¿Tú crees en otras vidas?, ¿en la reencarnación y cosas así?. Yo no sé qué pensar, a veces me digo que es imposible que seamos un ser vivo más en la Tierra y que tiene que existir algo más allá de la piel: otra oportunidad tal vez.
Sin embargo en otras ocasiones creo tener la certeza de que no hay nada más, que sólo tenemos esta vida y que, pensándolo bien, es muy corta. ¿Y si lo estoy haciendo mal?, quizá estoy perdiendo el tiempo en cosas que carecen de esencia, quizá esté conduciendo mi vida por una carretera llena de curvas sumergida en la niebla del otoño.
Yo lo que quiero es volver a sentir la sensación de paz que viví en aquellas tardes de verano de mi niñez. ¿Dónde se quedaron?. Cuando no necesitaba más que el calor de julio, un chapuzón refrescante antes de comer y dejarme mecer por la leve brisa que corría allí... en el Cotero. ¿Por qué no pueden volver?, ¿por qué?, ¿por qué...?
Ya sé que es imposible que el pasado regrese pero quiero que el futuro me regale unos pocos días más como aquellos, ¿a quién debo pedírselo?, dime, si te enteras de quién tiene el poder de conceder ese tipo de deseos me lo dirás, ¿verdad?, ¿verdad?, ¿verdad...? Lo único que deseo es ver de nuevo ese cielo azul, mi azul de verano.
Cuando enfrentarse a la verdad sirve para regresar, una vez más, a nuestra nube: nube dulce nube...
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miércoles, 3 de noviembre de 2010
lunes, 11 de octubre de 2010
Vuelta al cole
- Lily, Lily... vamos cariño, es hora de levantarse
Su madre seguía zarandeándola con dulzura para despertarla. La pequeña Lily sabía que era el primer día del curso, la vuelta al cole había llegado irremediablemente y le daba pereza abandonar su pequeña cama, con sábanas de margaritas y edredón de innumerables estrellitas, que la velaba con el calor tan especial que sólo se aprecia cuando la rutina obliga a alejarse de ella.
- Jo... mami, ¿no puedo quedarme durmiendo un poco más? - preguntó mañosa y con los ojos todavía cerrados
- No cielo - rió su madre - ya lo siento pero tienes que levantarte ya. ¿No tienes ganas de ver a tus amigos? - la preguntó haciéndola cosquillas bajo la barbilla.
- Sí - exclamó riendo a carcajadas y con los ojos totalmente abiertos - Ya me levanto...
Su madre la dio un achuchón, sacándola al tiempo de la cama en volandas y vistiendola con innumerables besos. Durante el desayuno Lily vio los dibujos animados, acompañada de sus galletas preferidas y un chocolate caliente: ese era el momento del día que más disfrutaba la pequeña.
Cuando llegó a clase, algunos de sus compañeros del año pasado jugaban en el suelo con una colección nueva de cromos, las niñas jugaban a las palmitas y sólo un niño permanecía sentado en su pupitre, mirando al suelo.
- ¡Hola Max! - dijo derrochando alegría Lily al mismo tiempo que se sentaba al lado del niño - ¿Qué tal las vacaciones?
- Bien - contestó frío él
- ¿Has ido mucho a la playa?
- Sí, con mi abuelita... y me he comido un helado de chocolate todos los días antes de volver a casa - sonrió Max, volviendo el rostro hacia Lily, al recordar el sabor frío y dulce en su pequeño paladar
- ¡Mmm... chocolate.., a mi también me gustan mucho los helados de chocolate!
- ¿Verdad que son los mejores?
- ¡Verdad!
En ese momento entró en la clase la profesora, trayendo consigo un montón de cuadernos azules y una caja de pegatinas de diversas formas y colores.
- Bueno niños, ¡bienvenidos otra vez! - comenzó diciendo a medida que fue repartiendo los cuadernos y las pegatinas por los grupos de mesas - Para empezar el curso he comprado estas libretas en blanco y estas pegatinas tan bonitas para que cada uno haga con ellas un collage con todas las cosas que le han gustado y que ha hecho este verano. Después hablaremos de ello todos juntos y entre todos elegiremos el cuaderno más bonito, ¿qué os parece?
- ¡Bieeeeeen! - chillaron todos
Pero a Max no le entusiasmaba la idea como a sus compañeros y, volviendo de nuevo la vista al suelo, susurró - Mal...
Su madre seguía zarandeándola con dulzura para despertarla. La pequeña Lily sabía que era el primer día del curso, la vuelta al cole había llegado irremediablemente y le daba pereza abandonar su pequeña cama, con sábanas de margaritas y edredón de innumerables estrellitas, que la velaba con el calor tan especial que sólo se aprecia cuando la rutina obliga a alejarse de ella.
- Jo... mami, ¿no puedo quedarme durmiendo un poco más? - preguntó mañosa y con los ojos todavía cerrados
- No cielo - rió su madre - ya lo siento pero tienes que levantarte ya. ¿No tienes ganas de ver a tus amigos? - la preguntó haciéndola cosquillas bajo la barbilla.
- Sí - exclamó riendo a carcajadas y con los ojos totalmente abiertos - Ya me levanto...
Su madre la dio un achuchón, sacándola al tiempo de la cama en volandas y vistiendola con innumerables besos. Durante el desayuno Lily vio los dibujos animados, acompañada de sus galletas preferidas y un chocolate caliente: ese era el momento del día que más disfrutaba la pequeña.
Cuando llegó a clase, algunos de sus compañeros del año pasado jugaban en el suelo con una colección nueva de cromos, las niñas jugaban a las palmitas y sólo un niño permanecía sentado en su pupitre, mirando al suelo.
- ¡Hola Max! - dijo derrochando alegría Lily al mismo tiempo que se sentaba al lado del niño - ¿Qué tal las vacaciones?
- Bien - contestó frío él
- ¿Has ido mucho a la playa?
- Sí, con mi abuelita... y me he comido un helado de chocolate todos los días antes de volver a casa - sonrió Max, volviendo el rostro hacia Lily, al recordar el sabor frío y dulce en su pequeño paladar
- ¡Mmm... chocolate.., a mi también me gustan mucho los helados de chocolate!
- ¿Verdad que son los mejores?
- ¡Verdad!
En ese momento entró en la clase la profesora, trayendo consigo un montón de cuadernos azules y una caja de pegatinas de diversas formas y colores.
- Bueno niños, ¡bienvenidos otra vez! - comenzó diciendo a medida que fue repartiendo los cuadernos y las pegatinas por los grupos de mesas - Para empezar el curso he comprado estas libretas en blanco y estas pegatinas tan bonitas para que cada uno haga con ellas un collage con todas las cosas que le han gustado y que ha hecho este verano. Después hablaremos de ello todos juntos y entre todos elegiremos el cuaderno más bonito, ¿qué os parece?
- ¡Bieeeeeen! - chillaron todos
Pero a Max no le entusiasmaba la idea como a sus compañeros y, volviendo de nuevo la vista al suelo, susurró - Mal...
viernes, 24 de septiembre de 2010
¿Qué es para mi un novio?
