jueves, 28 de enero de 2010

Cómo me gusta ver cómo te ríes

Mi abuela ha sido (lo sigue siendo, allá donde esté) una de las personas más importantes de mi vida, no sólo porque haya desarrollado el papel de ser mi abuela, sino como persona en general: por cómo era y todo lo que me demostró día a día.

No pasaba un solo día sin que me preguntara, al llegar de clase, qué tal me había ido “en el cole” y si había hecho todos “los deberes”. Aunque ya fuera a la universidad, para ella siempre fui esa niña pequeña que necesitaba de su atención y de su cariño constante, aunque yo no lo viera; esa niña a la que crió veinticuatro horas al día durante tantos años, a la que preparaba el cola-cao cada noche, a la que miraba cómo se reía viendo la televisión… y cuando yo me daba cuenta, ahí estaba: sujeta al marco de la puerta, sonriendo con la alegría reflejada en sus ojos y el brillo de su voz al decir “cómo me gusta ver cómo te ríes..”. Y yo, entonces no entendía por qué.

A mi abuela le encantaba salir a pasear. Todas las tardes, aunque lloviznara un poco, bajaba a la calle: vestida de luto, con su “cachaba”, su bolsita donde depositaba la cartera y las llaves,  y un folleto de propaganda que utilizaba para no ensuciarse al sentarse un rato en un banco. Nunca la vi sola, era una mujer sociable y si no tenía motivos que riñeran con su honor no le negaba la palabra a nadie. No era conflictiva ni buscaba hacer mal a la gente pero tampoco era ingenua: a ella no se la daban con queso y si alguien a quien estimaba le demostraba que no era merecedor de tal afecto, no se andaba con contemplaciones y hacía del silencio su respuesta hacia esa persona… y nunca hacía un mundo de ello, al menos, nunca dejó que lo contrario se percibiera.

Algunas tardes de otoño, compraba “palmeritas” de hojaldre. Las traía para merendar: “para tomar con un café caliente, nena, que hace un frío...”; y nunca cogía una sin haberle ofrecido al resto antes. Nunca pensaba en ella, luchadora incansable se enfrentaba día a día al trabajo que le íbamos dejando desconsideradamente: ropa para planchar, lavadoras que poner, platos que fregar… y nunca se quejaba más que del cansancio en las piernas por tantas horas de pie.

Cuando algún día salía de fiesta o me compraba unos pantalones, siempre me pedía que se los enseñara: “¡a ver qué tal te están!”; y antes de salir me piropeara, para hacerme sonreir... todavía recuerdo la admiración que me regalaba: “no me extraña que les vuelvas locos”, a lo que yo siempre le decía “pero si yo no vuelvo loco a ninguno, güelita…”. Sigo sonriendo (y emocionándome) al recordarlo. Ella siempre vio en mi algo especial, no sé si porque era su nieta o porque en general, como persona, creía que yo también tenía algo.

Realmente nunca sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos. Yo no supe apreciar todo lo que era para mí hasta que la perdí. No pude despedirme de ella, no llegué a tiempo y siempre maldeciré las horas que alguien me robó y que me faltaron para ir a verla. Antes de marcharse, sólo unas horas antes había preguntado por mí… no pude estar ahí, pero conociéndola adivino a que también preguntó qué tal me iba “en el cole” y si había hecho todos “los deberes”.

lunes, 25 de enero de 2010

Tic, tic, tic...

Pasan los segundos, los minutos, las horas... y los días. Tic, tic, tic... Las agujas del reloj no dejan de sonar ni de avanzar. Tic, tic, tic... No sé qué puedo decirte, qué excusa tonta buscar para preguntarte qué tal lo llevas. No sé por qué tengo que buscar una excusa... no tengo por qué, puedo limitarme a preguntar directamente y esperar a que respondas... si respondes, claro. Entonces, ¿por qué no te lo pregunto? ¿a qué estoy esperando para hacerlo?. Tic, tic, tic...


No sé si en estos días habrás pensado algo en mi, tal vez, aunque fuera por casualidad lo hiciste. Quizá te has cruzado con alguien que no tiene ningún aroma propio, como yo, ¿te acuerdas? ya te lo dije: yo no dejo huella. O tal vez, te has fijado en la mirada apagada de alguien: ojos sin luz, opacos y ciegos. Puede que hayas visto una película o un anuncio en el que saliera una playa: ¿recuerdas la sensación de la crema fresca y de olor penetrante?. Tic, tic, tic...


