viernes, 26 de febrero de 2010

Helado de limón

Ahora sólo me quedan los sinsabores que da la vida. Hoy, me gustaría llamarte y preguntarte si te apetecería tomar un helado de limón conmigo, dar un paseo y sentarnos en un banco a mirar el mar. Siempre me han dicho que actuase en base a lo que sentía... y siento tanto esta necesidad de hablarte... pero tú no me respondes...
- No llores, por favor.
- ¡Le quiero!
- No... no puedes querer a alguien que no siente lo mismo por ti, no lo pienso permitir otra vez.
- Pero...
- Pero nada, lo siento, pero no habrá ninguna llamada ni ningún helado con él.
De todas formas, aunque mi razón no me lo permita, estoy convencida (y me duele) de que tú tampoco querrías quedar conmigo. Supongo, que será mejor que vuelva a ese rincón donde me escondo ahora, total... este corazón ya no puede ser feliz.
- Sí puedes serlo, pero no con él... no te vayas por favor, quédate aquí conmigo, anda...
- No puedo, ¿no ves que si me quedo el sufrimiento va a ser insoportable?. No quiero interferir en tu camino.
- Mi camino es el mismo que el tuyo, tienes que ser fuerte y quedarte aquí conmigo. Que él no te quiera no significa que tú ya no tengas nada que hacer aquí.
- No lo veo así.... tú debes mandar sola ahora, debes centrarte en todas esas cosas aburridas que nos quedan por delante, yo no tengo fuerzas para soportarlas... sólo quiero pensar en él.
- No, no... mira no lo estás entendiendo, te estoy suplicando por favor que te quedes y hagas el esfuerzo de seguir conmigo y sin pensar en él. Hay más gente que te necesita, ¿acaso no se merecen de tu calor?.
- ¡Sí, claro! pero... Lo pensaré, prometido.
- Vuelve pronto, ¿vale?. Aquí te espero, corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario