Si cierro los ojos y me dejo llevar por el sonido de la lluvia que cae, puedo transportarme a las tardes de primavera, cuando la tormenta se desata en una milésima de segundo. Las nubes tienen ese color, gris ceniza, y bañan el aire con un calor húmedo. Todo el mundo la espera, mirando al cielo, desde el mediodía. Debajo de mis pies puedo sentirlo: el asfalto quema, pero cuando por fin le rocen las grandes gotas de lluvia se liberará...
Me quedo así, con los ojos cerrados y en la escena que yo misma me he creado. Prefiero olvidar que no estoy en la calle, corriendo para cubrirme, y todavía no es primavera. Así quizá, tal vez, cuando me despierte aparezca en medio de la nada, sobre el asfalto, y reciba con entusiasmo las tardes nuevas que viviré. Repetir las tormentas. Los pies mojados. Las sonrisas. Los abrazos.
Cuando enfrentarse a la verdad sirve para regresar, una vez más, a nuestra nube: nube dulce nube...
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viernes, 11 de marzo de 2011
viernes, 31 de diciembre de 2010
31 de Diciembre de 2010
El año llega a su fin. Nunca he hecho balance de lo bueno y de lo malo. Alguna vez lo pensé, lo reconozco, pero nunca lo llevé a cabo, ¿para qué?. Lo pasado, pasado queda y no tiene sentido sopesar si fue bueno o malo, o qué hubiera pasado si... No, no me gusta perderme en los supuestos: lo que fue, fue y lo que no fue, no fue... ni podrá ser. No hay más, ni menos.
Nunca me hice tampoco propósitos de año nuevo. Esa es otra cosa a la que no le encuentro el sentido. Imponerse obligaciones a uno mismo (o al resto) rara vez funciona y, por tanto, no me parece buena idea. Yo lo único que quiero siempre, año tras año, es ser yo misma. Actuar en consecuencia siempre. Razonar cuando haya que hacerlo y ser responsable, y también disfrutar de las pequeñas cosas de cada día. Un abrazo, una tarde de diversión con los amigos, la sensación de meter las manos en un montón de harina, tomar un café para quitar el frío o agua fresca para apaciguar el calor, sacar una foto al horizonte de un lugar desconocido o al paraíso que tan bien conozco... y sonreír, sonreír por sentirme bien conmigo misma.
Así que el año llega de nuevo a su fin y no tengo ningún balance en mente. Estoy bien, en mi fuero interno el ambiente está despejado: hay muchas cosas, a algunas no les presto mucha atención y a otras trato de darles cada día calor. Y está bien, así todo sigue su curso y yo no tengo más que ir trazando con cada día mi vida.
Una vez oí o leí, ya no lo recuerdo, algo así como que los sueños siguen siendo sueños mientras no hagamos nada por realizarlos. Por eso siempre he luchado, y seguiré luchando, por mis sueños. Algunos mueren a pesar de todos los intentos, de todas las ganas, de todo el empeño... pero otros, otros consiguen tomar vida y es esta vida la que cambia la nuestra. Este sitio, este mundo en las nubes, es uno de ellos.
Nunca me hice tampoco propósitos de año nuevo. Esa es otra cosa a la que no le encuentro el sentido. Imponerse obligaciones a uno mismo (o al resto) rara vez funciona y, por tanto, no me parece buena idea. Yo lo único que quiero siempre, año tras año, es ser yo misma. Actuar en consecuencia siempre. Razonar cuando haya que hacerlo y ser responsable, y también disfrutar de las pequeñas cosas de cada día. Un abrazo, una tarde de diversión con los amigos, la sensación de meter las manos en un montón de harina, tomar un café para quitar el frío o agua fresca para apaciguar el calor, sacar una foto al horizonte de un lugar desconocido o al paraíso que tan bien conozco... y sonreír, sonreír por sentirme bien conmigo misma.
Así que el año llega de nuevo a su fin y no tengo ningún balance en mente. Estoy bien, en mi fuero interno el ambiente está despejado: hay muchas cosas, a algunas no les presto mucha atención y a otras trato de darles cada día calor. Y está bien, así todo sigue su curso y yo no tengo más que ir trazando con cada día mi vida.
Una vez oí o leí, ya no lo recuerdo, algo así como que los sueños siguen siendo sueños mientras no hagamos nada por realizarlos. Por eso siempre he luchado, y seguiré luchando, por mis sueños. Algunos mueren a pesar de todos los intentos, de todas las ganas, de todo el empeño... pero otros, otros consiguen tomar vida y es esta vida la que cambia la nuestra. Este sitio, este mundo en las nubes, es uno de ellos.
Gracias, gracias de corazón.
Feliz y próspero año nuevo a todos.
viernes, 10 de diciembre de 2010
Piano, piano...
Sé tocar el piano. Bueno, mejor dicho, creo que todavía sería capaz de hacerlo. Hace ya años que no lo hago. Mi piano es negro, es un piano corriente pero suena (o sonaba) bien. Me gusta mi piano. Algunas tardes me acerco al comedor, donde sigue esperándome, y me quedo mirándole. Ni siquiera he sido capaz de levantar la tapa de nuevo. La última canción que toqué en él fue un villancico: Noche de paz. Después estuve de exámenes y no tenía tiempo para dedicarle, como me hubiera gustado, y más tarde, cuando pude hacerlo, lo que me faltaron fueron las ganas.
Nunca fui una gran pianista. Siempre creí que era bastante torpe, a alguien normal aprenderse una partitura podría llevarle un par de días o quizá tres, pero a mi me llevaba cuatro o quizá cinco. Aún así, me gustaba (me gusta). Siempre me gustó escuchar las melodías que salían de él. Me asombraba, me parecía increíble que yo pudiera hacer que sonaran cosas tan bonitas, con todos sus agudos y con los graves más graves. En cierto modo tocar el piano me hacía sentir, aún con millones de fallos, única. Como si durante aquellas horas fuera la única protagonista sobre el escenario, como si el mundo entero guardase silencio para escuchar lo que yo decía.
La vida tenía otro color durante aquellos minutos y, hoy en día, cuando veo tocar a otra gente a mi alrededor o cuando busco algún audio para recordar por completo cómo sonaban aquellas viejas partituras, todavía siento cómo la vida se puede transformar y tengo celos porque recuerdo mis manos desplazándose por las teclas blancas y negras, creando acordes, prestando atención a los piano y a los allegro... y me dan ganas de ir corriendo a mi piano.
Pero ahora creo que tengo miedo, cuando me acerco a mi piano y me quedo en pie, contemplándole en silencio, me pregunto si en vez de las ganas lo que me falta es el valor de levantar de nuevo la tapa, acariciar el perfecto y frío teclado, y no sentir vergüenza por los millones de fallos que cometeré.