Para mi un novio debe ser un amigo, qué digo un amigo, el mejor amigo. La diferencia con el resto de amigos es que con un novio además debería compartir una complicidad especial, atracción, momentos de pasión que se prolonguen más allá de la piel, desear cuidarle y que me cuide con el cariño con el que cuido a mi familia y ellos me cuidan a mi. Un novio, para mi, es ese ser que sin saber por qué se convierte en especial y pasa a ser una pieza clave en mi vida. Alguien con el que me sienta mejor persona, que me haga descubrir y al que le haga descubrir millones de sentimientos jamás experimentados... ese todo que llene de luz incluso los días más oscuros, que me convierta en su número uno en la lista de prioridades, que sea feliz sólo con verme sonreír, que quiera ser la cura para quitar las espinitas que se me clavan algunos días y que nunca, nunca, nunca, nunca... se plantee alejarse de mi.
Porque sí, quizá yo sea una idiota, una estúpida que nunca deja de soñar, que vive la mayor parte del día en las nubes: cobarde, ajena, ingenua, inconsciente, ciega, sorda... pero no muda, no muerta, no vencida, no infeliz, no amargada, no envenenada, no egoísta... Y porque sí, vivo en las nubes, sí... ¿y qué? ¿qué pasa? ¿qué hay de malo en buscar un refugio propio donde disipar las tempestades? Soy feliz, así soy feliz: con mis días alegres y con mis días tristes, yo soy así y no quiero cambiarme ni me cambiaría por nadie. Tal vez sea rara, una tía extraña, alguien a quien ni novecientas veintitrés bofetadas bastan para hacer que pierda las fuerzas... pero lo suficientemente pequeña como para sentir el escozor en el corazón y el calor que desprenden los ojos cuando están alerta ante las lágrimas que tratan de asaltarles.
Quizá tenga demasiado idealizado el amor, quizá te idealicé en exceso... quizá, no lo niego... quizá amar de verdad sea eso... quizá soy demasiado corriente, quizá tú no seas lo suficientemente raro para mi pero, siendo sincera, creo que ya no quiero encontrar respuestas, ya no me importa no hallarlas, ya no espero que regrese aquel tiempo y, eso, por primera vez pienso que es buena señal. Avanzo, avanzo, avanzo sintiendo cómo se ha aligerado aquel peso, y guardo, guardo, guardo aquel tú, que me insufló todo el oxígeno que había perdido, en un cofre de roble que descansa entre algodones con olor a verano...
Y ahora sólo quiero ser yo, una loca empedernida que le da mil vueltas a todo, independiente de por vida, dependiente únicamente de sueños y de tiempos pasados que voy coleccionando y que decoran con colores este sitio en las nubes, donde siento que pertenezco y de donde no me iré nunca.
Porque sí, quizá yo sea una idiota, una estúpida que nunca deja de soñar, que vive la mayor parte del día en las nubes: cobarde, ajena, ingenua, inconsciente, ciega, sorda... pero no muda, no muerta, no vencida, no infeliz, no amargada, no envenenada, no egoísta... Y porque sí, vivo en las nubes, sí... ¿y qué? ¿qué pasa? ¿qué hay de malo en buscar un refugio propio donde disipar las tempestades? Soy feliz, así soy feliz: con mis días alegres y con mis días tristes, yo soy así y no quiero cambiarme ni me cambiaría por nadie. Tal vez sea rara, una tía extraña, alguien a quien ni novecientas veintitrés bofetadas bastan para hacer que pierda las fuerzas... pero lo suficientemente pequeña como para sentir el escozor en el corazón y el calor que desprenden los ojos cuando están alerta ante las lágrimas que tratan de asaltarles.
Quizá tenga demasiado idealizado el amor, quizá te idealicé en exceso... quizá, no lo niego... quizá amar de verdad sea eso... quizá soy demasiado corriente, quizá tú no seas lo suficientemente raro para mi pero, siendo sincera, creo que ya no quiero encontrar respuestas, ya no me importa no hallarlas, ya no espero que regrese aquel tiempo y, eso, por primera vez pienso que es buena señal. Avanzo, avanzo, avanzo sintiendo cómo se ha aligerado aquel peso, y guardo, guardo, guardo aquel tú, que me insufló todo el oxígeno que había perdido, en un cofre de roble que descansa entre algodones con olor a verano...
Y ahora sólo quiero ser yo, una loca empedernida que le da mil vueltas a todo, independiente de por vida, dependiente únicamente de sueños y de tiempos pasados que voy coleccionando y que decoran con colores este sitio en las nubes, donde siento que pertenezco y de donde no me iré nunca.
jueves, 16 de septiembre de 2010
Verano y no verano
Los años y las experiencias vividas me han enseñado que el verano se termina cuando uno quiere y, del mismo modo, empieza. Hoy sin saber por qué me he dado cuenta de que para mi no existen cuatro estaciones sino dos: verano y no verano. Dentro de mi cajita de recuerdos no recuerdo los nombres de los meses, sólo tengo en mente viejas sensaciones, alegrías, tristezas y sentimientos... y si pienso en ellos les siento aquí pegados a mi piel como en aquel ayer.
En verano se encuentran los días y momentos más felices de mi vida. En él vi el tono de azul más bonito que jamás pintó el cielo, el tacto más suave que tocaron mis manos y el perfume que lleva puesto el paraíso, las anécdotas más tristes y más vivas que me regalaron y que desgraciadamente no volveré a escuchar en esta vida, tres lunares, unas pocas caricias y un millón de gestos cargados de sinceridad y afecto.
En el no verano la lista de momentos amargos no es muy grande, al menos eso creo, y además no soy capaz de recordarla entera. A la cabeza se encuentran el miedo y la soledad... y lo que ello conlleva. Pero no siento sus puñales al pensar en ellos, sólo veo minutos sueltos que, a modo de flash, me enseñan lágrimas que derramé y algún que otro pedazo de corazón arrancado por ventiscas de hielo. Y en la distancia me siguen entristeciendo y vuelvo a pensar en que realmente fueron sufridos desde el fondo de mi... pero no queman igual.
Nadie desea sufrir pero los veranos no son interminables, como tampoco lo son los no veranos. No diré que me encantan los no veranos porque evidentemente no es así, pero tampoco diré que desearía borrarlos para siempre de mi porque tampoco es así: a veces, cuando el mundo se derrumba, aparece un cachito de ese azul tan bonito y por unos segundos es de nuevo verano...
En verano se encuentran los días y momentos más felices de mi vida. En él vi el tono de azul más bonito que jamás pintó el cielo, el tacto más suave que tocaron mis manos y el perfume que lleva puesto el paraíso, las anécdotas más tristes y más vivas que me regalaron y que desgraciadamente no volveré a escuchar en esta vida, tres lunares, unas pocas caricias y un millón de gestos cargados de sinceridad y afecto.
En el no verano la lista de momentos amargos no es muy grande, al menos eso creo, y además no soy capaz de recordarla entera. A la cabeza se encuentran el miedo y la soledad... y lo que ello conlleva. Pero no siento sus puñales al pensar en ellos, sólo veo minutos sueltos que, a modo de flash, me enseñan lágrimas que derramé y algún que otro pedazo de corazón arrancado por ventiscas de hielo. Y en la distancia me siguen entristeciendo y vuelvo a pensar en que realmente fueron sufridos desde el fondo de mi... pero no queman igual.