Ya está, ya te he preguntado y ahora... esperaré, como siempre. No sé por qué te he preguntado, cuando escribía sentía miedo: ¿vas a contestarme? y si lo haces, ¿será por obligación?, ¿para no herirme con el silencio?;  y una sensación que no identifico: ¿traición? pero, ¿a quién estoy traicionando? ¿a ti o a mi?. Y si esa sensación fue como la congoja de la traición, ¿puede ser que sin saberlo hayamos hecho un pacto secreto por el cuál no podemos volver a hablar?, ¿puede ser que te preguntara sin querer hacerlo?, ¿ha cambiado algo en mi desde ayer para que piense que quizá ya no necesito saber de ti?. Tic, tic, tic...

Y si resulta que es eso, que ya no necesito saber de ti, ¿será porque las horas sin verte apagan tu recuerdo?. Tic, tic, tic... No, tu recuerdo no se apaga, me apago yo. Tic, tic, tic... Si realmente algo hubiera cambiado desde ayer y ya no te necesitara: ¿estaría escribiendo todo esto?¿me importaría cuánto tardes en contestar (si lo haces, claro...) a mi pregunta?. Tic, tic, tic... No. Otra vez, me olvido de que a mi, aunque quiera, no me puedo engañar. Tarde o temprano me descubro aunque esta vez he llegado lejos, casi lo consigo: casi logro creerme mi mentira.
- ¿Dónde he fallado? He estado tan cerca  hoy...
- Tu error ha sido dejarme hablar: el miedo que te transmití mientras escribíamos lo he podido plasmar, aquí, en nuestra nube. ¿No ves que es evidente? ¿Por qué crees que el tiempo se nos hace eterno? Vuelve a leer desde el principio, anda... Has estado cerca pero no puedo dejarte ir más lejos.
- Vaya... Lo hice por el bien de las dos, ¿estás enfadada?.
- No. Tú has actuado como sabes y yo he hecho lo mismo.
Tic, tic, tic... Ahora, también veo a qué se debía la sensación de traición. Yo misma intentaba taparme y lo que para una de mis partes era lo correcto (lo debido) para la otra no: lo correcto, lo debido... no es engañarme, es seguir llevándolo hacia donde vaya. A más o a menos, pero siempre sincera conmigo misma. Tic, tic, tic... Supongo que hoy estoy un poco más apagada que ayer y por eso he permitido, por unas horas, que el engaño pareciera real.

Quizá deba dejar que sea así: un engaño, para que sean más llevaderos todos estos segundos...  pero si hago eso me arrepentiré. Me arrepentiré porque siempre tendré la duda de qué hubiera pasado si hubiera tenido paciencia, si hubiera sido constante en mi deseo de conseguir que yo sea tu deseo, si me hubiera tomado en serio mis sentimientos y los tuyos: detenerme a observar cómo se desarrolla el juego, dar a cada cosa su tiempo, con visión calmada y jugando bien mis cartas en todo momento... Y de eso hablo cuando digo que tengo que seguir llevándolo, hacia donde sea, pero sin mentirme. Porque si una cosa tengo clara es que no quiero arrepentirme de nada. Tic, tic, tic...

domingo, 24 de enero de 2010

Hambre

Hoy no sé si te quiero. Tampoco sé qué va a ser de mí en los próximos meses en los que te cruzaré por los pasillos y te observaré desde el fondo de la clase. Hoy te quiero comer, de un modo que nunca he hecho. Siempre me has frenado, aunque no lo sepas, te lo digo: tú siempre me has frenado; y  no lo has hecho con gestos, lo has hecho con palabras, que duelen más… Tú nunca has querido hacerme daño y por eso quizá no sabías que, para mí, tus palabras tienen más poder que una acción. Me frenaste cuando me dijiste que no me enamorara de ti, cuando hacías conjeturas acerca de mi futuro con un supuesto novio (querías dejarme claro que ese, no serías tú…), cuando señalaste que pensabas que podríamos seguir compartiendo caricias sin nada más que ese calor corporal… Con tus palabras me frenaste (y  ahora al recordarlas me sigues frenando) y yo, con mi silencio, me amordazaba el corazón para que no empezara a desangrarse delante de ti.