Nunca fui una gran pianista. Siempre creí que era bastante torpe, a alguien normal aprenderse una partitura podría llevarle un par de días o quizá tres, pero a mi me llevaba cuatro o quizá cinco. Aún así, me gustaba (me gusta). Siempre me gustó escuchar las melodías que salían de él. Me asombraba, me parecía increíble que yo pudiera hacer que sonaran cosas tan bonitas, con todos sus agudos y con los graves más graves. En cierto modo tocar el piano me hacía sentir, aún con millones de fallos, única. Como si durante aquellas horas fuera la única protagonista sobre el escenario, como si el mundo entero guardase silencio para escuchar lo que yo decía.
La vida tenía otro color durante aquellos minutos y, hoy en día, cuando veo tocar a otra gente a mi alrededor o cuando busco algún audio para recordar por completo cómo sonaban aquellas viejas partituras, todavía siento cómo la vida se puede transformar y tengo celos porque recuerdo mis manos desplazándose por las teclas blancas y negras, creando acordes, prestando atención a los piano y a los allegro... y me dan ganas de ir corriendo a mi piano.
Pero ahora creo que tengo miedo, cuando me acerco a mi piano y me quedo en pie, contemplándole en silencio, me pregunto si en vez de las ganas lo que me falta es el valor de levantar de nuevo la tapa, acariciar el perfecto y frío teclado, y no sentir vergüenza por los millones de fallos que cometeré.
lunes, 29 de noviembre de 2010
Invierno
Ya está aquí. Ayer lo supe con certeza. Esa sensación. Frío helado. Frescor seco. Otro invierno adelantado y la cuenta atrás para reuniones y celebraciones ya ha empezado. Yo lo que querría es poder meterme en la cama todo ese tiempo, dormir y no despertarme hasta el 7 de enero. Pero no puedo hacerlo. Sería egoísta y, aunque desde hace ya unos años no me gustan estas fechas, también me perdería algunos momentos que guardar junto al resto de recuerdos.
No es que me siga aferrando al pasado. No, eso ya lo superé. Lo superé. Y recuerdo en especial estas fechas en aquellos otros años que compartí... me duele la nostalgia y no poder girar las manecillas del reloj en sentido contrario, me apena sí, eso no lo no voy a negar, pero seguí caminando.
Cuando comencé de nuevo a sonreír, después de varios inviernos, la vida, creo yo, quiso recompensarme y me hizo un regalo. El mejor de todos lo que tuve nunca. Me sentí completa y feliz a más no poder. Creí y sentí que, aunque continuaran llegando los problemas inevitables, todo sería distinto. Que siempre contaría con un sentimiento especial e incondicional y una mirada capaz de quitarme el frío aunque me encontrase en la misma Siberia. Pero nada de lo esperado sucedió. Aprendí que la vida no siempre hace regalos, que a veces sólo te presta un tesoro para que te sientas tú uno y después, cuando lo descubres, te pide que se lo devuelvas porque ya cumplió su misión. Y así, el invierno que pensé distinto se convirtió en otro invierno igual. Fue duro, claro, ninguna palabra es capaz de recoger la miseria que sentí, pero luché por sobrevivir. Lo sigo haciendo y puedo decir que, una vez más, lo conseguí. Salí. Me vencí a mi misma...
Y ya está aquí. Otro invierno triste. Sonrisas forzadas y la maldita certeza de saber que año tras año, pase lo que pase, será así.
No es que me siga aferrando al pasado. No, eso ya lo superé. Lo superé. Y recuerdo en especial estas fechas en aquellos otros años que compartí... me duele la nostalgia y no poder girar las manecillas del reloj en sentido contrario, me apena sí, eso no lo no voy a negar, pero seguí caminando.
Cuando comencé de nuevo a sonreír, después de varios inviernos, la vida, creo yo, quiso recompensarme y me hizo un regalo. El mejor de todos lo que tuve nunca. Me sentí completa y feliz a más no poder. Creí y sentí que, aunque continuaran llegando los problemas inevitables, todo sería distinto. Que siempre contaría con un sentimiento especial e incondicional y una mirada capaz de quitarme el frío aunque me encontrase en la misma Siberia. Pero nada de lo esperado sucedió. Aprendí que la vida no siempre hace regalos, que a veces sólo te presta un tesoro para que te sientas tú uno y después, cuando lo descubres, te pide que se lo devuelvas porque ya cumplió su misión. Y así, el invierno que pensé distinto se convirtió en otro invierno igual. Fue duro, claro, ninguna palabra es capaz de recoger la miseria que sentí, pero luché por sobrevivir. Lo sigo haciendo y puedo decir que, una vez más, lo conseguí. Salí. Me vencí a mi misma...
Y ya está aquí. Otro invierno triste. Sonrisas forzadas y la maldita certeza de saber que año tras año, pase lo que pase, será así.
domingo, 21 de noviembre de 2010
Recuerdos de una noche
- Te acuerdas... - dice sonriendo y sus ojos brillan entonces rebosantes de alegría. Sonríe ella también.
- Sí... - cierra los ojos antes de seguir hablando - recuerdo la pequeña lámpara del pasillo encendida, la puerta de casa, tu casa, abierta y la oscuridad y el frescor de la noche fuera de ella. La mesa de comedor rectangular, tirando a estrecha, puesta, ocupando casi todo el espacio del pequeño salón. El asiento de las sillas tapizado con terciopelo rojo apagado. El juego de café que ahora está guardado tras una puerta de cristal traslúcido, lucía entonces en aquel salón. No les recuerdo a ellos allí - comienzan las lágrimas a brotar de sus ojos - sólo te recuerdo a ti, en aquella inmensa cocina, de pie junto al hornillo de carbón removiendo la sopa de gallina en una cazuela de color granate. Esa costumbre no la hemos perdido, ¿sabes?, y todos los años cuando la veo en el plato pienso en tí, en lo mucho que te gustaba la sopa de gallina - sonríe y se seca las lágrimas con la mano.
- Es la mejor sopa, nena, la más rica.
- Podrías quedarte un poco más... - suplica de nuevo al ver que se aleja.
- No dejes que se pierdan esos momentos, nena...
