viernes, 19 de marzo de 2010

Sueños e Infiernos (II)

Se sentía sola. Estaba en el centro del infierno y lo único que le preocupaba era la soledad. No pensaba en qué estaría pasando mientras en el exterior, lejos de aquella hoguera...Se estaba perdiendo y era lo suficientemente lista para haberse dado cuenta de ello: se estaba perdiendo los mejores momentos de su vida, los más fáciles, pero eso no le importaba. Algo en su interior se removía, un torbellino de algo que no conocía y que nunca llegaba a salir a la superficie, un torbellino que moría en el intento de salvarla de sí misma: su vida, que luchaba por no perder a su protagonista.

Tiempo, tiempo... - Se repetía una y otra vez. Y esto, no la aliviaba, no la convencía, es más, sentía que lo único que hacía era engañarse. Las voces que podía oír en su mente le decían que saldría de allí, algún día se despertaría y el fondo dejaría de ser negro para convertirse en luz, pero ella no se lo creía: estaba bloqueada, no podía moverse, no podía pensar con claridad.

Las lágrimas se habían convertido en el plato del día desde que se despertó en aquella pesadilla y cuando se dejaba arrastrar, vencida, hacia el suelo, lo único que deseaba era dormir para escapar durante unas horas de la realidad: quería evaporarse, desaparecer, no pensar y no sentir. Dormir durante meses o, tal vez, incluso años para no sufrir las llamas de aquel destino que vivía horrorizada y sin esperanzas.

Una salida, tengo que encontrar una... tiene que haber al menos una, ¿no? - Se cuestionaba en silencio. La única salida que veía era la misma puerta de entrada, salir por donde había llegado. Buscó y buscó a su alrededor, pero no pudo ver más que ese pequeño resquicio que la había traído hasta allí. En ese instante comenzó otra vez a llorar y lentamente se dejó sumir en el sueño. Cuando se despertó habían pasado varios días, al volver a la consciencia de lo que vivía se sintió extraña en aquella piel. Un segundo después, sintió las llamas ardiendo en sus venas y en su corazón: el dolor regresó de repente. Otra vez no, por favor... - Susurró moribunda entre lágrimas.

Deseó dormirse de nuevo pero su cuerpo la ignoraba, había perdido el poder sobre él, ya no tenía el derecho de emitir mandatos. Su cuerpo se rebelaba y ahora debería esperar a que el cansancio físico llegara para poder descansar, a pesar de que sentía la cabeza y el corazón a punto de estallar, a punto de saltar en un millón de cristales. Estaba encerrada y además atada. Ya no podía más, así que decidió que tenía que crear un mundo nuevo sobre las cenizas de aquella quema, lo que no sabía todavía era cómo lo conseguiría, pero tomó la decisión de, al menos, intentarlo. Empezó a pensar en qué quería construir exactamente, en qué tipo de lugar podría permanecer sin sentir el fuego quemando cada milímetro de su ser... y así, consiguió evadirse de tanto sufrimiento en aquél momento.

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