lunes, 24 de mayo de 2010

Huellas que vienen y van

Camino por la orilla de la playa. Llego a unas rocas, me paro y decido sentarme un rato sobre una que me invita a ello. Miro el cielo, es azul de verano: me encanta, sonrío agradecida por poder verle después de tanto tiempo. No hay nubes flotando, ninguna, pocas veces se ve algo así en esta tierra... es, sin duda, una imagen que merece la pena contemplar y no olvidar. La brisa es fresca, mis brazos dicen que tienen frío pero yo no reparo en ello, estoy a gusto mirando el cielo, sin pensar en nada más que ese azul inmenso.

Pasan los minutos, siento la ligereza de mi alma, dice que está tranquila y que, incluso con todos los dolores que combate cada día, es feliz: siempre ha sido libre de actuar como sentía y es de ese modo, con esa libertad de vivir y cometer errores, como se queda tranquila cada noche y decide comenzar un nuevo día cada mañana. Brotan algunas lágrimas que veloces tratan de alcanzar el suelo, pero consigo frenarlas con mis dedos y ninguna pasa de las mejillas. Me siento perdida. Me siento impotente.

Suspiro, no entiendo cómo funciona la vida, por qué no coinciden lo que se supone que debo hacer y lo que en realidad deseo hacer, por qué no puedo limitarme a caminar sin ser consciente del camino que toman mis pasos, por qué y cómo puede haber conseguido alguien (sin pretenderlo) cambiar mi vida despertándome suavemente de la nada en que flotaba para, una vez despejada, marcharse.

Me levanto, el agua está fría y la arena debajo de mis pies me acaricia. Suspiro, camino al lado de las huellas que me llevaron hasta las rocas pero esta vez los pasos son de regreso. Miro al cielo y comprendo que lo único que debo hacer es pensar en ese azul de verano infinito y dejar que mis pies sigan marcando el ritmo por sí solos: a veces rápido, otras lento, pisando fuerte o flotando a escasos centímetros del suelo... Pienso en la nada en que me hallaba antes: dormida y ajena a todo, la vida pasaba de largo y yo pensaba que no podía haber más felicidad que esa tranquilidad pero, al despertar, me di cuenta de que en realidad me perdía un millón de sensaciones distintas cada día, me perdía vivir.

Mirando al cielo, azul de verano inmenso, sigo caminando por la orilla, acompañada del sonido de las olas que vienen y van con un dulce movimiento. Aunque a veces duela, vivir es lo único que quiero.

3 comentarios:

  1. La vida puede ser dura,pero quien dice que no es dulce a la vez?
    Me encanta el cambio del blog (:
    Un beso anorme!
    Suerte :)

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  2. La vida es dura, pero si fuera fácil.. ¿qué gracia tendría luchar por ella? :)
    Eres increíble, de verdad.
    Un besazo! :D

    PD: El cambio del blog es genial *_*

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