Nadie desea sufrir pero los veranos no son interminables, como tampoco lo son los no veranos. No diré que me encantan los no veranos porque evidentemente no es así, pero tampoco diré que desearía borrarlos para siempre de mi porque tampoco es así: a veces, cuando el mundo se derrumba, aparece un cachito de ese azul tan bonito y por unos segundos es de nuevo verano...
sábado, 14 de agosto de 2010
Cosas que construyen una vida
Una canción de los 80, el olor de un regaliz rojo, una enciclopedia desfasada, diez mil pares de playeras, cerrar los ojos ante el sol cegador de mediodía, soñar con los caminos que se pierden al decidirnos por otra opción y vivir siempre pensando que mañana nos esperará, seguro, algo mejor.
Cantar "Sweet Home Alabama" junto al viento sur que sopla más allá de las ventanas, recuperar esa camiseta desteñida que participó en doscientas cuarenta y ocho tardes de verano, resbalar cuesta abajo en la hierba húmeda por el rocío y volver a levantarse para ascender de nuevo sin parar de reír y recordar que son momentos así los que hacen que la vida merezca la pena.
Subir y bajar cincuenta y siete veces al día de las nubes, gritar hasta quedarse sin oxígeno cuando el malestar indescriptible te come por dentro, reventar los límites de la felicidad cuando recibimos un gesto de cariño inesperado, no dejar de admirar que, aunque pensemos que hemos cambiado, siempre queda esa esencia en nuestro interior... y valorar, nuestro propio proceso de construcción...
Cantar "Sweet Home Alabama" junto al viento sur que sopla más allá de las ventanas, recuperar esa camiseta desteñida que participó en doscientas cuarenta y ocho tardes de verano, resbalar cuesta abajo en la hierba húmeda por el rocío y volver a levantarse para ascender de nuevo sin parar de reír y recordar que son momentos así los que hacen que la vida merezca la pena.
Subir y bajar cincuenta y siete veces al día de las nubes, gritar hasta quedarse sin oxígeno cuando el malestar indescriptible te come por dentro, reventar los límites de la felicidad cuando recibimos un gesto de cariño inesperado, no dejar de admirar que, aunque pensemos que hemos cambiado, siempre queda esa esencia en nuestro interior... y valorar, nuestro propio proceso de construcción...
sábado, 31 de julio de 2010
Sonidos del mundo
Lo primero que hizo nada más llegar a la playa fue extender la toalla sobre la arena seca y cálida, acto seguido se quitó la ropa que cubría su cuerpo enfundado en el bañador estampado, que se había comprado el año anterior en rebajas, y fue hacia el agua a bañarse. El agua no esta muy fría, de hecho, al zambullirse se le antojó cálida como un abrazo en una noche de invierno a la intemperie.
Después de varios minutos decidió salir para dar un paseo por la orilla y secar así sobre su piel el agua salada, dejando que los pequeños granos de sal se acomodaran en ella a su antojo. Cuando regresó a su toalla y se tumbó, boca abajo, sobre ella sintió una extraña sensación de paz. No era uno de aquellos días soleados de los que había podido disfrutar el resto de la semana, más bien era un día nublado, como los que anteceden al otoño: nubes cubriendo el cielo, en calma, alejando con su llegada el sonido de las aves que emprenden un nuevo destino hacia tierras más cálidas.
Con el silencio del cielo y el susurro de las olas muriendo en la orilla, se durmió. Al cabo de una hora, cuando despertó, tuvo la sensación de no saber dónde se encontraba, hasta que de nuevo percibió el sonido del mar. Entonces levantó ligeramente la cabeza y comprobó que estaba totalmente sola en la playa. Se dejó caer de nuevo sobre el suelo, respirando profundamente, y se quedó mirando al infinito, que se perdía en la arena que podía ver, sin pensar en nada.
Un chico se tumbó a su lado, también boca abajo, y la miró sonriendo:
- ¿Qué haces? - le preguntó en un tono apenas audible
Ella no se asustó, no tenía miedo ante la repentina presencia de ese ser humano de ojos dulces, así que cerró los ojos y le contestó en un susurro:
- Escuchar el sonido del mundo - sonrió- ¿lo oyes?...
Pero a los escasos segundos, cuando abrió de nuevo los ojos, no encontró a nadie a su lado...
Después de varios minutos decidió salir para dar un paseo por la orilla y secar así sobre su piel el agua salada, dejando que los pequeños granos de sal se acomodaran en ella a su antojo. Cuando regresó a su toalla y se tumbó, boca abajo, sobre ella sintió una extraña sensación de paz. No era uno de aquellos días soleados de los que había podido disfrutar el resto de la semana, más bien era un día nublado, como los que anteceden al otoño: nubes cubriendo el cielo, en calma, alejando con su llegada el sonido de las aves que emprenden un nuevo destino hacia tierras más cálidas.
Con el silencio del cielo y el susurro de las olas muriendo en la orilla, se durmió. Al cabo de una hora, cuando despertó, tuvo la sensación de no saber dónde se encontraba, hasta que de nuevo percibió el sonido del mar. Entonces levantó ligeramente la cabeza y comprobó que estaba totalmente sola en la playa. Se dejó caer de nuevo sobre el suelo, respirando profundamente, y se quedó mirando al infinito, que se perdía en la arena que podía ver, sin pensar en nada.
Un chico se tumbó a su lado, también boca abajo, y la miró sonriendo:
- ¿Qué haces? - le preguntó en un tono apenas audible
Ella no se asustó, no tenía miedo ante la repentina presencia de ese ser humano de ojos dulces, así que cerró los ojos y le contestó en un susurro:
- Escuchar el sonido del mundo - sonrió- ¿lo oyes?...
Pero a los escasos segundos, cuando abrió de nuevo los ojos, no encontró a nadie a su lado...
sábado, 17 de julio de 2010
Un antes y un ahora
El sol, el cielo azul de verano, la arena mojada, las olas que morían en la orilla acariciando mis pies: las uñas pintadas de amarillo y comentar entre risas lo bien que quedan con la piel ya morena.
La libertad, la mente despejada, el buen humor llenando cada rincón de mi cuerpo, la felicidad brillando en cada gesto: no es que fueran tiempos mejores, es que fueron momentos inolvidables.
Las nubes grises, temperatura a veces otoñal, la lluvia humedeciendo el asfalto: las uñas de las manos pintadas de morado y comentar con asombro la extraña apariencia que dan.
La falta de libertad, la mente saturada, la seriedad dominando la mayor parte del tiempo: no es que sean tiempos peores, es que son momentos que deseo que pasen lo más rápido posible.
La libertad, la mente despejada, el buen humor llenando cada rincón de mi cuerpo, la felicidad brillando en cada gesto: no es que fueran tiempos mejores, es que fueron momentos inolvidables.
Las nubes grises, temperatura a veces otoñal, la lluvia humedeciendo el asfalto: las uñas de las manos pintadas de morado y comentar con asombro la extraña apariencia que dan.
La falta de libertad, la mente saturada, la seriedad dominando la mayor parte del tiempo: no es que sean tiempos peores, es que son momentos que deseo que pasen lo más rápido posible.
domingo, 11 de julio de 2010
Lily va a la playa
Era la primera vez que su padre la llevaba a la playa y en el cielo azul de verano reinaba el sol, calentando el ánimo de los bañistas y los más rezagados que se limitaban a tumbarse sobre la arena. Lily llevaba un pequeño bañador rosa con flores, a juego con su cubo y su pala para jugar en la orilla. Bajaba las escaleras de piedra, que llegaban hasta la arena, a hombros de su padre. La pequeña no podía parar de sonreír y de quedarse maravillada con el sonido de las olas y las gaviotas que cruzaban el cielo por encima de ella.
- ¿Qué dices cariño, te gusta la playa?
- ¡Sí, papi! - respondió ella pellizcando las orejas de su padre.
Ya en la arena seca, Lily sintió su tacto suave y cálido. Sus pies quedaban enterrados a cada paso que daba por la arena mojada y fría, mientras su padre caminaba a su lado cogiéndola de la mano.
- Papi, papi, ¿puedo bañame? - preguntó la pequeña señalando el mar
- Claro, pero nos bañaremos aquí cerca de la orilla, ¿vale? porque más allá cubre mucho y todavía no sabemos nadar.
- ¡Quiero aprender a nadar, papi!
- Vale, vale - dijo su padre riendo - la semana que viene nos apuntaremos a un curso para aprender a nadar.
- ¡Síiiiii! - gritó, emocionada, chapoteando en la orilla
Después del baño, volvieron a sus toallas para comer el bocadillo de tortilla que habían preparado por la mañana ellos mismos: a Lily le encantaba ayudar en la cocina y, si era su padre el que iba a hacer algo, acudía corriendo a su lado, para poder verle de cerca e intentar adivinar así cuál era el ingrediente secreto que utilizaba para que siempre le quedara todo tan rico... pero nunca conseguía saber cuál era.
El sol seguía calentando con fuerza, así que, el padre de Lily la echó crema solar para que su delicada piel no se quemara mientras jugaban en la arena mojada, con el cubo y la pala que habían traído. La tarde les sorprendió sin avisar, la gente comenzaba a recoger las sombrillas de rayas y se vestían con camisetas de tirantes y pantalones cortos. Se volvieron a bañar cerca de la orilla, para quitarse la arena que tenían por todo el cuerpo después de haberse rebozado durante tanto rato con ella. Después se cambiaron para ponerse un bañador seco y vestirse.
- Mmm qué hambre tengo Lily, ¿nos comemos un helado?
- ¿De chocolate?
- De chocolate o de otro que prefieras
- ¡Chocolate!
Así, sentados en un banco, mirando el mar y la playa vacía en la que habían pasado aquel día, Lily y su padre se comieron un helado de chocolate: tan dulce y tan inolvidable como ese momento.
lunes, 24 de mayo de 2010
Huellas que vienen y van
Camino por la orilla de la playa. Llego a unas rocas, me paro y decido sentarme un rato sobre una que me invita a ello. Miro el cielo, es azul de verano: me encanta, sonrío agradecida por poder verle después de tanto tiempo. No hay nubes flotando, ninguna, pocas veces se ve algo así en esta tierra... es, sin duda, una imagen que merece la pena contemplar y no olvidar. La brisa es fresca, mis brazos dicen que tienen frío pero yo no reparo en ello, estoy a gusto mirando el cielo, sin pensar en nada más que ese azul inmenso.
Pasan los minutos, siento la ligereza de mi alma, dice que está tranquila y que, incluso con todos los dolores que combate cada día, es feliz: siempre ha sido libre de actuar como sentía y es de ese modo, con esa libertad de vivir y cometer errores, como se queda tranquila cada noche y decide comenzar un nuevo día cada mañana. Brotan algunas lágrimas que veloces tratan de alcanzar el suelo, pero consigo frenarlas con mis dedos y ninguna pasa de las mejillas. Me siento perdida. Me siento impotente.
Suspiro, no entiendo cómo funciona la vida, por qué no coinciden lo que se supone que debo hacer y lo que en realidad deseo hacer, por qué no puedo limitarme a caminar sin ser consciente del camino que toman mis pasos, por qué y cómo puede haber conseguido alguien (sin pretenderlo) cambiar mi vida despertándome suavemente de la nada en que flotaba para, una vez despejada, marcharse.
Me levanto, el agua está fría y la arena debajo de mis pies me acaricia. Suspiro, camino al lado de las huellas que me llevaron hasta las rocas pero esta vez los pasos son de regreso. Miro al cielo y comprendo que lo único que debo hacer es pensar en ese azul de verano infinito y dejar que mis pies sigan marcando el ritmo por sí solos: a veces rápido, otras lento, pisando fuerte o flotando a escasos centímetros del suelo... Pienso en la nada en que me hallaba antes: dormida y ajena a todo, la vida pasaba de largo y yo pensaba que no podía haber más felicidad que esa tranquilidad pero, al despertar, me di cuenta de que en realidad me perdía un millón de sensaciones distintas cada día, me perdía vivir.
Mirando al cielo, azul de verano inmenso, sigo caminando por la orilla, acompañada del sonido de las olas que vienen y van con un dulce movimiento. Aunque a veces duela, vivir es lo único que quiero.
lunes, 10 de mayo de 2010
Él y Ella
Habían quedado a las cinco de la tarde en la plaza donde se habían encontrado por primera vez. Faltaban cinco minutos para la hora concertada pero él ya estaba allí, sentado en un banco de madera, esperando. Sabía que ella llegaría tarde, como siempre, pero eso no le molestaba porque le gustaba ver cómo aparecía acelerada ante sus ojos, y se preguntaba a sí mismo, mientras sus labios dibujaban una sonrisa, cuál sería la excusa para hoy.
Miró la hora en su móvil: las cinco en punto. El día era soleado pero no caluroso, corría una leve brisa del norte y las gaviotas cruzaban el cielo hacia la costa que estaba a escasos kilómetros de allí. Hoy pensaba llevarla a uno de sus sitios favoritos, donde iba cuando quería disfrutar de las vistas de la ciudad. Era un sitio tranquilo, estaba cerca de los acantilados y desde allí se podía saborear el agua marina en el aire. Miró a su derecha: ahí llegaba ella.
Siguieron por un sendero de tierra y hierba rodeando los acantilados hasta el sitio que él había indicado. Se sentaron juntos, él se descalzó y le pidió a ella que le acercara sus pequeños pies para descalzarla. Retiró la hebilla de la pulsera de sus zapatos y dejó el calzado al lado del suyo.
Miró la hora en su móvil: las cinco en punto. El día era soleado pero no caluroso, corría una leve brisa del norte y las gaviotas cruzaban el cielo hacia la costa que estaba a escasos kilómetros de allí. Hoy pensaba llevarla a uno de sus sitios favoritos, donde iba cuando quería disfrutar de las vistas de la ciudad. Era un sitio tranquilo, estaba cerca de los acantilados y desde allí se podía saborear el agua marina en el aire. Miró a su derecha: ahí llegaba ella.
- Lo siento, lo siento, es que justo cuando ya salía por el portal me acordé de que se me había olvidado coger kleenex.
- ¿Por qué siempre tienes que volver a por algo? - rió
- Ya sabes como soy, además sólo me he retrasado cinco minutos, ¿eh? - dijo ella, divertida.Caminaron conversando animadamente sobre cómo les había ido respectivamente la mañana en el trabajo. Por el camino encontraron a un anciano que llamaba a su perro, que se había escapado. Él cogió al perro, pequeño y negro, se lo entregó a su amo con delicadeza y éste siguió andando sin darle las gracias. Juntos, comentaron la poca educación del señor y ella, en silencio, apreció el valor del gesto de él y sintió que le quería, entonces, un poco más todavía.
Siguieron por un sendero de tierra y hierba rodeando los acantilados hasta el sitio que él había indicado. Se sentaron juntos, él se descalzó y le pidió a ella que le acercara sus pequeños pies para descalzarla. Retiró la hebilla de la pulsera de sus zapatos y dejó el calzado al lado del suyo.
- Gracias.
- Así disfrutarás más del paisaje.Allí, en medio de la nada, vieron atardecer acompañados por el cielo libre de nubes y arropados por el viento. Ella se sintió libre por tenerle a su lado compartiendo aquel momento y él se sintió libre por compartir ese lugar mágico con esa chica que le transmitía tanta paz cuando estaba a su lado.
miércoles, 10 de marzo de 2010
Haciendo las maletas
Hago las maletas, una vez más, para regresar hacia las nubes. La visita a la realidad se está terminando de nuevo y no volveré a bajar en un tiempo, otra vez. No tengo mucho que guardar, sólo llevo cosas para mi corazón: un par de alas que fabriqué para que vuele por el cielo azul de verano, una caja de pajitas para que al beber los recuerdos no se ahogue, y algo de hilo para coser las heridas que se abran sin avisar.
Ya está. Me siento a los pies de la cama, con las maletas cerradas a mi lado, y miro hacia mi lugar de destino a través de la ventana abierta de par en par: me invita a irme. Pienso en una última despedida, no es la primera vez que imagino decirte unas últimas palabras, y tampoco será la última, así que lo hago de nuevo: sin saber cómo apareces en mi habitación, me doy la vuelta y te digo que pases...:
- Pasa, venga, no te quedes en la puerta...Ven, siéntate aquí un poco conmigo... - y te sientas lentamente- ¿estás bien?, te noto triste... si necesitas algo yo... bueno, ya sabes que volveré siempre que me necesites y aunque no lo creas, desde las nubes te observo siempre... yo velo por ti siempre, no quiero que lo olvides nuca, ¿me harás ese único favor? - agachas la mirada, pierdo de vista tus ojos - eh, vamos por favor, sé que no estás bien, lo noto, lo veo, lo puedo sentir y lo puedo tocar... déjame ayudarte por favor, por favor...déjame sacarte del fondo del mar y llevarte a la orilla, vamos, yo no quiero que te ahogues, no puedo permitirlo. Te prometo que cuando toquemos la arena me iré, te prometo no molestarte más si eso es lo que quieres, de verdad, sólo déjame salvarte - acaricio tu mejilla caliente con mi mano fría, pero no te mueves - ¡por favor! ¿no me oyes? . Te prometo que me iré, que seguiré mi camino lejos del tuyo, no me volverás a ver, no preguntaré nunca más por ti, no hablaré nunca más de la luz con la que brillas en mi, ni siquiera pronunciaré tu nombre nunca más...Te prometo que cumpliré todo eso, pero no puedo prometerte que mis ojos nunca más mirarán hacia ti, tampoco puedo prometerte que no pensaré cada día en ti, ni que dejaré de desear que la vida te traiga sólo felicidad, ni que dejaré de recordar y sentir... no voy a prometerte nada de esto, porque no puedo... Vamos, mírame a los ojos una última vez más para decirte con ellos lo que nunca te dije, lo que nunca te diré ya...con palabras - levanto tu barbilla y me pierdo de nuevo en tus ojos - : tú, siempre serás mi más preciado tesoro, mi mayor secreto, mi misterio, mi vida, mi mayor deseo, mi única ilusión, mi aliento y mi sueño, tú lo eres todo, tú...eres mi nube. Por ti, dejaré todo siempre para venir y ayudarte, y llevarte una y mil veces a la orilla... y me iré con una y mil despedidas como ésta.
Después de la despedida abro los ojos, las lágrimas empañan la escena y mi corazón dice que se queda contigo, que aunque no le quieras no le importa, que sólo quiere arroparte contra el frío... pero no se lo permito, ya no... le sujeto fuerte con mis propios brazos y le canto al oído una canción para que se duerma mientras sigue tiritando... y cuando por fin se deja ir, me levanto, cojo las maletas y me marcho por la ventana, de vuelta a las nubes.
martes, 2 de febrero de 2010
Bajo el sol de tus brazos
Hoy el sol brilla en el cielo azul (azul de verano) aunque el aire sobre el asfalto es frío y la temperatura de mis manos me da escalofríos. Si fuera verano me refrescarían porque yo siempre tengo las manos (y los pies) helados, pero no lo es. Hoy las carreteras han permanecido vacías en mi trayecto y, al llegar a mi destino, pensé en ti. Tu coche, ese que tantas mañanas he buscado con la mirada y que hoy no busqué porque no pensaba encontrar, estaba allí: tú estabas allí.
Recorrí el largo pasillo hasta el hall buscándote con la mirada (y con el corazón), pero no estabas por allí. Quizá tenías examen aunque una parte de mi me dijo que no, que tú me habías dicho que el próximo que tienes es a finales de semana. Quizá fuiste a entregar alguna práctica o a preguntar alguna duda... sí, eso es más probable... Cuando salí me acerqué a la biblioteca a coger un libro, para tener algo que leer estas noches hasta que termines tus exámenes y me dejes invitarte a algún sitio, y pude ver en la distancia que tu coche ya no estaba: te habías ido.
Ya no compartíamos el mismo aire, ¿en qué minuto exacto te alejaste de allí?, y de repente el día perdió su interés... ya no tendría la oportunidad de tropezarte hoy.
De camino a casa, el cielo despejado me animó un poco: adoro este azul de verano... ojalá no dejase nunca entrar a las nubes negras. En un instante observé que el depósito de combustible de mi coche estaba lleno por encima de la mitad y pensé en que me gustaría tener el poder de volver hacia tu casa, decirte que cogieras tus gafas de sol y subieras, que iríamos hasta donde nos permitiera la gasolina y allí nos quedaríamos. Y entonces yo pararía el tiempo para los dos: el sol, el cielo azul de verano, tú y yo.
Cuando llegué a casa sentí que una parte de mi se había ido de viaje, y se fue contigo, a un sitio desconocido. Todavía no ha regresado, sigue conduciendo y escuchando música, contigo a su lado; dice que la deje pasar la tarde contigo, bajo el sol de tus brazos, y que cuando regrese promete regalarme la noche contigo, bajo el calor de mis sábanas. Y yo la digo que vale, pero que otro día lo haremos al revés: seré yo la que comparta la tarde contigo, bajo el sol de tus brazos, en un sitio desconocido y será ella la que se quede con tu recuerdo en su habitación, bajo el calor de sus sábanas.
Recorrí el largo pasillo hasta el hall buscándote con la mirada (y con el corazón), pero no estabas por allí. Quizá tenías examen aunque una parte de mi me dijo que no, que tú me habías dicho que el próximo que tienes es a finales de semana. Quizá fuiste a entregar alguna práctica o a preguntar alguna duda... sí, eso es más probable... Cuando salí me acerqué a la biblioteca a coger un libro, para tener algo que leer estas noches hasta que termines tus exámenes y me dejes invitarte a algún sitio, y pude ver en la distancia que tu coche ya no estaba: te habías ido.
Ya no compartíamos el mismo aire, ¿en qué minuto exacto te alejaste de allí?, y de repente el día perdió su interés... ya no tendría la oportunidad de tropezarte hoy.
De camino a casa, el cielo despejado me animó un poco: adoro este azul de verano... ojalá no dejase nunca entrar a las nubes negras. En un instante observé que el depósito de combustible de mi coche estaba lleno por encima de la mitad y pensé en que me gustaría tener el poder de volver hacia tu casa, decirte que cogieras tus gafas de sol y subieras, que iríamos hasta donde nos permitiera la gasolina y allí nos quedaríamos. Y entonces yo pararía el tiempo para los dos: el sol, el cielo azul de verano, tú y yo.
Cuando llegué a casa sentí que una parte de mi se había ido de viaje, y se fue contigo, a un sitio desconocido. Todavía no ha regresado, sigue conduciendo y escuchando música, contigo a su lado; dice que la deje pasar la tarde contigo, bajo el sol de tus brazos, y que cuando regrese promete regalarme la noche contigo, bajo el calor de mis sábanas. Y yo la digo que vale, pero que otro día lo haremos al revés: seré yo la que comparta la tarde contigo, bajo el sol de tus brazos, en un sitio desconocido y será ella la que se quede con tu recuerdo en su habitación, bajo el calor de sus sábanas.
martes, 19 de enero de 2010
Insignificante
Insignificante, así es como me siento hoy.
¿Merece la pena luchar contra la corriente? No... hoy creo que no, hoy opto por dejarme arrastrar y parar de nadar en dirección contraria. Tampoco nado hacia la otra dirección, no nado, sin más.
Hoy siento lástima por mi, por verme así y no tener las fuerzas de afrontarlo. Me compadezco y a la vez me avergüenzo. Me miro desde dentro y lo único que quiero es que llegue la noche para dormir y no pensar en ello; me miro desde fuera y me veo pequeña, desconocida e insignificante.
Pienso que cualquiera que me viera pensaría, y con razón, que no guardo nada de valor en mi interior; que soy alguien a quien no merece la pena conocer, alguien a quien no apetece conocer; que mi vida debe ser triste; que no tengo brillo en los ojos y mi mirada se pierde entre la nada... porque no hay nada que pueda regalar con ella, nada que ofrecer a nadie más que miseria... y nadie quiere las miserias, nadie quiere problemas que no le corresponden, nadie quiere ser el héroe en una causa perdida.
Siento que no tengo nada más que un vacío inmenso: un corazón vacío, un alma vacía, un cerebro vacío, frases vacías formadas con palabras vacías, miradas vacías de unos ojos vacíos, sonrisas vacías dibujadas por unos labios vacíos... todo vacío salvo las lágrimas que siguen asomando y resbalando por mi rostro.
No quiero seguir así, no quiero sentir tanto dolor por tanto vacío; no quiero más lágrimas que mueren en silencio. ¿Qué hago? ¿Qué hago?, una parte de mi me dice que debo tomar decisiones en serio y la otra parte me dice que aguante un poco más, que no se quiere rendir y que no me deje llevar por el cansancio de los días lentos. Que me distraiga un poco y no le de tantas vueltas porque eso no hará que todo pase más rápido. Pero la verdad es que la lógica es aplastante en esto y es que los días pasan lentos porque me sigo empeñando en que llegue cada día una palabra que no llega... y no llega porque no hay una sola palabra destinada a mi.
Sé que este no es mi momento, que quizá ahora deba sufrir para después valorar como se merecen todas esas cosas que me regala la vida cada día y que no consigo apreciar. Quizá no vuelva a sentir la felicidad, quizá ya obtuve demasiado con tantos momentos (como aquellos días de verano..), quizá algo decidió que no hacía justicia conmigo al darme tanta paz, quizá no salga nunca de esta... quizá se acabó mi suerte y ahora está en el camino de otra persona que lo merezca más... quizá sea lo justo; quizá he vivido demasiado tiempo aquí, en mi nube, y nunca vi que siempre fui insignificante.
¿Merece la pena luchar contra la corriente? No... hoy creo que no, hoy opto por dejarme arrastrar y parar de nadar en dirección contraria. Tampoco nado hacia la otra dirección, no nado, sin más.
Hoy siento lástima por mi, por verme así y no tener las fuerzas de afrontarlo. Me compadezco y a la vez me avergüenzo. Me miro desde dentro y lo único que quiero es que llegue la noche para dormir y no pensar en ello; me miro desde fuera y me veo pequeña, desconocida e insignificante.
Pienso que cualquiera que me viera pensaría, y con razón, que no guardo nada de valor en mi interior; que soy alguien a quien no merece la pena conocer, alguien a quien no apetece conocer; que mi vida debe ser triste; que no tengo brillo en los ojos y mi mirada se pierde entre la nada... porque no hay nada que pueda regalar con ella, nada que ofrecer a nadie más que miseria... y nadie quiere las miserias, nadie quiere problemas que no le corresponden, nadie quiere ser el héroe en una causa perdida.
Siento que no tengo nada más que un vacío inmenso: un corazón vacío, un alma vacía, un cerebro vacío, frases vacías formadas con palabras vacías, miradas vacías de unos ojos vacíos, sonrisas vacías dibujadas por unos labios vacíos... todo vacío salvo las lágrimas que siguen asomando y resbalando por mi rostro.
No quiero seguir así, no quiero sentir tanto dolor por tanto vacío; no quiero más lágrimas que mueren en silencio. ¿Qué hago? ¿Qué hago?, una parte de mi me dice que debo tomar decisiones en serio y la otra parte me dice que aguante un poco más, que no se quiere rendir y que no me deje llevar por el cansancio de los días lentos. Que me distraiga un poco y no le de tantas vueltas porque eso no hará que todo pase más rápido. Pero la verdad es que la lógica es aplastante en esto y es que los días pasan lentos porque me sigo empeñando en que llegue cada día una palabra que no llega... y no llega porque no hay una sola palabra destinada a mi.