Hoy, no sé por qué, te quiero comer. No quiero que me digas nada, para que por una vez no me pares y me dejes sentir. Aunque sea por una vez, déjame dártelo todo. Déjame sacarlo y regalártelo (aunque no lo quieras y lo dejes en el suelo); déjame jugar a perderme en tu piel, déjame nadar en tus ojos, déjame acariciar tus lunares, déjame despeinarte, déjame llevarte a otro mundo, déjame seguirte…; déjame mostrar cómo estas heridas se curan  y desaparecen por sí solas cuando estás conmigo, déjame enseñarte cómo reaparecen y se abren todas de nuevo cuando ya no me abrazas, déjame apostar todo al caballo perdedor, déjame por favor… déjame quererte. Y si no me dejas, por lo menos quiero que sepas que hoy, en mi mente, te voy a comer a cada hora, me entregaré en cada rato y tú… tú permanecerás callado.

Hoy, creo que te sigo queriendo…

sábado, 23 de enero de 2010

Maquillaje nuevo

¿Tiene límite el sufrimiento? A veces me gustaría tener una respuesta que, por lo menos, se acercase algo a la acertada; pero ni siquiera tengo una respuesta.

Los límites, creo yo, vienen condicionados por la situación en la que nos veamos envueltos. Cuando estás en el fondo y no ves más que oscuridad piensas que ese tiene que ser el límite y vives ahí, con tu límite. En el fondo no hay ni un ápice de luz, ni oxígeno suficiente, tampoco hay nadie más que tú y tus sentimientos de dolor, miedo, desolación, desgana y tristeza... sobretodo tristeza.

El dolor se mitiga con las lágrimas, el miedo con la voz, la desolación con una mano amiga, la desgana con la presión de la rutina a la que no puedes escapar y la tristeza... la tristeza...¿a caso se puede aliviar?, la tristeza se puede maquillar y con un poco de experiencia se puede engañar fácilmente a los que están a nuestro alrededor. El maquillaje de mi tristeza sirve para no hacer daño con ella a mi familia y amigos más cercanos, pero a veces (como ahora), el maquillaje se acaba y hasta que no conseguimos fabricar más en medio de la oscuridad vamos con la cara libre de todo y es entonces, cuando nos sentimos desprotegidos... es curioso cómo el maquillaje nos puede engañar incluso a nosotros mismos... y volvemos a sentir la oscuridad en la piel, la ceguera en el futuro y la desilusión por no encontrar esperanza alguna.

Pero el maquillaje no es del todo malo, con él podemos afrontar mejor las mañanas, salir a la calle y enfrentarse a los obligaciones del día a día. Y así, maquillados incluso para nosotros mismos conseguimos avanzar un poco y alejarnos del fondo. Podemos encontrar en este proceso momentos de felicidad que nos llevan a pensar que por fin hemos conseguido salir a la superficie pero debemos tener cuidado porque del fondo no se sale ni tan rápido ni de manera tan fácil...

Es en esos momentos en los que somos más frágiles, nos sentimos fuertes y confiados, pensamos que el horizonte empieza a clarear y esa sensación  hace que un día, se nos olvide ponernos el maquillaje... y es entonces, entonces... cuando no vemos más que ausencia de luz y nos damos cuenta de que seguimos en el túnel y nos quedamos paralizados (otra vez), aturdidos y sin saber hacia dónde ir. De repente hemos perdido el norte que creíamos tener, el pánico asoma a nuestra mirada y nuestra voz se queda muda. No te puedes ver pero sí puedes imaginar cuál es la expresión de tu rostro: miedo, ganas de llorar, de gritar, ganas de encontrar una mano que te ayude en medio de tanta desolación... pero solo estás tú y tus sentimientos...al descubierto de nuevo.

Cuando pasas el estado de shock recuperas la voz, y las lágrimas llegan a tus ojos sin avisar, no importa el momento ni el lugar... y lloras ahí, en tu túnel, en medio de la oscuridad. Sientes al completo de nuevo esos sentimientos: dolor, miedo, desolación, desgana y tristeza... Les sientes como la primera vez, cuando se te caía el mundo a cada segundo... empiezas a correr y no quieres otra cosa que seguir corriendo, más rápido.. y piensas que quizá tengas suerte y encuentres la salida (ójala, ójala... - te susurra alguien por dentro), pero después de un tiempo desistes... Y te paras a pensar y sabes que tú ya has pasado por allí, conoces ese lugar (a pesar de tanta oscuridad) pero esta vez es distinto, hay algo que no terminas de saber a ciencia cierta qué es... y aún siendo el mismo lugar no es el mismo.. no es ese fondo, es otro.

