martes, 15 de junio de 2010

Sabor a tango

Marcela es bailarina. Trabaja en un cabaret clandestino, a las afueras de la ciudad, donde los reyes del tráfico de estupefacientes y asesinos a sueldo más temidos cierran sus tratos con un par de whiskys dobles de por medio. El humo que desprenden los habanos que fuman perfuma el local con una niebla densa, la única iluminación del ambiente es la que ofrecen las lámparas que descansan en el centro de las mesas: está todo pensado para que los chanchullos intimen libres de miradas obscenas.

Sobre el escenario, suena un tango tras otro y Marcela baila todos, sola. Se imagina que la sujeta un príncipe azul, uno con acento argentino (como los tangos) y con olor a canela. En realidad, ella preferiría bailar El Lago de los Cisnes, ponerse un tutú blanco y pintar sus párpardos con purpurina, pero no puede porque está encerrada en ese cabaret, donde un día de tormenta llegó con una mano delante y otra detrás. Marcela no recuerda de dónde vino ni sabe dónde acabará, sólo que adora bailar y cada noche se entrega a los tangos con su príncipe, a la luz de la clandestinidad.

4 comentarios:

  1. Un buen principio para algo que se viene...

    ResponderEliminar
  2. Tango....

    Un baile místico, casi hipnótico. Una musica suave, romántica, llena de sentido y sentimiento.

    http://www.youtube.com/watch?v=fsAGpw5uwDU

    Excelente relato con sabor a canela.

    Un abrazo desde los sueños.

    Dn.

    ResponderEliminar
  3. Fascinante, nada vago... toda la imagen al margen de los sentido!!!
    Única nube, única!!!

    Creo que Marcela salió de una pieza y acabará en una... Solo el Tango la acompaña!!!

    Un beso Nube!!!
    xD

    ResponderEliminar
  4. Descriptivamente genial, sin mayor explicaciones sabemos a lo que Marcela le dedica a su tiempo, al menos lo disfruta.

    Saludos!

    ResponderEliminar