Sé que este no es mi momento, que quizá ahora deba sufrir para después valorar como se merecen todas esas cosas que me regala la vida cada día y que no consigo apreciar. Quizá no vuelva a sentir la felicidad, quizá ya obtuve demasiado con tantos momentos (como aquellos días de verano..), quizá algo decidió que no hacía justicia conmigo al darme tanta paz, quizá no salga nunca de esta... quizá se acabó mi suerte y ahora está en el camino de otra persona que lo merezca más... quizá sea lo justo; quizá he vivido demasiado tiempo aquí, en mi nube, y nunca vi que siempre fui insignificante.
lunes, 18 de enero de 2010
Pequeño paraíso
El tiempo es relativo y también es relativo cómo nos lo tomamos. Recuerdo los días de verano, esos en los que la vida me parecía buena... y siento nostalgia por ellos. Fueron días especiales, no por lo que pasara en ellos, pues al decir verdad eran días monótonos: sin clase, sin nada que estudiar, sin viajes, sin planes... sólo mi vida: mis padres, mi hermana y yo. La rutina era dormir hasta que el sol se colara por las rendijas de arriba de la persiana de mi habitación (no consigo hacer desaparecer esas pequeñas rendijas), el cielo azul y limpio de nubes me recordaba que debía tender al sol los trajes de baño que me esperaban en la lavadora de la noche anterior y mi mayor preocupación era preparar la bolsa con las toallas y la radio.
Recuerdo el calor en la calle y el sol en mi espalda, la corriente que circulaba por el coche en marcha y la sensación de hambre al llegar al parking de la playa. El reloj indicaba que el baño y el paseo de rigor para secar por la arena no había sido mucho, pero tampoco tengo la sensación de que fuera con prisas. Me encantaba subir por la pequeña pendiente hacia El Cotero, siguiendo el camino que entre los cuatro habíamos formamos día tras día, verano tras verano, durante esos tres meses del año que nos regalábamos juntos.
La comida tenía otro sabor allí: sabía a complicidad y armonía, a alegría en el corazón y brillo en los ojos. La siesta era el momento más esperado, cuando escuchar música por los auriculares mirando el cielo despejado me sumergía en el sueño. Despertarse allí era despertarse en el mismo paraíso, nadie se quería ir pero la hora apremiaba y el trabajo llamaba con urgencia.
Esos días de verano forman sin duda gran parte de la felicidad que yo voy acumulando con los años, con días y momentos especiales como ellos. Pienso a menudo en aquellos baños, en el camino hacia el paraíso (todavía puedo sentir la yerba mullida bajo mis pies), en el sabor crujiente y suave del pan... pero sobretodo recuerdo los sueños azules: el peso de tanta felicidad sobre mis párpados y la vagueza para abrir los ojos después de permanecer allí.
Hoy el cielo ha sido azul y, donde no daba la sombra, el calor del sol me recordaba la felicidad de tiempos pasados. Si pudiera, retrocedería en el tiempo y lo pararía en esos días; nunca anochecería ni pasaría la vida, me quedaría allí dormida junto a mi familia: en nuestro pequeño paraíso.
Recuerdo el calor en la calle y el sol en mi espalda, la corriente que circulaba por el coche en marcha y la sensación de hambre al llegar al parking de la playa. El reloj indicaba que el baño y el paseo de rigor para secar por la arena no había sido mucho, pero tampoco tengo la sensación de que fuera con prisas. Me encantaba subir por la pequeña pendiente hacia El Cotero, siguiendo el camino que entre los cuatro habíamos formamos día tras día, verano tras verano, durante esos tres meses del año que nos regalábamos juntos.
La comida tenía otro sabor allí: sabía a complicidad y armonía, a alegría en el corazón y brillo en los ojos. La siesta era el momento más esperado, cuando escuchar música por los auriculares mirando el cielo despejado me sumergía en el sueño. Despertarse allí era despertarse en el mismo paraíso, nadie se quería ir pero la hora apremiaba y el trabajo llamaba con urgencia.
Esos días de verano forman sin duda gran parte de la felicidad que yo voy acumulando con los años, con días y momentos especiales como ellos. Pienso a menudo en aquellos baños, en el camino hacia el paraíso (todavía puedo sentir la yerba mullida bajo mis pies), en el sabor crujiente y suave del pan... pero sobretodo recuerdo los sueños azules: el peso de tanta felicidad sobre mis párpados y la vagueza para abrir los ojos después de permanecer allí.
Hoy el cielo ha sido azul y, donde no daba la sombra, el calor del sol me recordaba la felicidad de tiempos pasados. Si pudiera, retrocedería en el tiempo y lo pararía en esos días; nunca anochecería ni pasaría la vida, me quedaría allí dormida junto a mi familia: en nuestro pequeño paraíso.
miércoles, 13 de enero de 2010
Silencio
Hoy te he vuelto a buscar con la mirada, he vuelto a preguntarme cómo te irá en clase y he vuelto a pensar en cuánto sueño tendrás acumulado.
En la calle sopla el viento del sur y el cielo gris se mezcla con el azul de verano. Hace frío, pero no tanto como los últimos días. ¿Te estaré aburriendo con mis pensamientos y te estaré abrumando con tantos sentimientos?. Tu ausencia, en especial la de tus palabras, me amordaza. ¿Será que por fin decidiste alejarte de mi y de tanta locura?
Hoy son una desconocida incluso para mi misma y desconozco también quién eres tú. Desconozco cómo llegué aquí y si esta historia es real o sólo un sueño. Hoy soy extranjera en mi propia piel, me miro al espejo y me pregunto quién será esa chica que me mira fijamente... ni siquiera pestañea, no puedo saber si hay algo dentro de ese cuerpo y de esos ojos marrones.. parece como si fuera sólo una cáscara, la carcasa de algo que debería asomar en su expresión, pero no veo nada dentro. ¿Será que su corazón dejó su cuerpo? Quizá esté de vacaciones y se fue a un lugar donde no se acepta lo material y no le quedó más remedio que dejarla ahí, frente al espejo.
Siento algo extraño al no reconocer que soy yo, no puedo saber si realmente te has ido de vacaciones o simplemente hoy prefieres no hablar, para no estallar y no derrumbarte una vez más. ¿Estás sufriendo? El sufrimiento es muy amplio: se sufre por el dolor o por su ausencia, se sufre por las palabras o por el silencio, se sufre por el recuerdo o por su vacío... Pero yo hoy sufro por el silencio: por el tuyo y por el mio.
En la calle sopla el viento del sur y el cielo gris se mezcla con el azul de verano. Hace frío, pero no tanto como los últimos días. ¿Te estaré aburriendo con mis pensamientos y te estaré abrumando con tantos sentimientos?. Tu ausencia, en especial la de tus palabras, me amordaza. ¿Será que por fin decidiste alejarte de mi y de tanta locura?
Hoy son una desconocida incluso para mi misma y desconozco también quién eres tú. Desconozco cómo llegué aquí y si esta historia es real o sólo un sueño. Hoy soy extranjera en mi propia piel, me miro al espejo y me pregunto quién será esa chica que me mira fijamente... ni siquiera pestañea, no puedo saber si hay algo dentro de ese cuerpo y de esos ojos marrones.. parece como si fuera sólo una cáscara, la carcasa de algo que debería asomar en su expresión, pero no veo nada dentro. ¿Será que su corazón dejó su cuerpo? Quizá esté de vacaciones y se fue a un lugar donde no se acepta lo material y no le quedó más remedio que dejarla ahí, frente al espejo.