Y vuelves a empezar, te prometes no volver a olvidar el maquillaje si lo tienes y comprobarás más a menudo las reservas para no quedarte sin ello nunca. Te despiertas, y no ves nada, pero sabes que estás en el fondo y hacia la superficie sólo hay una dirección así que empiezas otra vez a caminar: acompañada de tus lágrimas, de esa canción que entona tu voz, de esa mano amiga que siempre te consigue encontrar, de la rutina que no te permite escapar y con maquillaje nuevo que deseas, cada día, no acabar.

miércoles, 20 de enero de 2010

En medio de la tempestad

Si fuera valiente no redactaría esta confesión, la podrías escuchar con mi voz y sentirla a través de mi mirada. Pero no soy valiente y por eso nunca leerás estas líneas. ¿Cómo podría explicarte todo lo que significas para mi?, creo que ni siquiera las palabras podrían acercarse a la décima parte de lo que eres.

Necesito tanto decirte cómo me siento... si tan sólo pudieras verme un instante aquí, escribiendo mientras pienso en ti y dejo que sea mi corazón el que hable. No, mejor no porque entonces verías una persona rota y te haría sentir mal y yo no quiero eso.. no, mejor será que me quede aquí, escondida y en silencio, y tú sigas ajeno a esto.

Eres como la luz del faro en medio de la tempestad en alta mar. Cuando pienso que ya no hay nada que hacer y el naufragio es inminente, consigues brillar.. y lo haces de forma intermitente y entre brillo y brillo vuelvo a pensar que el fin se acerca, pero ahí está tu luz siempre. No dejas que pierda las esperanzas pero tampoco consigo salir de la tormenta.

Tú no eres consciente de nada de esto, porque tu misión es alumbrar y no ves más que olas en mitad del inmenso mar.. ¿no me ves?, no me ves... pero estoy aquí, te pido que me vengas a buscar, te suplico que me salves... pero no me ves y tu luz sigue guiñándome esperanzas entre la oscuridad. ¿Cómo puedo hacer que me veas?, el sonido de la tormenta tapa mi voz, quizá me pudieras oir si consiguiera transformar las lágrimas en gritos de socorro pero no sé si eso se puede lograr, ni cómo hacerlo en caso de que se pueda.. entonces, ¿qué me queda?, no veo ningún bote salvavidas acercarse y la tormenta no cesa, ¿dónde está el sol que acostumbraba a acompañarme siempre en los viajes?.

¿Cómo llegué aquí?, quizá me equivoqué de ruta y escogí un recorrido arriesgado para esta aventura. Me adentré en aguas muy profundas y no supe admitir que carecía de experiencia para tanto reto. Lloro, y ya no sé distinguir si lo hago porque naufrago o porque no consigues verme; si lloro por tiempos pasados o por el momento de angustia y miedo a no regresar.

Si pudiera sólo decirte todo esto con una caricia o con una mirada...quizá si lo supieras podrías verme y vendrías a salvarme, aunque fuera por compasión me llevarías hacia la orilla, ¿verdad? sí... tú eres así, lo harías aunque fuera por lástima, tú me rescatarías pero después de salvada te alejarías. Volverías a tu faro, a seguir brillando,  y yo me quedaría allí, en el suelo y a los pies del faro; mirando hacia arriba, viendo cómo tu luz sigue girando y girando... y de nuevo ya no me vería; ya no me verías y pensarías que retomé un camino nuevo.

Y entonces, ¿yo que haría?. Me quedaría a los pies del faro, viéndote brillar entre lágrimas de un amor que nunca fue de nadie, que se quedó sin hogar y no sabe hacia dónde ir.

martes, 19 de enero de 2010

Insignificante

Insignificante, así es como me siento hoy.

¿Merece la pena luchar contra la corriente? No... hoy creo que no, hoy opto por dejarme arrastrar y parar de nadar en dirección contraria. Tampoco nado hacia la otra dirección, no nado, sin más.