- Sí... - cierra los ojos antes de seguir hablando - recuerdo la pequeña lámpara del pasillo encendida, la puerta de casa, tu casa, abierta y la oscuridad y el frescor de la noche fuera de ella. La mesa de comedor rectangular, tirando a estrecha, puesta, ocupando casi todo el espacio del pequeño salón. El asiento de las sillas tapizado con terciopelo rojo apagado. El juego de café que ahora está guardado tras una puerta de cristal traslúcido, lucía entonces en aquel salón. No les recuerdo a ellos allí - comienzan las lágrimas a brotar de sus ojos - sólo te recuerdo a ti, en aquella inmensa cocina, de pie junto al hornillo de carbón removiendo la sopa de gallina en una cazuela de color granate. Esa costumbre no la hemos perdido, ¿sabes?, y todos los años cuando la veo en el plato pienso en tí, en lo mucho que te gustaba la sopa de gallina - sonríe y se seca las lágrimas con la mano.
- Es la mejor sopa, nena, la más rica.
- Podrías quedarte un poco más... - suplica de nuevo al ver que se aleja.
- No dejes que se pierdan esos momentos, nena...
miércoles, 3 de noviembre de 2010
Volver a vivir
¿Tú crees en otras vidas?, ¿en la reencarnación y cosas así?. Yo no sé qué pensar, a veces me digo que es imposible que seamos un ser vivo más en la Tierra y que tiene que existir algo más allá de la piel: otra oportunidad tal vez.
Sin embargo en otras ocasiones creo tener la certeza de que no hay nada más, que sólo tenemos esta vida y que, pensándolo bien, es muy corta. ¿Y si lo estoy haciendo mal?, quizá estoy perdiendo el tiempo en cosas que carecen de esencia, quizá esté conduciendo mi vida por una carretera llena de curvas sumergida en la niebla del otoño.
Yo lo que quiero es volver a sentir la sensación de paz que viví en aquellas tardes de verano de mi niñez. ¿Dónde se quedaron?. Cuando no necesitaba más que el calor de julio, un chapuzón refrescante antes de comer y dejarme mecer por la leve brisa que corría allí... en el Cotero. ¿Por qué no pueden volver?, ¿por qué?, ¿por qué...?
Ya sé que es imposible que el pasado regrese pero quiero que el futuro me regale unos pocos días más como aquellos, ¿a quién debo pedírselo?, dime, si te enteras de quién tiene el poder de conceder ese tipo de deseos me lo dirás, ¿verdad?, ¿verdad?, ¿verdad...? Lo único que deseo es ver de nuevo ese cielo azul, mi azul de verano.
Sin embargo en otras ocasiones creo tener la certeza de que no hay nada más, que sólo tenemos esta vida y que, pensándolo bien, es muy corta. ¿Y si lo estoy haciendo mal?, quizá estoy perdiendo el tiempo en cosas que carecen de esencia, quizá esté conduciendo mi vida por una carretera llena de curvas sumergida en la niebla del otoño.
Yo lo que quiero es volver a sentir la sensación de paz que viví en aquellas tardes de verano de mi niñez. ¿Dónde se quedaron?. Cuando no necesitaba más que el calor de julio, un chapuzón refrescante antes de comer y dejarme mecer por la leve brisa que corría allí... en el Cotero. ¿Por qué no pueden volver?, ¿por qué?, ¿por qué...?
Ya sé que es imposible que el pasado regrese pero quiero que el futuro me regale unos pocos días más como aquellos, ¿a quién debo pedírselo?, dime, si te enteras de quién tiene el poder de conceder ese tipo de deseos me lo dirás, ¿verdad?, ¿verdad?, ¿verdad...? Lo único que deseo es ver de nuevo ese cielo azul, mi azul de verano.
martes, 5 de octubre de 2010
Tan sólo cinco minutos
El día que me muera espero tener al menos cinco minutos, antes de cerrar los ojos para siempre, en los que pensar en el balance final de mi vida.
Ojalá siga viendo la vida así, sabiendo que, a pesar del infinito dolor, es hermosa. Recordar cada cielo que he visto: el de una tarde de invierno lluviosa y fría, mientras me resguarda el calor de mi casa; el del azul de verano, que tantas tardes me sumió en los mejores sueños y tanta paz me regaló; el de las nubes rápidas surcando el cielo, empujadas por el viento sur que con su calor me canta notas de lluvia mezcladas con sonrisas; el de una tormenta de primavera, con ese azul tan oscuro que envidia al negro y decorado con relámpagos que preceden a los truenos; el de una noche limpia cubierta sólo por estrellas... y verme de nuevo perdida entre ellas...
Trataré de mantener la mente despejada, repasaré hasta entonces todas las cosas buenas que me han pasado en la vida: horas infinitas de risas, consejos meditados, abrazos, dejarme cuidar los días de fiebre, los besos de buenas noches, el olor de la ropa recién lavada, los colores vivos, canciones en directo, el poder de los sentimientos, el valor de las personas que me han demostrado serlo, mi propia mirada preguntándome en el espejo, los silencios que adueño y las frases pronunciadas que me sentencian.
Y así, después de recordar todo una última vez antes de irme, dejaré que mi vista pierda el enfoque de la vida. Ojalá tenga la misma suerte que tú y pueda volar definitivamente a las nubes con una sonrisa...
Ojalá siga viendo la vida así, sabiendo que, a pesar del infinito dolor, es hermosa. Recordar cada cielo que he visto: el de una tarde de invierno lluviosa y fría, mientras me resguarda el calor de mi casa; el del azul de verano, que tantas tardes me sumió en los mejores sueños y tanta paz me regaló; el de las nubes rápidas surcando el cielo, empujadas por el viento sur que con su calor me canta notas de lluvia mezcladas con sonrisas; el de una tormenta de primavera, con ese azul tan oscuro que envidia al negro y decorado con relámpagos que preceden a los truenos; el de una noche limpia cubierta sólo por estrellas... y verme de nuevo perdida entre ellas...
Trataré de mantener la mente despejada, repasaré hasta entonces todas las cosas buenas que me han pasado en la vida: horas infinitas de risas, consejos meditados, abrazos, dejarme cuidar los días de fiebre, los besos de buenas noches, el olor de la ropa recién lavada, los colores vivos, canciones en directo, el poder de los sentimientos, el valor de las personas que me han demostrado serlo, mi propia mirada preguntándome en el espejo, los silencios que adueño y las frases pronunciadas que me sentencian.
Y así, después de recordar todo una última vez antes de irme, dejaré que mi vista pierda el enfoque de la vida. Ojalá tenga la misma suerte que tú y pueda volar definitivamente a las nubes con una sonrisa...
viernes, 1 de octubre de 2010
365 días
La soledad y la nostalgia presentes cuando bajas la guardia. Heridas que queman si posas tus dedos sobre ellas. Una lágrima que se pierde en el mismo silencio con el que vino... Secretos. Silencio. Palabras. Silencio. Silencio. Silencio...No saber dónde y cómo te encontrarás dentro de trescientos sesenta y cinco días, preguntarte una vez más si permanecerás donde te hayas hoy, o quizá, tal vez... saltes por una ventana hacia tiempos nuevos, más allá incluso de lo que te puedas imaginar. Soñar con un futuro de cuento. Y no creértelo, dejar de creer en todo lo que creías: en promesas, en miradas, en gestos, en personas, en ti... Desconfiar del tiempo, verle como el peor enemigo. Cruel, imparable, sin compasión, incansable, agotador... y dejarte vencer un día. Levantarte al otro. Dar un paso y medio. Caer de morros. Quedarte en el suelo. Levantarte de nuevo y volver a caer con otro empujón. Rendirte, no querer ni siquiera intentar levantarte y acurrucarte en un rincón, abrazándote a ti misma, con la cabeza entre las piernas, y llorar procurando no hacer mucho ruido...(sssshhh, calla, no vaya a ser que te oiga de nuevo el tiempo y vuelva para asustarte, ssshhh, más bajo... sshh, calla...). Levantarte un día y sentirte fuerte, decidir intentarlo una vez más: levantarse. Caminar muy despacio, con los brazos ya extendidos (por si acaso) y seguir caminando: no pasa nada, nadie te oye y tú sigues caminando. Vuelves los brazos a su estado normal, la tranquilidad te invade y te atreves a dar pasos más grandes. Oyes su eco, el de tus pies contra el asfalto, pero no caes al suelo. Sigues caminando. Sonríes. Ríes. Satisfacción. Te sientas un rato, de caminar también hay que descansar, y piensas en el antes, el después y el ahora. Escuecen aquellas heridas pero observas que ya no se abren, sientes todavía la sed en la garganta, ese resquemor que siempre terminaba en lágrimas. Y entonces te vuelves a levantar, ya descansaste bastante. Descubres la parte amable del tiempo: no era tan malo, lo que hizo fue empujarte hacia tí misma, ayudarte a conocerte y a sufrir tu propia desdicha para conseguir sobreponerte a ella... Y ahora sigue, sigue caminando, ya nadie te empujará porque el tiempo nunca fue tu contrario...
Hoy hace un año que comencé a compartir mi mundo en las nubes. Hoy hace un año... Y nunca pensé que pudiera salir de nuevo a luchar al mundo... y lo curioso es que aún hoy, que aunque no sea mucho he avanzado, no sé qué me pasará de aquí a un año. No sé, si en los momentos bajos, flaquearé sumiéndome de nuevo en el pasado y en recuerdos que ya no duelen... pero que siguen conservando su cara más noble.
¿Conoces esa sensación?. Di, ¿sabes de lo que te hablo?
Hoy hace un año que comencé a compartir mi mundo en las nubes. Hoy hace un año... Y nunca pensé que pudiera salir de nuevo a luchar al mundo... y lo curioso es que aún hoy, que aunque no sea mucho he avanzado, no sé qué me pasará de aquí a un año. No sé, si en los momentos bajos, flaquearé sumiéndome de nuevo en el pasado y en recuerdos que ya no duelen... pero que siguen conservando su cara más noble.
¿Conoces esa sensación?. Di, ¿sabes de lo que te hablo?
viernes, 24 de septiembre de 2010
¿Qué es para mi un novio?
Para mi un novio debe ser un amigo, qué digo un amigo, el mejor amigo. La diferencia con el resto de amigos es que con un novio además debería compartir una complicidad especial, atracción, momentos de pasión que se prolonguen más allá de la piel, desear cuidarle y que me cuide con el cariño con el que cuido a mi familia y ellos me cuidan a mi. Un novio, para mi, es ese ser que sin saber por qué se convierte en especial y pasa a ser una pieza clave en mi vida. Alguien con el que me sienta mejor persona, que me haga descubrir y al que le haga descubrir millones de sentimientos jamás experimentados... ese todo que llene de luz incluso los días más oscuros, que me convierta en su número uno en la lista de prioridades, que sea feliz sólo con verme sonreír, que quiera ser la cura para quitar las espinitas que se me clavan algunos días y que nunca, nunca, nunca, nunca... se plantee alejarse de mi.
Porque sí, quizá yo sea una idiota, una estúpida que nunca deja de soñar, que vive la mayor parte del día en las nubes: cobarde, ajena, ingenua, inconsciente, ciega, sorda... pero no muda, no muerta, no vencida, no infeliz, no amargada, no envenenada, no egoísta... Y porque sí, vivo en las nubes, sí... ¿y qué? ¿qué pasa? ¿qué hay de malo en buscar un refugio propio donde disipar las tempestades? Soy feliz, así soy feliz: con mis días alegres y con mis días tristes, yo soy así y no quiero cambiarme ni me cambiaría por nadie. Tal vez sea rara, una tía extraña, alguien a quien ni novecientas veintitrés bofetadas bastan para hacer que pierda las fuerzas... pero lo suficientemente pequeña como para sentir el escozor en el corazón y el calor que desprenden los ojos cuando están alerta ante las lágrimas que tratan de asaltarles.
Quizá tenga demasiado idealizado el amor, quizá te idealicé en exceso... quizá, no lo niego... quizá amar de verdad sea eso... quizá soy demasiado corriente, quizá tú no seas lo suficientemente raro para mi pero, siendo sincera, creo que ya no quiero encontrar respuestas, ya no me importa no hallarlas, ya no espero que regrese aquel tiempo y, eso, por primera vez pienso que es buena señal. Avanzo, avanzo, avanzo sintiendo cómo se ha aligerado aquel peso, y guardo, guardo, guardo aquel tú, que me insufló todo el oxígeno que había perdido, en un cofre de roble que descansa entre algodones con olor a verano...
Y ahora sólo quiero ser yo, una loca empedernida que le da mil vueltas a todo, independiente de por vida, dependiente únicamente de sueños y de tiempos pasados que voy coleccionando y que decoran con colores este sitio en las nubes, donde siento que pertenezco y de donde no me iré nunca.
Porque sí, quizá yo sea una idiota, una estúpida que nunca deja de soñar, que vive la mayor parte del día en las nubes: cobarde, ajena, ingenua, inconsciente, ciega, sorda... pero no muda, no muerta, no vencida, no infeliz, no amargada, no envenenada, no egoísta... Y porque sí, vivo en las nubes, sí... ¿y qué? ¿qué pasa? ¿qué hay de malo en buscar un refugio propio donde disipar las tempestades? Soy feliz, así soy feliz: con mis días alegres y con mis días tristes, yo soy así y no quiero cambiarme ni me cambiaría por nadie. Tal vez sea rara, una tía extraña, alguien a quien ni novecientas veintitrés bofetadas bastan para hacer que pierda las fuerzas... pero lo suficientemente pequeña como para sentir el escozor en el corazón y el calor que desprenden los ojos cuando están alerta ante las lágrimas que tratan de asaltarles.
Quizá tenga demasiado idealizado el amor, quizá te idealicé en exceso... quizá, no lo niego... quizá amar de verdad sea eso... quizá soy demasiado corriente, quizá tú no seas lo suficientemente raro para mi pero, siendo sincera, creo que ya no quiero encontrar respuestas, ya no me importa no hallarlas, ya no espero que regrese aquel tiempo y, eso, por primera vez pienso que es buena señal. Avanzo, avanzo, avanzo sintiendo cómo se ha aligerado aquel peso, y guardo, guardo, guardo aquel tú, que me insufló todo el oxígeno que había perdido, en un cofre de roble que descansa entre algodones con olor a verano...
Y ahora sólo quiero ser yo, una loca empedernida que le da mil vueltas a todo, independiente de por vida, dependiente únicamente de sueños y de tiempos pasados que voy coleccionando y que decoran con colores este sitio en las nubes, donde siento que pertenezco y de donde no me iré nunca.
viernes, 17 de septiembre de 2010
Síndrome de abstinencia
Estoy en una de esas épocas que desde hace tiempo tengo. Te echo especialmente de menos. Maldita sea, yo que sé por qué, es inútil que trates de obtener respuesta porque ni siquiera la tengo para mi. No lo puedo evitar, te pienso, te vuelvo a pensar... y se me encienden las ganas.
Mal. Esto no puede seguir sucediéndome. Me vuelvo a prometer que dejaré de pensar en ti. Me pregunto por qué diablos lo tienes todo. Eres mi puñetera droga, cuando recaigo quiero más y sé que si no lo paro pronto el síndrome de abstinencia será más largo y más duro: pero me llenan tanto tus recuerdos que me da igual y me juro que sólo será una vez más. La clave está en acariciar los recuerdos sólo de cuando en cuando: qué difícil es cuando en realidad deseo hacerlo a cada momento.
Ahora me pondré de nuevo a ello, a desintoxicarme de mis propios recuerdos, a callarles hasta la próxima vez y pedirles que no me quemen con su fuego. Lo peor comienza una vez más: frenarme cuando sin darme cuenta me pierdo de nuevo.
jueves, 16 de septiembre de 2010
Verano y no verano
Los años y las experiencias vividas me han enseñado que el verano se termina cuando uno quiere y, del mismo modo, empieza. Hoy sin saber por qué me he dado cuenta de que para mi no existen cuatro estaciones sino dos: verano y no verano. Dentro de mi cajita de recuerdos no recuerdo los nombres de los meses, sólo tengo en mente viejas sensaciones, alegrías, tristezas y sentimientos... y si pienso en ellos les siento aquí pegados a mi piel como en aquel ayer.
En verano se encuentran los días y momentos más felices de mi vida. En él vi el tono de azul más bonito que jamás pintó el cielo, el tacto más suave que tocaron mis manos y el perfume que lleva puesto el paraíso, las anécdotas más tristes y más vivas que me regalaron y que desgraciadamente no volveré a escuchar en esta vida, tres lunares, unas pocas caricias y un millón de gestos cargados de sinceridad y afecto.
En el no verano la lista de momentos amargos no es muy grande, al menos eso creo, y además no soy capaz de recordarla entera. A la cabeza se encuentran el miedo y la soledad... y lo que ello conlleva. Pero no siento sus puñales al pensar en ellos, sólo veo minutos sueltos que, a modo de flash, me enseñan lágrimas que derramé y algún que otro pedazo de corazón arrancado por ventiscas de hielo. Y en la distancia me siguen entristeciendo y vuelvo a pensar en que realmente fueron sufridos desde el fondo de mi... pero no queman igual.
Nadie desea sufrir pero los veranos no son interminables, como tampoco lo son los no veranos. No diré que me encantan los no veranos porque evidentemente no es así, pero tampoco diré que desearía borrarlos para siempre de mi porque tampoco es así: a veces, cuando el mundo se derrumba, aparece un cachito de ese azul tan bonito y por unos segundos es de nuevo verano...
En verano se encuentran los días y momentos más felices de mi vida. En él vi el tono de azul más bonito que jamás pintó el cielo, el tacto más suave que tocaron mis manos y el perfume que lleva puesto el paraíso, las anécdotas más tristes y más vivas que me regalaron y que desgraciadamente no volveré a escuchar en esta vida, tres lunares, unas pocas caricias y un millón de gestos cargados de sinceridad y afecto.
En el no verano la lista de momentos amargos no es muy grande, al menos eso creo, y además no soy capaz de recordarla entera. A la cabeza se encuentran el miedo y la soledad... y lo que ello conlleva. Pero no siento sus puñales al pensar en ellos, sólo veo minutos sueltos que, a modo de flash, me enseñan lágrimas que derramé y algún que otro pedazo de corazón arrancado por ventiscas de hielo. Y en la distancia me siguen entristeciendo y vuelvo a pensar en que realmente fueron sufridos desde el fondo de mi... pero no queman igual.
Nadie desea sufrir pero los veranos no son interminables, como tampoco lo son los no veranos. No diré que me encantan los no veranos porque evidentemente no es así, pero tampoco diré que desearía borrarlos para siempre de mi porque tampoco es así: a veces, cuando el mundo se derrumba, aparece un cachito de ese azul tan bonito y por unos segundos es de nuevo verano...
lunes, 13 de septiembre de 2010
STOP
Y aún hoy los recuerdos consiguen sacarme las sonrisas que creía perdidas. Sigo con mi propia partida: la mía contra mí. No sé si algún día podré darla por vencida. Es enriquecedor, duro y adictivo, el modo que tengo de avanzar con el pasado de la mano. Imagino que no moriré a causa de ello pero, si así fuera, te juro que me iría con la cabeza bien alta y el corazón bien lleno...
martes, 24 de agosto de 2010
Sigue, sigue, sigue y no dejes de seguir
- ¿No te cansas?
- ¿De qué?
- De seguir pensando lo mismo
- No. No me canso porque no hago el esfuerzo de pensarlo, símplemente viene a mi mente y lo pienso... "le" pienso.
- ¿Y no te duele?
- Cada vez menos porque le estoy convirtiendo en uno de mis mejores recuerdos: y los buenos recuerdos no duelen porque son la cura para las heridas nuevas.
- No te entiendo.
- No hace falta que lo hagas. Y ahora, venga, vamos a seguir comiéndonos el mundo que nos quedan muchas cosas por vivir.
- ¿De qué?
- De seguir pensando lo mismo
- No. No me canso porque no hago el esfuerzo de pensarlo, símplemente viene a mi mente y lo pienso... "le" pienso.
- ¿Y no te duele?