Siento algo extraño al no reconocer que soy yo, no puedo saber si realmente te has ido de vacaciones o simplemente hoy prefieres no hablar, para no estallar y no derrumbarte una vez más. ¿Estás sufriendo? El sufrimiento es muy amplio: se sufre por el dolor o por su ausencia, se sufre por las palabras o por el silencio, se sufre por el recuerdo o por su vacío... Pero yo hoy sufro por el silencio: por el tuyo y por el mio.
- Y ahora, sshh, silencio...
sábado, 19 de diciembre de 2009
La vida volverá a parecernos buena
- Y dime, ¿qué sientes?
- No lo sé... tengo frío y ese nudo en la garganta que no desaparece. ¿Por qué no puedo conformarme con menos?
- Precisamente esa es la única pregunta para la que yo no tengo respuesta..quizá debas buscarla tú. Ya sabes que te quiero corazón, pero si no estás convencido para seguir adelante, no vamos a hacerlo: esto es algo que tenemos que hacer juntos, esperaré el tiempo que sea necesario a que te recuperes, ya lo sabes.
- Gracias...¿sabes? hay muchas preguntas para las que no tengo respuestas y las que tú me proporcionas muchas veces no son de mi agrado pero no por ello las ignoro. Quiero que sepas que valoro tu paciencia y que tu compasión es la única que quiero.
- Lo sé...soy tu razón, ¿recuerdas?. No te preocupes, no tienes que darme las gracias, en esto estamos metidas las dos y vamos a salir las dos, de verdad. Ya sé que no es la primera vez que te digo esto pero has de saber que no será la última y que no me equivoco si te digo que lo creo; que ahora no ves la salida y yo tampoco sé cuál es (qué más quisiera..) pero como razón que soy te aseguro que la hay, siempre la hay.
- ¿Cómo puedes ser tan comprensiva?, ¿no se supone que tú eres fría y egoísta?.. no veo nada de eso en tus palabras, no lo entiendo.
- No lo sé... supongo que es porque siento contigo el dolor, no puedo ignorar los sentimientos que hay por aquí, ¿no lo ves? está todo lleno con ellos y me resulta difícil establecer límites y órdenes en estas condiciones. Haces que me pregunte si puedo desaparecer algún día... tienes mucho poder y se supone que esto era equitativo.
- ¡No! pero.. ¡cómo se te ocurre pensar eso!. No, no, no, no... no vas a desaparecer, te necesito, necesito que te quedes a mi lado, eres la única que puede salvarme de esta.. lo has hecho más veces, ¿ya no te acuerdas? vale, la mayoría no fueron ni la décima parte de lo que estamos pasando ahora, pero tú me salvaste.. me sacaste a flote, te lo debo todo.
- No me debes nada, ¿no lo entiendes?, si te hubiera perdido, ¿qué sería de mi?. No quiero dominar, no quiero un reino de hielo, no quiero una muerte en vida... no quiero estar sola, quiero que tú también te quedes conmigo, quiero que podamos ser felices los dos, al mismo tiempo, quiero que tanto tú como yo volvamos a pensar de nuevo que la vida merece la pena, que es buena.. ¿cuándo fue la última vez que nos sentimos así?
- Sí... sé a qué te refieres... aunque no lo recuerdo.. sé que lo sentimos.. los días eran soleados y podíamos caminar en manga corta, ¿era verano? ¿el del año pasado o el de hace diez años? el tiempo parece tan relativo... pero apuesto a que era verano.
- Entonces era verano, yo también recuerdo el sol... sí era verano pero no sé tampoco exactamente cuál.. ¿recuerdas las tardes comiendo en El Cotero? ¡Sí , fijo que era verano!
- Cómo no.. realmente ahí sentimos muchas veces que la vida era buena...
- Ey.. no llores, anda.. son recuerdos preciosos no los hemos perdido y pudimos comprobar que efectivamente la vida es buena. Saldremos de esta, te lo aseguro, y la vida volverá a parecernos buena.
- No lo sé... tengo frío y ese nudo en la garganta que no desaparece. ¿Por qué no puedo conformarme con menos?
- Precisamente esa es la única pregunta para la que yo no tengo respuesta..quizá debas buscarla tú. Ya sabes que te quiero corazón, pero si no estás convencido para seguir adelante, no vamos a hacerlo: esto es algo que tenemos que hacer juntos, esperaré el tiempo que sea necesario a que te recuperes, ya lo sabes.
- Gracias...¿sabes? hay muchas preguntas para las que no tengo respuestas y las que tú me proporcionas muchas veces no son de mi agrado pero no por ello las ignoro. Quiero que sepas que valoro tu paciencia y que tu compasión es la única que quiero.
- Lo sé...soy tu razón, ¿recuerdas?. No te preocupes, no tienes que darme las gracias, en esto estamos metidas las dos y vamos a salir las dos, de verdad. Ya sé que no es la primera vez que te digo esto pero has de saber que no será la última y que no me equivoco si te digo que lo creo; que ahora no ves la salida y yo tampoco sé cuál es (qué más quisiera..) pero como razón que soy te aseguro que la hay, siempre la hay.
- ¿Cómo puedes ser tan comprensiva?, ¿no se supone que tú eres fría y egoísta?.. no veo nada de eso en tus palabras, no lo entiendo.
- No lo sé... supongo que es porque siento contigo el dolor, no puedo ignorar los sentimientos que hay por aquí, ¿no lo ves? está todo lleno con ellos y me resulta difícil establecer límites y órdenes en estas condiciones. Haces que me pregunte si puedo desaparecer algún día... tienes mucho poder y se supone que esto era equitativo.
- ¡No! pero.. ¡cómo se te ocurre pensar eso!. No, no, no, no... no vas a desaparecer, te necesito, necesito que te quedes a mi lado, eres la única que puede salvarme de esta.. lo has hecho más veces, ¿ya no te acuerdas? vale, la mayoría no fueron ni la décima parte de lo que estamos pasando ahora, pero tú me salvaste.. me sacaste a flote, te lo debo todo.
- No me debes nada, ¿no lo entiendes?, si te hubiera perdido, ¿qué sería de mi?. No quiero dominar, no quiero un reino de hielo, no quiero una muerte en vida... no quiero estar sola, quiero que tú también te quedes conmigo, quiero que podamos ser felices los dos, al mismo tiempo, quiero que tanto tú como yo volvamos a pensar de nuevo que la vida merece la pena, que es buena.. ¿cuándo fue la última vez que nos sentimos así?
- Sí... sé a qué te refieres... aunque no lo recuerdo.. sé que lo sentimos.. los días eran soleados y podíamos caminar en manga corta, ¿era verano? ¿el del año pasado o el de hace diez años? el tiempo parece tan relativo... pero apuesto a que era verano.
- Entonces era verano, yo también recuerdo el sol... sí era verano pero no sé tampoco exactamente cuál.. ¿recuerdas las tardes comiendo en El Cotero? ¡Sí , fijo que era verano!
- Cómo no.. realmente ahí sentimos muchas veces que la vida era buena...
- Ey.. no llores, anda.. son recuerdos preciosos no los hemos perdido y pudimos comprobar que efectivamente la vida es buena. Saldremos de esta, te lo aseguro, y la vida volverá a parecernos buena.
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