Hoy siento lástima por mi, por verme así y no tener las fuerzas de afrontarlo. Me compadezco y a la vez me avergüenzo. Me miro desde dentro y lo único que quiero es que llegue la noche para dormir y no pensar en ello; me miro desde fuera y me veo pequeña, desconocida e insignificante.

Pienso que cualquiera que me viera pensaría, y con razón, que no guardo nada de valor en mi interior; que soy alguien a quien no merece la pena conocer, alguien a quien no apetece conocer; que mi vida debe ser triste; que no tengo brillo en los ojos y mi mirada se pierde entre la nada... porque no hay nada que pueda regalar con ella, nada que ofrecer a nadie más que miseria... y nadie quiere las miserias, nadie quiere problemas que no le corresponden, nadie quiere ser el héroe en una causa perdida.

Siento que no tengo nada más que un vacío inmenso: un corazón vacío, un alma vacía, un cerebro vacío, frases vacías formadas con palabras vacías, miradas vacías de unos ojos vacíos, sonrisas vacías dibujadas por unos labios vacíos... todo vacío salvo las lágrimas que siguen asomando y resbalando por mi rostro.

No quiero seguir así, no quiero sentir tanto dolor por tanto vacío; no quiero más lágrimas que mueren en silencio. ¿Qué hago? ¿Qué hago?, una parte de mi me dice que debo tomar decisiones en serio y la otra parte  me dice que aguante un poco más, que no se quiere rendir y que no me deje llevar por el cansancio de los días lentos. Que me distraiga un poco y no le de tantas vueltas porque eso no hará que todo pase más rápido. Pero la verdad es que la lógica es aplastante en esto y es que los días pasan lentos porque me sigo empeñando en que llegue cada día una palabra que no llega... y no llega porque no hay una sola palabra destinada a mi.

Sé que este no es mi momento, que quizá ahora deba sufrir para después valorar como se merecen todas esas cosas que me regala la vida cada día y que no consigo apreciar. Quizá no vuelva a sentir la felicidad, quizá ya obtuve demasiado con tantos momentos (como aquellos días de verano..), quizá algo decidió que no hacía justicia conmigo al darme tanta paz, quizá no salga nunca de esta... quizá se acabó mi suerte y ahora está en el camino de otra persona que lo merezca más... quizá sea lo justo; quizá he vivido demasiado tiempo aquí, en mi nube, y nunca vi que siempre fui insignificante.

lunes, 18 de enero de 2010

Pequeño paraíso

El tiempo es relativo y también es relativo cómo nos lo tomamos. Recuerdo los días de verano, esos en los que la vida me parecía buena... y siento nostalgia por ellos. Fueron días especiales, no por lo que pasara en ellos, pues al decir verdad eran días monótonos: sin clase, sin nada que estudiar, sin viajes, sin planes... sólo mi vida: mis padres, mi hermana y yo. La rutina era dormir hasta que el sol se colara por las rendijas de arriba de la persiana de mi habitación (no consigo hacer desaparecer esas pequeñas rendijas), el cielo azul y limpio de nubes me recordaba que debía tender al sol los trajes de baño que me esperaban en la lavadora de la noche anterior y mi mayor preocupación era preparar la bolsa con las toallas y la radio.

Recuerdo el calor en la calle y el sol en mi espalda, la corriente que circulaba por el coche en marcha y la sensación de hambre al llegar al parking de la playa. El reloj indicaba que el baño y el paseo de rigor para secar por la arena no había sido mucho, pero tampoco tengo la sensación de que fuera con prisas. Me encantaba subir por la pequeña pendiente hacia El Cotero, siguiendo el camino que entre los cuatro habíamos formamos día tras día, verano tras verano, durante esos tres meses del año que nos regalábamos juntos.

La comida tenía otro sabor allí: sabía a complicidad y armonía, a alegría en el corazón y brillo en los ojos. La siesta era el momento más esperado, cuando escuchar música por los auriculares mirando el cielo despejado me sumergía en el sueño. Despertarse allí era despertarse en el mismo paraíso, nadie se quería ir pero la hora apremiaba y el trabajo llamaba con urgencia.

Esos días de verano forman sin duda gran parte de la felicidad que yo voy acumulando con los años, con días y momentos especiales como ellos. Pienso a menudo en aquellos baños, en el camino hacia el paraíso (todavía puedo sentir la yerba mullida bajo mis pies), en el sabor crujiente y suave del pan... pero sobretodo recuerdo los sueños azules: el peso de tanta felicidad sobre mis párpados y la vagueza para abrir los ojos después de permanecer allí.