- Cada vez menos porque le estoy convirtiendo en uno de mis mejores recuerdos: y los buenos recuerdos no duelen porque son la cura para las heridas nuevas.
- No te entiendo.
- No hace falta que lo hagas. Y ahora, venga, vamos a seguir comiéndonos el mundo que nos quedan muchas cosas por vivir.
sábado, 14 de agosto de 2010
Cosas que construyen una vida
Una canción de los 80, el olor de un regaliz rojo, una enciclopedia desfasada, diez mil pares de playeras, cerrar los ojos ante el sol cegador de mediodía, soñar con los caminos que se pierden al decidirnos por otra opción y vivir siempre pensando que mañana nos esperará, seguro, algo mejor.
Cantar "Sweet Home Alabama" junto al viento sur que sopla más allá de las ventanas, recuperar esa camiseta desteñida que participó en doscientas cuarenta y ocho tardes de verano, resbalar cuesta abajo en la hierba húmeda por el rocío y volver a levantarse para ascender de nuevo sin parar de reír y recordar que son momentos así los que hacen que la vida merezca la pena.
Subir y bajar cincuenta y siete veces al día de las nubes, gritar hasta quedarse sin oxígeno cuando el malestar indescriptible te come por dentro, reventar los límites de la felicidad cuando recibimos un gesto de cariño inesperado, no dejar de admirar que, aunque pensemos que hemos cambiado, siempre queda esa esencia en nuestro interior... y valorar, nuestro propio proceso de construcción...
Cantar "Sweet Home Alabama" junto al viento sur que sopla más allá de las ventanas, recuperar esa camiseta desteñida que participó en doscientas cuarenta y ocho tardes de verano, resbalar cuesta abajo en la hierba húmeda por el rocío y volver a levantarse para ascender de nuevo sin parar de reír y recordar que son momentos así los que hacen que la vida merezca la pena.
Subir y bajar cincuenta y siete veces al día de las nubes, gritar hasta quedarse sin oxígeno cuando el malestar indescriptible te come por dentro, reventar los límites de la felicidad cuando recibimos un gesto de cariño inesperado, no dejar de admirar que, aunque pensemos que hemos cambiado, siempre queda esa esencia en nuestro interior... y valorar, nuestro propio proceso de construcción...
jueves, 5 de agosto de 2010
Promesas
Hace ya tiempo que no me limito a esperar. Hace ya tiempo que decidí caminar mirando al frente. Hace ya tiempo que construyo metas al amanecer, las mismas metas que por la noche se derrumban con el frío. Hace ya tiempo que no lloro un día sí y al siguiente también... hace ya tiempo que dejé de tener ese malestar constante en mis entrañas, el nudo permanente en la garganta, los recuerdos asomando en cada una de mis miradas. Hace ya tiempo que dejé de ser "nadie". Hace ya tiempo que comencé a construir "alguien"... el mismo tiempo que hace que comencé a hacerme promesas que voy a cumplir.
Prometo no destruir lo malo del pasado, lo transformaré y será mi estructura más sólida. Prometo no empañar lo bueno del pasado: cogeré todos mis días de verano, las sonrisas más bonitas que me han regalado, los abrazos de consuelo de los amigos que nunca me dieron de lado, los chistes malos que me hacen revivir durante horas, las llamadas sorpresa de mi familia para preguntarme cómo me va la mañana, los "te echo de menos" que me han arropado... cogeré todo y decoraré con ello cada rincón, incluso aquellos que queden condenados a vivir con temperaturas bajo cero.
Prometo no perderme mi vida, prometo intentarlo con todas mis fuerzas. Prometo no pensar más en un futuro lejano, ni en un futuro incierto. Prometo que me dejaré arrastrar por donde el aire sea limpio y, si veo que el ambiente comienza a ser húmedo y el cielo se vuelve turbio, lucharé incansable hasta alcanzar el horizonte despejado. Prometo que nunca volveré a sentirme derrotada porque, con el paso del tiempo, siempre he podido comprender que de todo gané algo. Prometo cuidar y mantener a mi lado a todas aquellas personas que me demuestran que me cuidan y desean mantenerme a su lado: sin pedir nada a cambio, sin reclamarles atención, cuando menos lo espero... transformando sus días (y mis días) de 24 horas en 25 horas: y es que no sé cómo lo hacen pero siempre me regalan un momento...
Por último, prometo dejar de pensar que las promesas son palabras que se lleva el viento y que se pierden en el tiempo, prometo... prometo que nunca dejaré de creer en las promesas.
Prometo no destruir lo malo del pasado, lo transformaré y será mi estructura más sólida. Prometo no empañar lo bueno del pasado: cogeré todos mis días de verano, las sonrisas más bonitas que me han regalado, los abrazos de consuelo de los amigos que nunca me dieron de lado, los chistes malos que me hacen revivir durante horas, las llamadas sorpresa de mi familia para preguntarme cómo me va la mañana, los "te echo de menos" que me han arropado... cogeré todo y decoraré con ello cada rincón, incluso aquellos que queden condenados a vivir con temperaturas bajo cero.
Prometo no perderme mi vida, prometo intentarlo con todas mis fuerzas. Prometo no pensar más en un futuro lejano, ni en un futuro incierto. Prometo que me dejaré arrastrar por donde el aire sea limpio y, si veo que el ambiente comienza a ser húmedo y el cielo se vuelve turbio, lucharé incansable hasta alcanzar el horizonte despejado. Prometo que nunca volveré a sentirme derrotada porque, con el paso del tiempo, siempre he podido comprender que de todo gané algo. Prometo cuidar y mantener a mi lado a todas aquellas personas que me demuestran que me cuidan y desean mantenerme a su lado: sin pedir nada a cambio, sin reclamarles atención, cuando menos lo espero... transformando sus días (y mis días) de 24 horas en 25 horas: y es que no sé cómo lo hacen pero siempre me regalan un momento...
Por último, prometo dejar de pensar que las promesas son palabras que se lleva el viento y que se pierden en el tiempo, prometo... prometo que nunca dejaré de creer en las promesas.
martes, 3 de agosto de 2010
Brindemos
Déjame que te diga que mi vida sigue, que sí, que sigue... pero no como me gustaría. Déjame que te confiese que no consigo librarme de esa sensación de cercanía a ti... Siento que no es malo... siento que es una condena y que no consigo sacarte de aquí.
Hace ya tiempo que, a solas, hablo con el silencio. Y en ese silencio a veces imagino que tú me escuchas y entonces te enseño los secretos de mi mundo; otras veces imagino que no escuchas, porque duermes plácidamente arropado por el aroma de mis sábanas, y le cuento en susurros, a los ángeles del cielo, lo maravilloso que eres: del tesoro que guardas en ti, de la suerte que tuve de reconocerte... Bendita suerte... y siempre me recuerdo que, cuando tenga la ocasión, no se me debe olvidar agracederle a quien corresponda que me brindara esta suerte: no se me va a olvidar, lo prometo, cuando llegue el momento no me olvidaré de agradecérselo a las estrellas del firmamento.
