martes, 12 de enero de 2010

Latidos

- Bueno, ¿cómo estás?
- Estoy contenta, ayer por fín pude hablar con él... no sé si mis latidos llegaron a su corazón, pero por lo menos su razón me escuchó.
- Sí... lo sé. No lo digo por decir, sabes de sobra que como razón que soy tengo la obligación de ser más fría que tú, por el bien de las dos, pero realmente creo que tus palabras traspasaron su piel y esos latidos que encerraban se acomodaron un rato en su cálido corazón.
- Gracias... ¡gracias, gracias, gracias! por acompañarme cada día y cada noche, por sostenerme en los momentos malos y por compartir conmigo las alegrías. ¡Gracias!... por comprenderme y apoyarme siempre.
- No, gracias a ti, porque la lección que me diste ayer es muy valiosa y nunca la olvidaré: nunca olvidaré... que las palabras pueden reflejar sentimientos muy profundos; que los que piensan que los corazones no hablan, se equivocan; que es necesario y alivia dejar hablar al corazón... a ti: que no buscas convencer, que no entiendes de argumentos, que no piensas en consecuencias pues sólo necesitas comunicarte, sin perseguir objetivos, sin importarte lo que piensen o lo que dejen de pensar... a ti, que sólo actúas por impulsos; impulsos naturales, que no fuerzas y que no prohíbes, impulsos que llenan tu espacio si encuentran su momento y ¿sabes qué? no me arrepiento de más que de haberte hecho callar tanto tiempo, porque ayer un impulso encontró su momento, tú te llenaste de alegría y yo sentí admiración por esas palabras y por todo lo que albergas y comprendí, que la razón también puede sentir... y todo, gracias a ti.

Ya sé que, aunque ayer te mostré un poco de mi, tus sentimientos hacia mi no van a cambiar. Mis palabras nunca han pretendido que me quieras, no lo pretendieron tampoco ayer, y no lo pretenderán tampoco nunca. Mis palabras sólo quieren ser escuchadas por gente que quiero... como tú; pero ayer no eran palabras de amor (puede que tú pensaras que sí.. eso lo desconozco), eran palabras que llevaban mi nombre, una parte de mi se encontraba ayer en esas líneas. Te hablé de mi historia y de que volvería a repetirla exactamente igual si tuviera una oportunidad de volver atrás, es más, aunque tuviera un millón de oportunidades repetiría cada detalle, cada persona, cada sonrisa, cada lágrima, cada sol y cada nube, ¡todo lo repetiría de nuevo!

Otro día, quizá tenga el impulso de mostrarte mis sentimientos por ti, en verdad podría hacerlo ahora mismo, ganas no me faltan pero sé que el momento oportuno también existe y como ayer fue el momento para hablarte de mi, estoy convencida de que llegará el momento para hablarte de ti. Y hablaré de ti y no sabré cuando parar, porque te adoro y no hay otra cosa que me guste más que tú: el color de tus ojos, tu mirada; tus dientes perfectos, tu sonrisa; tus lunares, tu rostro; tu pelo negro, tu cabeza engominada; el olor de tu cuerpo, el de tu ropa...

¿Ves? Un día lo haré, te regalaré todos estos latidos sin buscar que cambies tus sentimientos al oírlos; y no hará falta que digas nada, sólo que los escuches y con eso me llenaré de alegría y admiración, y quedaré tranquila con mi razón y mi corazón.

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