Hoy el cielo ha sido azul y, donde no daba la sombra, el calor del sol me recordaba la felicidad de tiempos pasados. Si pudiera, retrocedería en el tiempo y lo pararía en esos días; nunca anochecería ni pasaría la vida, me quedaría allí dormida junto a mi familia: en nuestro pequeño paraíso.

miércoles, 13 de enero de 2010

Silencio

Hoy te he vuelto a buscar con la mirada, he vuelto a preguntarme cómo te irá en clase y he vuelto a pensar en cuánto sueño tendrás acumulado.

En la calle sopla el viento del sur y el cielo gris se mezcla con el azul de verano. Hace frío, pero no tanto como los últimos días. ¿Te estaré aburriendo con mis pensamientos y te estaré abrumando con tantos sentimientos?. Tu ausencia, en especial la de tus palabras, me amordaza. ¿Será que por fin decidiste alejarte de mi y de tanta locura?

Hoy son una desconocida incluso para mi misma y desconozco también quién eres tú. Desconozco cómo llegué aquí y si esta historia es real o sólo un sueño. Hoy soy extranjera en mi propia piel, me miro al espejo y me pregunto quién será esa chica que me mira fijamente... ni siquiera pestañea, no puedo saber si hay algo dentro de ese cuerpo y de esos ojos marrones.. parece como si fuera sólo una cáscara, la carcasa de algo que debería asomar en su expresión, pero no veo nada dentro. ¿Será que su corazón dejó su cuerpo? Quizá esté de vacaciones y se fue a un lugar donde no se acepta lo material y no le quedó más remedio que dejarla ahí, frente al espejo.

Siento algo extraño al no reconocer que soy yo, no puedo saber si realmente te has ido de vacaciones o simplemente hoy prefieres no hablar, para no estallar y no derrumbarte una vez más. ¿Estás sufriendo? El sufrimiento es muy amplio: se sufre por el dolor o por su ausencia, se sufre por las palabras o por el silencio, se sufre por el recuerdo o por su vacío... Pero yo hoy sufro por el silencio: por el tuyo y por el mio.
- Y ahora, sshh, silencio...

martes, 12 de enero de 2010

Latidos

- Bueno, ¿cómo estás?
- Estoy contenta, ayer por fín pude hablar con él... no sé si mis latidos llegaron a su corazón, pero por lo menos su razón me escuchó.
- Sí... lo sé. No lo digo por decir, sabes de sobra que como razón que soy tengo la obligación de ser más fría que tú, por el bien de las dos, pero realmente creo que tus palabras traspasaron su piel y esos latidos que encerraban se acomodaron un rato en su cálido corazón.
- Gracias... ¡gracias, gracias, gracias! por acompañarme cada día y cada noche, por sostenerme en los momentos malos y por compartir conmigo las alegrías. ¡Gracias!... por comprenderme y apoyarme siempre.
- No, gracias a ti, porque la lección que me diste ayer es muy valiosa y nunca la olvidaré: nunca olvidaré... que las palabras pueden reflejar sentimientos muy profundos; que los que piensan que los corazones no hablan, se equivocan; que es necesario y alivia dejar hablar al corazón... a ti: que no buscas convencer, que no entiendes de argumentos, que no piensas en consecuencias pues sólo necesitas comunicarte, sin perseguir objetivos, sin importarte lo que piensen o lo que dejen de pensar... a ti, que sólo actúas por impulsos; impulsos naturales, que no fuerzas y que no prohíbes, impulsos que llenan tu espacio si encuentran su momento y ¿sabes qué? no me arrepiento de más que de haberte hecho callar tanto tiempo, porque ayer un impulso encontró su momento, tú te llenaste de alegría y yo sentí admiración por esas palabras y por todo lo que albergas y comprendí, que la razón también puede sentir... y todo, gracias a ti.

Ya sé que, aunque ayer te mostré un poco de mi, tus sentimientos hacia mi no van a cambiar. Mis palabras nunca han pretendido que me quieras, no lo pretendieron tampoco ayer, y no lo pretenderán tampoco nunca. Mis palabras sólo quieren ser escuchadas por gente que quiero... como tú; pero ayer no eran palabras de amor (puede que tú pensaras que sí.. eso lo desconozco), eran palabras que llevaban mi nombre, una parte de mi se encontraba ayer en esas líneas. Te hablé de mi historia y de que volvería a repetirla exactamente igual si tuviera una oportunidad de volver atrás, es más, aunque tuviera un millón de oportunidades repetiría cada detalle, cada persona, cada sonrisa, cada lágrima, cada sol y cada nube, ¡todo lo repetiría de nuevo!

Otro día, quizá tenga el impulso de mostrarte mis sentimientos por ti, en verdad podría hacerlo ahora mismo, ganas no me faltan pero sé que el momento oportuno también existe y como ayer fue el momento para hablarte de mi, estoy convencida de que llegará el momento para hablarte de ti. Y hablaré de ti y no sabré cuando parar, porque te adoro y no hay otra cosa que me guste más que tú: el color de tus ojos, tu mirada; tus dientes perfectos, tu sonrisa; tus lunares, tu rostro; tu pelo negro, tu cabeza engominada; el olor de tu cuerpo, el de tu ropa...

¿Ves? Un día lo haré, te regalaré todos estos latidos sin buscar que cambies tus sentimientos al oírlos; y no hará falta que digas nada, sólo que los escuches y con eso me llenaré de alegría y admiración, y quedaré tranquila con mi razón y mi corazón.

viernes, 8 de enero de 2010

Lo que sé: lo que no quiero

Vuelvo a repetir noches ya vividas, a despertarme varias veces en la oscuridad de mi habitación y ver mi despertador, que con sus números en verde me recuerdan que a penas han pasado dos horas desde la última vez que lo miré. Vuelvo a sumirme en la inconsciencia del sueño entre lágrimas que nacen de mi corazón, que me grita y no me deja pensar en otra cosa que no seas tú, en esto que siento y que me duele y a la vez me arropa.

¿Sabes? Siempre pensé saber lo que quería, pero ahora veo que en realidad lo único que sé es lo que no quiero. No quiero pasar un solo día sin hablar contigo, no quiero sentir ese pánico que me ahoga cuando dices que ese día te irás pronto, no quiero tener que esperar hasta el final de la noche para saber si podré tenerte a menos de 5 centímetros de mi... para saber si esa noche te podré besar.

No quiero ver  una pareja en la mesa de al lado y pensar por qué no puedo estar así contigo, no quiero besos que no signifiquen nada, no quiero abrazos vacíos, no quiero acostumbrarme a vivir con este dolor y esta intriga y llegar a pensar que es normal porque no puede serlo...no puede serlo. No quiero que pienses que esto se me pasará, que en realidad no tiene importancia y que no te quiero tanto como pienso porque, en realidad, es todo lo contrario: te quiero más de lo que pienso.

No quiero vivir de esta manera, ocultándote todo esto que llevo dentro y que no sé si algún día podrás escuchar; no quiero fingir ante el mundo que no pasa nada en mi interior, que no sufro ni padezco por ti, que todo está bien y que cumplo con mis obligaciones sin esfuerzo. No quiero sentirme mal porque no quiero perderme mi vida, no quiero invertir mal mi tiempo.

No quiero que los días me parezcan lentos, no quiero que me apartes de ti, no quiero que decidas no volver a acordarte de mi (quizá ya lo has decidido...), no quiero no saber qué pasa por tu mente y por tu corazón... no sé si te merezco o no, probablemente no, pero lo que sí sé es que no quiero perderte.

Vuelvo a repetir noches ya vividas... y entre tanto dolor me imagino a solas contigo, bajo las estrellas otra vez, y todo está en silencio salvo mi corazón, que habla con el tuyo y le confiesa lo que siente, y por un momento puede compartir sus latidos con los tuyos...

jueves, 7 de enero de 2010

Hoy...siento que te pierdo

Fuera hace frío, la lluvia no cesa y hoy el cielo y yo vestimos de gris. ¿Por qué no se deja ver el sol, aunque sea un minuto? El invierno no se va a marchar porque yo se lo pida, seguirá helando por las noches y los días pasarán lentos por aquí...




Otra vez el tiempo me martiriza y el silencio me aplasta: hoy necesito que me digas algo, aunque sea eso que tú y yo sabemos, eso que me recuerdo cada día y veo en pequeños detalles cuando estoy contigo... hoy necesito que me abras tu corazón, aunque me duela. Vamos, dímelo, las heridas se han abierto solas así que aprovecha porque hoy ya no importa un poco más de dolor.