Hace ya tiempo que, a solas, hablo con el silencio. Y en ese silencio a veces imagino que tú me escuchas y entonces te enseño los secretos de mi mundo; otras veces imagino que no escuchas, porque duermes plácidamente arropado por el aroma de mis sábanas, y le cuento en susurros, a los ángeles del cielo, lo maravilloso que eres: del tesoro que guardas en ti, de la suerte que tuve de reconocerte... Bendita suerte... y siempre me recuerdo que, cuando tenga la ocasión, no se me debe olvidar agracederle a quien corresponda que me brindara esta suerte: no se me va a olvidar, lo prometo, cuando llegue el momento no me olvidaré de agradecérselo a las estrellas del firmamento.
Hoy escribo esto, como podría haberlo escrito ayer, o como sé que podría escribirlo mañana: y siempre podría escribirlo, con distintas palabras pero la misma sensación.
En los últimos tiempos he descubierto algo que una parte de mi odia saber y la otra, que siempre lo supo, negocia con ella una convivencia pacífica. He descubierto que, en el fondo, por mucho que piense que desapareciste de mi mente, no es así. Me he dado cuenta de que, cuando el estrés disminuye y me deja levantar un poco la cabeza, tú sigues ahí. Detrás de miles de horas de mente ocupada, después de fines de semana en los que la familia y los amigos llenan cada segundo, después de todo, después... como una pequeña vela encendida al final de un túnel infinito, estás tú.
Y, ¿sabes qué más descubrí?, que es en esos momentos en los que llego hasta esa vela, pequeñita y que permanece en el fondo, cuando hablo conscientemente con el silencio: e imagino que tú también estás allí y, con tu mirada más sincera, me escuchas... y yo, con mi silencio más sincero, te lo cuento todo de nuevo.
Mi vida sigue, no como me gustaría... pero sigue. Así que hoy decido seguir, con la cabeza alta y el alma tranquila, levanto una copa cargada de buenos momentos y brindo por ellos: chin-chin.
lunes, 26 de julio de 2010
La fiesta
Después de despedir a los últimos invitados se da la vuelta lentamente y, cansado, se sienta en una silla situada delante de la foto: la más importante y, a la vez, la más amarga y dolorosa.
Recuerda el momento en que la sacó: en aquel entonces era el hombre más infeliz sobre la faz de la tierra. Nadie estuvo nunca tan vacío como él en aquel tiempo, nadie estuvo nunca tan lleno como logró estar él hasta una hora antes de la tomar la foto, nadie...: un antes y un después que cambió por completo su vida, sin sospechar ni siquiera en aquel entonces hasta qué punto lo haría...
Con tristeza lo recuerda, un pellizco de nostalgia le muerde el corazón mientras permanece allí, sentado, admirando la vieja foto. Con la última copa todavía en la mano, piensa en la fiesta que acaba de finalizar. "Siendo objetivos - se dice para sí - ha sido una gran fiesta."
Y, al decir verdad, razón no le falta. Como otras veces, la prensa hablará de ello durante varios días, sus conocidos y allegados le felicitarán aún después de varias semanas y, por la calle, no faltarán seguidores que, al reconocerle, le pidan un autógrafo: es consciente de que muy poca gente en la ciudad sabe ofrecer el arte en su más espléndida expresión y organizar una fiesta a la altura que se merece.
"Como dice ese viejo refrán - piensa mientras se levanta y sus ojos quedan a la misma altura que la foto- lo que no te mata, te hace más fuerte." Y con esa convicción que da la experiencia y la perspectiva del tiempo, apura el whisky del vaso, lo posa en la mesa y, volviendo su espalda a la pared, se dirige hacia la puerta, la abre, apaga las luces y, acto seguido, el artista cierra tras de sí la puerta, una noche más...
Recuerda el momento en que la sacó: en aquel entonces era el hombre más infeliz sobre la faz de la tierra. Nadie estuvo nunca tan vacío como él en aquel tiempo, nadie estuvo nunca tan lleno como logró estar él hasta una hora antes de la tomar la foto, nadie...: un antes y un después que cambió por completo su vida, sin sospechar ni siquiera en aquel entonces hasta qué punto lo haría...
Con tristeza lo recuerda, un pellizco de nostalgia le muerde el corazón mientras permanece allí, sentado, admirando la vieja foto. Con la última copa todavía en la mano, piensa en la fiesta que acaba de finalizar. "Siendo objetivos - se dice para sí - ha sido una gran fiesta."
Y, al decir verdad, razón no le falta. Como otras veces, la prensa hablará de ello durante varios días, sus conocidos y allegados le felicitarán aún después de varias semanas y, por la calle, no faltarán seguidores que, al reconocerle, le pidan un autógrafo: es consciente de que muy poca gente en la ciudad sabe ofrecer el arte en su más espléndida expresión y organizar una fiesta a la altura que se merece.
"Como dice ese viejo refrán - piensa mientras se levanta y sus ojos quedan a la misma altura que la foto- lo que no te mata, te hace más fuerte." Y con esa convicción que da la experiencia y la perspectiva del tiempo, apura el whisky del vaso, lo posa en la mesa y, volviendo su espalda a la pared, se dirige hacia la puerta, la abre, apaga las luces y, acto seguido, el artista cierra tras de sí la puerta, una noche más...
domingo, 13 de junio de 2010
Café con palmeritas
- Uuhh, ha refrescado mucho desde ayer, ¿tú no tienes frío, nena?
- Un poco sí, la verdad - dijo ella sonriendo ampliamente
- Así me gusta, ya sabes que me encanta ver cómo te ríes
Entonces la "nena" se acercó, le dio un beso enorme en la mejilla y fijó sus ojos en los de ella.
- ¿Cómo lo consigues?
- ¿El qué, nena? - preguntó divertida
- Que tus ojos siempre brillen de esa manera.
Rio mientras le cogía de las manos. Sus manos también estaban frías, sin duda eso lo había heredado de ella, al igual que su corazón, que latía con tanta fuerza que muy pocos oídos eran capaces de soportarlo.
- ¿Merendamos un café bien calentito? - apretó sus manos entre las de ella
- Vale... - dijo rindiéndose a obtener respuestas - ¿has traído"palmeritas"?
- Claro, nena, ya sabes que en tardes como ésta siempre las compro.
