemos lo que merecemos perder. No voy a negar que esta frase me hizo sentirme bien conmigo misma, con la conciencia tranquila, pero a la vez me dolió porque enfrentarse a la realidad a veces no es sencillo y tras esa frase no sólo se encuentra mi consuelo sino también me pena, mi dolor... tenemos lo que merecemos tener... yo no merecía tenerle a él y, a fecha de hoy, eso me duele.

No, no soy tampoco una de esas pelmas que van por ahí cargando sus fracasos a los demás y por eso ahora no puedo hacer otra cosa que silenciar mi dolor en la medida de lo posible enfrascada en el estudio, el deporte y los fines de semana con los amigos. No soy una pelma, porque serlo tampoco aliviaría en lo más mínimo algo de todo esto que siento... no soy una pelma, porque no forma parte de mi naturaleza pero ahora también puedo comprender que si lo fuera quizá todo esto sería más fácil, podría sacudirme la tristeza y seguir sin volver la vista atrás sin esfuerzo.

Supongo que, al fin y al cabo, nunca se encuentran los motivos exactos para comprender las partes amargas de la vida. Sólo queda seguir el camino, a mi no me cabe duda de que me va a costar mucho dejar de volver la vista atrás hacia esta época que estoy viviendo, pero no puedo hacer otra cosa que seguir. Seguir y, aunque sé que los recuerdos no se van a ir y que duelen como el primer día, tapar esos momentos y no dejarles salir a la superficie.