Estoy sola, mi única compañía son las lágrimas...¿cuándo se acabarán?, me imagino que quizá cuando acabe mi invierno... su fecha de caducidad está borrosa, no puedo verla y eso me desespera. ¿Cuándo van a caducar estos sentimientos?, unos días me hacen fuerte, otros débil, me ahogo y me rescato yo misma.. ¿qué me está pasando?. Hace unos días estaba dispuesta a darlo todo aún sabiendo que él no lo desea, hoy me rindo, no porque no quiera darlo todo sino porque algo me dice que no tiene sentido y si no lo desea va a ser difícil dárselo.

Hoy siento que te pierdo, que eso me mata por dentro y me fallan las fuerzas para mantenerme en pie... Me siento pequeña, el día que queda por delante me viene grande y estas palabras son lo único que me ayuda a aliviar un poco el dolor. Ya esta hecho, hoy volveré a llorar por ti y nunca lo sabrás; hoy puedo sentir todo lo que eres para mi, hoy puedo sentir que te quiero como nunca imaginé querer, hoy... siento que te pierdo.

domingo, 3 de enero de 2010

Año nuevo

Año nuevo, ¿vida nueva? es la pregunta que todos los años me hago y después me paro a pensar de vez en cuando si algo ha cambiado. Normalmente sí, las cosas cambian inevitablemente para bien o para mal, pero cambian. Cambiamos las personas, cambian los lugares en los que pasamos las horas de trabajo y ocio, cambian los sentimientos: a veces símplemente pasan a tomar otro valor como si cambiasen de una habitación de nuestro corazón a otra distinta, no tiene por qué ser peor ni mejor, pero pasan a otro estado.

Los sentimientos vagan por nosotros, nos acompañan en las noches de frío, en los días llenos de sonrisas, en las tardes en las que el calor del hogar nos acurruca y nos calma el corazón...

Los días son imprevisibles para los mortales, algunos te levantas con la sensación de no saber qué te espera, qué te depara la vida... otros sientes que lo tienes todo, que aunque fuera esté lloviendo hay sol en tu vida, esos días son los que buscamos todos, días en los que la felicidad tiene nuestro nombre.

Hay días en los que creo no necesitarte, en los que pienso que quizá mis sentimientos por ti ya se marchitaron sin darme cuenta y ya no hay ilusión ni dolor, que ya no hay nada. Otros, sin embargo, muero por dentro, apenas puedo contener las lágrimas que quieren salir sin saber por qué...que el nudo que hace tiempo que hay en mi garganta me ahoga como nunca y no lo puedo soltar. Hoy es uno de esos días y en realidad sí sé los motivos de tanto pesar: sigo necesitándote, sigo queriéndote, sigo llorando un amor que no se corresponde, sigo aquí, pensando en ti y no lo puedo evitar. Sigo regresando a mi nube.. Me susurro por dentro: "nube dulce nube"  y encuentro paz en esas palabras, de nuevo soy yo misma la única que me salva o por lo menos que lo intenta; esas dos partes de las que ya he hablado más veces aquí, esas dos mitades opuestas y a la vez idénticas, que se complementan y se necesitan como necesitamos el aire para respirar.

Sé que tú no me quieres, sé que no me necesitas, sé que un día te marcharás, sé que no te dolerá, sé que me olvidarás, sé... que yo sí te quiero, te necesito, te dejaré marchar, me dolerá y nunca te podré olvidar. Mientras tanto, te daré todo lo que siento aunque no sé si tendré tiempo suficiente para ello pero lo voy a intentar, te regalaré todos mis pensamientos y mis sentimientos llevarán tu nombre, hipotecaré mis noches y mis días con tus recuerdos: tu olor, tus lunares, tus ojos, tu sonrisa... prometo que nunca faltaré a mis pagos y que mis deseos se inspirarán en ti: deseo poder decirte algunas de estas cosas en algún momento, por tanto deseo encontrar momentos para hacerlo, deseo que me escuches con el corazón y que por un instante puedas entender el alcance de este deseo, deseo una oportunidad para conseguir tu corazón, deseo no desperdiciarla, deseo.... deseo que yo también sea tu deseo.