- Un poco sí, la verdad - dijo ella sonriendo ampliamente
- Así me gusta, ya sabes que me encanta ver cómo te ríes
Entonces la "nena" se acercó, le dio un beso enorme en la mejilla y fijó sus ojos en los de ella.
- ¿Cómo lo consigues?
- ¿El qué, nena? - preguntó divertida
- Que tus ojos siempre brillen de esa manera.
Rio mientras le cogía de las manos. Sus manos también estaban frías, sin duda eso lo había heredado de ella, al igual que su corazón, que latía con tanta fuerza que muy pocos oídos eran capaces de soportarlo.
- ¿Merendamos un café bien calentito? - apretó sus manos entre las de ella
- Vale... - dijo rindiéndose a obtener respuestas - ¿has traído"palmeritas"?
- Claro, nena, ya sabes que en tardes como ésta siempre las compro.
sábado, 12 de junio de 2010
Sonríe un poco nena...
Subió corriendo las escaleras hasta llegar ante la puerta de su casa, abrió y cerró en un "plis-plas", con un portazo sordo. Dejó las llaves en el viejo cenicero de barro, recuerdo de uno de aquellos viajes que acostumbraban a realizar sus padres. Se quitó las playeras sin desatar los cordones, ayudándose solamente con los dedos de los pies. Se sentó en el sillón de flores pasado de moda y comenzó a llorar.
- Pero..., ¿qué te pasa, nena?, ¿por qué lloras? - le preguntó angustiada mientras se sentaba a su lado y le apartaba el pelo que caía sobre sus ojos.
- Nada... - titubeó entre sollozos ahogados.
- No dejes que nada pueda contigo, ¿me oyes? tú vales oro, nena, que te lo digo yo que te conozco como nadie... ¡hombre si te conoceré yo! - le retiró unas lágrimas con el dorso de su mano cubierta de pecas - anda, nena... sonríe un poco.
- No tengo ganas de sonreír - le contestó mientras levantó el rostro para mirarla - no me encuentro muy bien... - sentenció con voz apagada.
- Hazlo por mí, di, ¿lo harás?.
Cerró los ojos sintiendo sus dedos fríos a través de los mechones de cabello que caían sobre sus mejillas. Volvió a dejar que las lágrimas salieran a su antojo cuando sintió que su presencia se alejaba, una vez más.
- No te vayas, por favor... - suplicó temblando
- Sonríe un poco nena... que sino luego no encontraré el camino hacia tus sueños...
- Pero..., ¿qué te pasa, nena?, ¿por qué lloras? - le preguntó angustiada mientras se sentaba a su lado y le apartaba el pelo que caía sobre sus ojos.
- Nada... - titubeó entre sollozos ahogados.
- No dejes que nada pueda contigo, ¿me oyes? tú vales oro, nena, que te lo digo yo que te conozco como nadie... ¡hombre si te conoceré yo! - le retiró unas lágrimas con el dorso de su mano cubierta de pecas - anda, nena... sonríe un poco.
- No tengo ganas de sonreír - le contestó mientras levantó el rostro para mirarla - no me encuentro muy bien... - sentenció con voz apagada.
- Hazlo por mí, di, ¿lo harás?.
Cerró los ojos sintiendo sus dedos fríos a través de los mechones de cabello que caían sobre sus mejillas. Volvió a dejar que las lágrimas salieran a su antojo cuando sintió que su presencia se alejaba, una vez más.
- No te vayas, por favor... - suplicó temblando
- Sonríe un poco nena... que sino luego no encontraré el camino hacia tus sueños...
lunes, 10 de mayo de 2010
Él y Ella
Habían quedado a las cinco de la tarde en la plaza donde se habían encontrado por primera vez. Faltaban cinco minutos para la hora concertada pero él ya estaba allí, sentado en un banco de madera, esperando. Sabía que ella llegaría tarde, como siempre, pero eso no le molestaba porque le gustaba ver cómo aparecía acelerada ante sus ojos, y se preguntaba a sí mismo, mientras sus labios dibujaban una sonrisa, cuál sería la excusa para hoy.
Miró la hora en su móvil: las cinco en punto. El día era soleado pero no caluroso, corría una leve brisa del norte y las gaviotas cruzaban el cielo hacia la costa que estaba a escasos kilómetros de allí. Hoy pensaba llevarla a uno de sus sitios favoritos, donde iba cuando quería disfrutar de las vistas de la ciudad. Era un sitio tranquilo, estaba cerca de los acantilados y desde allí se podía saborear el agua marina en el aire. Miró a su derecha: ahí llegaba ella.
Siguieron por un sendero de tierra y hierba rodeando los acantilados hasta el sitio que él había indicado. Se sentaron juntos, él se descalzó y le pidió a ella que le acercara sus pequeños pies para descalzarla. Retiró la hebilla de la pulsera de sus zapatos y dejó el calzado al lado del suyo.
Miró la hora en su móvil: las cinco en punto. El día era soleado pero no caluroso, corría una leve brisa del norte y las gaviotas cruzaban el cielo hacia la costa que estaba a escasos kilómetros de allí. Hoy pensaba llevarla a uno de sus sitios favoritos, donde iba cuando quería disfrutar de las vistas de la ciudad. Era un sitio tranquilo, estaba cerca de los acantilados y desde allí se podía saborear el agua marina en el aire. Miró a su derecha: ahí llegaba ella.
- Lo siento, lo siento, es que justo cuando ya salía por el portal me acordé de que se me había olvidado coger kleenex.
- ¿Por qué siempre tienes que volver a por algo? - rió
- Ya sabes como soy, además sólo me he retrasado cinco minutos, ¿eh? - dijo ella, divertida.Caminaron conversando animadamente sobre cómo les había ido respectivamente la mañana en el trabajo. Por el camino encontraron a un anciano que llamaba a su perro, que se había escapado. Él cogió al perro, pequeño y negro, se lo entregó a su amo con delicadeza y éste siguió andando sin darle las gracias. Juntos, comentaron la poca educación del señor y ella, en silencio, apreció el valor del gesto de él y sintió que le quería, entonces, un poco más todavía.
Siguieron por un sendero de tierra y hierba rodeando los acantilados hasta el sitio que él había indicado. Se sentaron juntos, él se descalzó y le pidió a ella que le acercara sus pequeños pies para descalzarla. Retiró la hebilla de la pulsera de sus zapatos y dejó el calzado al lado del suyo.
- Gracias.
- Así disfrutarás más del paisaje.Allí, en medio de la nada, vieron atardecer acompañados por el cielo libre de nubes y arropados por el viento. Ella se sintió libre por tenerle a su lado compartiendo aquel momento y él se sintió libre por compartir ese lugar mágico con esa chica que le transmitía tanta paz cuando estaba a su lado.
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